Los catalanes han dado la puntilla
Carlos Elordi
El "no" de los partidos nacionalistas catalanes a un gobierno PSOE-Podemos ha privado al comité federal socialista de este sábado en un acto de mucha de la trascendencia política que se le había atribuido.
Los socialistas se podrán ahorrar, al menos por ahora, buena parte de las tensiones internas que se esperaban de ellos y prepararse para nuevas singladuras. Porque sin la abstención de Democracia i Llibertad y de Esquerra ningún hipotético acuerdo de izquierdas puede salir adelante en el Congreso. El apoyo de Ciudadanos podría salvar el proyecto. Pero todo indica que éste no va a producirse. Como conclusión, y a menos que se produzcan novedades imprevistas, habrá repetición de elecciones.
Francesc Homs, el nuevo hombre de la antigua Convergencia en Madrid, no ha hecho sino confirmar su antigua oposición a un gobierno presidido por Pedro Sánchez. Porque los nacionalistas creen que los socialistas se han portado con Cataluña casi tan mal como el PP. Y ERC ha venido a decir que también la posición de Podemos al respecto no es suficiente, que tendría que reconocer sin ambages el derecho a la autodeterminación y la soberanía del parlamento catalán. Pero tras de unas y otras explicaciones, lo que aparece bastante claro es que los partidos nacionalistas catalanes no esperan que ningún gobierno que pudiera surgir del actual galimatías político español vaya a favorecer, hoy por hoy, sus posiciones. Y que, por lo tanto, ellos”, como ha dicho Homs, van a seguir “a lo suyo”, sin implicarse en esa guerra.
No se puede hablar de giro ni de cambio de postura. En el rifirrafe de las últimas semanas nadie se había parado a pensar en cual era la posición de los partidos catalanes. Hablando de líneas rojas y de concesiones intolerables, las muchas y cada vez más histéricas voces críticas a un posible acuerdo PSOE-Podemos han venido a dar por hecho que, al final, exconvergentes y Esquerra terminarían absteniéndose en la eventual votación de investidura de Pedro Sánchez. ¿Por qué? Simplemente porque cuadraba con su planteamiento y no porque tuvieran el menor indicio de que eso iba a ocurrir.
Si hubiera habido algún debate al respecto, cuando menos se habría vislumbrado que el de la abstención habría sido un gesto abiertamente contradictorio con la línea de ruptura con España que esos partidos han emprendido y que no se modificará mientras la dinámica política catalana no lo exija o mientras de Madrid no llegue un mensaje que haga pensar en la posibilidad de un entendimiento. ¿Pueden el PSOE, y Podemos, lanzar ese mensaje, o algo que se le parezca, antes de que la convocatoria de nuevas elecciones sea ya inevitable? Cabe seriamente dudarlo. Con lo cual empieza a estar bastante claro que el pescado ya está todo vendido.
Las dos notas que marcaron la primera tanda de las consultas del jefe del Estado fueron la propuesta de gobierno que hizo Pablo Iglesias y la renuncia a la investidura por parte de Mariano Rajoy. La primera, improperios aparte, confirmó que Podemos no estaba dispuesto a hacerle el juego a nadie, la segunda, que Rajoy está empezando a estar definitivamente fuera de escena. Ahora, los partidos nacionalistas catalanes dicen que ellos están en otra liga y que el antiguo recurso de pedir su apoyo a cambio de concesiones económicas se ha acabado.
Cegado aparentemente el camino de un gobierno de izquierdas, sobre la mesa quedan la otra opción, la de un entendimiento entre el PP, el PSOE y Ciudadanos en sus distintas versiones posibles. Que, más allá de iniciativas como la de la vieja guardia socialista, es la que sigue proponiendo el establishment, con Felipe González a la cabeza. ¿Puede desdecirse Pedro Sánchez de su negativa a entrar en componenda alguna con el PP o cabe que ésta decaiga si se le ofrece algo en lo que ese entendimiento quede disimulado?
Habrá que ver qué pistas da el comité federal socialista sobre ese particular. En todo caso, parece bastante claro que Mariano Rajoy no podría entrar en fórmula alguna que se arbitrara al respecto. No sólo porque Ciudadanos se ha pronunciado muy claramente en ese sentido, sino porque hasta el PP son cada vez más los que piensan, y lo recogen los periódicos de la derecha, que su partido estará fuera de juego mientras siga el actual líder. Lo malo es que ese relevo es prácticamente imposible mientras Rajoy no quiera tirar la toalla. Por lo que seguramente cualquier cambio interno en el PP tendrá que esperar al momento en que se confeccionen las listas para las nuevas elecciones. Es decir, a que fracasen definitivamente los intentos de constituir un gobierno a partir de los resultados del 20-D.
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