Documento 7
El Hijo Eterno se unió sin reservas al Padre Universal en la transmisión de ese extraordinario precepto para toda la creación: «Sed perfectos, así como vuestro Padre en Havona es perfecto», y desde entonces esa invitación-mandato ha motivado todos los planes de supervivencia y los proyectos de autootorgamiento del Hijo Eterno y de su vasta familia de Hijos coordinados y asociados. Y en estos autootorgamientos los Hijos de Dios han llegado a ser «el camino, la verdad y la vida» para todas las criaturas evolutivas.
7El Hijo Eterno no puede entrar en contacto directo con los seres humanos como lo hace el Padre a través del don de los Ajustadores del Pensamiento prepersonales, pero el Hijo Eterno se va acercando a las personalidades creadas mediante una serie de peldaños descendentes de filiación divina hasta llegar ante la presencia del hombre y, a veces, como hombre él mismo.
La naturaleza puramente personal del Hijo Eterno es incapaz de fragmentación. El Hijo Eterno ministra como una influencia espiritual o como una persona, nunca de otro modo. Es imposible para el Hijo hacerse parte de la experiencia de la criatura en el sentido en que el Padre-Ajustador participa en ella, pero el Hijo Eterno mediante la técnica del autootorgamiento compensa esta limitación. Lo que la experiencia de las entidades fragmentadas significa para el Padre Universal, las experiencias de encarnación de los Hijos Paradisiacos significan para el Hijo Eterno.
El Hijo Eterno no viene al hombre mortal como la voluntad divina, el Ajustador del Pensamiento que mora en la mente humana, en cambio el Hijo Eterno vino al hombre mortal de Urantia cuando la
personalidad divina de su hijo, Micael de Nebadon, se encarnó en la naturaleza humana de Jesús de Nazaret. Para compartir la experiencia de las personalidades creadas, los Hijos de Dios Paradisiacos deben asumir la naturaleza misma de tales criaturas y encarnar sus personalidades divinas en las criaturas mismas. La encarnación, el secreto de Sonarinton, es la técnica del Hijo para librarse de las cadenas globales del absolutismo de la personalidad.
Hace muchísimo tiempo que el Hijo Eterno se otorgó en cada uno de los circuitos de la creación central en pos del esclarecimiento y avance de todos los habitantes y peregrinos de Havona, incluyendo los peregrinos ascendentes del tiempo. No actuó en ninguna de esas siete entregas ni como ascendente ni como habitante de Havona, sino que existía como él mismo. Su experiencia fue única: no fue
con un ser humano ni
como tal o como otro peregrino, sino en alguna forma asociativa en el sentido superpersonal.
Tampoco pasó a través de la zona de reposo que media entre el circuito interior de Havona y los bordes del Paraíso. No es posible para él, un ser absoluto, suspender la conciencia de la personalidad, porque en él concurren todas las líneas de la gravedad espiritual. Y durante las épocas de estos otorgamientos, no disminuyó la luminosidad espiritual en su nicho en el Paraíso central, ni tampoco flaqueó el control del Hijo de la gravedad espiritual universal.
Los autootorgamientos del Hijo Eterno en Havona no caben en el ámbito de la imaginación humana; fueron trascendentales. Él contribuyó entonces y posteriormente a la experiencia de todo Havona; pero no sabemos si enriqueció la supuesta capacidad experiencial de su propia naturaleza existencial. Eso caería dentro del misterio de autootorgamiento de los Hijos Paradisiacos. Creemos, sin embargo, que todo lo que el Hijo adquirió en estas misiones de autootorgamiento, lo ha retenido desde siempre y para siempre, si bien no sabemos lo qué es.
Aunque nos resulte difícil comprender los autootorgamientos de la Segunda Persona de la Deidad, comprendemos bien el autootorgamiento en Havona de un Hijo del Hijo Eterno, que literalmente atravesó los circuitos del universo central y realmente compartió las experiencias que constituyen la preparación del ser ascendente para alcanzar la Deidad. Éste fue el Micael original, el Hijo Creador primogénito, quien pasó a través de las experiencias de vida de los peregrinos ascendentes, de circuito en circuito, atravesando personalmente con ellos una etapa de cada círculo en los tiempos de Grandfanda, el primero de todos los mortales en llegar a Havona.
Aparte de cualquier otra cosa que revelara este Micael original, él hizo real el autootorgamiento trascendente del Hijo Materno Original a las criaturas de Havona. Tan real, que por siempre cada peregrino del tiempo que se esfuerza en la aventura de pasar los circuitos de Havona, se siente alentado y fortalecido por el conocimiento certero de que el Hijo Eterno de Dios abdicó siete veces el poder y la gloria del Paraíso, para participar en las experiencias de los peregrinos del tiempo y el espacio, en los siete circuitos de logro progresivo de Havona.
El Hijo Eterno es la inspiración ejemplar para todos los Hijos de Dios en sus ministraciones de autootorgamiento a través de los universos del tiempo y el espacio. Los Hijos Creadores coordinados y los Hijos Magisteriales asociados, junto con otras órdenes no reveladas de filiación, comparten esta maravillosa voluntad de otorgarse a las variadas órdenes de vida de las criaturas y como criaturas ellas mismas. Por lo tanto, en espíritu y debido al parentesco de naturaleza así como al hecho de origen, se hace verdad que en los autootorgamientos de cada Hijo de Dios en los mundos del espacio, a través de ellos y por ellos, el Hijo Eterno se ha entregado a sí mismo a las criaturas volitivas inteligentes de los universos.
En espíritu y naturaleza, si no en todos sus atributos, cada Hijo Paradisiaco es un retrato divinamente perfecto del Hijo Original. Es literalmente cierto que quien haya visto a un Hijo Paradisiaco, ha visto al Hijo Eterno de Dios.
[Redactado por un Consejero Divino asignado a la formulación
de esta declaración que describe al Hijo Eterno del Paraíso.]