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28 de febrero de 2019

Mire. No me consta. 2.500 € de multa


Mi artículo del miércoles en elMón.cat, titulado "Comienza la segunda parte de la tramoya". El juicio ha pasado de farsa a astracanada. Estaba visto. Como la sentencia. Las sesiones anteriores lo preanunciaban. Y los de la vis grotesca no defraudaron: los dos máximos responsables del inmenso desaguisado actual en España, los responsables del gobierno más corrupto de la transición y postransición, al frente de un partido considerado judicialmente como una organización de malhechores, trufado de chorizos, comparecen como testigos, cual si la cosa no fuera con ellos. La "cosa" es la mayor crisis constitucional del país desde 1975, que ha revelado la última razón de la legitimidad del régimen del 78, esto es, la dictadura, que hoy se vale de los tribunales para dar apariencia de legalidad a la arbitrariedad y la tiranía.


Y comparecen, no como acusados, sino como testigos. Repárese para aquilatar la racionalidad y lógica del acto: testigos de unos hechos de los que son responsables directos. Habría que inventar una figura nueva: "testicusados" o "acusatigos". Mientras se crea, estas dos personas lucieron ayer ante el tribunal su más castizo noseísmo y nomacuerdoísmo, al estilo de la Borbona. Tiene gracia: no se acuerdan, no saben, no les consta que pasara nada de lo que pasó, pero sí les consta a ciencia cierta que, fuera lo que fuera, fue culpa de los indepes.


No se recogen en el artículo las posteriores brevísimas deposiciones de Antonio Baños y Elisa Reguant negándose a responder a las preguntas del fascio. Y la consiguiente reacción del tribunal: 2.500 € euros de multa y cinco días de examen de conciencia y, de reiterarse la negativa, relajación al brazo secular para posteriores persecuciones.


Las elucubraciones públicas del presidente de la sala reciben el apoyo de quienes sostienen que la justicia es la aplicación mecánica de la ley, esto es, el asunto de fondo en litigio en este caso. Y la ley dicta el comportamiento de Marchena. Habría mucho que hablar, ya que las pruebas habían sido aprobadas previamente por el propio Marchena. Pero no merece la pena. Para ellos y los suyos esta actitud es incontrovertible y es absurdo tratar de convencerlos de lo contrario pues su posición no tiene fudamento racional, sino ideológico.


Por eso, por no discutir, hagan la prueba siguiente: vayan a cualquier plaza pública de Europa y anuncien que en España están siendo juzgados por rebelión doce ciudadanos/as pacíficos/as por el hecho de haber llevado a cabo un referéndum democrático. Y añadan que la acusación parte de un partido político franquista y, por tanto fascista, perfectamente homologable con los grupos fascistas que hoy emergen también en otros países europeos. Expliquen que en España, un partido político en campaña electoral en contra de los partidos de los acusados es parte legitimada y admitida en un proceso penal.


Y a continuación, júzguese el comportamiento de Baños y Reguant. Y sepan también los de la dictadura que cada barbaridad de este calibre acelera la independencia de Catalunya, entre otras cosas, por implosión del sistema político español.

Este proceso trae desagradables ecos del proceso por el incendio del Reichstag.


Aquí el texto en castellano:



Comienza la segunda parte de la tramoya


Los acusados/as han terminado sus declaraciones y en el aire queda, como convicción generalizada, díganlo o no los comentaristas, lo siguiente:


La diferencia de nivel intelectual, preparación jurídica, claridad política y estatura ética entre los acusados y sus defensas y las acusaciones es abismal.


Los acusados han dejado claro que son dignos/as representantes de un pueblo luchador por su libertad frente a un Estado opresor que usa a los jueces como sayones (y los jueces se dejan).


El juicio es una farsa y una persecución política, pero los acusados le han dado la vuelta y lo han convertido en un juicio contra el despótico Estado español y sus jueces serviles.


Han definido la situación en términos políticos: democracia, libertad de expresión, derecho a decidir , resistencia pacífica, desobediencia civil. Y han cumplido con su deber de constituirse en ejemplos y guías de la acción popular que vendrá a continuación.


La precisión de Cuixart acerca de la solución del conflicto España-Catalunya como su prioridad, corona estas diferencias por cuanto la prioridad de las acusaciones y el tribunal es disfrazar de justicia un atropello infame y un acto tiránico.


La justicia del rey es la muy española de Peralvillo, en donde primero se ejecutaba al reo y luego se le instruía la causa. Primero año y medio de prisión preventiva; luego ya se encontrará algún delito por el que condenar a los acusados.


Pero la fiscalía no ha conseguido demostrar delito alguno, ni rebelión, ni sedición, ni malversación. Nada. Solo ha conseguido demostrar su propia incompetencia.


Aunque el tribunal haga desesperados esfuerzos por revestirse de legitimidad y autoridad, no lo consigue. Es como si Marchena llevara grabado en la frente el nombre de Cosidó.


Este proceso no es solamente una farsa ridícula sino también un momento decisivo, crítico, en el proceso de la independencia de Catalunya, hoy más cerca que nunca. La comprobación de que la mazmorra no ha quebrado la voluntad de los dirigentes independentistas y la evidencia de que el independentismo ha dado un paso de gigante mostrando al mundo la iniquidad de esta persecución, son actos republicanos. De esa República Catalana que los franquistas como Arrimadas niegan pero que está presente en la realidad cotidiana de Catalunya y puede resistir ataques como esta venenosa manipulación de la Justicia que se impone solo porque detrás de ella hay un ejército incapaz de ganar una guerra exterior pero capaz de masacrar al pueblo.


Se cierra así la primera parte de ese esperpento vallinclanesco y hoy se abre la segunda con las pruebas testificales, las declaraciones de los testigos políticos. Están previstas, entre otras, las de Rajoy, Sáenz de Santamaría y Montoro. Garantizado queda no solamente que estos individuos mantendrán el bajísimo nivel intelectual de las acusaciones sino que, con ellos, entrará el embuste y la mentira más descarados en el juicio. No hablamos a humo de pajas: Rajoy ya declaró (por cierto, en condiciones humillantes para la dignidad de la justicia) en un proceso que se hacía a unos sinvergüenzas y mangantes bajo su responsabilidad y tuvo ocasión de demostrar al mundo que se puede mentir descaradamente, hasta lo inverosímil (afirmaba que no sabía cómo eran las cuentas de su partido, aunque informaba sobre ellas como secretario general), sin que pase nada. Y menos que nada: los jueces que se tragaron aquellas mentiras no movieron un dedo par encausar al de los sobresueldos por falso testimonio. Y ahora tampoco lo harán.


Montoro, el de las amnistías fiscales a los amigos, dirá que no sabía nada de las finanzas de la Generalitat, aunque las tenía intervenidas. Sáenz de Santamaría, la que presumía de haber "descabezado" a los líderes independentistas, la que impuso una reforma anticonstitucional de la Ley Orgánica del Tribunal Costitucional para convertirlo en su guardia pretoriana, soltará sus habituales necedades jurídicas convencida de ser una mezla de Marshall y Kelsen cuando no es más que una oscura burócrata en una covachuela de oro que pagamos todos a escote. Y finalmente, Rajoy, un hombre para quien el cumplimiento de su palabra no es un deber moral, esto es un falsario por propia definición, al que este tribunal escuchará con mucha atención.


Podría ahorrárselo. Total ya está claro que esta causa es una infamia.




Publicado por Ramón Cotarelo

10 de julio de 2018

Quim Torra, el tapado del gobierno español.

Apenas ya hablo de política porque la traición que se cuece ha provocado en mí una autodefensa.
Quim Torra fue a Madrid con su lacito amarillo, con una botella de Ratafía y quizás creía que el universo se pararía.
El President autonómico se siente muy creído de sí mismo por su superioridad intelectual, pero inane a todas luces.




Pedro Sánchez escuchó en modo "per una orella me entra, per l'altra em surt i pel cul em fa tururut..." 
Y por eso dijo que, a lo mejor, siendo buenos, nos darían las transferencias que ya estaban aprobadas en el primer Estatut.

Y para recordarnos quien manda, hoy Llarenas ha suspendido como diputados a los presos políticos y a los exiliados.
Los partidos independentistas, perdón,processionistes, han salido corriendo hablando de "calidad democrática" y de "alterar mayorías", o sea, es como si en un partido de fútbol internacional, unos nazis rusos te meten una paliza y amenazas con un "se lo diré a mi padre, buaaaaaaa"...

La Arrimadas no manda como un elefante en una cacharrería porque el pueblo catalán, aunque engañado, tiene cordura. Pero no sé si será eterna.

Todo esto ocurre porque no les da la gana de tirar hacia adelante con una República aprobada -recuerden- mediante dos referéndums, un plebiscito y una votación parlamentaria. 

La traición de ERC y el PDeCAT es tan grande que ya me han perdido como votante. Solo me queda la CUP. Y no solo eso, he decidido no llevar más el lazo, ni me manifestaré para que los saquen de la cárcel (salvo por los Jordis). Están en prisión porque fueron una cobardes que iban de farol.
¿Cómo creían que podrían librarse de un acto de secesión?
¿Verdad que los ingleses no juzgaron a Washington?
Y por eso me alegro que el próximo 11 de septiembre el lema de la ANC sea FEM LA REPÚBLICA CATALANA.

