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4 de julio de 2016

Articulo vetado por el BBVA

El artículo que no quiso publicar la Fundación BBVA Los diez mandamientos y el siglo XXI Carlos Fernández Liria El Viejo Topo En tanto que se cree en Dios, es plausible hacer el Bien PARA ser moral. La moralidad se convierte en un cierto modo de ser ontológico e incluso metafísico que nos es posible alcanzar. Y como se trata de ser moral a los ojos de Dios, para alabarle, para ayudarle en su creación, la subordinación del hacer al ser es legítima. Pues, practicando la caridad no servimos más que a los hombres, pero, siendo caritativo, servimos a Dios. (...) Es legítimo ser el más bello, el mejor posible. El egoísmo del Santo está justificado. Pero que muera Dios, y el Santo no será más que un egoísta: ¿a qué sirve que tenga el alma bella, que sea bello, sino a sí mismo? A partir de este momento, la máxima "actúa moralmente para ser moral" está envenenada. Lo mismo que "actúa moralmente por actuar moralmente". Es preciso que la moralidad se supere hacia un objetivo que no sea ella misma. Dar de beber al sediento no por dar de beber, ni para ser bueno, sino para suprimir la sed. (...) [La moralidad] debe ser elección del mundo, no de sí. Jean Paul Sartre 1 Nota aclaratoria. Este artículo es la trascripción de una ponencia que pronuncié el 25 de julio de 2006 en uno de los Cursos de Verano de El Escorial (“Occidente: Razón y Mal”) organizado por la Universidad Complutense de Madrid y patrocinado por la Fundación del BBVA. Estaba previsto publicar las ponencias del curso en un libro financiado por esta Fundación. Durante ya casi dos años mostraron todo tipo de reticencias para la publicación de mi artículo, alegando que no se trataba de censura ideológica, pues mi intervención había carecido de “rigor académico y de seriedad científica”. Para no perjudicar a los otros autores que participaban en el libro, accedí varias veces a practicar la autocensura, limando expresiones coloquiales y suavizando el tono en la versión escrita de mi ponencia. Pero finalmente, han dejado claro que el libro no saldría si yo no retiraba mi contribución. Hacía año y medio que estaba deseando quedar liberado de mi compromiso, de modo que me alegro de poder publicar por fin este texto por otras vías. Lo grave no es el tiempo que se me ha hecho perder (desdichadamente el tema está lejos de quedarse anticuado). Lo grave es que esta anécdota es un síntoma fatal que anuncia un futuro muy nefasto para el mundo académico y la Universidad pública. El proceso de Convergencia Europea en Educación Superior, lo que se llama el “proceso de Bolonia”, se articula sobre la subordinación de toda financiación pública a la previa obtención de una financiación privada. Así, en lugar de financiar el mundo académico con criterios científicos, independientemente de la autoridad del mercado, se financia con dinero público tan sólo aquellos proyectos que interesan al mundo empresarial. Somos muchos los que llevamos advirtiendo que esta mercantilización de la Academia supone el colapso de la Universidad pública a medio plazo. Mi “competencia científica” y mi “rigor académico”, por ejemplo, tendrían que haber sido juzgados exclusivamente por los organizadores académicos del Curso (o por los miembros del tribunal de oposiciones con el que gané en su día la libertad de cátedra en tanto que profesor Titular de la UCM). Repugna a la idea misma de Academia que una institución privada, un Banco, tenga algo que opinar al respecto. Sin embargo, esta es la situación que se está generalizando con el proceso de Bolonia: la financiación privada tendrá en adelante la última palabra en el mundo académico, condicionará los planes de estudios, los proyectos de investigación, la distribución de departamentos, facultades y escuelas. La Convergencia Europea es el equivalente de una reconversión industrial en la Universidad. Es difícil entender cómo puede haber quien no lo vea claro2. Para ilustrar la anécdota con la Fundación del BBVA, he preferido dejar el texto lo más parecido posible a la versión original del evento, respetando el estilo oral de la intervención. Ponencia: Nuestro tema es “Occidente: Razón y Mal. El mal en la política”. Hay que comenzar constatando una desorientación moral muy profunda. Esto es algo que podemos apreciar fácilmente con tan solo que pensemos en lo que a mí me parece un misterio insondable. Diez millones de votantes del PP apoyaron la invasión de Iraq argumentando que Sadam Hussein disponía de armas de destrucción masiva. El misterio, lo que a mí me parece el enigma moral más profundo de lo que llevamos de siglo, es que ahora que se sabe que jamás hubo en Iraq armas de destrucción masiva, y ahora que, además, se sabe que siempre se supo que no las había (ahora que se sabe que Bush, Blair y Aznar mintieron) de todos modos, esos diez millones de votantes van a seguir votando al PP (y muchos más millones a Blair y Bush). Se trata, como digo, de un misterio insondable que, por cierto, nosotros tenemos la obligación de abordar, pues para eso nos pagan a los profesores, investigadores, becarios y catedráticos de ética. Nuestra obligación, si es que queremos cumplir con nuestra profesión, es abordar la cuestión de qué ha ocurrido con la consistencia moral contemporánea para que ocurran esas cosas tan extrañas. Yo diría que todos deberíamos estar escribiendo un libro que, por cierto, ya ha escrito Fernando Savater: Los diez mandamientos en el siglo XXI. Lo que pasa es que ese libro es malo, pero malo con ganas. Pero su título es de lo más oportuno: tiene que haber algo muy mal planteado en la manera en que entendemos los mandamientos para que nuestra conciencia moral haya enfermado hasta los límites nihilistas que traspasan todos los días nuestros medios de comunicación. El delirio moral en el que estamos sumidos es sólo comparable al descalabro que causó la Iglesia católica durante el franquismo en la conciencia de los españoles. Cuando yo era pequeño, era pecado ver Lo que el viento se llevó, y los adolescentes, según los padres de la iglesia, iban al infierno por masturbarse. Sólo una secta de psicópatas puede perder hasta ese punto el sentido de las proporciones, pues en esa misma época se consideraba cosa discutible si también deberían ir al infierno los policías de la dictadura argentina que (en el cumplimiento de su deber) violaban, torturaban y desaparecían a no pocos de esos adolescentes abocados a las llamas del infierno. Para ser realistas, hay que decir que la Iglesia no ha recuperado demasiado el sentido de las proporciones. Aplicando sus peculiares parámetros, el papa Woytila, al que ahora quieren canonizar, le daba la comunión a Pinochet y medio excomulgaba a los teólogos de la liberación, dejándoles con el culo al aire en una situación en la que muchos de ellos no tardarían en ser asesinados. Tan sabia decisión se tomó por consejo del cardenal Ratzinger, nuestro papa actual3. Ahora bien, no cabe duda de que el papel de los medios de comunicación respecto del nihilismo contemporáneo es mucho más importante que el de la Iglesia. Los periodistas y los intelectuales mediáticos son los nuevos sacerdotes y obispos de este mundo secularizado en el que se ha vuelto imposible distinguir el bien del mal. Y algo de responsabilidad tendremos también en el mundo académico. Probablemente, como consecuencia del bloqueo a Iraq a partir de la primera guerra del golfo, murieron un millón y medio de personas inocentes. Cerca de un millón más han muerto a causa de la guerra y de la destrucción de infraestructuras. El país está sumido en una guerra civil y sembrado de uranio empobrecido. En Iraq las embarazadas ya no preguntan al médico si es niño o niña, sino si viene o no con malformaciones. La gravedad de todo esto sólo es equiparable a la gravedad de que todo esto esté ocurriendo mientras conservamos nuestra tranquilidad de conciencia. Probablemente el nihilismo nunca había llegado tan lejos entre nosotros ni había gozado de tanta impunidad. Ni siquiera en esa situación tan vehementemente denunciada por Hannah Arendt, lo que ella llamó “el colapso moral de la población alemana”, una población que más o menos sabía y no quería saber que sabía de la existencia de Auschwitz y que con su indiferencia y su banalidad se hizo cómplice del holocausto. Los campos de concentración sobre los que se levanta nuestra tranquilidad de conciencia europea son demasiado grandes para rodearlos con alambradas. Nos sale mucho más rentable rodearnos nosotros mismos de alambradas: encerrarnos en una fortaleza inexpugnable, materializar con púas y cuchillas la “solución final” de nuestras leyes de extranjería, y dejar que la economía internacional se encargue por sí sola de perpetrar el exterminio. No es sólo que esto salga mucho más barato. Es que sale muy rentable, tan rentable que sus efectos superan con mucho la audacia de los surrealistas. La realidad se ha convertido en un chiste, en una broma de mal gusto. Según el último informe de Naciones Unidas, por ejemplo, resulta que el 1 % de la población adulta del planeta acapara el 40 % de la riqueza mundial, mientras que en el otro extremo el 50 % de la población apenas cuenta con el 1 % de la riqueza. Cuando lees estos datos piensas que están equivocados. Claro que, según un cálculo elemental, para que una de las 2500 millones de personas que subsisten al día con 2 dólares diarios, llegara a amasar, con el sudor de su frente, una fortuna como la de Bill Gates, tendría que estar trabajando (ahorrando todo lo que ganara) 68 millones de años. Otro chiste: por un anuncio de zapatillas deportivas Nike, Michael Jordan cobró más dinero del que se había empleado en todo el complejo industrial del sureste asiático que las fabricaba. Por supuesto que para que un absurdo tan abyecto se encarne en la cruda realidad de cada día hace falta administrar mucha violencia, cortar el planeta con muchas alambradas, deslocalizar poblaciones, descoyuntar, en definitiva, el cuerpo entero de la humanidad. Es muy sintomático que Hannah Arendt esté hoy día tan de moda. Los estantes de las librerías están repletos de libros de Arendt, se cita a Arendt en el Parlamento, tenemos a Arendt hasta en la sopa. A todo el mundo le resulta interesantísimo que un pueblo entero, el pueblo alemán, colapsara moralmente en los años treinta del pasado siglo XX. En cambio, se lee muy poco (de hecho, ni siquiera se le traduce demasiado) a Günther Anders, quien fuera, por cierto, su marido. Anders se ocupó más bien de denunciar la continuidad de ese colapso moral entre nosotros, en la conciencia occidental en general. Lo que le preocupaba era que nos habíamos vuelto analfabetos emocionales y que eso nos abocaba a una abismo moral en el que todos nos hacíamos cómplices de un holocausto cotidiano e ininterrumpido. A mediados de los ochenta, Anders renegó del pacifismo en el que había militado toda su vida de forma tan activa y argumentó que la única solución era la violencia. “Hemos hecho todo lo posible por convencer al mundo y está claro que no vale de nada”. “El mundo no está amenazado por seres que quieren matar sino por aquellos que a pesar de conocer los riesgos sólo piensan técnica, económica y comercialmente”. La economía capitalista ha llevado el planeta a un callejón sin salida4. La situación es tan grave que, hoy día –plantea Anders- el recurso a la violencia por parte de los movimientos antisistema debe considerarse, sin más, legítima defensa. Estamos amenazados, la población mundial está amenazada de muerte, por vulgares hombres de negocios con aspecto inofensivo. “Considero ineludible que nosotros, a todos aquellos que tienen el poder y nos amenazan, los asustemos. No hay que vacilar en eliminar a aquellos seres que por escasa imaginación o por estupidez emocional no se detienen ante la mutilación de la vida y la muerte de la humanidad”. Estas citas están sacadas de un libro titulado Llámese cobardía a esta esperanza, que publicó una editorial marginal5 que, por supuesto, no ha gozado de la fortuna comercial de los editores de Hannah Arendt. Günther Anders explica el insólito fenómeno de la tranquilidad de conciencia contemporánea aludiendo a lo que el llama “el desnivel prometeico”6. Es la idea de que, actualmente, somos capaces técnicamente de producir efectos desmesurados con acciones insignificantes. Aprietas un botón y una bomba cae sobre Hiroshima y mata a 200.000 personas. La desproporción entre la acción y sus efectos es tan grande que la imaginación se desorienta. Es imposible, por otra parte, vivir emocionalmente la muerte de 200.000 personas. Los seres humanos estamos hechos para sentir la muerte de un ser querido, incluso de bastantes seres queridos y no queridos. Pero el número 200.000 no nos dice nada emocionalmente. Hannah Arendt contaba que, durante su juicio en Jerusalén, el genocida Eichmann explicaba con naturalidad que su trabajo consistía en aligerar el ritmo de la cadena de exterminio de judíos. Así pues, desde su punto de vista, era un éxito laboral el que, gracias a ciertas mejoras técnicas en la rutina del exterminio, se lograra eliminar 25.000 personas al mes, en lugar de 20.000. Ahora bien, en una ocasión en que unos testigos le acusaron de haber estrangulado a un muchacho judío con sus propias manos, Eichmann perdió los estribos y se puso a gritar desesperado que eso era mentira, “que él nunca había matado a nadie”. Estrangular a una persona es insoportable para una conciencia moral normal, administrar la muerte de un millón de personas es pura rutina. Pero el problema es que siempre estamos ya, lo queramos o no, apretando esos botones que producen efectos demasiado grandes para nuestra capacidad de imaginar y de sentir. Susan George comparaba a los ejecutivos que teclean pacíficamente en su ordenador del Fondo Monetario Internacional con los pilotos de un B-52 que aprietan los botones de un tablón de mandos para dejar caer toneladas de bombas sobre una población civil. Probablemente los pilotos no pueden representarse fácilmente el desajuste que hay entre la insignificancia de su gesto sobre el tablero y la desmesura de sus efectos, ahí abajo, sobre la ciudad bombardeada. Con mucha menos razón, el ejército de ejecutivos que deciden sobre las medidas económicas que se aplican a lo largo y ancho del planeta (y el ejército de periodistas e intelectuales que les hacen el juego), no están en condiciones de hacerse cargo moralmente de este “desnivel prometeico” entre “su trabajo”, rutinario y pacífico, y el océano de miseria y de dolor sobre el que están produciendo sus efectos. Anders responsabiliza a la complejidad de la técnica y la industria de este “desnivel prometeico”. Yo diría que no se trata tanto de una cuestión de complejidad técnica como de una cuestión de complejidad estructural. Sea como sea, su intuición es acertada. Cuando la voluntad está separada de sus efectos por una complejidad muy grande, la voz de la moral se desconcierta por entero. En general vivimos en un mundo tan complejo desde un punto de vista técnico y estructural que todas nuestras acciones, incluso las más aparentemente insignificantes, tienen unos efectos