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13 de noviembre de 2016

Donald Trump, un ferviente sionista al servicio de Israel


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¿Cómo hace uno para servir como Director dePolítica Regional del Suroeste en AIPAC hace un año y dirigir la operación política nacional de Donald Trump hoy? Desde que Trump anunció su intención de competir para la Casa Blanca en junio pasado, Michael Glassner ha estado sirviendo como su director político nacional de campaña.
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Y ¿Quién es Michael Glassner? A finales de losaños noventa, Glassner sirvió como asesor general de Lewis Eisenberg, el entonces Presidente de la Autoridad de Puertos de Nueva York y Nueva Jersey y un prominente líder judío republicano. Trabajó en la oficina de la autoridad portuaria a las afueras del World Trade Center, pero por fortuna lo dejó justo antes del 11-Spara unirse a IDT Corp en Newark (empresa de telecomunicaciones israelí). Glassner le da crédito a su antiguo jefe, el fundador de IDT Howard Jonas, quien se refirió de Glassner como “un ferviente sionista y un tipo de AIPAC,” animándole a participar más activamente en la política pro-Israel. Intermitentemente entre 2000 y 2008. Glassner también dirigió la campaña electoral de George W. Bush en Iowa.
Glassner declaró en una entrevista que Donald Trump tendrá una política muy pro-israelí:
Él ha dicho, en general, que reconoce que Israel es nuestro principal aliado y que hará todo lo posible para proteger a Israel. Dijo eso, y creo que va a seguir diciendolo públicamente. A medida que detalle sus políticas, eso se aclarará con el tiempo. Pero creo que él ha dicho consistentemente a lo largo de su carrera, y en particular a lo largo de esta campaña, que entiende las amenazas que presentan a Israel sus vecinos e Irán. Creo que ha sido muy claro al respecto.”
A pesar de que recientemente Donald Trump se ha expresado en contra de la guerra de Irak en múltiples ocasiones, afirmando que él en todo momento estuvo en contra de una guerra en contra de Saddam Hussein, en un audio de 2002 podemos escuchar a un Trump a favor de la invasión. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión, lo que dejar claro es que Trump miente al decir que nunca estuvo de acuerdo con dicha guerra.
Trump tampoco se muestra conforme con el consenso sobre el programa de energía nuclear iraní, que califica como “quizá el mayor desastre de contrato que he visto” y como “una desgracia para Estados Unidos” e incluso “para la humanidad”.
En una entrevista en Meet the Press el anfitriónChuck Todd le pidió a Trump que nombrara a sus expertos en materia de seguridad nacional. Trump dijo que “probablemente” tenía dos o tres. Todd presionó al magnate paraa que diera nombres, y el primero que Trump mencionó fue, John Bolton, embajador de la administración de George W. Bush ante las Naciones Unidas. “Él es, ya sabes, un hueso duro de roersabe de lo que está hablando”, dijo Trump.
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Bolton ha sido durante mucho tiempo uno de los más agresivos de todos los halcones neoconservadores. Fue parte del equipo de Bush-Cheney y afirmó que Saddam Hussein había acumulado armas de destrucción masiva y que la guerra era la única opción. Como un alto funcionario del Departamento de Estado antes de la invasión de Irak en 2003, Bolton empujó las falsas afirmaciones de que Irak había obtenido tubos de aluminio y uranio para su supuesto programa de armas nucleares.
Bolton también apoyó a Laurie Mylroie en la teoría que afirmaba que Saddam Hussein estuvo detrás de los ataques del 11 de septiembre de 2001. En 1997, fue uno de varios conservadores que escribieron al presidente Bill Clinton y le instaron a atacar a Saddam.
En agosto de 2015, Trump también defendió que Israel posea arsenal nuclear declarando: “Bueno, creo que no tienen otra opción. De verdad creo que no tienen otra opción. Creo que las tienen y que no tienen otra opción. Se tienen que proteger.
El lunes 21 de marzo Trump se presentó en la conferencia de AIPAC, y aunque muchos asumieron que dado que Trump auto-financia su campaña, no sería tan dependiente del lobby pro-Israel, y que pudiera ser que, de ser elegido, en realidad trazara un camino de independencia lejos de la servidumbre habitual por parte de los EE.UU. hacia Israel, pero esa idea parece haber sido equivocada.
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El discurso pronunciado por Trump ante el AIPAC esa misma noche es tal vez el discurso más adulador que cualquier candidato, posiblemente, podría haber dado.
Trump no sólo no hizo ninguna mención de los asentamientos ilegales y guardo silencio sobre el tema del robo de tierra y la destrucción de viviendas palestinas, sino que acusó a los palestinos de terrorismo, de enseñar a sus hijos a odiar a los judíos, y prometió mover la embajada de Estados Unidos a Jerusalén. Pero ¿los judíos no enseñan a sus hijos a odiar a los palestinos?
“Israel no nombra plazas públicas con el nombre de terroristas”, dijo Trump. No, sólo los eligecomo primer ministro.
AIPAC es una organización cuyo objetivo es promover el interés de un Estado de apartheidque mata de forma rutinaria mujeres y niños, y cuando aparece un candidato presidencial en un podio y expresa su acuerdo con estos objetivos, entonces tal vez se deben tomar sus palabras con mucho cuidado.