Posiblemente le tengo un poco más de simpatía a Puigdemont por lo que representa y porque tengo el convencimiento que fue traicionado por todos, aunque empieza a dar pena. FEM PENA.



5 de julio de 2018

Catalunya sufre une expolio de 16.000 millones de euros por parte de los gobiernos de España.


Liga de HOCKEY SOBRE PATINES exclusivamente catalana para la próxima temporada.

En el mundial de Rusia participan 3 países que no existían en la época de naranjito. Incluso hay uno que no representa a la totalidad del Estado del que pertenece.

Catalunya no entrará en el bombo del próximo Europeo y, prácticamente, no hay tiempo para el Mundial de Qatar...

Pero, una cosa está clara, antes de que te acepten en una federación internacional hay que demostrar la singularidad.

Me gustaría que el Govern, que dice que es republicano, empezara a fomentar las ligas catalanas excluidas de las españolas.

Ojalá fuera en todos los deportes, pero es evidente que para empezar sería más fácil con los que son mayoritariamente catalanes dentro del estado español.
Es decir: hockey sobre patines, sobre hierba y waterpolo.

Dentro de esa estrategia, y como prueba para las demás, empezaría por el hockey sobre patines.
Este mismo verano, la Federación Catalana de Hockey debería anunciar que en septiembre comienza una liga catalana a doble partido y que no quedarán fechas para jugar la española.
Sencillamente, los clubes que así lo deseen, renuncian a competir en la liga española.

Qué dice la ley del Deporte:

Artículo 15

1. Todos los Clubes, cualquiera que sea su finalidad específica y la forma jurídica que adopten, deberán inscribirse en el correspondiente Registro de Asociaciones Deportivas.

2. El reconocimiento a efectos deportivos de un Club se acreditará mediante la certificación de la inscripción a que se refiere el apartado anterior.

3. Para participar en competiciones de carácter oficial, los Clubes deberán inscribirse previamente en la Federación respectiva. Esta inscripción deberá hacerse a través de las Federaciones autonómicas, cuando éstas estén integradas en la Federación Española correspondiente.

4. Para participar en competiciones oficiales de ámbito estatal o de carácter internacional, los Clubes deportivos deberán adaptar sus Estatutos o reglas de funcionamiento a las condiciones establecidas en los artículos 17 y 18 de la presente Ley. Su inscripción se efectuará, además, en la Federación española correspondiente.

Como habrán observado, los clubes podrían seguir inscritos en la federación española pero no jugar su competición, su liga (que es de ámbito privado).

O podrían tomar como ejemplo el fútbol sala catalán. Hay unos clubes integrados en la Federación Catalana de Fútbol, ergo en la RFEF y otros que NO.
La Federació Catalana de Fútbol Salapertenece a otra asociación mundial y organiza su propia liga y no hay policías que lo impidan:



Lliga Nacional Catalana de Futbol sala

Esos deportistas no tienen licencia federativa de la RFEF aunque pueden jugar las competiciones internacionales de selecciones que organiza la AMF (Asociación Mundial de Fútbol Sala).
Es bastante lógico (aunque reviente el carácter universal del olimpismo) que el COI solo reconozca a la FIFA, pero eso no quita que pueda existir cualquier asociación mundial con sus propias competiciones en las que, por cierto, puede participar Catalunya:


Sin ir más lejos, en Hockey sobre patines, Catalunya pudo competir en la Copa América como miembro adherido.

Otro ejemplo, en este caso de cohabitación entre liga privada y federación internacional, sería la Euroliga de Baloncesto (ULEB).


Así que, concretando, los clubes de hockey sobre patines deberían organizar una liga catalana para el 2018/19.

Posibles consecuencias:
-Los clubes sean expulsados de la Real Federación Española de Patinaje (RFEP).
-Los jugadores no puedan competir con la selección española.
-Los equipos ganadores de la liga catalana no podrán jugar, de momento, las competiciones internacionales organizadas por la FIRS.

Soluciones:
-Los equipos catalanes juegan su propias competiciones (Liga, Copa y Supercopa).
-Al ser expulsados de la Euroleague crean su PROPIA COMPETICIÓN EUROPEA.
Sí, tal como lo leen, una competición europea que al principio solo la jugarían equipos catalanes. O sea, de ella saldría el auténtico mejor equipo de Europa. Hay que recordar que los catalanes han ganado el 75% de las Copas de Europa.

No sé si el hockey europeo puede permitirse organizar una competición sin catalanes. Quizás sí al principio, pero siempre habrá esa sensación de competición desvirtuada.
Seguro que con el tiempo se buscaría el acercamiento, igual que hizo la FIBA con los jugadores de baloncesto de la NBA...

Y, cuidado, cuando hay otra competición, es muy fácil que otros clubes de Europa se apunten y ya no solo sean catalanes...

Recuerden que, yendo de buen rollo, echaron a Catalunya de la federación internacional cuando ya había ganado el Mundial B.
Nunca se le ha devuelto esa jugarreta política, ahora sería el momento de vengarse.

Aunque, el motivo que nos lleve a las ligas catalanas, debe ser porque representa el paso previo e imprescindible para ser reconocido.

Cómo quedarías las ligas:
La catalana casi igual, la española hundida.
De la última temporada de la OK liga, de 16 equipos: 13 son catalanes, 1 gallego, 1 asturiano y 1 valenciano.
Catalunya podría hacer una liga de 14 (repescando a 1 equipo de los 10 catalanes que juegan la "segunda división").

Naturalmente la federación catalana también organizaría sus otras divisiones inferiores de los clubes que así lo desearan.

En fin, quizás no todos los equipos jugarían la competición catalana, pero ese es el primer paso para que otros deportes hagan lo mismo.
Y, sobre todo, para que nos tomen en serio.



1 de junio de 2018

El efecto bumerán del 155: Rajoy por el c... te la ahínco...


La bomba atómica empieza con un brillo que se asemeja a esa visión onírica que tenemos sobre la creación de una estrella, una imagen preciosa que deja ciego al que la ve y que, al cabo de unos segundos, todo lo queda de esa persona es su sombra en la pared...

Bien, pues España es eso.
Ha estallado una bomba atómica.

Supongo que debemos estar contentos porque el partido heredero del franquismo quede fuera del gobierno, pero lo que viene no es mucho mejor. De momento, que el ejecutivo quede en manos de un partido socialista antirrepublicano, no implica cambios en Catalunya. Y, cuidado, porque más tarde pueden venir los nazis (sí, nazis) de C's.

En todo caso, ha sido el 155 lo que ha tumbado a Rajoy, incluso, iría más lejos en el tiempo, cuando le dijo que no a Artur Mas por un pacto fiscal, ya cavó su tumba.

Por mucho que digan que todo ha dependido de el PNV, la verdad es que sin los votos de los republicanos catalanes la moción no hubiera prosperado. Es más, el PNV se unió a la moción cuando supo que lo catalanes votarían para echar a Rajoy.

No olviden que de los 180 votos que ha obtenido Pedro Sánchez, 36 (20%) ha sido de diputados catalanes y 16 (9%) de vascos.


Aunque, si quieren, tanto da esos detalles, lo importante es que toda esa pandilla de ministros nauseabundos ya son historia.
Podemos celebrar hoy una pequeña victoria pero mañana ya no.

Quizás sí que es cierto eso de que el procés crisparía a España.
Y la destruiría.




25 de abril de 2018

Viajes, independencia, España

Un hombre viajaba en avión y en el así en de al lado está sentada una niña, la miró y le dijo: - dicen que los viajes de avión  se hacen más rápidos charlado. Te parece que hablemos?- La niña lo mira y cerrando un libro que tenía entre sus manos, le dijo: - de que le gustaría hablar?

El hombre le responde:te parece bien que hablemos de la independencia de Cataluña?.

- bueno- respondió la niña, pero déjeme antes hacerle una pregunta:
Un caballo, un ciervo y una vaca comen hierva, no?

El hombre le responde: si.

Pues me puede explicar porque el ciervo caga bolitas, la vaca hace pasta, y el caballo una pelota como de hierva seca?.

Visiblemente sorprendido de la inteligencia de la niña, y tras pensar un rato le dice: pues, no tengo idea.

La niña le dice entonces: De verdad se siente cualificado para discutir sobre la independencia de Cataluña cuando no puede opinar sobre una mierda?.

Ese hombre er Mariano Rajoy, presidente de España.

17 de marzo de 2018

La feria Advanced Factories supera previsiones y cierra con más de 12.000 visitantes




La feria Advanced Factories, el congreso que reúne en Barcelona a la industria 4.0 –la de las llamadas Smart factories o fábricas inteligentes-, ha cerrado este jueves pasado con expectativas superadas, ya que ha congregado a 12.314 congresistas y visitantes profesionales durante tres días, frente a los 9.000 de la pasada edición, según ha informado la organización. Con Alemania como país invitado, la feria ha dejado un impacto económico de más de 22 millones de euros en la ciudad de Barcelona y se consolida como elmayor evento de industria 4.0 en Europa.

Todas las empresas más avanzadas del mundo tienen expositor.