colaterales imprevisibles. Dicho brevemente: estamos sumidos en una situación en la que no hay manera de saber lo que estás haciendo cuando haces lo que haces. Por supuesto, en estas condiciones, la voz de la moral no sabe a qué atenerse. Es demasiado complejo distinguir entre el bien y el mal. Voy a poner un ejemplo. Tengo aquí unas páginas de El País7. Son del 2 de septiembre de 2001, publicadas a todo color en la sección de los domingos. La gente debió de leerlas mientras lavaba su coche o desayunaba con su familia, a la salida de misa o durante una comida campestre. Quizás sintieron que su conciencia caía en un abismo ético... o quizás no sintieron nada. No se trataba de un panfleto de extrema izquierda, de esos que se leen con escepticismo. Era El País, un reportaje sobre la guerra del Congo, por cierto que muy bueno, de esos que se cuelan de vez en cuando en los medios. El titular de la noticia decía: “Según Naciones Unidas, el tráfico ilegal de coltan es una de las razones de una guerra que, desde 1997, ha matado a un millón de personas”. En las minas de coltan en la República Democrática del Congo, se nos decía, trabajan niños esclavos. Los ejércitos de Ruanda y Uganda se disputan el tráfico de este mineral sumiendo el país en una guerra civil en la que nadie quiere pensar. El caso es que este mineral es vital para el desarrollo de la telefonía móvil y de las nuevas tecnologías. Por ejemplo, la escasez de este mineral había provocado otro efecto dramático: la videoconsola Play Station 2 tuvo que posponer su lanzamiento al mercado, provocando grandes pérdidas de beneficios a la casa Sony. Mirado fríamente, es insólito que eso salga un día en El País y al día siguiente todo siga igual. Es incluso enigmático. El otro día decían (también en El País) que los muertos de la guerra del Congo se calculan ya en cuatro millones. Mientras tanto, la videoconsola Play Station 2 ya se quedó anticuada y los móviles siguieron desarrollándose vertiginosamente desde ese domingo en que salió la noticia. No es fácil saber hasta qué punto tenemos las manos manchadas de sangre cada vez que llamamos por el móvil o que nuestro hijo juega a la videoconsola. Sin duda que estamos metidos hasta las cejas en el entramado estructural que genera esas guerras. Sin embargo, llamar por el móvil es llamar por el móvil, no matar a nadie. Y por supuesto, dejar de llamar por el móvil tampoco va a salvar la vida a nadie. El móvil, bien mirado, es un invento magnífico ¿quién puede negarlo? Si cuando llamo por el móvil estoy teniendo una oscura e imprevisible relación intangible con no sé qué conflicto sangriento de África, la culpa, desde luego, no la tiene el móvil, ni yo por utilizarlo. No podemos evitar ser piezas de un engranaje muy complejo, en el que todo está ligado entre sí por caminos imprevisibles que nadie ha decidido. Esta complejidad, es cierto, hace que, como decía Günther Anders, nunca podamos estar seguros de lo que estamos haciendo cuando hacemos lo que hacemos. Nunca podemos estar seguros de los efectos indirectos de nuestra acción directa, como dice Franz J. Hinkelammert8. El problema es que cuando el mundo alcanza un determinado nivel de complejidad, la máxima de no violar los mandamientos se convierte en una receta envenenada. La propia moralidad se transforma en la gran coartada de un mundo criminal. Todo el mundo llama por el móvil y todo el mundo revienta en el Congo sin que nadie viole los mandamientos. Nadie tiene la culpa de que el mundo se haya convertido en algo tan complejo. En esta complejidad insondable, por ejemplo, se amparan los votantes del PP para considerar que algo bueno tendrá incluso algo evidentemente malo, como la invasión de Iraq. Al final, todo será para bien. Hay cosas que parecen muy dañinas para los seres humanos, pero que son muy buenas para que vaya bien la economía. Y no hay que olvidar que los seres humanos dependen a vida o muerte de su economía. Conviene, por lo tanto, hacer las cosas que convienen a los que tienen la sartén por el mango de la economía internacional. Conviene, pues, apoyar la política de los Estados Unidos, y vuelta a empezar, así con cualquier tema imaginable. Mientras tanto, todo el mundo puede vivir con la conciencia tranquila: hasta donde nos llegan las narices, no se ve que nadie haya violado ningún mandamiento. Y sin embargo, por muy complejo que se haya vuelto en este mundo distinguir el bien del mal, hay una cosa que seguro que es mala, y esta cosa es, nada más ni nada menos, el hecho mismo de que exista un mundo así. Si vivimos en un mundo en el que “es imposible saber qué es lo que realmente estás haciendo cuando haces lo que haces”, entonces es que vivimos en un mundo muy malo. El lema de los movimientos antiglobalización –“otro mundo es posible”, “otro mundo tiene que ser posible”– se convierte en un imperativo ético insoslayable. Es insoportable vivir en un mundo en el que basta meter los ahorros en una cuenta corriente de Caja Madrid para tener que preguntarte con cuántas ignominias y matanzas estás colaborando sin saberlo. Es intolerable un mundo en el que te tienes que alegrar de que en España se fabriquen bombas de racimo, pues al menos en eso parece que sí que somos competitivos a nivel internacional9. Sin duda alguna, el concepto más interesante que se forjó en la reflexión ética y moral del siglo XX fue el concepto de “pecado estructural”. Este concepto era la columna vertebral de la llamada Teología de la Liberación y los que se ocuparon de pensarlo eran fundamentalmente curas, obispos, cristianos de base que estaban directamente comprometidos en cambiar un mundo injusto y criminal. Mientras ellos se jugaban la vida y daban de lleno en la diana del problema ético de nuestro tiempo, la filosofía académica de izquierdas y de derechas estaba completamente en la Luna, haciendo tonterías con los textos de Deleuze y de Foucault, ideando genialidades para poner a discutir a Rawls con Habermas, a ver si así descubrían la pólvora, y, también, cómo no, leyendo a Rorty y cositas de parecido calado. En este mundo las estructuras matan con mucha más eficacia y de forma mucho más masiva que las personas. La capacidad de ser inmoral que tienen las personas es casi patética comparada con la inmoralidad de las estructuras. En estas condiciones, la cuestión moral pertinente es qué responsabilidad tenemos respecto a las estructuras. La pregunta ya no puede ser ¿qué puedo hacer yo para no violar los mandamientos en ese mundo que no llega más allá de mis narices? En un mundo en el que las estructuras violan los mandamientos con una eficacia colosal e ininterrumpida, es inmoral limitarse a respetar los mandamientos… y las estructuras. El primer mandamiento, por el contrario, atañe a nuestra actitud respecto de las estructuras. Y para responder a esta cuestión, en primer lugar, hay que responder a esta otra ¿en qué consisten esas estructuras? ¿De qué son estructuras esas estructuras? Así pues, en primer lugar, deberíamos estar todos estudiando economía. El primer mandato moral debería ser: ponte a estudiar economía y no pares hasta que no averigües en qué consiste este mundo. Y mucho cuidado con dejarte engañar por la Escuela de Chicago, que de eso también eres responsable. Si, por ejemplo, acabáramos por concluir que la economía mundial puede ser llamada con rigor y sentido la economía capitalista, lo que no cabe duda es que nuestra máxima responsabilidad moral, inmediatamente después, sería volvernos comunistas (al menos si llegamos a la conclusión de que ser comunista es la manera adecuada de combatir el capitalismo). Por supuesto que ese fue el camino que, muy a menudo, siguió la Teología de la Liberación en Latinoamérica10, el camino que tanto escandalizó al cardenal Ratzinger. Una serie de obispos latinoamericanos, de pronto, pusieron toda su red de catequistas a estudiar economía, especialmente, crítica de la economía política. Pusieron a todos sus feligreses a leer El capital y a estudiar marxismo. Lo demás se dejaba ya a la conciencia de cada uno. Aunque no por casualidad la conciencia de cada uno aconsejaba montar una guerrilla para combatir el sistema capitalista. El ejercito zapatista del subcomandante Marcos, por ejemplo, no cabe duda de que se montó desde la red de catequistas de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas. En un mundo en el que las estructuras son mucho más inmorales de lo que jamás pueden llegar a serlo las personas, la cuestión crucial no es saber en qué medida somos piezas de ese engranaje estructural o en qué medida podemos dejar de participar en él. Esto es lo que a veces sugería Günther Anders, pero no es ni mucho menos suficiente. Dejar de llamar por el móvil no vale absolutamente de nada y dejar de consumir coca-cola, de casi nada. Puede que negarse a trabajar en la industria del armamento valga para algo si se consigue que ese gesto sirva de propaganda a los programas políticos pacifistas. De lo contrario, ese gesto no sirve más que para que corra un puesto la lista de parados que esperan a trabajar en cualquier cosa y a cualquier precio. Retirar el dinero de una cuenta de Caja Madrid si sospechas que esa entidad invierte dinero en la producción de armamento no sirve de nada si luego es para meterlo en el Banco de Santander, es decir, para confiar en el humanitarismo de un sujeto como Emilio Botín. Y tampoco es buena idea esconder tu birria de sueldo debajo de una baldosa. La verdadera cuestión moral es qué responsabilidad tenemos en que determinadas estructuras perduren y qué estaría en nuestra mano hacer para sustituirlas por otras. Es obvio que eso pasa por la acción política organizada y no por el voluntarismo moral que intenta inútilmente apartarse de la maquinaria del sistema. No es a fuerza de no mover las fichas o de moverlas lo menos posible como se consigue dejar de jugar al ajedrez, si eso es lo que se pretende. Para dejar de jugar al ajedrez y comenzar a jugar al parchís hay que cambiar de tablero. Si no, lo único que se logra es perder el juego, y el juego del ajedrez, no del parchís. No sé si se capta el mensaje: vivimos en un mundo tan inmoral que no tiene soluciones morales, aquí no valen más que soluciones políticas y económicas muy radicales. Y la única cuestión moral relevante que todavía tenemos sobre la mesa es la de qué tendríamos la obligación de estar haciendo políticamente para que el mundo dejara de jugar en este tablero económico genocida. La cuestión no es la de si puedo beber menos coca cola o llamar menos por el móvil para participar lo menos posible en esta matanza. La cuestión es cómo y de qué manera atacar los centros de poder que la generan. Mi responsabilidad en la matanza no es la de llamar por el móvil. Mi responsabilidad es la de aceptar vivir en un mundo en el que llamar por el móvil tiene algo que ver no sé con qué guerras en el continente africano. Es el mundo lo que es intolerable, no nosotros. Pero sí es intolerable que aceptemos de brazos cruzados un mundo intolerable. Es grotesca la indiferencia que ha habido en la reflexión ética de los medios académicos europeos y estadounidenses hacia el concepto de “pecado estructural” y, en general, respecto a toda la filosofía de la Teología de la Liberación. Se trataba de lo único interesante que parió el siglo XX en el campo de la ética, pero la Academia estaba demasiado ocupada en intentar comprender a Derrida y en hacer el payaso con el dilema del prisionero. Para ser justos, hay que recordar que mucho antes de que la Teología de la liberación planteara el problema, lo teníamos ya abordado con mucha contundencia en la historia de la filosofía por filósofos como Jean Paul Sartre o Bertolt Brecht. Claro que Sartre no está tan de moda como Hannah Arendt, porque Sartre era comunista, así es que se le lee bastante poco actualmente. Sartre había explicado muy bien por qué la elección moral no tenía que ver con elegirnos buenos a nosotros mismos, sino con elegir un mundo bueno. Elegir ser bueno en un mundo en el que no se necesita pecar para vivir de la injusticia que se comete sobre los demás, es, sencillamente hacerte cómplice, no de un crimen, sino, como decía Anders, de “todo un sistema de crímenes”. 11 1 Cahiers pour une morale, Editions Gallimard, Paris, 1983, pág. 11. 2 Cfr. Fernández Liria, Carlos / Alegre Zahonero, Luis: “La revolución educativa. El reto de la Universidad ante la sociedad del conocimiento “, Revista Logos, nº 37, Madrid, 2004. Cfr. también la siguiente página web: http://fs-morente.filos.ucm.es/convergencia/debate/inicio.htm 3 Ratzinger, J. Libertatis nuntius Instrucción sobre algunos aspectos de la "teologia de la liberación" (Congregación para la Doctrina de la Fe, 6 Agosto 1984) / “Presupuestos, problemas y desafíos de la Teología de la Liberación.” Paramillo 5 (1986): 574-580. También en La Segunda, Santiago de Chile, jueves 5 de enero de 1984, pp. 15-16; Tierra Nueva 49/50 (abril-julio 1984): 93-96 / 95-96. Edición digital preparada por Holly Ann Hughes. Marzo de 2004. 4 El desánimo de Günther Anders respecto al pacifismo recuerda al de Dennis Meadows en el campo del ecologismo. Meadows, como se sabe, fue el coordinador del informe del Club de Roma sobre los Límites del crecimiento, el estudio que en 1972 daría el pistoletazo de salida al movimiento del ecologismo político. Mucho tiempo después, en una entrevista de 1989, al ser preguntado si aceptaría realizar hoy un estudio semejante, respondía: “Durante bastante tiempo he tratado ya de ser un evangelista global, y he tenido que aprender que no puedo cambiar el mundo. Además, la humanidad se comporta como un suicida, y ya no tiene sentido argumentar con un suicida una vez que ha saltado por la ventana” (Der Spiegel, nº 29, 1989, pág. 118. 5 Günther Anders, Llámese cobardía a esa esperanza, Besatari, Bilbao, 1995. 6 Cfr., en castellano, Nosotros, los hijos de Eichmann y Más allá de los límites de la conciencia, Paidos. La obra más importante de Günther Anders es Die Antiquierheit des Menschen. 7 La fiebre del coltan (Ramón Lobo, Diario El País, domingo, 2 de septiembre de 2001). 8 Franz J. Hinkelammert (Berlín, 1931), economista y teólogo de la liberación, ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2005 del Ministerio de Cultura de la República Bolivariana de Venezuela, con su libro El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido, Euna, Costa Rica, 2005. 9 Algunas referencias para el seguimiento del tema: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43604 / http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43581 / http://www.rebelion.org/noticia.php?id=44188 10 Quizá resulte interesante la siguiente entrevista con un comandante colombiano del ELN, guerrilla que se reclama heredera del pensamiento del sacerdote pionero de la teología de la liberación, Camilo Torres: Cuatro intelectuales españoles se reúnen con el Ejército de Liberación Nacional de Colombia (Santiago Alba, Carlos Fernández Liria, Belén Gopegui y Pascual Serrano entrevistan a Milton Hernández, comandante del ELN) Cfr.: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=9100 11 Anders, G.: Nosotros, los hijos de Eichmann, Paidós, Barcelona, 2001, pág. 92.

