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16 de enero de 2016

justicia y corrupción y Sentencias,


Margarita Robles (León. 1957) reconoce que viene poco a su ciudad natal, últimamente más a raíz del fallecimiento de su padre y su madre que volvieron a la tierrina, como el protagonista de Distintas formas de mirar el agua, de Julio Llamazares, para el descanso eterno. Cuando acudió en mayo para ser la madrina de su amiga Ana del Ser, como presidenta de la Audiencia Provincial de León, aprovechó para reencontrarse con la infancia en el colegio Santa Teresa. «Salir de León a Barcelona a los 12 años fue un cambio muy duro, yo dejaba a mis amigas, mi colegio, iba a un sitio desconocido y es una edad difícil...», admite. Su vida está asentada en Madrid, en la plaza de la Villa de París, donde se encuentra el Tribunal Supremo.
—¿Qué le interesó más de la constitución del Congreso: la imagen de Carolina Bescansa con su hijo o la elección de Patxi López como presidente de la Cámara en segunda vuelta?
—La elección del presidente. La otra imagen puede ser de normalidad. Pero creo que este país se queda con las anécdotas y no con lo verdaderamente importante. Lo que hay que tener en cuenta y considerar es que entramos en una etapa nueva, con un congreso que tiene una configuración que no había tenido nunca. En ese contexto, el hecho de que Carolina Bescansa vaya con el niño, habrá gente que le parezca bien y gente que le parezca mal, pero a mí me parece completamente accesorio.
—Tras una carrera judicial centrada en lo penal y una intensa etapa política en los años más duros de los gobiernos de Felipe González, ahora trabaja en la sala de lo contencioso del Supremo. ¿Es un descanso en comparación con etapas anteriores?
—Hace 35 años que ingresé en la carrera judicial y en política no he llegado a estar tres años. Por tanto he desarrollado la mayor parte de mi carrera como juez y cinco años como vocal del Consejo General del Poder Judicial. Siempre he sido vocacional, me apasiona el mundo del derecho porque pienso que puede hacer mucho por transformar la sociedad. Tuve una experiencia política muy interesante en una época muy dura (1993-1996), en la que aprendí y me formé como persona. Felizmente se ha superado desde la perspectiva del terrorismo de ETA, que por suerte ha terminado, y en la que yo sufrí mucho como consencuencia del dolor. Pero mi mundo siempre ha sido el de la judicatura.
—Sin duda, sólo tres años pero muy intensos.
—Sí, el terrorismo atacaba de forma dura. Hubo casos de corrupción muy importantes como el de Mario Conde y Luis Roldán. Hubo juicios del calibre de Lasa y Zabala...Muy intensa. Lo mejor de todo es que el terrorismo de ETA ya está felizmente superado.
—Usted impulsó puentes para intentar acabar con ETA. ¿Qué cree que aportó a que el terrorismo haya tocado a su fin?
—El haber terminado con ETA ha sido una obra de toda la sociedad. De la sociedad vasca, de la sociedad española, de la sociedad en su conjunto. Cada uno desde nuestra responsabilidad hicimos lo que creíamos que teníamos que hacer. Yo quiero resaltar el gran papel de las víctimas, de las miles de víctimas que han perdido tanto, muchas veces desde la soledad, incomprendidas. Y también del papel de toda la sociedad que en un momento determinado dijo basta ya al terrorismo. Después de irme aún perdí a un íntimo amigo como era Juan Mari Jáuregui, gobernador civil de Guipúzcoa, asesinado por ETA.
—La corrupción es una de las asignaturas pendientes de España. ¿Qué cree que ha fallado más: la justicia o la ley?