Robótica, realidad aumentada, impresión 3D, internet de las cosas y cloud computing son algunos de los conceptos claves de la transformación industrial y alrededor de los cuales ha girado nuevamente el congreso.

La tercera y última jornada de Advanced Factories ha tenido como actividad principal el Talent Market Place, un espacio de networking en el que conectar a empresas y estudiantes, profundizando en los nuevos perfiles profesionales y los procesos de captación de talento.

Durante la tarde del jueves, Advanced Factories ha abierto sus puertas a estudiantes de último curso de grados técnicos, ingenierías y formaciones profesionales relacionadas con el sector industrial, con el objetivo de que los alumnos que muy pronto entrarán al mercado laboral pudiesen conocer de la mano de los expertos en recursos humanos y de selección de personal qué habilidades se les van a exigir y qué oportunidades laborales ofrecen las diferentes industrias.


A lo largo de los tres días que ha durado el congreso se han presentado más de 300 innovaciones industriales como la impresora 3D con fabricación aditiva a color de HP y se han celebrado numerosos eventos paralelos como el Industry Start-up Forum: un punto de encuentro entre emprendedores, potenciales partners e inversores especializados. Los primeros explicaron sus iniciativas empresariales y proyectos de innovación y los últimos los criterios y condiciones que los guían a la hora de invertir.

La organización ha anunciado que la próxima edición de Advanced Factories se celebre de nuevo en la ciudad condal los próximos 9, 10 y 11 de abril de 2019.



No todo es el MOBILE...
Mientras tanto, en Madrid, toros en Las Ventas...

16 de marzo de 2018

Si no se encuentran las pruebas, se fabrican


En un país en el que el ministro del Interior practica la guerra sucia contra el independentismo y difunde noticias falsas contra sus adversarios. 

En el que el centro oficial del "inteligencia" y espionaje no aclara cuál es su relación con un confidente policial al que se acusa de haber planeado un atentado contra civiles indefensos. 

En el que diversas autoridades del partido del gobierno están acusadas de falsificar documentos y de financiarse ilegalmente

En el que el presidente del gobierno, sospechoso de cobrar sobresueldos en B, envía mensajes de ánimo a los delincuentes y presuntamente miente en sede judicial al declarar como testigo

En el que los jueces no necesitan pruebas para encarcelar a la gente. 

En el que las autoridades roban, mienten y abusan a mansalva. 

En que los fiscales se inventan los delitos. En el que el gobierno impone el veto a los debates del Parlamento. 

En el que se filtran documentos falsos para incriminar a partidos de la oposición como Podemos una y otra vez. 

En el que los gobernantes amenazan directamente a los ciudadanos con echarles encima unos jueces que obedecen lo que dice el poder. 

En el que unas pruebas incriminatorias contra los gobernantes desaparecen misteriosamente de las dependencias oficiales y en el que otras son destruidas a martillazos

En el que se falsean todos los datos estadísticos

En el que se encarcela arbitrariamente a tuiteros, titireteros o cantantes por expresar opiniones. 

En el que policías de paisano agreden a ciudadanos pacíficos. 

En el que los gobernantes acusan a las víctimas de la violencia policial de haberla empleado en contra de la policía. 

En el que las fuerzas del orden ocultan su identificación y falsifican las actas de detención y registro.


En ese país, ¿qué seguridad tienen los ciudadanos de que, cuando la Guardia Civil entra en las sedes de la Generalitat y Ómnium, en busca de pruebas de delitos, no es ella misma la que las pone?

 La dictadura del B155 y la banda de ladrones sestá pidiendo ya a gritos la intervención de la comunidad internacional para proteger a la población civil frente al maltrato y el expolio practicado por la asociación con ánimo delictivo que llaman PP o partido del gobierno.


15 de febrero de 2018

La izquierda en Cataluña, reflexión a partir del voto (IV)

La izquierda en Cataluña, reflexión a partir del voto (IV)
Ascenso y frenazo de la izquierda independentista ¿independencia y unidad popular?