La “bomba atómica” dirigida a la banca está lanzada

La “bomba atómica” dirigida a la banca está lanzada


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Pintada del mayo del 68, dice así: Seamos realistas, pidamos lo imposible
Por fin los españoles conocerán la verdad de cómo, y porqué, el país se hunde y quien es el responsable, con nombre y apellidos, de esta tragedia por la que pasa España y las vicisitudes se cargan, alegremente, sobre las espaldas de los españoles. Llegar hasta la cocina de este asunto ha sido una labor extenuante de principio a fin pero el premio justificaba todo el esfuerzo: fabricar ésta bomba atómica con capacidad de paralizar las ejecuciones hipotecarias lo compensa todo. Es un ataque al poderen toda regla. Admito que es una osadía manifestar algo que parece imposible: impedir que los bancos ejerzan el sagrado y divino derecho de apropiarse de la vivienda hipotecada dejando al deudor con los muebles en la calle y con una deuda de por vida. No cabe duda que ha sido la misma banca quien ha redactado las leyes y el legislativo las ha sancionado, o todavía más fácil, el ejecutivo por decreto ley las sanciona y el rey pone su firma. El derecho de exigir una deuda y sobretodo los préstamos con garantía hipotecaria están blindados en un bunker impenetrable, así y todo, se ha podido entrar a este recinto y encontrar una grieta en el sistema. Fabricar una bomba de estas características no sirve de nada si no se dispone de un mecanismo para lanzarla y es aquí donde se inicia una nueva fase todavía más compleja que la manufactura. Empieza así: “hola buenas, mire usted que he encontrado en el laberinto de leyes una vía para paralizar las ejecuciones hipotecarias” El interlocutor se pone en guardia y en lo primero que piensa es que se trata de una fabula. Entonces pregunta ¿Eres abogado? Cuando se cerciora de la negación se lleva las manos a la cabeza y es ahí cuando todas las dosis de persuasión y de conocimiento del tema se exhiben: al final de la exposición queda la duda ¿Es posible que el sistema funcione de esta forma sin que nos percatemos? Este era mi objetivo: tratar de explicar sin ánimo de convencer. Si se piensa bien y nos alejamos de los convencionalismos no resulta tan extraño.
152867-406-304[1]Quien me escuchó y pude pasarle mis escritos con los pormenores del asunto fue el ex juez Elpidio Silva Pacheco que reconoció que esa fisura que mencionaba existía. Consultó con otros jueces, con registradores de la propiedad, con abogados especializados y la conclusión fue unánime “cabe la posibilidad”; no obstante señalaban “el imprescindible soporte documental”. El soporte documental existe, no todo es accesible pero existir existe por lo que estamos al cabo de la calle. Los jueces, que siguen las recomendaciones de los oligarcas, echaron de la judicatura de malas formas, al juez Elpidio Silva por haber tenido la osadía de poner entre rejas a Miguel Blesa, presidente de Bankia, por sus fechorías al frente de la entidad financiera. Era como abrir la puerta del infierno para los banqueros responsables del hundimiento de la economía española; si iba Blesa, por la misma razón deberían ir los otros presidentes de bancos. Para acabar con esta posible epidemia era preferible acabar con la carrera judicial de Elpidio Silva. Dicho y hecho. Ahora con lo que está saliendo de las cloacas de Bankia no hace más que confirmar que Silva tenía toda la razón. El ex juez Silva no se ha quedado lloriqueando su mala suerte en un rincón y ha constituido la firma Elpidio Silva Abogados ¿los oligarcas lo echaran de la abogacía? Parece una labor imposible. La “bomba atómica” fabricada tiene dos espoletas, una civil: la paralización de las ejecuciones hipotecarias y otra penal: el engaño en los procedimientos judiciales de ostentar el papel de acreedor sin exhibir los poderes que le legitiman para reclamar la deuda con el fin de no levantar la liebre de que tan sólo es el cobrador del frac en lugar del acreedor. A la banca se le abre la puerta del infierno de la vía penal.
El detonante
imagesP8P11R6QLas hipotecas subprime en los EE.UU. fue el detonante. España tenía su propia subprice: los inversores internacionales, fondos y sobre todo otros bancos, que habían confiado en la supervisión del Banco de España se percataron que habían adquirido bonos hipotecarios contaminados. La sospecha se hizo realidad: las cajas de ahorros hacían aguas por todas partes y los bancos estaban empachados de hipotecas que habían sido titulizadas sin discriminar la solvencia del deudor. El desempleo, ya alto, se disparó y no tardó en contaminar de morosidad las cuotas de las hipotecas. El desastre estaba servido. Recompongamos los acontecimientos: los bancos y las cajas de ahorro una vez que agotaron los depósitos de sus clientes se dedicaron a desconectar el mecanismo de alerta que impedía una expansión descontrolada. Este mecanismo consistía en una regulación del tratado de Basilea III que exigía a la banca un capital social como mínimo del 8% de los activos en riesgo. La expansión de las entidades bancarias estaba incentivada por los bonus y complementos salariales de sus equipos directivos. Desconectado el mecanismo de seguridad, la banca, contó con la complicidad del Banco de España que como regulador tenía en sus funciones el haber impedido el ataque de locura en el que se metían las entidades financieras. El ataque de locura, por su sobredosis, se llama titulización ¿Qué demonios es esto que nos ha llevado a la catástrofe? La titulización no es mala cosa lo que ha pervertido el sistema bancario ha sido su dosis que como exceso ha resultado mortal. Los bancos (y las cajas) una vez que concedían una hipoteca la empaquetaban en una emisión de bonos que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) registraba como paso previo a transferirla a un Fondo de Titulización y a una Sociedad Gestora.
images64RQHJE9La finalidad del Fondo de Titulización, vinculado al banco emisor de los bonos, sirve como comodín para ocultar en el balance contable de la entidad financiera que su capital social no está acorde para asumir el riesgo de impago de los préstamos y créditos hipotecarios que otorga. La desproporción puede llegar a ser 40 o 50 veces y las incidencias de morosidad actual lo transfieren a la quiebra. ¿Cómo se ocultan los miles de millones de euros otorgados en hipotecas? Se sacan del balance del banco y se llevan al Fondo de Titulización que por no tener no tiene personalidad jurídica, ni dirección postal, digamos que es un ente etéreo que emite un folleto explicativo de las bondades del producto financiero sobre hipotecas otorgadas. De esta extraña forma los bancos han crecido desaforadamente y su capital se ha quedado donde estaba o ha crecido muy poco. Otro actor es la Sociedad Gestora cuya función consiste en colocar en el Mercado financiero los bonos hipotecarios a los que incluía una calificación de solvencia prescrita por una de las agencias de rating. La Sociedad Gestora funciona así: A través del mecanismo del Mercado llegaban las hipotecas reconvertidas en bonos hipotecarios a las manos de los inversores ávidos de colocar su dinero en un producto rentable y seguro. El dinero de los inversores llegaba a la Sociedad Gestora y esta lo transfería al Fondo de Titulización y este lo remitía al banco emisor que de nuevo iniciaba otro ciclo al otorgar hipotecas con el mismo fin: emitir bonos hipotecarios en una repetición constante. La adicción de la banca al procedimiento de titulización les reportaba más beneficios adicionales de los productos vinculados al préstamo hipotecario: seguros de todo tipo, altas comisiones, domiciliaciones de nominas y un largo etcétera que mantenía al cliente cautivo. Conclusión: Lo más importante de este método de “vender” los préstamos con garantía hipotecaria se trata de la triquiñuela de hacer desaparecer del balance contable del banco el “paquete de hipotecas” que se traslada al Fondo de Titulización que se convierte en cómplice necesario junto al regulador del sistema: el Banco de España que en ningún momento da la voz de alarma mientras desaparecen ingentes cantidades de activos en riesgo del balance contable del banco permitiendo mantener el ratio de solvencia (ficticio) respecto al capital social de la entidad.
images2GUS8KXATodo esto, explicado de forma sintetizada, está ocurriendo frente a nuestros ojos: los bancos venden, a terceros, los préstamos con garantía hipotecaria y en la epidemia de cuotas impagadas se aplica el vencimiento anticipado y se presentan en los juzgados que les autoriza inscribir la vivienda en el Registro de la Propiedad y aplicar, por las leyes que les amparan, el lanzamiento del deudor para tomar posesión del bien que garantizaba el préstamo. Me inicie en este asunto tras preguntarme:¿Si el banco ha vendido el préstamo a un bonista por qué no se presenta el titular como acreedor de la deuda? Lo primero que te encuentras en la dispersa documentación que ampara el procedimiento: el banco tiene poderes para llevar el impago a la ejecución judicial. No obstante las preguntas continuaban. ¿Cómo es posible que nuestros bancos otorgaran préstamos con garantía hipotecaria al primero que pasara por la calle? ¿Qué sentido tenía forzar unas tasaciones cada vez más altas?No hay otra respuesta: según la legislación española es el bonista (el último tenedor del bono que pasa de mano en mano) quien asume el riesgo y por lo tanto sufre el infortunio de que la hipoteca resulte fallida. La pregunta queda contestada: A los bancos no les importó “fabricar” un producto de riesgo (por falta de solvencia del deudor) que endosaban a un tercero en el Mercado financiero mientras ellos conseguían el beneficio de la intermediación. Al titulizar una hipoteca el banco se convierte en el gestor de cobro y transmite al Fondo de Titulización la cuota mensual del nominal y los intereses que llega al tenedor del bono.