—Creo que es un fallo de todos. Ahora que el caso Pujol está de nuevo en los medios de comunicación, recuerdo que en 1986 ante el caso Banca Catalana solamente otros siete magistrados de la Audiencia Provincial de Barcelona y yo pedimos el procesamiento de Jordi Pujol. Nos quedamos en minoría. Otros 33 magistrados pidieron que se archivara. Me pregunto si no habrá sido un poco culpa también incluso de los jueces. Si cuando se archivó el caso Banca Catalana hubiéramos sido más exigentes quizá hubiera servido para poner coto a la corrupción. Las cosas han cambiado mucho y ahora desde todos los ámbitos la consigna es tolerancia cero contra la corrupción. Con los corruptos hay que ser implacables.
—¿La ley es la adecuada?
—El Código Penal es absolutamente adecuado, pero hay que dar medios a los jueces y desgraciadamente en esta última legislatura no ha sido así. El tiempo del ministro Gallardón ha sido muy duro para la Justicia, no solamente no se ha dado medios a los jueces, sino que se han impuesto leyes tan tremendas como la ley de tasas que impide el acceso a los ciudadanos con medios económicos más limitados. Está muy bien que se hable políticamente de luchar contra la corrupción pero si luego a los jueces no se les da los medios suficientes, es muy difícil que se pueda actuar.
—¿Se refiere a aquel proyecto suyo de crear una policía netamente judicial?
—Para mí una de las cosas más importantes es que la policía dependa, en lo que hace referencia a la instrucción de los sumarios, sólo del juez. Es verdad que hay una policía judicial, pero sigue habiendo una dependencia funcional del Ministerio del Interior que debería superarse. Pero la policía cuando actúa de policía judicial debe depender, sin ningún matiz, del juez.
—Si usted lo dice es porque sabe que a veces no es así.
—Siempre, y no solamente en España, hay esas tentaciones por parte de los poderes ejecutivos de querer influir en las actuaciones de los poderes judiciales. Por eso cuanto menos riesgos haya será mejor.
—¿Qué aprendió de aquella etapa en la que acabó con los fondos reservados de la guerra sucia y encarceló al general Galindo como responsable de los asesinatos de Lasa y Zabala?
—Que contra el terrorismo o contra cualquier tipo de delincuencia no caben atajos. Siempre, por encima de todo, hay que aplicar la ley. La ley, y más para quienes somos juristas, tiene que ser nuestro único punto de actuación. En aquel entonces para luchar contra el terrorismo se pretendían atajos como los GAL y eso es absolutamente inaceptable, como me parece que no es aceptable hoy en Cataluña que se quiera saltar la ley y obviar los procedimientos para conseguir un fin como es el de la independencia.
—Se especuló mucho en aquel entonces con la identidad del señor X en los GAL. ¿Sabe usted quién es?
—No. Lo único que sé es que en aquel entonces hubo juicios, incluso un ministro del Interior, un secretario de Estado y un general en prisión y me parece los jueces hicieron su trabajo.
—¿Guarda algún secreto de su actuación política?
—Cuando se ha estado en el corazón de la seguridad del Estado, evidentemente se guardan secretos, pero tengo la satisfacción personal de decir que esas actuaciones siempre estuvieron guiadas por el más estricto respeto a la ley.
—¿Qué instituciones hay que reformar para frenar la corrupción?
—Deberían modificarse muchas cosas, fundamentalmente la ley de financiación de los partidos políticos. Tiene que haber una transparencia absoluta del dinero que reciben. También una ley electoral que permita listas abiertas y que la gente elija de verdad a los diputados. Hay que plantearse si hay instituciones que sobran, algunas están duplicadas. Pero, sobre todo, mucha transparencia. Sin subterfugios. A veces se trata a los ciudadanos como si no tuvieran capacidad suficiente para entender lo que está pasando.
—Y se genera una cultura de picaresca generalizada...
—Sin ninguna duda, lo que no podemos perder de vista son los valores esenciales auténticamente democráticos. De libertad, solidaridad, respeto al enemigo, tolerancia, no imposición. Desgraciadamente no siempre es así. Esta última legislatura ha sido un ejemplo donde el diálogo, en el ámbito de la Justicia, con el ministro Gallardón, brilló por su ausencia. Me gustaría que el nuevo gobierno se caracterice por la tolerancia cero contra la corrupción y mucho diálogo entre todas las fuerzas políticas.