José Luis Martín Ramos
Rebelión



Mientras el nacionalismo mayoritario -el hegemónico, el que representó Convergència Democràtica de Catalunya y Esquerra Republicana- se adaptó al sistema constitucional bajo el paraguas del soberanismo pragmático, fuera el del “peix al cove” o el avance progresivo hacia la conquista de la mayoría social, un sector minoritario levantó desde el primer momento la bandera de la ruptura independentista, rechazó la integración en el sistema o su absorción por él. La independencia formó parte del horizonte emocional del primero, una aspiración irrenunciable por principio pero no realizable de manera activa en el presente; concebible acaso en un futuro indeterminado, en el horizonte de una hipotética Europa de las patrias o del colapso del “estado español”, históricamente minimizado y despreciado por artificial e inevitablemente ineficiente por el nacionalismo, desde los tiempos de Prat de La Riba.
Era implícitamente independentista, pero no de manera explícita, no activa políticamente. Hasta que la experiencia del Tripartito alentó en ERC una doble esperanza: de un salto de apoyo con la conquista de la mayoría social, de entrada parecía que estaba llevando al PSC a su terreno; y de posibilidad de confirmación de la hipótesis de transición política-jurídica a la independencia, sobre la base de la generación de un conflicto de legitimidad entre una decisión de autodeterminación -considerada soberana a todos los efectos- del Parlament de Cataluña y la legalidad española, cuya constitución otorga la soberanía al pueblo español en su conjunto. La tesis fue expuesta por escrito por Héctor López Bofill en 2004: aunque de hecho había sido impuesta su primera aplicación en la práctica cuando los miembros del Tripartito juraron en su cargo acatar las leyes, sin hacer una referencia explícita a la constitución. Del autonomismo (calificado por Jordi Porta como “enfermedad senil del catalanismo” en el prólogo al libro de Roger Buch, L’esquerra independentista avui, Columna, 2007) se saltaría al independentismo, gracias a esa suma insuperable de mayoría social y confrontación de legitimidades supuestamente iguales y antagónicas. La crisis del Tripartito, su derrota en 2010 con un importante retroceso no solo de los socialistas –que no retuvieron más que la mitad de los votos de 2003- sino aún mayor de ERC –que solo mantuvo el 40%- llevó a éste partido a un cambio de liderazgo, con Oriol Junqueras y, sobre todo, de táctica para la conquista de la mayoría social, mediante el giro hacia el frente nacional. La crisis económica general y el retorno del PP al gobierno, llevó a CDC –después de fracasar en un intento de renegociar el sistema de financiación- a sumarse a la propuesta del conflicto de legitimidades, alentada por la sobreestimación política de la crisis española y por la creencia de que el estado español, aún sin colapsar, no tendría la suficiente fuerza para impedir la vía “evolucionista” hacia la independencia; también, pero no en primer término, por la presión que empezó a ejercer el escándalo propio de la corrupción institucional (affaire Palau) y personal, en casos limitados pero altamente significativos (familia Pujol;caso Pretoria, en la que estaban implicados Macià Alavedra y Lluís Prenafeta). El frente nacional coaguló, bajo el liderazgo de Convergencia y Artur Mas y se manifestó en las movilizaciones masivas de los once de septiembre; en él, el centro-izquierdismo de ERC de la etapa del Tripartito se diluyó, en un retorno a la asunción del liberalismo económico –realizada ya en las etapas de Barrera y Hortalà-, reforzando esa coagulación. Además, la movilización política nacionalista se amplió, tanto en su polo central –el que suman CDC, y su formación heredera, y ERC- como con el salto político del independentismo explícito, el de la CUP; aunque nunca tanto como para conquistar la mayoría social anhelada, trasmutando el hipotético conflicto de legitimidades en un real conflicto civil interno.
El independentismo explícito, el que nunca aceptó integrarse en el sistema autonómico ni compartió estrategias evolucionistas, ha sido a lo largo de estos cuarenta años una propuesta minoritaria y políticamente marginal, hasta el giro político de CDC y ERC de 2010-2012. Su incorporación a través de la CUP, a las movilizaciones sociales del “proceso” y, desde 2015, a la toma de decisiones políticas de éste, le ha proporcionado una imagen de novedad y de salto rupturista que es matizable en lo primero y ha quedado en evidencia en lo segundo. Su origen y núcleo duro está en el Partit Socialista d’Alliberament Nacional, en sus sucesivas derivas de radicalización ideológica que incorporan una lectura estaliniana de la cuestión nacional, la interpretación parcial y descontextualizada de las posiciones de Lenin sobre la cuestión de la autodeterminación –variables en el tiempo y que obvian siempre las decisiones tomadas a partir de 1917– y las tesis del independentismo bretón y occitano sobre el colonialismo interior; radicalización que, a través de escisiones y reconstrucciones internas, culminan en Terra Lliure, disuelta, y el Moviment de Defensa de la Terra, reconvertido desde 2014 en Poble Lliure, una de las principales formaciones que integran la CUP. Sobre ese eje de continuidad se han venido añadiendo individualidades o pequeños grupos de origen socialista (en la línea de las posiciones de Félix Cucurull), comunista (el Col·lectiu Comunista Català) o católico (el Centre Internacional Escarré per a les Minories Etniques i Nacionals, en el que hoy confluyen posiciones ideológicas de origen diverso, que evidencia en su propia denominación ese origen en el nacionalismo catalán confesional ) y sobre todo grupos juveniles, algunos por identificación y otros por composición generacional, como Maulets, también integrado en Poble Lliure, y Endavant, que compite con esta última formación por el liderazgo de la CUP.
En los primeros años de la transición ese segmento independentista estuvo representado electoralmente por el Bloc d’Esquerres d’Alliberament Nacional, que en las elecciones de 1979 obtuvo 47.000 votos, un 1,6% y por Nacionalistes d’Esquerres, formado al año siguientes en competencia con el BEAN, que consiguió en las primeras autonómicas 45.000, 1,7%, mientras que el BEAN bajó a 14.000, 0,5%. En suma, un máximo de 60.000 votos y poco más del 2%. La presencia electoral del independentismo explícito desapareció durante más veinte años, hasta que la crisis interna de ERC, en 2010, propició la formación de dos candidaturas, Solidaritat Catalana per la Independencia –en la que se integraba el PSAN- con la baza del liderazgo de Joan Laporta, y Reagrupament Independentista, que sumaron algo más de 142.000 votos, el 4,7%, cantidad y porcentaje que podían animar la reactivación de ese segmento. La reactivación no fue, continuación directa de ese pequeño avance ni protagonizada por las coyunturales formaciones que lo protagonizaron, sino como consecuencia del nuevo clima motivado por el paso adelante de Mas y Convergencia secundado por ERC, y protagonizado por la coalición de las Candidatures d’Unitat Popular, presentes en el ámbito local, con participación en las municipales desde 1999 –dispersa y en conjunto débil-, que decidió intervenir en el incipiente proceso de “ruptura con el estado” presentandose a las elecciones catalanas de 2012.
Las CUP invocaba en su denominación la “unidad popular” tal como la concebía y propugnaba Herri Batasuna y reactivaba, en un nueva sintonía, la mímesis con el independentismo radical vasco, presente desde los tiempos del PSAN y sobre todo del PSAN-Provisional; su empatía en la larga etapa de la lucha armada fue esterilizante para el independentismo radical catalán, incapaz de dejar de mirar hacia el País Vasco pero también de desarrollar en Cataluña una estrategia de lucha armada, más allá de acciones de propaganda por el hecho. En el tránsito de siglo del XX al XXI, con el agotamiento de la lucha armada en el País Vasco y la reorientación liderada por Otegui –en la estela del proceso irlandés y de la figura de Gerry Adams- la mímesis empezó a proporcionar iconos asumibles e ilusionantes y la expectativa de aplicación de una política de impulsión revolucionaria desde abajo fundamentado en la ruptura independentista sobre la base de la lucha de masas. Esa mímesis abonó la atracción de sectores juveniles, desalentados no ya por las injusticias sistémicas sino –no sin razones- por las respuestas de las organizaciones tradicionales de la izquierda, incluso de las que se presentaban como revolucionarias o alternativas, para diferenciarse de la deriva liberal de la socialdemocracia. La lucha de los Otegui, o de los Adams, era socialmente asumible; a diferencia de la de los grupos ejecutores del atentado a Hipercor,en 1987, por recordar el que motivó que no pocos en Cataluña se arrepintieran de haber votado a Herri Batasuna en las europeas de aquel año (casi 40.000 lo hicieron). No obstante, esa nueva mímesis tenía un listón alto; Herri Batasuna había obtenido entre 1979 y 1994 entre el 15 y el 18% de los votos en el País Vasco, y tras el fin de la lucha armada y las reconversiones –las decididas para facilitar ese fin y las forzadas por las disposiciones judiciales- Euskal Herria Bildu, saltó en 2012 al 25%, amenazando con disputar al PNV la primacía. Tenía un apoyo social importante, tanto como su consolidad presencia organizada en la sociedad civil.
El estreno de la CUP en las elecciones al Parlament de 2012 registró un avance si se compara con los datos de apoyo obtenidos en las municipales del año anterior; en Barcelona pasó de 11.800 votos en 2011 a algo más de 31.600 (una cuarta parte de lo conseguido por la formación en toda Cataluña). Sobre todo dio un salto institucional al acceder a constituirse en fuerza parlamentaria y pasar a tener una visibilidad general, que le proporcionaba capacidad de competencia en el espacio nacionalista; en particular, frente a ERC, la fuerza en ascenso, que en aquellas elecciones casi recuperó el medio millón de votos y, en cualquier caso, se rehízo de la debacle de dos años atrás. No obstante, bien mirado el porcentaje obtenido por la rupturista CUP, el 3,5%, era inferior al obtenido por la suma de Solidaritat Catalana por la Independencia y Reagrupament Independentista, en 2010, el 4,5%. En votos estas últimas formaciones habían sumado entonces algo más de 142.000 y la CUP 126.400; aunque en Barcelona los 31.600 votos de la candidatura encabezada por David Fernàndez estaban por encima de los 27.700 de los que sumaron Laporta y Carretero (contra una imagen estereotipada, las candidaturas independentistas de 2010 obtuvieron más votos que la CUP en 2012 en los distritos de Las Corts, Sarriá-Sant Gervasi y Eixample; en cambio la mayor diferencia entre ambas a favor de la CUP se producía en los distritos de Nou Barris y Sants-Montjuic –en torno a unos mil votos de diferencia- seguido de Gracia, Horta-Guinardó, Sant Martí, y Sant Andreu – en torno a los setecientos-. Solidaritat por la Independencia se presentó a las elecciones de 2012, fracasando rotundamente al no llegar a los 47.000 votos, y un magro 1,28%. Sumando CUP y SCI el espacio electoral del independentismo explícito se mantenía en términos similares, el 4,8, todavía muy limitado pero ahora con un importante relevo de representación institucional que quedaba en manos de la CUP.
La aceleración política de 2012-2015, que situó a CDC y ERC en ese campo del independentismo explícito, de propuesta de separación unilateral, tuvo para la CUP efectos contradictorios. Por razones de imagen –mejor el original que la copia- y de desconfianza y desgaste de CDC, la CUP creció en presencia activista y en apoyo social; en contrapartida, ese ensanchamiento del independentismo explícito empezó a hipotecar su protagonismo –el liderazgo quedaba aún lejos- en la hipótesis de la ruptura independentista, y a poner en evidencia que el nacionalismo era hegemónico en la reformulación del campo. El efecto positivo fue el, ahora sí, salto electoral de 2015, cuando consiguió 337.800 votos, el 8,2%; de ellos 87.800 -prácticamente el 30% de ellos- en Barcelona. Y un nuevo salto institucional, no ya porque obtuviera 10 diputados sino porque éstos le proporcionaron la clave de la mayoría parlamentaria, en beneficio del proceso independentista impulsado desde CDC y ERC. Una mayoría parlamentaria, empero, que no se correspondía con la mayoría electoral y menos con la social; las tres formaciones del proceso –ya se ha dicho– no solo no crecieron, sino que retrocedieron tres décimas respecto a 2012 –pasaron al 47,5- perdiendo la convocatoria plebiscitaria que habían querido hacer mediante las elecciones al Parlament. Aquella misma noche Antonio Baños hizo reconocimiento público del hecho, pero de inmediato se sobrepuso a ese reconocimiento de la realidad social catalana un cálculo político, una apuesta de forzar la toma de decisiones en base al cómputo parlamentario y no al cómputo de la realidad, extraña por lo que hace a una formación que hacía gala de crítica al parlamentarismo.
Aceptando ese cálculo y confundiendo la estrategia de las alianzas sociales por la táctica de las políticas de coalición, la CUP quedó enredada en la madeja del bloque nacionalista, so capa de tener la llave de la mayoría parlamentaria y aparentar una mayor capacidad de influencia que en la que realidad tenía. La defenestración de Artur Mas y el pressing constante, imprescindible para mantener la autoafirmación, empezó a restarle simpatías dentro del propio campo nacionalista; precisamente cuando el aceleración del proceso, del que fueron participes pero no responsables, dejó en evidencia la ausencia de una mayoría social en favor de la independencia y por el contrario la consolidación de una división, en términos de fractura, que estimuló el crecimiento del nacionalismo contrario, en España desde luego y, lo que es más importante, en Cataluña. La CUP se enrocó y no asumió la tarea de llevar al campo de la ruptura política a los sectores sociales que rechazaban que esta pasara por la independencia, y contentándose con pretender fidelizar en torno a la independencia a quienes ya estaban convencidos de ella. La estrategia de consecución de la independencia mediante la promoción de un conflicto de legitimidades y la subvaloración del estado se demostraron erróneas entre septiembre y octubre de 2017, incluso a pesar de la torpeza del gobierno del PP el 1 de octubre; el desprecio de España como estado artificial tampoco ha soportado la evidencia de que además de estado es una nación y que existe, en singular o compuesta, identidad española también en Cataluña.
La CUP ha salido malparada del último curso del proceso y eso queda demostrado en el golpe electoral sufrido el 21 de diciembre; del que no puede ser explicación, ni consolación, el efecto del voto útil en favor de Puigdemont, que dejaría en evidencia su posición de apéndice del nacionalismo, en el mejor de los casos de pepito grillo, sin que además pueda seguir reivindicando ser el núcleo fundamental del independentismo. Los 185.700 votos han devuelto a la formación al punto de partida, un 4,45%; aparentemente por encima todavía de lo conseguido en 2012, pero menos de lo que entonces sumó el espacio en el que se sitúa en el que todavía estaba SCI, 4,75%. Una parte del voto conseguido en 2012 en los ámbitos del nacionalismo hegemónico – caricaturizando, pero no demasiado, entre ellos los hijos de padres convergentes- han regresado a éste cuando la doctrina de la confrontación de legitimidades se ha sublimado en un icono legitimista, Puigdemont; sin embargo, lo que es más importante y más grave para una formación que se sitúa en la izquierda alternativa es que no ha avanzado ni un pelo – si no ha retrocedido-en los territorios de las clases populares. La segunda mímesis vasca se aleja; y por ahora no hay signos de rectificación, sino de repetición del episodio Baños de 2015.
El análisis oficial de Endavant reconoce que han sido unos malos resultados porque “no hemos podido llegar a nuevos segmentos de electorado situados fuera del bloque independentista” (Endavant, “Valoració dels resultats electorals”, 2 de enero); sin embargo no profundiza en las razones del por qué, las sitúa todas en el terreno de la propaganda (no se ha sabido poner el proyecto propio en el centro del debate, el discurso ha estado demasiado enfocado en “los aspectos democráticos” en perjuicio de los “aspectos materiales” y de la táctica) de la táctica (cierre de filas “monolítico” con el resto del bloque independentista) o simplemente en el de la agitación (no se ha “salido a disputar a Ciudadanos un determinado voto joven, urbano y de clase trabajadora), sin plantearse si su posición independentista/nacionalista, la negación de la legitimidad de la identidad nacional del otro, y el rechazo a una estrategia conjunta con todas las clases populares del estado en su caso que marca la primera instancia de la actuación política revolucionaria, es lo que bloquea su crecimiento. Quizás porque asuman que ese crecimiento es imposible, hoy por hoy, prefieren enrocarse en los 185.700 votos conseguidos para “construir los nuevos pasos”, dándoles a ellos –y no al conjunto de las clases populares y trabajadoras- “instrumentos de encuadramiento, participación y autoorganización”.
Sin tanta pretensión analítica ni orientadora Carles Riera reconoce que “una parte de las clases populares ve el catalanismo como un proyecto elitista que las excluye” (Crític, 21 de enero de 2018). Tergiversa la realidad, lo que las excluye es el proyecto independentista y hasta que éste no oscureció, fagocitándolo, al catalanismo una buena parte de ellas lo respetó y lo apoyó; desde 2012 todo ha sido distinto. Pero sobre todo no saca las consecuencias, atribuyendo esa percepción como fruto de su sujeción al conservadurismo al españolismo, a las derechas…de su falta de evangelización nacional correcta, se diría a la vista del tono de sus palabras. No solo eso, sino que desprecia a los agentes políticos de las clases populares que pueden ser más próximos a ellos, a los Comunes a Podemos; llegando al insulto de calificar a Monedero de autor de discursos falangistas (¡!) y a extenderlo subliminalmente al resto de esas formaciones al quejarse de que tales discursos “falangistas” no son desautorizados. Ese tipo de declaraciones del último primero de la lista electoral, el refugio a los argumentos de la propaganda y la agitación y al ensimismamiento en las bases propias, no auguran un cambio de rumbo de la CUP, que el reconocimiento del retroceso impondría en buena lógica. Y el espectáculo reciente de su adhesión a las maniobras legitimistas de Puigdemont va en dirección contraria al cambio que su retroceso electoral, no insignificante, no carente de significado, les tendría que hacer considerar.
 Su concepción de la acción política, de la autoorganización de sí mismo, de la “unidad popular” como producto del crecimiento propio no tiene nada que ver con una verdadera propuesta de unidad popular, frentepopulista; de una política de alianzas sociales que ha de identificar y respetar las diferente identidades nacionales existentes entre las clases populares, y también aceptar los agentes políticos que éstas tienen, como aliados en el campo de la izquierda y fuera de ella no de partida como enemigos. Empeñarse en el objetivo de la independencia es cerrarse el camino hacia la unidad popular real, el único objetivo que hoy pueden compartir todas las clases populares es el del pacto federal, el más amplio y al propio tiempo el más unitario. Mantenerse en los trece parece una reedición de la política comunista de la segunda mitad de los años veinte, del frente único por la base del desprecio de la real política de masas, de la confusión de la política por la propaganda y del vanguardismo que solo concibe “teorías de ofensiva” para avanzar; aquella política no llevó a ningún sitio y la realidad impuso su rectificación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