imagesDITP4YU1Estamos llegando al magma de la cuestión: ¿Es el banco que ejecuta la hipoteca el propietario de esa deuda? ¿Tiene la legitimidad activa como para quedarse con la garantía? Responder a estas preguntas no ha sido fácil ya que se tenía que encontrar, en documento legal, que el riesgo de impago corresponde al bonista, que el banco efectivamente “vendió” ese préstamo, que existe una emisión que contiene los préstamos hipotecarios, y explícitamente un listado que los identifica y detalla uno por uno. Efectivamente, existe esta documentación que acredita que serían los bancos alemanes los que les tocaría la peor parte al disponer de miles de millones de euros en bonos hipotecarios de los bancos españoles. Es aquí donde entra la política de la señora Merkel y el paco secreto que deben de haber llegado: por una parte los bancos alemanes no demandaran al Banco de España por falta de diligencia en el control de las entidades financieras españolas y los fallidos que se puedan producir irán a cargo de los contribuyentes españoles. Una infamia, una afrenta que nuestros políticos trafiquen con la vida y supervivencia de su pueblo. En definitiva una burla por la que quedan estigmatizados al modificar la Constitución garantizando el cobro a los acreedores con prioridad a las necesidades básicas de la población.
images0LD0M7C9Completar la documentación pertinente a unos determinados casos en proceso de desahucio y preparar un incidente de paralización cuyo borrador se ha rehecho varias veces introduciendo elementos que por una parte simplifican y en otras añaden prueba quelos bancos no son acreedores legítimos de la deuda que reclaman. Estos casos de prueba (en palabras de Elpidio Silva: cobayas) en busca de la efectividad de los argumentos jurídicos se debe de traducir en una demanda impecable que, con garantía, se presente de forma masiva en los juzgados con el fin de paralizar las ejecuciones hipotecarias. Se ha procurado recurrir a elementos de prueba documental y a un relato sobre el transito de un préstamo hipotecario que se cede a un tercero sin dejar constancia registral de ello, lo que provoca, interesadamente, que el banco pueda representar distintos papeles según le convenga. Incluso después de vender el préstamo e incluirlo en una emisión de bonos, el banco, lo reutiliza para obtener liquidez del Banco Central Europeo al depositarlo como garantía. Operaciones de este tipo están detectadas y dosificadamente, para no empachar con una sobredosis de hipotecas irán apareciendo en el blog con todo el detalle. De momento no se citan los juzgados en los que se han presentado los cobayas para no influenciar mediáticamente a los jueces y que acaben de resolver sin presión alguna. ¿Es o no cierto que este asunto es una bomba? Como conclusión: Las ejecuciones hipotecarias se pueden paralizar y además las ya consumadas se pueden revertir. La mala fe de los bancos en general de dirigirse a los juzgados escondiendo su calidad de cobrador del frac y como parte actora en el procedimiento omitir que actúa en nombre y representación del Fondo de Titulización y de la Sociedad Gestora puede provocar la anulación del juicio y la apertura de un juicio penal. El asunto no tiene solución jurídica por lo que se tendrá que aplicar una solución política. Por último agradecer al abogado, del despacho de Silva, Francisco Sánchez y a las personas de buena voluntad conocedores de este intríngulis que prefieren permanecer en el anonimato ya que sin su inestimable aportación no hubiera sido posible llegar hasta la cocina del bunker de la banca.
La justicia se pone en marcha
imagesCSWEE6FNDebe de ser cierto que la sociedad española ha tocado fondo, un fondo al borde del abismo de una inevitable convulsión social (se puede llamar al gusto del lector: agitación, revuelta pero también revolución) que se sabe como empieza pero no como acaba. No cabe duda que la olla a presión –la sociedad-puesta al fuego –de la oligarquía- y taponada la válvula de seguridad –la justicia- será cuestión de tiempo pero saltará violentamente la tapa o la olla entera. Los que atizan el fuego no paran, son psicópatas sin ningún tipo de sentimiento y enfermos por obtener dinero sin tasa alguna. ¿Qué nos queda para evitar la convulsión social o como se le quiera llamar? La válvula de seguridad: la justicia. La justicia es el último recurso, este país no puede continuar como si nada hubiera pasado después de la desastrosa burbuja financiera en la que nos ha metido la banca. Los bancos continúan a lo suyo después de esparcir deuda como aquel que reparte caramelos y ahora toca cobrar las deudas, pero resulta que están contaminadas por falsedades, supercherías, mentiras y engaños por el enfermizo afán de obtener, de cualquier manera, el dinero del trabajo de las buenas gentes que confiaron en el sistema que parecía pulcro y equitativo. Tarde, pero la Justicia se pone en marcha del 1 al 3 de diciembre se han celebrado las XXIV JORNADAS DE JUECES DECANOS DE ESPAÑA. De estas jornadas han salido seis puntos de debate, en cada uno de ellos se expresan soluciones para regenerar la justicia y adecuarla a las necesidades de la sociedad. Quisiera, porque viene como anillo al dedo, recoger el sentir de estos jueces sobre el punto 4) El Nuevo Panorama Judicial en Materia de Consumidores donde dice algo tan trascendente como esto: “La nueva doctrina del TJUE ha introducido un nuevo modelo de juez “proactivo y beligerante” en el control de las cláusulas abusivas.” Échale un vistazo, es muy corto, aunque bajo el peso de la ley la hegemonía de los bancos en el sistema judicial se difumina y van a tener que ajustarse a un equilibrio sensato alejado de una redacción de la ley “todoparami” y el  otro a la calle o debajo de un puente.
XXIV JORNADAS DE JUECES DECANOS DE ESPAÑA
Valencia, 1 a 3 de diciembre de 2014
 CONCLUSIONES DE LA XXIV REUNIÓN NACIONAL DE JUECES DECANOS DE ESPAÑA
1.- HACIA UNA LEY DE SEGUNDA OPORTUNIDAD, 2.- 57 MEDIDAS CONTRA LA CORRUPCIÓN, 3.- CAPACIDAD DE ANTICIPACIÓN PARA REFORZAR JUZGADOS, 4.- EL NUEVO PANORAMA JUDICIAL EN MATERIA DE CONSUMIDORES,  5.- LA PREOCUPANTE SITUACIÓN DE LOS JUZGADOS DE LOS SOCIAL EN ESPAÑA, 6.- EXPERIENCIAS DE ÉXITO EN DECANATOS  
4.- EL NUEVO PANORAMA JUDICIAL EN MATERIA DE CONSUMIDORES 
Es necesario destacar el fenómeno que en los últimos años se ha producido en el mundo judicial como consecuencia de la irrupción de la nueva jurisprudencia del TJUE sobre protección del ciudadano consumidor en aplicación de la Directiva 93/13/CEE, que ha determinado una auténtico giro en el control judicial de las cláusulas abusivas con la consiguiente revisión judicial de decenas de miles de procedimientos, especialmente los hipotecarios, monitorios, o de ejecución ordinaria. 
La nueva doctrina del TJUE ha introducido un nuevo modelo de juez “proactivo y beligerante” en el control de las cláusulas abusivas desconocido hasta ahora en nuestro derecho procesal, ya que incluso debe constatar “de oficio” (por tanto al margen de la expresa petición de parte) la existencia de abusividad, lo que constituye una auténtica revolución de nuestro sistema procesal pues esta estrecha vigilancia del juez supone una importantísima excepción a los principios dispositivo y de aportación de parte que desde siempre han orientado nuestro proceso civil y le atribuye unos poderes desconocidos hasta la fecha en este tipo de procesos. Los avances en materia de protección de los consumidores en los últimos años son evidentes, tanto a nivel legal (ya que tras la STJUE 14 de marzo de 2013 se han modificado entre otras normas, la LEC –en dos ocasiones- y la LH) como judicial, como lo acreditan los miles de procedimientos iniciados sobre anulación de contratos relativos a productos financieros complejos, o las recientes sentencias del Tribunal Supremo sobre control de trasparencia de las cláusulas insertas en contratos celebrados con consumidores (cláusulas suelo). En suma, en estas materias es patente la influencia transformadora de la jurisprudencia del TJUEsobre los hábitos judiciales de los jueces españoles  y la auténtica revolución que ha supuesto la protección a ultranza de los consumidores mediante el control judicial de oficio que está transformando sustancialmente la práctica judicial diaria, de lo cual debemos congratularnos.
¿Quieres saber más? Nos han colado que la burbuja inmobiliaria fue el mal de los males y el origen de la crisis. No es cierto, la burbuja es financiera pero la banca siempre transmite la culpa a un tercero, en ésta ocasión al tocho que tan sólo fue un instrumento en sus manos. Estos enlaces te aclararan las cosas:
Hipotecas Subprime – El inicio de la crisis. https://www.youtube.com/watch?v=1pTVmDg5Kp0
La crisis del Capitalismo (en dibujos) por David Harvey. https://www.youtube.com/watch?v=gzwYpJFCIcs
Españistan. La Burbuja Inmobiliaria a la Crisishttps://www.youtube.com/watch?v=onE-7xAYrWg

