Un activismo imperfecto: las invisibles luchas de poder
Cuando hablamos de activismo… ¿Qué es lo que entendemos? Esa palabra posee, entre otras cosas, un amplio abanico de interpretaciones asociadas directas e indirectas. A mi entender, más allá de definiciones exactas, activismo es duro trabajo para alcanzar un fin, activismo es disconformidad, son ganas de cambiar una realidad o una parte de dicha realidad, activismo es formación e información, activismo es compromiso, activismo es específicamente movilizarse para realizar un cambio. Pero para ser más precisos, la definición de la RAE de activismo es: “dedicación intensa a una determinada línea de acción en la vida pública”. Si reflexionamos sobre lo dicho, no podríamos decir con certeza si “activismo” se podría definir como una palabra más próxima a la realidad ‘izquierdista’ o a la ‘derechista’ (aunque suene absurdo y parezca que estemos creando una nueva dicotomía). También deberíamos tener en cuenta que depende únicamente de cada persona de forma individual de realizar un “buen activismo” o un “mal activismo”. Esto, entre otras cosas, no depende únicamente de la calidad del activismo sino de las razones por las que se realiza éste. Como escribo y reflexiono inevitablemente desde mi perspectiva, comentaré el caso específico del activismo LGTB+ que puede extrapolarse a otros activismos (como por ejemplo, el político).
Aunque pequemos de generalizar, se supone que el activismo LGTB+ es una dedicación no profesional y voluntaria por pura empatía con la persona compañera que aún está reprimida por la heteronormatividad impuesta. Este activismo LGTB+ también resulta muy útil para una evolución y un crecimiento individual y colectivo en materia de derechos humanos en la diversidad afectivo-sexual y de género. El activismo LGTB+ sirve entre muchas otras cosas para empoderarnos y enfrentarnos no violentamente a quienes se creen que pueden abusar de nosotrxs por ser diversos por orientación sexual y/o identidad de género. El gran punto positivo del activismo LGTB+ es que es un movimiento pro-igualitario, de base contra las cúpulas discriminadoras del poder, de sensibilización, concienciación y empatía, de construcción de discurso teórico-práctico y que tiene relación con otros activismos como el feminismo, el anti-racismo o el anti-fascismo. Y por supuesto que sí, yo así lo creo, pero que el activismo LGTB+ sea o debiera ser (desde mi punto de vista) como lo describo, no significa que todos los activistas LGTB+ sigan sus principios. ¿Acaso todas y cada una de las activistas LGTB+ trabajan desinteresadamente? ¿Acaso todos y cada uno de los activistas LGTB+ buscan mejorar su sociedad y el mundo de forma altruista? ¿Nos engañamos a nosotrxs mismxs al confiar en la buena fe de todxs y cada uno de los activistas? Ya en más de una ocasión se me ha criticado la visibilización de actitudes que considero negativas del colectivo LGTB+ porque ello “resta” nuestra fuerza, nuestra eficacia… Pero yo pienso ¿Hay que callarse la corrupción en una actividad que supone un bien común? Reflexionemos.
Muchas personas ya se han percatado de que salir del armario y vivir como quien uno es realmente, otorga mucha felicidad siempre y cuando no haya incompatibilidades. Éstas pueden ser: una gran LGTB+fobia del entorno, una familia incomprensiva de la que se depende, desconocimiento de referentes LGTB+, inseguridades, miedos y vergüenzas personales, no haber hablado de ello con nadie previamente… Hay quienes no sienten la necesidad o subestiman la importancia del activismo LGTB+, pero para quienes hemos sufrido hasta límites insospechables por ser lo que somos, es vital. Si queremos ahondar en el activismo, el siguiente paso es buscar y encontrar información, encontrar personas que son sencillamente iguales a ti, tener referentes… Son las personas LGTB+ quienes debemos empoderarnos y en igualdad ser lxs referentes de nuestra comunidad diversa, primando a las mujeres ya que se encuentran doblemente discriminadas por el machismo heteropatriarcal. Y por supuesto, de nada nos serviría trabajar en nuestra propia comunidad si no contamos con el apoyo de la comunidad heterosexual LGTB+friendly, pero estas personas no podrán ser referentes para las personas LGTB+ porque nunca han sido discriminadas por su orientación sexual y/o su identidad de género diversa. Y la comunidad LGTB+ DEBE contar con el apoyo de la comunidad heterosexual de la sociedad, lo que no significa que ésta última pueda llegar a ser el referente de la comunidad LGTB+. El caso es igual al feminismo, donde las mujeres deben empoderarse y los hombres podrán ayudar pero nunca ser el referente del propio feminismo. En el proceso de empoderamiento, un buen medio es participar activamente en una asociación LGTB+. Una vez nos asociemos, y en función de nuestro mayor o menor trabajo, nos podremos acercar y especializar en las diversas materias LGTB+ como son educación, género, redes sociales, derechos humanos, política internacional… Y progresivamente, seremos nosotrxs quienes formemos a otras personas en nuestro campo específico. Pero como sabe todo el mundo, el poder corrompe, incluso hay gente que ya está corrupta antes de alcanzar un puesto. ¿Cuál es el motivo de ésto? ¿Por qué tantas ansias de ser conocidos y reconocidos?