30 de enero de 2018

Lo que sucede hoy en Cataluña es la pesadilla del conquistador: el pueblo al que intenta someter resiste y se niega a someterse al yugo. Entonces intenta aplicar sobre el insumiso las técnicas que conoce i que funcionan sobre si mismo: infligir violencia y humillación. ASÍ NOS VEN LOS SUIZOS

Para los que leais en francés, publicado hoy en Suiza: https://1dex.ch/2018/01/catalogne-lignominie-marche/#.WmWWy4wN9QB.twitter

PUBLICADO EN UN DIARO SUÍZO 

Y esta es la traducción en castellano:

Si uno tuviera que trazar en una línea el carácter del español, ¿cómo sería? Básicamente el español es, en el inconsciente colectivo, aquel que aplastó civilizaciones de América del Sur. Un conquistador, un guerrero, un militar orgulloso de su batallas. 

Además, los españoles, a su entender, nunca han conocido la derrota. Algunos contratiempos, a lo sumo. El tipo de batalla no es importante: él es un soldado! Un guerrero que fundamenta su razón de existir en el enfrentamiento, la aniquilación del otro y la humillación del que ha sometido. Que este sea un hombre, un toro o un molino, es indiferente. Él ha vencido, él es fuerte y valiente! Que el combate sea desigual, ridículo o burlesco no le importa. Su propósito es mostrar su valor ridiculizando al que ha derribado. Y si pierde una batalla? borra el evento de su memoria y de la historia.

El español es un personaje de la mitología ibérica: no lo es de una región en particular. Pero la región que mejor se adapta a esta descripción es la Castilla histórica, o el gobierno de Madrid. 

De ahí es de donde emana ese pestilente olor a testosterona.

Sin embargo, hay una constante remarcable: Castro era gallego, Franco era gallego, Rajoy es gallego, Hitler ... Ah, no, no lo era ! , él era austríaco. "Las Españas" son los países donde se pone el sol, como decían los romanos. ¿Será el país donde uno se acuesta?

Y catalán que es? Su legado histórico hace de él un negociante. El Fenicio, el veneciano de la península ibérica. primeramente porque su derecho hereditario le ha forzado a ello: El derecho del "hereu", que no es otra cosa que los hijos mayores heredan todo y no se comparten las propiedades. Esto obligó a los menores a establecerse en la ciudad y convertirse en burgueses. Es a partir de este momento que el tejido urbano, comercial e industrial se vuelve más denso en Cataluña . Cuando Castilla abre el monopolio del comercio con las Américas en el finales del siglo 18, Cataluña esta preparada: es la explosión económica. 

Además, el decreto de Felipe V prohibiendo a los catalanes hacer política no hace mas que incentivar este activismo económico e intelectual. 

Cataluña es una tierra de acogida desde la antigüedad. Los flujos migratorios de toda la cuenca mediterránea hicieron muy pronto de esta región un remanso de paz para muchos pueblos. Esta mezcla y estas migraciones son parte constituyente de la riqueza cultural y económica de Catalunya. A título de ejemplo: durante la inquisición, el conde de Barcelona fue el único que castigó a los culpables del genocidio en el barrio judío de Barcelona.

Entonces como hacer coexistir dos sociedades, dos mentalidades tan diametralmente diferentes?

Uno jerárquico y absolutista, en que el pueblo teme el poder y cumple con reglas, que no vivió la Revolución Industrial, que lideró la contra-reforma ignorando la Ilustración. Y la otra compuesta por comerciantes, artesanos y juglares, en la que el poder es la capacidad de pactar, que ha experimentado la revolución del mercado además de la Revolución Industrial, que practicó la tolerancia, estimulado la innovación y ha hecho de la democracia una realidad natural y compartida.

Lo que sucede hoy en Cataluña es la pesadilla del conquistador: el pueblo al que intenta someter resiste y se niega a someterse al yugo. Entonces intenta aplicar sobre el insumiso las técnicas que conoce i que funcionan sobre si mismo: infligir violencia y humillación.

Humillación... Erigida en institución por el gobierno español a través de la aplicación del artículo 155 de la constitución Española. Esta violencia practicada por el Estado y también legalizada por el Estado. De esta forma se permite a los medios de comunicación, a los políticos, a la gente de la calle, intimidar, insultar y menospreciar a los catalanes. Como en pleno franquismo, época bendecida por el gobierno actual, puesto que permitía a cada uno despreciar y oprimir al otro de forma legal. Para someterlo a diario. Comportarse con respecto a quien debe someterse a la condescendencia más despectiva. En la forma del racismo más inmundo.