motivo de guerra: el agua.

Israel utiliza el agua como arma de guerra Ramzy Baroud Counter Punch Traducido del inglés para Rebelión por J. M.  Comunidades enteras en Cisjordania no tienen acceso al agua o han visto reducido su suministro casi a la mitad. Este hecho alarmante ha tenido lugar durante semanas, ya que la compañía nacional de agua de Israel, "Mekorot", decidió cortar -o reducir significativamente- el suministro de agua a Yenín, Salfit y pueblos de los alrededores de Nablús, entre otras regiones. Israel ha estado "librando una guerra del agua" contra los palestinos, según el primer ministro de la Autoridad Palestina Rami Hamdallah. La ironía es que el agua proporcionada por "Mekorot" en realidad es el agua de los palestinos usurpada de los acuíferos de Cisjordania. Mientras los israelíes, incluidos los de los asentamientos ilegales de Cisjordania, utilizan la gran mayoría de ella, a los palestinos les venden su propia agua a precios elevados. Al cortar el suministro de agua al tiempo que los funcionarios israelíes están planeando exportar agua esencialmente palestina, Israel una vez más utiliza el agua como una forma de castigo colectivo. Esto no es nada nuevo. Todavía recuerdo la inquietud en las voces de mis padres cada vez que temían que la fuente de suministro de agua estaba llegando a un nivel peligrosamente bajo. Era casi una discusión diaria en el hogar. Cuando se producían enfrentamientos entre los niños que arrojaban piedras y el ejército israelí en las afueras del campo de refugiados, siempre, por instinto, mis padres se apresuraban a llenar los pocos cubos de agua y botellas que estaban esparcidos por toda la casa. Este fue el caso durante la Primera Intifada palestina, o levantamiento, que entró en erupción en 1987 en todos los Territorios Palestinos Ocupados. Siempre que se producían enfrentamientos, una de las primeras acciones llevadas a cabo por la Administración Civil de Israel -un título menos que nefasto para las oficinas del ejército de ocupación israelí- era castigar colectivamente a toda la población porque el campo de refugiados se había rebelado. Los pasos que el ejército israelí tomaba se volvieron redundantes, aunque se hicieron más vengativos con el tiempo: un estricto toque de queda militar (lo que significa el cierre de toda la zona y el confinamiento de todos los residentes en sus hogares bajo la amenaza de muerte), corte de la electricidad y corte del suministro de agua. Por supuesto estos pasos se tomaron solo en la primera etapa del castigo colectivo, pero perduraba durante días o semanas, a veces incluso meses, arrastrando a algunos campos de refugiados hasta el punto de morir de inanición. Dado que poco era lo que los refugiados podían hacer para desafiar la autoridad de un ejército bien equipado, invirtieron sus escasos recursos o el tiempo que tenían para trazar su supervivencia. De ahí la obsesión por el agua, porque una vez que el suministro de agua se agotaba no había nada que hacer excepto, por supuesto, la de Salat Al-Istisqa o la "Oración por la lluvia" que invocan los musulmanes devotos en tiempos de sequía. Los ancianos del campo insisten en que realmente funciona y hacen referencia a historias milagrosas del pasado en esta oración especial que aún dio resultados durante el verano, cuando menos se esperaba la lluvia. De hecho más palestinos que en cualquier otro momento han estado llevando a cabo su oración por la lluvia desde 1967. Ese año, hace casi 49 años, Israel ocupó las dos regiones restantes de la Palestina histórica: Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, y la Franja de Gaza. Y a lo largo de los años Israel ha recurrido a una política prolongada de castigo colectivo: la limitación de todo tipo de libertades y la negación del uso del agua como arma. De hecho se utilizó el agua como arma para doblegar la rebelión de los palestinos durante muchas etapas de su lucha. Esta historia se remonta a la guerra de 1948 cuando las milicias sionistas cortaron el suministro de agua a decenas de aldeas palestinas alrededor de Jerusalén para facilitar la limpieza étnica de esa región. Durante la Nakba (o catástrofe) de 1948, cuando conquistaban un pueblo o una ciudad, las milicias demolían de inmediato sus pozos para evitar el regreso de los habitantes. Los colonos judíos ilegales todavía utilizan esta táctica hasta el día de hoy. El ejército de Israel, también siguió utilizando esta estrategia, sobre todo en la primera y segunda intifadas. En la segunda los aviones israelíes bombardearon el suministro de agua de cada pueblo o campo de refugiados que planeaban invadir y someter. Durante la invasión del campo de refugiados de Yenín y la masacre de abril de 2002 el suministro de agua del campamento fue destruido antes de que los soldados entraran desde todas las direcciones, matando e hiriendo a centenares de sus habitantes. Hasta la fecha Gaza sigue siendo el ejemplo más extremo de castigo colectivo relacionado con el agua. No sólo el suministro de agua es un objetivo de ataque durante la guerra, también los generadores eléctricos que se utilizan para purificar el agua a menudo son destruidos desde el cielo. Y hasta que el asedio que ya lleva una década haya terminado hay pocas esperanzas de reparar permanentemente cualquiera de los generadores. Es de conocimiento público que el Acuerdo de Oslo fue un desastre político para los palestinos. Menos conocida, sin embargo, es la forma en que Oslo facilitó la desigualdad actual en Cisjordania. El llamado Oslo II, o Acuerdo Provisional palestino-israelí de 1995, fijó un sector separado de agua de Cisjordania para la Franja de Gaza, dejando así que la Franja desarrolle sus propias fuentes de agua localizadas dentro de sus límites. Con el asedio y las recurrentes guerras los acuíferos de Gaza producen en cualquier caso entre el 5 % y 10 % de "agua potable para el consumo humano". Según ANERA (American Near East Refugee Aid, N. de T.) el 90 % del agua de Gaza no es apto para el consumo humano. Por lo tanto la mayoría de los habitantes de Gaza subsisten con aguas residuales contaminadas no tratadas. Pero Cisjordania debe -al menos teóricamente- disfrutar de un mayor acceso al agua que Gaza. Sin embargo no es el caso. La fuente de agua más grande de Cisjordania es el acuífero de la montaña, que incluye varias cuencas: norte, occidental y oriental. Israel restringe la pendiente occidental de estas cuencas y también niega a los palestinos el acceso al agua desde el río Jordán y el acuífero de la costa. Oslo II, que estaba destinado a ser un arreglo temporal hasta la conclusión de las negociaciones finales, consagró la desigualdad existente dando a los palestinos menos de una quinta parte de la cantidad de agua otorgada a Israel. Pero incluso ese acuerdo perjudicial no se ha respetado, en parte porque un comité conjunto para resolver los problemas del agua da poder de veto a Israel sobre las demandas palestinas. En la práctica se traduce en un 100 % de todos los proyectos de agua israelíes que recibieron vía libre, incluidos para los asentamientos ilegales, mientras casi la mitad de las necesidades de los palestinos son rechazadas. En la actualidad, según Oxfam, Israel controla el 80 % de los recursos hídricos palestinos. "Los 520.000 colonos israelíes usan aproximadamente seis veces más de agua que la utilizada por los 2,6 millones de palestinos en Cisjordania". El razonamiento detrás de esto es bastante sencillo, como escribe Stephanie Westbrook en +972 Magazine de Israel. "La compañía que bombea el agua hacia fuera es Mekorot, la compañía nacional de agua de Israel. Mekorot no sólo opera más de 40 pozos en Cisjordania, apropiándose de los recursos hídricos palestinos, sino que además controla eficazmente las válvulas para decidir quién se lleva el agua y quién no". "No debe ser ninguna sorpresa que se de prioridad a los asentamientos israelíes mientras el servicio a las ciudades palestinas se reduce o se corta de forma rutinaria" como ocurre en la actualidad. La injusticia de todo esto es indiscutible. Sin embargo, durante casi cinco décadas, Israel ha estado empleando las mismas políticas contra los palestinos sin mucha censura o una acción significativa de la comunidad internacional. Este verano la temperatura en Cisjordania llega a los 38 grados centígrados. Familias enteras, según los informes, viven con la mínima cantidad de 2-3 litros por habitante y día. El problema está alcanzando proporciones catastróficas. Esta vez la tragedia no se puede dejar de lado porque la vida y el bienestar de comunidades enteras están en juego. Ramzy Baroud lleva más de veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es columnista internacional, consultor de medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com . Entre sus libros cabe destacar: Searching Jenin The Second Palestinian Intifada y el último publicado: My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, Londres). Su web es: www.ramzybaroud.net. Fuente:http://www.counterpunch.org/2016/06/24/how-israel-uses-water-as-a-weapon-of-war/ Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

Desorden mundial. Hay arreglo?