—Juan Alberto Belloch le nombró secretaria de Estado de Interior y a Teresa Fernández de la Vega de Justicia. Ella volvió a la política con Zapatero, a usted ¿Le han tentado para volver a la política?
—Fue la legislatura más corta de la democracia y cuando terminamos ella tomó la opción de seguir en política. Yo soy una juez muy vocacional y me parecía que por mi país podía seguir haciendo cosas en la judicatura. Soy respetuosa con quienes hicieron otro camino. No comparto a quienes critican sin más a los políticos, se puede ser servidor público como juez, como político...
—¿Le han tentado o no?
—No.
—Fue vocal del CGPJ a propuesta del PSOE. ¿Aprueba hoy ese sistema de elección?
—Era partidaria de la elección de los vocales por el Congreso y el Senado, pero después de 35 años de CGPJ y vista la experiencia yo creo que hay que cambiar el sistema de elección. No está funcionando porque, nos guste o no, y aunque no sea justo, la apariencia que los ciudadanos tienen es que la justicia está politizada. Y aunque eso no sea así porque el juez cuando ejerce su cargo no está politizado, si existe esa apariencia hay que darle respuesta. Una de las razones es la forma de elección de los vocales del CGPJ por los partidos políticos. Por tanto, creo que una de las cosas que tiene que abordar esta legislatura es la reforma del Consejo General del Poder Judicial y la Justicia, que es una de las parientes pobres. Cuando se miran los programas de los partidos políticos se preocupan poco de la Justicia.
—¿Y la Constitución hay que reformarla después de 38 años?
—Sin duda, es imprescindible. Hay que entender que las leyes son algo vivo, el reflejo de una sociedad. Una ley condiciona una sociedad. Una sociedad como la española pasó de una dictadura a una democracia en 1978. Pero desde entonces hemos cambiado por completo, españoles y sociedad, y la Constitución requiere ponerse al día. Pero tiene que ser consensuada, pactada, con mucho diálogo y serenidad.
—¿El problema de Cataluña, el problema territorial, es clave en esta reforma?
—El problema territorial es algo que tiene que abordar la Constitución sin ninguna duda, pero yo no pondría el foco en Cataluña. Cuando estuve en el Gobierno el problema era el País Vasco porque había más de mil muertos por terrorismo. Creo que una asignatura pendiente es el diseño territorial que queremos en España para el 2016. Otra cosa esencial es que en 1978, España no pertenecía a la Unión Europea y eso, o se tiene en cuenta en una nueva Constitución, y lógicamente en el diseño territorial que hagamos, o estaremos viviendo en el siglo pasado. Y nunca es bueno que ninguna sociedad, ninguna, viva en el siglo pasado.
—¿Se imagina una Cataluña independiente?
—No me imagino una Cataluña independiente. He vivido muchos años en Cataluña, nací en León y luego me fui a vivir allí y he desarrollado una parte importante de mi vida profesional en Cataluña. Creo que en este momento la independencia no es una prioridad para la población catalana. La prueba es que en las elecciones, aunque hay una mayoría parlamentaria que quiere la independencia a nivel de votación no hay esa mayoría.
—¿Qué opina de la doctrina Botín y de que se aplique a la infanta Cristina?
—Cuando hay un asunto judicial en marcha soy muy respetuosa y estoy convencida de que las tres magistradas de la Audiencia de Palma van a dictar la mejor resolución con arreglo a derecho.
—¿Debería renunciar la infanta a sus derechos sucesorios por estar sentada en el banquillo?
—Son decisiones personales, lo importante es ver la decisión final que toman las juezas y a la vista de ella si hay una sentencia condenatoria, eso me parecía que sería imprescindible. Pero mientras, a todo el mundo le concedo la presunción de inocencia

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