¿Lo sabían ustedes? En el período franquista, los otros idiomas distintos al castellano estaban prohibidos. Cuando una persona hablaba uno de los idiomas prohibidos, catalán, euskara, gallego, era reprimido de la manera más dura: "Háblame Cristiano! Historia para mostrar la diferencia entre el conquistador y el bárbaro. Hoy es lo mismo.

Hoy, este tipo de práctica está de nuevo permitida. Según Ramón Blázquez, la avalancha de ignominias y vejaciones derivadas de la aplicación del artículo 155 estaba programada por el gobierno. Es persistente y violenta en la prensa, especialmente televisión y en las redes sociales. Incluso el país Vasco, dice, durante los más violentos periodos del terrorismo no sufrieron tal tipo de vejaciones, humillaciones, insultos, descalificaciones y atropellos.

Hay dos caras en este torrente de ignominia: el primero es frontal y primario. Se trata de insultar y despreciar públicamente cuando la conocida y veterana periodista Ana Rosa Quintana trata en directo al vicepresidente del Gobierno Catalán, Oriol Junqueras, de “gilipollas” o cuando el también famoso periodista Eduardo Inda califica en directo al presidente del gobierno Catalán, Carles Puigdemont, de "mierda". A ello debe sumarse la calidad más dudosa de los diferentes grupos de debate en foros de discusión o de entretenimiento que se lanzan a una verdadera carrera de insulto e ignominia.

La segunda cara de esta vergüenza y quizás la peor, es la manipulación medios. Duramente orquestada en la prensa, artículos de opinión, editoriales y sobreexportada a todas las agencias de noticias, de forma coordinado como debe ser, el directorio anti catalán es bastante unánime en los términos utilizados: desafío independentista, referéndum ilegal, golpe de estado, cobardes, adoctrinamiento contra el gobierno central... La violencia de los ataques, la manera desvergonzada de acusar con mentiras y la permisividad de las autoridades frente a esta situación digna de desencadenar muchas causas penales por difamación, muestra hasta que punto el gobierno de los hidalgos de Madrid está decidido a hundirse en el desprecio y la humillación al pueblo catalán sin ningún límite ético.

Delante esta voluntad Medieval de hacer perder el honor al enemigo, se reconoce la impotencia y la debilidad del gobierno Español. Desde el momento que hace todo lo posible para matar al pueblo catalán humillándolo, no se da cuenta de que sus valores no coinciden con los de los catalanes. Los catalanes son obstinados, cautelosos y resistentes.

Hace ya trescientos años que el español intenta constreñir por la fuerza. Pero es inevitable: Cataluña será independiente o no será. Los catalanes están aferrados a la idea de república al menos tanto como los españoles lo están a la dictadura.

Los catalanes saben, y especialmente sienten muy profundamente en su alma, que su salud está en la independencia. Que ellos no podrán vivir en España debido a que su gobierno los va a tratar siempre como a una colonia.

Los catalanes saben que un día ellos vivirán, ellos o sus hijos, en su país y que compartirán sus valores democráticos y respetuoso con todos aquellos que quieran ser catalanes.

Y los españoles lo saben también...”

29 de enero de 2018

Rajoy entró "en pánico" por la investidura de Puigdemont, según 'El País'


El Nacional

Marc Bleda
Foto: EFE
Barcelona. Lunes, 29 de enero de 2018
1 minuto


Primero fue El Mundo, y ahora El País. La prensa de Madrid insiste en que el Gobierno ha vivido "la semana del pánico" ante la posible investidura de Carles Puigdemont.


Así lo afirma El País en la portada de este lunes: "El Gobierno [español] transmitió a miembros del Constitucional la preocupación por el daño que sufriría el Estado con la investidura del expresidente fugado".


Su apelación en el TC llegó por el "miedo" y el "vértigo" que provocó en el Ejecutivo de Mariano Rajoy el rechazo del recurso por parte del Consejo de Estado. La sensación de "pánico" se alargaría hasta el sábado por la noche, cuando el TC decidió que Puigdemont solo podría ser investido presencialmente en el Parlamento, con previa autorización del juez.




"No hubo presiones porque ningún miembro del Tribunal Constitucional lo permitiría, pero sí que se trasladó el dramático cuadro en el que quedarían las instituciones democráticas con Puigdemont investido y obligadas a actuar después", explica el diario, para añadir que "se apeló a razones de Estado".

Paralelamente, este domingo El Mundo también relató "las 48 horas de pánico de La Moncloa", que habrían acabado con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría más "cuestionada" que nunca.

El concierto económico, según un informe: bueno para Catalunya y ruinoso para el EstadoAlbert Acín


El Nacional





ECONOMÍA
El concierto económico, según un informe: bueno para Catalunya y ruinoso para el EstadoAlbert Acín
Foto: Pixabay
Barcelona. Lunes, 29 de enero de 2018
2 minutos

















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El revuelo generado por la renovación del cupo vasco el pasado diciembre ha traído nuevos quebraderos de cabeza al Gobierno sobre la reforma del modelo de financiación de las comunidades autónomas. El lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, propuso tras su aprobación un concierto económico para todas las comunidades: una especie de concierto para todos que substituyera el ya caduco café para todos. Ahora, en medio del debate abierto sobre la financiación, un informe demuestra que este sistema sería muy beneficioso para Catalunya y una ruina para el Estado.


Según un informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) realizado por el economista Ángel de la Fuente, en el caso de aplicarse un concierto económico para Catalunya, la financiación del Govern aumentaría un 21,4%, lo que equivaldría a aumentar las partidas para Catalunya en 3.735 millones de euros. Por contra, en este caso, el Estado no podría soportarlo y entraría en quiebra.

Más de 20.000 millones

Catalunya tendría un presupuesto anual con el cupo de 20.895 millones de euros, 3.735 millones más. Sería de las más beneficiadas, junto a las Illes Balears, que obtendrían 808 millones más (+31,4%) respecto a los 2.793 millones de 2015, año de referencia del informe. La Comunidad de Madrid saldría reforzada por el efecto capitalidad: 8.038 más hasta alcanzar los 22.408 millones, lo que representa una subida del 54,8%. 

Y mientras algunas comunidades aprovecharían el concierto generalizado, habría otras que verían reducidas sus cuentas. El caso más extremo es el de Canarias, que perdería 4.200 millones por el camino (-83,7%), pero también destacan Andalucía, con 3.268 millones menos, y Galicia, que sufriría un reducción en su presupuesto de 1.387 millones.

El Estado, en crisis

El más perjudicado en la aplicación del cupo sería el mismo Estado. Según señala el informe, el Gobierno tendría "serias dificultades" para cuadrar sus cuentas tanto por lo que refiere a sus partidas para el estado del bienestar como para Defensa y Exteriores. En este escenario, el Estado quedaría en manos de la "solidaridad" de las comunidades y no podría mantener su ritmo de gasto.
"La Administración central quedaría a expensas de la generosidad de unas Comunidades Autónomas que tendrían la llave de la caja", sostiene el informe. Así las cosas, al tener menos capacidad económica, subiría la prima de riesgo de España. Por ese motivo, el Estado —sin posibilidad de recaptar los impuestos— se vería obligado a reducir su administración.

23 de enero de 2018

La izquierda en Cataluña, reflexión a partir del voto (II)



17-01-2018 





José Luis Martín Ramos
Rebelión




2. Algunas lecciones de las elecciones de 2017

No todas son concluyentes, pero sí algunas; empezando por la más evidente aunque las decisiones políticas de los dirigentes y gestores del actual proceso independentista se hayan empeñado en negar esa evidencia: su propuesta no tiene mayoría social, y menos aún si se formula en términos de unilateralidad, de confrontación con el estado y con el resto de España.

 No la tenía en las elecciones que ellos plantearon como plebiscitarias en 2015 y la tienen menos todavía hoy, después de haberla pretendido conseguir forzando la máquina en estos dos últimos años. En 2015, con una participación que fue entonces récord, de prácticamente el 75%, la suma de las formaciones “procesistas” (Junts pel Sí y CUP) solo consiguieron el 47,8%; alguien llegó a reconocer que no se había conseguido la mayoría social (Antonio Baños, públicamente), pero enseguida se tapó el fracaso con el argumento de la mayoría parlamentaria y el sofisma de que un 80% estaba por el “derecho a decidir”. Se aceleró el ritmo de la unilateralidad y se evitó en última instancia convocar nuevas elecciones en octubre, cuando este hecho habría evitado el choque con el estado y la aplicación del artículo 155. 

Ese temor a las urnas generales se ha comprobado justificado: el 21 de diciembre la suma del “proceso” no sólo no ha subido, legitimando la aceleración, sino que ha descendido algunas décimas al 47,5, manifestando el rechazo mayoritario a la unilateralidad y a la independencia como objetivo político de hoy de la sociedad catalana. Pero es más, si no nos limitamos al arreón final de 2015-2017 y consideramos la evolución del voto desde el inicio del “proceso” en 2012 -con el adelanto de elecciones para capitalizar política e institucionalmente la exitosa movilización del 11 de septiembre- el apoyo social a las formaciones del proceso no ha parado de bajar. 