La era de la desintegración Patrick Cockburn TomDispatch Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García Un interminable ciclo de guerras que no resuelven nada Introducción de Tom Engelhardt He aquí un hecho inevitable: estamos ahora en un mundo brexit. Estamos viendo las primeras señales de una importante fragmentación del planeta que, hasta hace poco tiempo, los entendidos estaban convencidos de que estaba globalizándose rápidamente y dirigiéndose hacia todo tipo de unificaciones. Si queréis una sola imagen que capte el desalentador espíritu del momento, esta imagen es la cifra 65 millones. Este es el número de personas que la Oficina el alto comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR, por sus siglas en inglés) estima que fueron desplazadas en 2015 por “los conflictos y la persecución”, un refugiado por cada 113 habitantes del planeta Tierra. Esta situación es peor de la que se produjo al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando importantes partes del mundo habían sido devastadas. De los 21 millones de refugiados de entonces, el 51 por ciento eran niños (muchas veces separados de sus padres y sin posibilidad alguna de acceder a la educación). Muchos de los desplazados de 2015 eran, de hecho, refugiados internos, incluso en su propio despedazado país. Casi la mitad de aquellos que cruzaron alguna frontera provenían de tres países: Siria (4,9 millones), Afganistán (2,7 millones) y Somalia (1,1 millones). A pesar de los titulares de la prensa que hablan de refugiados que se dirigen a Europa –aproximadamente un millón de ellos consiguieron llegar allí en el última año (dejando muchos muertos en el camino)–, muchos de los desarraigados que habían dejado su tierra acabaron en empobrecidas zonas de países vecinos; a la cabeza de ellos, Turquía, donde hoy hay 2,5 millones de refugiados. De este modo, la propagación de conflictos y caos, especialmente en el Gran Oriente Medio y África, no hace otra cosa que llevar más conflicto y caos allí donde esos refugiados son forzados a ir. No olvidéis que, con todo lo extremo que ese guarismo –65 millones– pueda parecer, sin duda es el comienzo –no el final– de un proceso. Una razón: esa cifra no incluye a los 19 millones de personas desplazadas el año pasado por condiciones climáticas extremas y otros desastres naturales. Incluso, en las próximas décadas, el calentamiento global con la posibilidad de fenómenos climáticos extremados (como la actual ola de calor en el oeste de Estados Unidos) y la elevación del nivel del mar, indudablemente provocarán nuevas aleadas de refugiados, que no harán más que sumarse a los conflictos y la fragmentación. Como Patrick Cockburn lo señala hoy, hemos entrado en “una era de la desintegración”. Y él debe saberlo. Quizá no haya un informador occidental que haya cubierto el sombrío amanecer de esta era en el Gran Oriente Medio y el norte de África –desde Afganistán hasta Irak, desde Siria hasta Libia– tan exhaustivamente como él lo ha hecho en los últimos 10 años y medio. Su libro más reciente, Chaos & Caliphate: Jihadis and the West in the Struggle for the Middle East, es una vívida muestra de su forma de informar y de un mundo que se está resquebrajando como consecuencia de los conflictos que lo han tenido como testigo. E imaginad que esto empezó con una operación –los atentados del 11 de septiembre de 2001– que, según estimaciones, apenas costó entre 400.000 y medio millón de dólares y empleó a 19 fanáticos (sobre todo saudíes) y algunos aviones secuestrados. Osama bin Laden debe estar sonriendo en su acuática tumba. * * * El neoliberalismo, el intervencionismo, la maldición de los recursos y un mundo en fragmentación Vivimos una época de desintegración. En ningún sitio esto es más evidente que en el Gran Oriente Medio y África. En todo el territorio que va desde Pakistán a Nigeria hay por lo menos siete guerras en curso –en Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Libia, Somalia y Sudán del Sur–. Estos conflictos son extraordinariamente destructivos; están desgarrando los países donde ellas tienen lugar; tanto que se duda que puedan recuperarse alguna vez. Ciudades como Alepo, en Siria; Ramadi, en Irak; Taiz, en Yemen; y Benghazi, en Libia, están parcial o totalmente en ruinas. Además, hay por lo menos otras tres serias insurgencias: en el sureste de Turquía, donde el ejército turco combate contra la guerrilla kurda; en la península de Sinaí, Egipto, donde un apenas comentado pero muy feroz conflicto de guerrillas está librándose; y en el noreste de Nigeria y los países vecinos, donde Boko Haram continúa lanzando mortíferos ataques. Todos estos enfrentamientos tienen varios aspectos en común: son eternos y nunca parecen producir claros ganadores y perdedores (efectivamente, Afganistán está en guerra desde 1979 y Somalia desde 1991), y conllevan la destrucción o el desmembramiento de las naciones implicadas o su partición de facto en medio de movimientos populares y alzamientos; muy tratadas mediáticamente en el caso de Siria e Irak, aunque menos en lugares como Sudan del Sur, donde más de 2,4 millones de personas han sido desplazadas en los últimos años. Hay una similitud más, no menos importante por ser obvia: la mayor parte de estos países –donde el Islam es la religión predominante–, los movimientos extremistas de orientación salafista-yihadista –entre ellos el Estado Islámico (Daesh, en adelante), al-Qaeda y el Talibán– son prácticamente la única forma de vehiculizar la protesta y la rebelión. A estas alturas, han reemplazado por completo a los movimientos socialistas y nacionalistas que predominaban en el siglo XX; en estos últimos años ha habido una total reversión hacia la identidad religiosa, étnica y tribal, hacia los movimientos que tratan de establecer un territorio propio y exclusivo mediante el acoso y la expulsión de las minorías. En el proceso y debido a la presión de la ingerencia militar extranjera, una vasta porción del planeta parece estar abriéndose en canal. Aun así, la comprensión de lo que está sucediendo es muy limitada en Washington. Recientemente, esta situación se hizo patente cuando 51 diplomáticos del departamento de Estado de Estados Unidos protestaron contra la política siria del presidente Obama y sugirieron que debían lanzarse ataques aéreos selectivos contra las fuerzas del régimen sirio en la creencia de que el presidente Bashar el-Assad estaría dispuesto a un cese del fuego. El pensamiento de los diplomáticos continúa siendo ingenuo en el más complejo de los conflictos mencionados y supone que el bombardeo con barriles explosivos a los civiles realizado por el gobierno sirio es “la principal causa de la inestabilidad que continúa castigando a Siria y toda la región”. Es como si la mente de esos diplomáticos estuviera todavía en los tiempos de la Guerra Fría, como si aún estuviesen luchando contra la Unión Soviética y sus aliados. Contra toda lo visto en los últimos cinco años, suponen que una apenas existente oposición moderada siria se beneficiaría con la caída de el-Assad y una falta de comprensión de que la oposición armada en Siria está completamente dominada por el Daesh y los clones de al-Qaeda. A pesar de que en estos momentos se reconoce ampliamente que la invasión de Irak en 2003 ha sido una equivocación (incluso por quienes en su día la apoyaron), no se ha aprendido lección alguna sobre cómo las intervenciones militares –directas e indirectas– de Estados Unidos y sus aliados en los últimos 25 años solo han empeorado la violencia y acelerado el fracaso de algunos países. Una extinción en masa de países independientes El Daesh, que justamente celebra su segundo aniversario, es la derivación grotesca de esta época de caos y conflicto. La existencia misma de esta monstruosa secta no es más que un síntoma de la profunda dislocación sufrida por las sociedades de esa región, una región gobernada por elites corruptas y carentes de reputación. Su surgimiento –y el de sus variaciones estilo Talibán o al-Qaeda– muestra la dimensión de la debilidad de sus oponentes. El ejército de Irak y sus fuerzas de seguridad, por ejemplo, tenían registrados 350.000 soldados y 660.000 policías en junio de 2014, cuando unos pocos miles de combatientes del Daesh capturaron Mosul, la segunda ciudad del país, que aún mantienen en su poder. En estos momentos, el ejército iraquí, los servicios de seguridad y unos 20.000 paramilitares chiíes respaldados por el enorme poder de fuego de Estados Unidos y la fuerza aérea de sus aliados se han abierto camino dentro de la ciudad de Fallujah, a 64 kilómetros al oeste de Bagdad, luchando contra la resistencia de los combatientes del Daesh, que quizás sean unos 900 hombres. En Afganistán, el resurgimiento del Talibán, supuestamente derrotado totalmente en 2001, tiene menos que ver con la popularidad de ese movimiento que con el desprecio con que los afganos miran a su corrupto gobierno con sede en Kabul. En todas partes los estados nacionales están debilitados o derrumbándose, mientras unos jefes autoritarios luchan por su supervivencia frente a las presiones, tanto exteriores como interiores. Así es muy difícil esperar que la región pueda desarrollarse. Se suponía que unos países que en la segunda mitad del siglo XX habían conseguido quitarse de encima la dominación colonial se unirían más a medida que el tiempo pasara, no menos. Entre 1950 y 1975, los líderes regionales accedieron al poder en buena parte del anterior mundo colonial. Prometieron que alcanzarían la autodeterminación nacional; para ello, crearon poderosos países independientes mediante la concentración de todos los recursos políticos, militares y económicos que estuviesen disponibles. En lugar de eso, después de algunas décadas, muchos de esos regímenes se convirtieron en Estados policiales controlados por un reducido número de familias extraordinariamente ricas y un círculo de hombres de negocios que dependían de sus conexiones con jefes como Hosni Mubarak, en Egipto, o Bashar el-Assad, en Siria. En los últimos años, esos países se abrieron también al torbellino económico del neoliberalismo, que destruyó cualquier rudimentario contrato social que existiera entre gobernantes y gobernados. Tomemos a Siria, por ejemplo. En este país, las ciudades y poblaciones rurales que una vez habían apoyado al régimen baazista de la familia al-Assad porque les proporcionaba empleos y mantenía bajos los precios de los artículos de primera necesidad fueron, después de 2000, abandonados a las fuerzas del mercado que siempre favorecen a quienes detentan el poder. Estas poblaciones se convertirían en la columna vertebral del levantamiento posterior a 2011. Mientras tanto, instituciones como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que en los setenta habían hecho tanto por el aumento de la riqueza y el poder de los productores de crudo de la región, habían perdido su capacidad de actuar de común acuerdo. La pregunta en este momento es: ¿Por qué se está produciendo una “extinción en masa” de países independientes de Oriente Medio, el norte de África y más allá? Es frecuente que los políticos y los medios occidentales se refieran a esos países como “estados fallidos”. La implicación subyacente en esa expresión es que el proceso que viven esos países es de tipo destructivo. Pero unos cuantos de esos estados ahora etiquetados como “fallidos”, como puede ser el caso de Libia, solo accedieron a esa categoría después de que un movimiento de oposición respaldado por Occidente se hiciera con el poder gracias al apoyo y la intervención militar de Washington y la OTAN y demostrara ser demasiado débil como para imponer su poder gubernamental centralizado y el correspondiente monopolio de la violencia dentro del territorio nacional. De un modo u otro, en Irak 2003, este proceso se inició con la intervención de una coalición liderada por Estados Unidos que condujo al derrocamiento de Saddam Hussein, la proscripción del Partido Baazista y la disolución de sus fuerzas armadas. Fueran cuales fueran sus defectos, tanto Saddam como el autocrático mandamás de Libia, Muammar Gaddafi fueron satanizados y culpabilizados de todas las disputas étnicas, sectarias y regionales de los países que gobernaban, unas dsiputas que de hecho se dispararon del modo más nefasto después de la muerte de cada uno de ellos. Sin embargo, aún hay una pregunta más: ¿Por qué la oposición a los autócratas y a la intervención occidental adquirió la forma islámica y cómo es qué los movimientos islámicos fueron los que consiguieron dominar la resistencia armada particularmente en Irak y en Siria; una resistencia tan violenta, regresiva y sectaria? Formulémosla de otra manera: ¿Cómo pudieron esos grupos encontrar tanta gente dispuesta a morir por una causa, mientras que sus oponentes apenas consiguen reclutar alguna? Cuando las unidades de combate del Daesh arrasaban el norte de Irak en el verano de 2014, los soldados [iraquíes] se quitaban el uniforme, dejaban sus armas y desertaban abandonando las ciudades del norte del país; y justificaban su fuga diciendo desdeñosamente: “¿Morir por [el primer ministro Nouri] al-Maliki? ¡Jamás!”