Está claro que muchas personas quieren sentirse valoradas, reconocidas, aceptadas, grandes luchadoras que dejen su huella pero… ¿Hasta qué punto queremos acaparar la visibilidad y la referencia evitando que nuevas generaciones aporten su granito de arena? Está claro que si somos lxs primeros en exigir la igualdad real, la primera igualdad que tenemos que cumplir es la interna y deberíamos poder ser lo más transversales posible, que por supuesto, en muchas ocasiones no se cumple. En mi opinión son precisamente las nuevas generaciones quienes pueden renovar y actualizar el activismo, al igual que crear o continuar discursos desde nuevas perspectivas que no se estaban contemplando hasta la actualidad. Actualmente hay nuevos y polémicos discursos como la pansexualidad, la transgeneridad o la gestación subrogada que no solo deberían contemplarse sino que deberían fomentarse mediante el debate, la información y la formación brindada por las propias personas pansexuales, transgénero o las mismas parejas que hayan accedido a este proceso de gestación.
Pero ciñéndonos al tema, considero bastante evidente que hay quienes utilizan el activismo LGTB+ para otros fines bastante poco desinteresados. Mientras que hay personas que, como digo, aman el activismo por la lucha por la igualdad real en sí misma, existen ciertas personas que por mucho que realicen activismo y parezcan comprometidas con la causa, su fin es ‘saltar’ a partidos políticos para vivir de ello. Está claro que todo activismo es política y la política requiere activismo, por lo que en ningún momento critico el hecho de pertenecer a un partido, faltaría más. Lo que me parece absolutamente vergonzoso y hay una profunda necesidad de denunciar es la indecencia de aquella persona que cree que únicamente por ser quien es puede entrar a un partido político, con un cargo, un sueldo y un trabajo. A mi entender, bastante poca igualdad hay en esto, por lo que creo legítimo decir que estas personas están corruptas en la forma de entender y en el uso que hacen del propio activismo. Los mecanismos de la aparente preocupación por el bienestar de la comunidad LGTB+ se vuelven transparentes y no son muy diferentes a la desvergüenza de las asociaciones de Colegas y el corruptísimo Partido Popular.
Desde mi punto de vista, cada uno debería ser fiel a su ideología. En base a ésto, cada persona, en caso de que desease pertenecer a un partido político, debería afiliarse al partido que más se aproximase a sus ideas en el amplio espectro de la política. Aceptando ésto como perfectamente lícito, sin embargo no es honesto utilizar ONGs, asociaciones, fundaciones, etc., cuyo objetivo es el bien común, como plataforma personal para destacar a la hora de acceder a un cargo político. Lo que realmente sería honesto es, independientemente de si estás o no afiliado a un partido, trabajar siempre de forma humilde, transversal y en pos de la igualdad real. Aunque parezca muy evidente, en ocasiones cuesta creer la poca humildad y el desprecio que ‘ciertos activistas’ tienen hacia quienes han pertenecido a un partido político desde la misma base. Quienes utilizan de forma consciente y voluntaria el trabajo ajeno de compañeras en igualdad para sacar provecho de ello, son el más virulento cáncer que padece el activismo real (honesto, leal e igualitario), que no debemos olvidar que es éste, en definitiva, el que consigue cambiar el mundo.
La corrupción del poder no me representa
Si quieres un mundo honesto, justo e igualitario, empieza por TÍ MISMO