En 2012, CIU, ERC, la CUP, que se presentaba por primera vez, más el grupo promovido por Laporta y Uriel Bertrán – Solidaritat Catalana per la Independencia- sumaron el 49,15%. El 47,5 del 21 de diciembre ha de compararse con aquel punto de partida, en el que alguien pensó que se podía conseguir la mayoría social en favor de la separación, aún a costa de dividir la sociedad. La mayoría social no se ha conseguido, todo lo contrario; sin embargo, la sociedad catalana sí ha quedado dividida en dos por un conflicto de identidad nacional, cargado en exceso de peso emocional y que será más difícil de resolver que el conflicto político que por ahora se ha generado. La reconducción del conflicto político puede abrirse si quienes mantienen la mayoría parlamentaria, y tienen por tanto la iniciativa institucional, no se empeñan en mantener a Cataluña en un callejón político sin salida; la superación de la confrontación identitaria irá, en el mejor de los casos, para más largo.

La ratificación de esa falta de mayoría social se ha producido después de un nuevo aumento de la participación, que ha rozado el 82%, cuyo análisis en detalle apunta que es muy improbable que la tendencia cambie. El aumento de la participación desde las elecciones de 2012 – en las que ya había subido nueve puntos con respecto a las anteriores y había marcado un primer salto superando en casi tres y medio la más alta hasta entonces producida en unas elecciones autonómicas (67,8, con respecto al 64,4 de 1984)- que ha proseguido en 2015 y 2017 fue en primera instancia en beneficio de los territorios de mayoría social nacionalista (el Bages, el Bergadá, Osona, los barrios del Eixample, de Gràcia, de Sarriá-Sant Gervasi de Barcelona….) que mantuvieron el diferencial de participación, por encima de la media, a su favor en 2012 y 2015. Algunos ejemplos, la participación en el Bages, el Bergadà, Osona, y los barrios citados de Barcelona, pasó de entre el 61% - Bages- y el 73,5% - Sarrià/Sant Gervasi- en 2010 al 78,2 y el 83,4% en 2015, que se produjo en aquellas mismas circunscripciones; en la de los territorios de predominio proletario y no nacionalista catalán –con presencia mayor pero no traducida políticamente, todavía, de nacionalismo español- como el Tarragonés, Baix Llobregat, Vallés Occidental o los barrios de Horta-Guinardó, Nou Barris, Sants-Montjuic y Sant Martí de Provensals, también fue creciendo la participación, para pasar de la horquilla del 54,1(Nou Barris) al 60,8 (Sant Martí) en 2010, a la de entre 72,2(de nuevo en Nou Barris) y 78,7 (esta vez en Vallés Occidental). 

La apelación plebiscitaria había movilizado por fin a los sectores contrarios a la independencia o al “proceso”, pero los partidarios de este último siguieron no solo movilizándose sino que mantuvieron distancias. En las elecciones de 2017 el aumento de la participación ha vuelto a producirse en todos los sectores, pero esta vez ha sido más profunda en el sector contrario al “proceso”; al tiempo que este último parece haber llegado a su techo de movilización. 

El porcentaje de participación en el Baix Llobregat y el Bergadà ha quedado empatado en el 83 y pocas décimas, mismo porcentaje alcanzado en el Vallés Occidental, en Sabadell y Terrassa y rozado en el barrio barcelonés de Sant Martí (82,5); el diferencial de participación en territorios sociológica y políticamente distintos se ha reducido. Por otra parte, parece improbable que las cotas máximas de participación en territorios del “proceso” como Osona (85,6), Sant Cugat (87,2) o Sarriá-Sant Gervasi (86,7) – en la línea de los ejemplos considerados- puedan ser rebasadas significativamente en adelante; mayor posibilidad de crecimiento tiene la participación en el Tarragonés, donde todavía se sitúa en el 80,6, o L’Hospitalet, Santa Coloma de Gramanet y Nou Barris, que con el 78,3, el 78,6 o el 77,2% aún están muy por debajo de la media. 

Quien tenga interés y paciencia podrá comprobar que si ampliamos el número de ejemplos la conclusión se mantiene. No es extraño que la pos-Convergencia y ERC no quieran oír hablar de repetición electoral. Los datos que tenemos que considerar para interpretar la voluntad del pueblo no son las movilizaciones políticas del 9 de Noviembre y del 1 de octubre, por muy revestidas que estén de supuestamente refrendarias (su convocatoria unilateral anula esa condición), sino las elecciones al Parlament (acatadas por todos y en las que todos participan). 

A pesar de lo que han venido postulando los que a sí mismo se consideran soberanistas, la soberanía se ha ejercido en estas últimas negando que ellos representen a todo el pueblo; y quienes tienen la iniciativa, y la responsabilidad, de traducir ese ejercicio en una solución política catalana ha de tenerlo en cuenta, a menos que lo que se busque sea otra cosa y, en última instancia, burlar la realidad soberana en nombre de un interés político de parte.


La otra lección es que la anterior correlación de fuerzas se ha roto, pero no ha sido sustituida ni por un nuevo cuadro de protagonistas claro ni por una previsión de relaciones más o menos estables entre ellos, sean de amor o de odio. En el campo nacionalista catalán el predominio de CDC ha quedado roto y está claro que su heredero material, el PDECAT, no recuperará aquella posición; pero ni el intento de sustituirlo por una suerte de movimiento nacional unificado al menos en su liderazgo, ni la alternativa de ERC han quedado confirmadas el 21 de diciembre. 

Para empezar la coalición del 2015 no se ha mantenido, parece que porque ERC quiso medir sus fuerzas e ir al sorpasso tan ansiado desde hace tiempo (la pugna entre una formación y otra evocan la antigua confrontación entre la Lliga y ERC); sin embargo, la maniobra de Puigdemont – una suerte de “tarradellismo” a la inversa que habría sublevado a Tarradellas- ha desorientado y descolocado a ambas formaciones: al PDECAT anulando su personalidad incipiente a cambio de una supuesta resistencia electoral mayor de la que se temía. A ERC, bloqueando ese sorpasso, anulando el protagonismo de Junqueras, que desde la cárcel no tiene el margen de maniobra mediática que Puigdemont, y poniendo en evidencia la debilidad de fondo del liderazgo en ERC, incapaz de sustituir a Junqueras por alguien con suficiente credibilidad y fuerza interna y externa. Juliana ha escrito, con acidez, que Rufián y los republicanos que enviaron twits insultantes de presión a Puigdemont, en la esperpéntica jornada del 26 de octubre, para que diera marcha atrás en su decisión de convocar elecciones deben estar arrepintiéndose; en todo caso deberían hacerlo, las elecciones que se hubiesen convocado entonces las habría ganado ERC, incluso explotando a posteriori a su favor la decisión de Puigdemont, esa ocasión ha pasado y ERC ha entrado en una cierta inestabilidad que se ha reflejado en sus problemas internos de liderazgo. 

La situación de ambas formaciones ha quedado en el aire, y las relaciones entre ellos no parece que vayan a mejorar; quizás lo que más les una hoy es su esperanza de que Puigdemont de también su paso al lado y permita la normalización de la actividad partidaria; sin esta última, el “proceso”, electoralmente tocado, puede entrar en barrena, por muchos estrambotes que se hagan.


Lamentablemente, no hay una alternativa clara, ni en términos de mayoría política ni en los de mayoría social, que pueda sacarnos de ese limbo en el que los promotores del “proceso” nos han instalado. Los partidarios de la independencia unilateral no suman más que el 47,5 y seguirán restando si se empeñan en la aventura; pero el 52,5 no es una cantidad política homogénea, ni en los mínimos. Frente al bloque independentista no hay otro bloque; en Cataluña no hay hoy dos bloques, aunque haya disyuntivas de identidad nacional y de nacionalismos. 

El denominado bloque del 155 no existe, es un insulto propagandístico. 

Tampoco existe un bloque constitucionalista como tal; sí una serie de formaciones que defienden, o aceptan, que la resolución del conflicto se ha de hacer dentro de la legalidad y mediante un compromiso político que se exprese en términos constitucionales, por más que cada uno considerará estos últimos de manera diferente. 

El gran protagonista y el ganador relativo del 21 de diciembre, Ciudadanos, puede ser durante tiempo el principal partido de la oposición –sobre todo de la oposición a la independencia- pero no está en condiciones ni de gobernar por sí mismo ni de liderar un pacto político y una mayoría política alternativa; lo que no niega que tendrá que ser una pieza fundamental del pacto y de la alternativa. 

Aparte de él, ninguna otra formación por sí sola está tampoco en condiciones, ni mucho menos, de constituir la alternativa y ni siquiera de tomar iniciativas con posibilidades de prosperar si no se abandona la confrontación identitaria que nos marca el eje nacional. Estamos en un maldito embrollo.

Y la izquierda, sobre todo. En la situación anterior a la etapa en que vivimos, la disyuntiva estaba entre el nacionalismo catalán centrista – “pal de paller”- y la izquierda configurada en la transición, en la que sobresalía el PSC -con posiciones locales muy consolidadas pero con dificultades para desarrollar una política general, una deficiencia que se sublimaba considerando los valores municipalistas de la formación- flanqueado por la interminable crisis del PSUC, sus epígonos y sus formaciones-coaliciones de supervivencia. 

Si el panorama de la izquierda catalana tenía interrogantes al empezar el siglo XXI, y estos se pusieron en evidencia para mal en la experiencia del tripartito, la situación actual puede empeorar aunque ya sea francamente mala. 