. Una explicación corriente de la ascensión de los movimientos islámicos de resistencia es que la oposición socialista, laica y nacionalista había sido aplastada por las fuerzas de seguridad del antiguo régimen, mientras que no había pasado lo mismo con los islamistas. Sin embargo, en países como Libia y Siria, los islamistas habían sido también salvajemente perseguidos, pero llegaron a dominar la oposición. Aun así, aunque esos movimientos confesionales fueron lo bastante fuertes como para oponerse a los gobiernos, en general demostraron no tener la fuerza suficiente como para reemplazarlos Demasiado débiles para ganar, pero demasiado fuertes para perder A pesar de que está claro que hay muchas razones para la actual desintegración de países y que esas razones difieren de un lugar a otro, hay algo que es incuestionable: el fenómeno en sí mismo se está convirtiendo en la norma válida a lo largo y ancho de una vasta porción del planeta. Si buscamos las causas del fracaso de naciones en nuestro tiempo, el punto de partida es sin duda el final de la Guerra Fría, hace un cuarto de siglo. Una vez acabada, ni Estados Unidos ni la Rusia que surgió del descalabro de la Unión Soviética tenían un interés especial en continuar apuntalando “estados fallidos”, como lo habían hecho durante tanto tiempo ante el temor de que lo hiciera la superpotencia rival y sus ‘apoderados’ locales. Antes de eso, los líderes nacionales de regiones como el Gran Oriente Medio habían sido capaces de mantener a sus respectivos países en cierto grado de independencia conservando un equilibrio entre Moscú y Washington. Con el colapso de la Unión Soviética, eso ya no era factible. Además, el triunfo de la economía neoliberal de libre mercado tras el colapso de la Unión Soviética agregó un ingrediente crítico a la mezcla; con el tiempo se vería que esto era mucho más desestabilizante. Una vez más, tomemos en consideración a Siria. La expansión del libre mercado en un país en el que nunca había habido una responsabilidad democrática ni regido la ley por encima de todo significó una cosa: los plutócratas relacionados con la familia gobernante del país se apropiaron de todo lo que parecía ser potencialmente rentable. Gracias a esto, aumentaron pasmosamente su fortuna, mientras que los empobrecidos habitantes de las aldeas, los pueblos rurales y los barrios de chabolas de las ciudades de Siria, que una vez había dependido del Estado para conseguir trabajo y alimentos baratos, ahora sufrían. Nadie debería sorprenderse de que estos lugares se convirtieran en el centro de los levantamientos en la Siria posterior a 2011. En la capital, Damasco, mientras se extendía el reinado del neoliberalismo, incluso los miembros de rango bajo de la mukhabarat, o policía secreta, vivían con entre 200 y 300 dólares por mes; mientras tanto, el Estado se transformó en una maquinaria dedicada al robo. En esos años, el robo y la subasta del patrimonio nacional se propagaron por toda la región. El nuevo gobernante de Egipto, el general Abdel Fattah al-Sisi, implacable con cualquier asomo de disenso interior, fue típico. En un país que alguna vez había sido el modelo a emular de los regímenes nacionalistas de todo el mundo, al-Sisi no titubeó el pasado abril en entregar dos islas en el mar Rojo a Arabia Saudí, de cuyos financiamientos y ayudas depende régimen egipcio (sorprendiendo a todo el mundo, recientemente un tribunal de El Cairo anuló la decisión de al-Sisi). Este gesto, sumamente impopular entre los cada vez más empobrecidos egipcios, fue el símbolo de un cambio de mayor alcance en el equilibrio de poder en Oriente Medio: los otrora países más poderosos de la región –Egipto, Siria e Irak– habían sido nacionalistas laicos y un auténtico contrapeso respecto de Arabia Saudí y las monarquías del golfo Pérsico. Según se debilitaban las autocracias seculares, aumentaba el poder y la influencia de las monarquías sunníes fundamentalistas. Si 2011 fue testigo de la propagación de la rebelión y la revolución en todo el Gran Oriente Medio, mientras la Primavera Árabe florecía fugazmente, también vio la extensión de la contrarrevolución financiada por las monarquías absolutistas del Golfo ricas en petróleo, que nunca iban a tolerar cambios de régimen democráticos y no confesionales en Siria o Libia. Hay algo más en juego que agrega todavía más fragilidad a esos países: la producción y comercialización de recursos naturales –crudo, gas y minerales– y la cleptomanía que acompaña a esas actividades. Esos países sufren a menudo los efectos de lo que se conoce como “la maldición de los recursos”: unos estados cada vez más dependientes de los ingresos por la venta de sus recursos naturales –teóricamente suficientes como para asegurar un nivel de vida razonablemente decente– que en cambio pasan a ser unas dictaduras grotescamente corruptas. En ellas, los yates de los multimillonarios locales con importantes conexiones con el régimen de turno se balancean en puertos rodeados de barrios de chabolas sin agua corriente ni saneamiento. En esas naciones, las políticas suelen centrarse en rencillas y maniobras de elites para robar los dineros que ingresa el Estado y trasladarlos fuera del país lo más rápidamente posible. Esta ha sido la pauta de la vida económica y política de gran parte del África subsahariana desde Angola a Nigeria. En Oriente Medio y el norte de África, sin embargo, existe un sistema algo diferente, uno normalmente mal comprendido fuera de esas regiones. En Irak o Arabia Saudí hay una desigualdad parecida y unas elites igualmente cleptómanas. No obstante, han gobernado mediante Estados clientelares en los que a una parte importante de la población se le ofrece empleo en el sector público a cambio de la pasividad política o el apoyo a los cleptócratas. Por ejemplo, en Irak, con una población de 33 millones de personas, no menos de siete millones están en la nómina del gobierno, gracias a salarios o pensiones que cuestan al Estado unos 4.000 millones de dólares por mes. Este burdo sistema de distribución popular de los ingresos derivados del petróleo ha sido denunciado frecuentemente por comentaristas y economistas occidentales con el nombre de corrupción. Estos, por su parte, recomiendan generalmente recortar el número de esos empleos, pero eso significaría que todos –no solo una parte– los ingresos estatales provenientes de los recursos naturales serían robados por la elite. De hecho, este es cada vez más el caso en esos territorios a medida que el precio del petróleo toca fondo; incluso los miembros de la realeza saudí han empezado a recortar la ayuda estatal a la población. Una vez se pensó que el neoliberalismo era el camino hacia la democracia secular y la economía de libre mercado. En la práctica, ha sido cualquier cosa menos eso. En lugar de ello, junto con la maldición de los recursos y las repetidas intervenciones militares de Washington y sus aliados, la economía de libre mercado ha desestabilizado profundamente el Gran Oriente Medio. Alentado por Washington y Bruselas, el neoliberalismo del siglo XXI ha hecho que las sociedades desiguales sean todavía más desiguales y ha ayudado a transformar regímenes que ya eran corruptos en maquinarias de pillaje. Por supuesto, es también una fórmula para el éxito del Daesh o cualquier otra alternativa extremista al statu quo. Esos movimientos están limitados a encontrar apoyo en las zonas empobrecidas u olvidadas, como el este de Siria o el este de Libia. Sin embargo, tengamos presente que este proceso de desestabilización de ninguna manera está limitado al Gran Oriente Medio y el norte de África. Ciertamente, estamos en la era de la desestabilización, un fenómeno en alza en el ámbito global, y ahora mismo propagándose en los Balcanes y el este de Europa (con una Unión Europea cada día más incapaz de influir en los acontecimientos en su ámbito). Ya no se habla de la integración europea, sino de cómo impedir un completo desmembramiento de la UE después de que los británicos votaran para marcharse de ella. Las razones para que una exigua mayoría de ciudadanos británicos votara por el brexit tienen paralelos con Oriente Medio: las políticas económicas de libre mercado seguidas por los gobiernos desde que Margaret Thatcher fue primer ministro han ensanchado la distancia entre ricos y pobres y entre ciudades prósperas y buena parte del resto del país. Es posible que Gran Bretaña haya hecho bien las cosas, pero millones de ciudadanos del Reino Unido no han participado de esa prosperidad. El referéndum sobre si continuar o no siendo miembro de la UE, la opción defendida por casi la totalidad del establishment británico, se transformó en el catalizador de la protesta contra el statu quo. La rabia de los votantes por “salir” tiene mucho en común con la de los seguidores de Donald Trump en Estados Unidos. Estados Unidos continúa siendo una superpotencia, pero ya no es tan poderosa como lo fue una vez. Este país también está sintiendo las tensiones de este momento mundial, en el que tanto EEUU como sus aliados son los suficientemente poderosos como para pensar que pueden acabar con regímenes que no son de su agrado; sin embargo, el éxito no les ha acompañado bastante, como en Siria, o si han tenido éxito, como en Libia, no han podido reemplazar aquello que destruyeron. Un político iraquí dijo una vez que el problema de su país era que los partidos eran “demasiado débiles para ganar, pero demasiado fuertes para perder”. Este patrón es el que predomina cada vez más en toda la región y se extiende por todas partes. Esto implica la posibilidad de un interminable ciclo de guerras que no resuelvan nada y una era de inestabilidad que ya ha comenzado. Patrick Cockburn es corresponsal en Oriente Medio del periódico The Independent de Londres y autor de cinco libros sobre Oriente Medio; el más reciente es Chaos and Caliphate: Jihadis and the West in the Struggle for the Middle East (OR Books). Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176158/tomgram%3A_patrick_cockburn%2C_an_endless_cycle_of_indecisive_wars/#more Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la misma

Abusos en la empresas RENAULT

Se puede escuchar porque está grabado. Ha saltado a los medios estos días la grabación que un empleado de la Renault le hizo a su jefe de sección. Advierto que no es para estómagos sensibles. En ella se puede comprobar cómo un superior amedrenta con gritos e insultos a un chaval de 20 años, sospecho que con un contrato basura, como se estila hoy. No digo que el operario no haya cometido algún error en su tarea, o que fuera un torpe. Lo que es repugnante es el estilo con el que se le reprende. El superior se muestra como un energúmeno, insultando a gritos con un lenguaje soez, de navajero de callejón. Un chulo, matón de medio pelo, que seguramente se jactará ante sus amigotes acodado en la barra del bar, con un par. Dicen que el valiente dura hasta que el cobarde quiere. Y el cobarde ha querido. Tuvo los arrestos de grabar una de sus sesiones de amenazas e insultos, la única que se podrá demostrar, desafortunadamente. Con estos ‘matasiete’ no hay como ponerse en igualdad para arrugarlos, para que se queden en nada y comiencen a tartamudear cuando se les piden cuentas. Es tan deleznable que incita a otra compañera a colaborar en el escarnio, posiblemente porque estos valientes machotes lo tienen por costumbre; el vituperio pudo hacerse en público, buscando la complicidad de los demás para laminar en todo lo posible al débil y buscar su aislamiento del rebaño. Definitivamente no es de recibo que en los tiempos que corren y en Europa Occidental puedan ocurrir estas cosas en el mundo laboral. Este comportamiento está emparentado con inmundas actitudes como el acoso escolar o la violencia de género. La sociedad ha de estar atenta y sensible a estos casos. Ese chaval podría ser nuestro hijo, y por tanto en una época de sensibilidad hacia el abuso debería cundir el ejemplo punitivo hacia personajes como ese. Es muy fácil acobardar a un chaval con un contrato precario valiéndose de la fuerza que en España dan las jefaturas y las largas listas del INEM, pero debe llegar el tiempo de que esto se acabe. Los sindicatos y salas correspondientes deben actuar y buscar ejemplar castigo para este agresor de tercera. Por otro lado, y si los hechos acaban por ser lo que parecen, convendría a la prestigiosa empresa tomar medidas inequívocas hacia esa persona, no puede un gañán así, un maltratador, un exaltado cobarde que se vale de su cargo y edad contra un empleado hacerle esa imagen a una marca.

3 de julio de 2016

Ninguna empresa del IBEX 35 respeta los derechos humanos

En mayo de 2010 el Tribunal Permanente de los Pueblos, de carácter no gubernamental y con origen en el juicio a Estados Unidos por los crímenes cometidos en la guerra de Vietnam (Tribunal Russell), denunció a más de 40 multinacionales europeas por la violación de los derechos de las poblaciones. El tribunal “ético” señaló a la multinacional Agrenco, con sede en Países Bajos, por la destrucción de territorios indígenas en el estado de Mato Grosso (Brasil). También a la compañía Aguas de Barcelona, por la sobreexplotación de acuíferos en el municipio mexicano de Saltillo. A la transnacional francesa Louis Dreyfus, debido a la expansión del monocultivo de la caña de azúcar, que amenazaba a los pueblos Guaraní Kaiowá en Brasil. La empresa Syngenta, constataba la sentencia, contrataba mercenarios en Brasil y contaminaba la tierra con agrotóxicos, mientras que otra multinacional, Impregilo, amenazaba con una presa hidroeléctrica el río Sogamoso (Colombia) y su entorno. Entre otros proyectos, se denunciaban asimismo las centrales hidroeléctricas sobre el río Madeira del Banco Santander, Banif y GDF-Suez.


El 29 de enero de 2016 se presentó en el Centro Social La Colectiva del barrio del Cabanyal, en Valencia, la campaña “Stop Corporate Impunity, desmontando la arquitectura de la impunidad de las transnacionales”. Las ONG denunciaron en 2013 a la compañía Hidralia por desarrollar, mediante sus filiales, proyectos de represas hidroeléctricas en el norte de Guatemala. Álex Guillamón, coordinador-técnico de “Entrepobles”, señala a esta eléctrica gallega como ejemplo de actividades predadoras en América Latina. A partir de la experiencia de esta ONG en el acompañamiento a comunidades amenazadas, agrega otro ejemplo, el de Gas Natural Fenosa, que ha impulsado macroproyectos en Nicaragua, Guatemala, Colombia y República Dominicana. Las grandes represas “han provocado el desplazamiento de poblaciones sin la previa consulta a la que teóricamente tienen derecho”, apunta el activista. A ello se añaden las amenazas y la represión por parte de los servicios de “seguridad” de las empresas. En el caso de Gas Natural Fenosa, también dedicada a la distribución y el consumo de energía eléctrica, se han producido quejas por desatención a comunidades sin recursos y abusos en las tarifas.


Ninguna empresa del IBEX 35 cumple con los derechos humanos, prácticamente todas han acumulado el poder económico y beneficios a costa de su violación”, sostiene Erika González, investigadora del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) de la asociación “Paz con Dignidad”, que ha publicado el “Diccionario Crítico de empresas Transnacionales” y los libros “Contra la Lex Mercatoria” o “Marca España”. Participa en la iniciativa “Desmontando el poder corporativo”, de la que forman parte cerca de 200 organizaciones, plataformas y redes, y en la constitución de un Tratado Internacional de los Pueblos para el Control de las Transnacionales. La investigadora, que ha participado con Álex Guillamón en la presentación de la iniciativa “Stop Corporate Impunity” en Valencia, recuerda que Repsol ha contaminado territorios en los que habitan pueblos indígenas y provocado desplazamientos en Colombia, Perú, Ecuador y Argentina. Denuncia asimismo actuaciones de Iberdrola, como la construcción de grandes campos eólicos en el Istmo de Tehuantepec (México); esta multinacional cuenta además con acciones en el consorcio que construye la gran presa hidroeléctrica de Belo Monte, en plena amazonía brasileña.


Uno de los puntos fuertes de la campaña es la crítica a la “Lex Mercatoria”, que Guillamón define como el conjunto de acuerdos y convenios entre gobiernos y transnacionales o TLC firmados por los estados, que permiten a las corporaciones “tener cada vez más poder para invertir donde y como quieran”. Erika González resalta mecanismos como la cláusula ISDS del Tratado de Libre Comercio e Inversiones (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos o el CIADI del Banco Mundial, tribunales de arbitraje a los que recurren las multinacionales cuando consideran que los estados han aprobado una ley o impulsan políticas que vulneran sus derechos comerciales.


La investigadora de OMAL pone el ejemplo de Abengoa, empresa al que el municipio mexicano de Zimapán le negó la posibilidad de construir un depósito de residuos peligrosos a través de la filial Befesa. La instalación estaba prevista a dos kilómetros de una reserva natural y a menos de 500 metros de una comunidad indígena. Tras la demanda de Abengoa por “lucro cesante”, en 2013 el CIADI resolvió que el estado mexicano tenía que abonar a esta corporación entre 42 y 45 millones de dólares. “No son públicos”, añade Álex Guillamón, “se trata de tribunales especiales de carácter privado que atacan el principio de justicia universal”. Los fallos no son apelables, además, las organizaciones sociales han señalado la dimensión crematística del procedimiento: se calcula un coste de mil dólares por hora y abogado, y se trata de letrados que en otros juicios defienden a las mismas transnacionales.


“Entrepobles” denuncia desde hace más de una década proyectos de corporaciones que vulneran los derechos humanos en América Latina. Álex Guillamón participa además en la campaña contra el TTIP. Subraya el impacto de proyectos como la central hidroeléctrica Neltume, impulsado por Endesa Enel en la Comuna de Panguipulli, en territorio mapuche. “América Latina está plagada de conflictos ambientales, que afectan sobre todo a comunidades indígenas y campesinas”, explica. Pero también es un territorio de resistencias, como la de los pueblos de la Amazonía ecuatoriana contra la petrolera Texaco-Chevron, que durante 25 años ha contaminado ríos y provincias como las de Sucumbíos y Orellana. Erika González se fija asimismo en las agresiones perpetradas, durante décadas, contra las comunidades mapuches en Argentina. Se producían en la época en que YPF era una empresa estatal, cuando operaba como YPF-Repsol (entre 1999 y 2011), y en la actualidad de nuevo como YPF.


La activista recuerda, por otro lado, el enorme impacto de la presa hidroeléctrica de Ralco en Chile, inaugurada por Endesa Enel en la región del Alto Biobío en 2004. El macroproyecto afectaba a los territorios del pueblo mapuche Pehuenche. Otro ejemplo destacado es el de la central hidroeléctrica Quimbo, en el departamento colombiano de Huila. Pero las conductas predadoras de las compañías no se producen sólo en entornos rurales y del interior. Así, Telefónica ha sido denunciada por violación de la libertad sindical y derecho fundamental al trabajo digno en Chile. Y grandes bancos como Santander o BBVA, por participar con sus inversiones en el comercio de armas o en iniciativas de gran impacto ambiental.


¿Hay una responsabilidad de los gobiernos, tanto de los países de los que proceden las empresas matrices, como de los receptores de las inversiones? Erika González responde afirmativamente. “Lo hacen con medidas políticas y jurídicas que facilitan la expansión internacional de las empresas, con TLC y tratados de protección de las inversiones”. Además, “ponen a disposición de las corporaciones todo su aparato diplomático”. En cuanto a los países del Sur, cita el caso paradigmático de Colombia, país que desde antes de los gobiernos de Uribe hasta la actualidad, “ha amparado la violación de los derechos humanos cometidos por las transnacionales”. En otras ocasiones las fuerzas de seguridad del estado, sean de Colombia, Guatemala o Perú, entre otros países, se han puesto a disposición de las multinacionales y han reprimido con dureza la oposición social a éstas.


En los países del Norte, las complicidades pueden observarse en el mecanismo de las “puertas giratorias”. Guillamón recuerda las conexiones entre los partidos políticos y las empresas eléctricas en el estado español, de hecho, altos cargos del PP, PSOE, CIU y PNV han terminado en la dirección de Endesa, Iberdrola, Acciona, Repsol, Gas Natural Fenosa o Petronor. Constata además que prácticamente todos los países están aprobando legislaciones similares a la “ley mordaza” española, incluso “mucho más graves, ya que permiten a los cuerpos policiales y de seguridad de las empresas actuar impunemente”. Gobiernos de diferente signo, como los de Guatemala, Ecuador, Bolivia, Perú y sobre todo Colombia, “que ha militarizado su territorio”, han impulsado una legislación de estas características. “En Colombia tanto los grupos paramilitares como el ejército actúan totalmente como fuerzas de seguridad de las multinacionales”, remata el activista de “Entrepobles”.


Se ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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