El PSC ha parado el retroceso electoral y el desorden político en el que había caído desde la derrota del 2010; se ha mantenido, contra pronóstico, como la formación de izquierda que todavía tiene un mayor apoyo: sus votos, casi 610.000, casi doblan a los de En Comú-Podem, y superan holgadamente la suma de los de éstos y los de la CUP. 

Lo ha conseguido Miquel Iceta recuperando y machacando la propuesta federalista, defendiendo que es la única solución a la vez del conflicto político territorial y del conflicto identitario y añadiendo un discurso del “sentido común” que ha tenido su mejor impacto en el debate parlamentario, en la discusión entre partidos, aunque ha resultado un discurso menos fuerte – no me parece adecuado decir que débil – en el debate social y finalmente en la campaña electoral. 

Se ha evidenciado además, que aquella caída había encontrado ya un suelo y que el PSC mantiene una base de apoyo importante entre las clases trabajadoras, aunque haya retrocedido en ellas.


Si consideramos toda su trayectoria electoral desde 1980 –siempre referida a las elecciones catalanas- el PSC mantuvo durante quince años un contingente de apoyo en torno a los 800.000 votos, conseguidos fundamentalmente en el área metropolitana y en los barrios populares de las principales ciudades. 

El declive de CIU y la candidatura de Pascual Maragall, cuya gestión del ciclo olímpico había satisfecho a las clases medias y a las burguesías catalanas, produjo el salto de 1999 cuando el PSC derrotó por poco en votos a CIU y consiguió casi igualar la cota de 1,2 millones (obtuvo en números redondos 1.183.000) a pesar del descenso de la participación. Fue una situación excepcional que pareció abonar el discurso de la transversalidad que tanto complacía a Maragall, pero resultó una situación prestada, la inconsistencia de la gestión del tripartito y la sustitución de Maragall por Montilla devolvió al PSC a su realidad de la cota de los 800.000 en las elecciones de 2006. El éxito era prestado. 

Tomemos un ejemplo altamente significativo. Casi la mitad del incremento de votos entre 1995 y 1999, unos 380.000, se consiguieron en Barcelona, L’Hospitalet, Saballe y Terrassa (se podría ampliar la muestra, pero no hace falta) donde se consiguieron 152.000 más; pues bien los avances del PSC guardan una estrecha correlación con el retroceso de CIU sumado con el de las candidaturas del campo pos-PSUC, (ICV y EUiA que se presentaron por separado): en Barcelona el PSC ganó casi 114.000, un poco menos que la pérdida sumada de CIU (72.000) y ICV-EUiA (51.800); en L’Hospitalet el avance socialista, 16.000, también estuvo en correlación las pérdidas convergentes y de su rival en la izquierda (6.900+13.400); igual que en Sabadell (avance de 12.000 y pérdidas de 12.400, también en este caso en su mayor parte de las formaciones pos-PSUC, 8.200) y en Terrassa (10.200, frente a 8.600 repartidos de manera más pareja entre CiU, 3.500 y las otras dos formaciones, 5.000). Es evidente que el PSC se benefició tanto de la crisis comunista como del declive convergente y avanzó en territorios sociales diferentes, de clases medias, entre los que tenía menor implantación desde siempre. El desastroso fin del tripartito se expresó en la pérdida de esos contingentes nuevos, que regresaron a sus orígenes – incluyendo aquí a ERC- y también en un pérdida del apoyo histórico, expresión inequívoca de que la gestión socialista en coalición al frente de la Generalitat no satisfizo a su base social fundamental.


Con Iceta al frente y en el contexto de la movilización política general, el PSC ha recuperado casi cuatro quintas partes de su electorado histórico en las elecciones catalanas, aunque todavía lejos de lo conseguido en las generales donde su voto se incrementaba en un cincuenta por ciento, en promedio, llegando casi a doblarse en las elecciones de 1982 (Felipe González) y de 1996 (contra Aznar) en las que se sumaban dos factores: la movilización de base electoral propia que no participaba en las catalanas y la afluencia de voto “útil” procedente tanto desde el centro-derecha y las clases medias como desde el PSUC o sus epígonos (sobre todo en 1982). Ha parado la caída y ha remontado un poco, pero sigue lejos de recuperar la posición que había tenido y tampoco parece probable que lo pueda volver a hacer en este tiempo histórico. 

A pesar de todo su esfuerzo, Iceta no ha podido resolver los problemas que ha venido acumulando el PSC: la pérdida de atractivo del placebo que supuso el “socio-liberalismo”; el retroceso entre las generaciones más jóvenes que tiene que ver con ese desdibujamiento ideológico y la impotencia política que de él se deriva; la incapacidad de romper el discurso nacionalista hegemónico y su aceptación parcial, por omisión o por acción; el excesivo peso de la vida de aparato sobre la vida en sociedad del partido, su burocratización y envejecimiento militante; la desarticulación del grupo dirigente, iniciado en la década de los noventa, agravado con la gestión maragallista y rematado con la fuga de una parte del “maragallismo” hacia el “proceso”. 

No ha podido, ni está en sus manos, remontar la crisis ideológica y de credibilidad política de la socialdemocracia, no solo del PSOE, iniciada con la sustitución de su programa histórico por la política de defensa ilustrada de la “economía de mercado” por parte del keynesianismo. Las cosas en la izquierda ya no serán como a mediados del siglo XX y el relanzamiento de la izquierda transformadora no parece que pueda pasar simplemente por la “reconstrucción” de sus organizaciones históricas; aunque tampoco pasará contra ellas. 

Y tampoco está en manos del PSC resolver los cambios de la sociedad catalana, el avance combinado de la terciarización y la precarización, que ha erosionado y reducido sus bases sociales tradicionales; a él y al otro heredero de las organizaciones históricas, el comunismo dividido y en parte amalgamado con el ecologismo, lo que queda del PSUC, de Iniciativa de Esquerra Unida i Alternativa. Sobre la reactivación de la izquierda y su recomposición y reformulación, sobre su capacidad para volver a ser referente alternativo, planea el cambio interno de nuestra sociedad, que favorece “a priori” las políticas centristas, mesocráticas, o populistas. 

Y también ha incidido -de momento de manera coyuntural, espero que solo haya sido así- una campaña electoral débil en la que su disposición al pacto y la negociación – alma de la propuesta federal- ha podido dar una imagen de condescendencia o de menor intransigencia ante el nacionalismo catalán, frente al antagonismo firme, dinámico, del otro nacionalismo, el español, que ha defendido explícitamente Ciudadanos. Una parte de su electorado obrero y popular sin duda ha votado esta vez a Ciudadanos, ni que fuera por considerarlo como el voto más útil para frenar el “proceso”. 

Ese voto puede resultar también prestado, ya se verá; de todas maneras no veo como el PSC puede llegar a recuperar la posición perdida en 2010. Difícilmente podrá ser la formación dominante en el país y tampoco en el campo de un izquierda que se renueva, con un horizonte de crecimiento generacional que no tienen hoy por hoy los socialistas; a pesar de ello, ocurre algo similar a lo dicho sobre Ciudadanos, siguen siendo y serán parte fundamental de la solución del conflicto político que hoy vivimos y de la renovación de la izquierda que se desarrolla zarandeada por las turbulencias de ese conflicto.


 En la historia no hay creación, hay continuidad y los cambios que se consolidan siempre se producen con una combinación de lo viejo y lo nuevo. Frente a la crisis de las organizaciones tradicionales de la izquierda la novedad ha sido la emergencia, relativa ya que en realidad incluyen no pocos elementos de continuidad, de dos propuestas: la CUP y los “comunes”. Las dos se presentan, al menos en parte, como productos de las movilizaciones de ruptura que se desarrollaron entre el rechazo a la guerra de Irak y el 15 M; algo hay de ello como experiencia iniciática, pero hay también mucho de reconversión directa o indirecta de propuestas ya existentes. 

El origen diferente de esos precedentes los condiciona, en algún caso para bien, y los divide entre sí, de manera antagónica, al tiempo que tiende a remitirlos a campos diferentes, al del nacionalismo en el caso de la CUP, al del socialismo – en el sentido más amplio del término- en el de los Comunes-Podemos. Su trayectoria electoral, la evolución de su apoyo social en estos años de intensa y creciente movilización política que se ha expresado finalmente en movilización electoral, plantea importantes interrogantes sobre la relación entre lo que quieren ser y lo que son y sobre sus posibilidades de futuro. 

Más dudas e incertidumbres, a añadir en el horizonte de la reactivación de la izquierda. Mucho está por hacer y todo es posible, pero queda mucho trecho para que empiece a ser probable. Insisto, esa reactivación no puede pivotar solo sobre lo que aparece como nuevo, y no lo es tanto, despreciando lo viejo y la tradición; si no suma, viejo y nuevo, tradición e innovación, en un proyecto que sea fundamentalmente social –de clase decíamos antes- la izquierda transformadora tendrá poco que hacer en una sociedad terciarizada y precarizada, todo lo más a actuar de manera subordinada, o de conciencia crítica a la espera del cambio de los tiempos.


Nota edición.
Para la primera parte de este análisis: “La izquierda en Cataluña, reflexión a partir del voto (I)”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=236560
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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