Me dirijo hoy a ustedes como un partidario de por vida y verdadero amigo de Israel. Soy un recién llegado a la política, pero no en apoyar al Estado judío.
En 2001, semanas después de los ataques sobre Nueva York y sobre Washington y, para ser sinceros, los ataques contra todos nosotros, los ataques que fueron perpetrados por los fundamentalistas islámicos, el Alcalde Rudy Giuliani visitó Israel para mostrar su solidaridad con las víctimas del terrorismo. Envié mi avión porque respaldé la misión para Israel 100%.
En primavera de 2004 durante el apogeo de la violencia en la Franja de Gaza, yo era el gran mariscal del 40avo. Desfile Saludo a Israel, la reunión indiviual más grande en apoyodel estado judío.
He venido aquí para hablar con ustedes acerca de cuál es mi posición sobre el futuro de las relaciones estadounidenses con nuestro aliado estratégico,nuestro amigo incondicional y nuestro hermano cultural, la única democracia en el Medio Oriente, el estado de Israel.
Mi prioridad número uno es desmantelar el desastroso acuerdo con IránIrán es unproblema en Iraq, un problema en Siria, un problema en el Líbano, un problema en Yemen yserá un problema muy, muy importante para Arabia SauditaLiteralmente, cada día, Iránofrece más y mejores armaspara mantener a sus estados títeres.
Hezbolá, de Líbano ha recibido armas sofisticadas anti-buques, armas antiaéreas y sistemas GPS y cohetes como muy pocas personas en todo el mundo y, ciertamente, muy pocos países tienen. Ahora están en Siria tratando de establecer otro frente contra Israel desde el lado sirio de los Altos del Golán.
En Gaza, Irán está apoyando a Hamas y la Jihad Islámica.
En segundo lugar, vamos adesmantelar totalmente la red global de terrorismo iraní, que es grande y poderosa, aunque notan poderosa como nosotros.
Irán ha sembrado grupos terroristas en todo el mundo. Durante los últimos cinco años, Irán ha perpetrado ataques terroristas en 25 países diferentes de los cinco continentes. Tienen células terroristas en todas partes, incluso en el hemisferio occidental, muy cerca de casa.
Irán es el mayor patrocinador delterrorismo en todo el mundo. Y vamos a trabajar para desmantelar ese alcance, créanme, créanme.
Las Naciones Unidas no son un amigo de la democracia, no son un amigo de la libertad, no es amigo incluso de los Estados Unidos de América, donde, como es sabido, tiene su casa. Y les puedo asegurar que no es unamigo de Israel.
Así que con el presidente en su último año, las discusiones han estado circulando sobre un intento de llevar una resolución del Consejo de Seguridad en cuanto a un eventual acuerdo entre Israel y Palestina. Los Estados Unidos deben oponerse a esta resolución y utilizar el poder de nuestro veto, que voy a utilizar como presidente al 100%.
Cuando sea presidente, créanme, voy a vetar cualquier intento por parte de las Naciones Unidas para imponer su voluntad sobre el estado judío. Se vetará al 100%.
Cuando me convierta en presidente, los días de tratar a Israel como un ciudadano de segunda clase finalizarán el primer día.
Vamos a mover la embajada estadounidense a la capital eterna del pueblo judío, Jerusalén.
Los palestinos deben venir a la mesa sabiendo que el enlace entre los Estados Unidos e Israel es absoluta y totalmente irrompible. Y han de venir a la mesa dispuestos a aceptar que Israel es un estado judío y que existirá siempre como un estado judío.
Amo a la gente en esta sala. Amo a Israel. Amo a Israel. He estado con Israel tanto tiempoen términos de que he recibidoalgunos de mis más grandeshonores de Israelmi padre antes que yoincreíble. Mi hija, Ivanka, está a punto de tener unhermoso bebé judío.
Muchas gracias.
Si las ventas de Yarmulke son una indicación de las actitudes de los votantes, Donald Trump fue el claro ganador en la conferencia de AIPAC.
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Marc Daniels, un vendedor de kippas con logo para las campañas dijo que la gorra de Donald Trump fue por mucho su artículo más solicitado.
Según el ex-Congresista Ron Paul, en cuestiones de libertad Hillary Clinton y Donald Trump son lo mismo. Ambos apoyan al complejo militar industrial para solucionar sus problemas, ambos apoyan4 a la reserva federal, la violación de la privacidad  y por supuesto a Israel.
En el siguiente video se puede escuchar a Trump expresar parte de su política para combatir al Estado Islámico: “estamos librando una guerra muy políticamente correcta, cuando eliminas a los terroristas debes eliminar también a sus familias“. Tal vez los próximos en estar en la lista de Trump de personas (o familias) a ser elimiadas podrían ser los mexicanos en suelo estadounidense, ya que todos los mexicanos que están en EE.UU. para él son violadores, pero esa es otra historia.
¿Alguien aún piensa que Donald Trump sería parcial en algún tema que relacione a Israel?

¡Digamos adiós a la izquierda

Resultado de imagen de ¡Digamos adiós a la izquierda pija! OPINIÓN de Alberto Garzón.¡Digamos adiós a la izquierda pija!

OPINIÓN de Alberto Garzón.- 

¡Digamos adiós a la izquierda pija!.- Y al socialismo de medio pelo!!

En España la campaña electoral estadounidense se ha podido seguir con notable dificultad. Es verdad que no han faltado minutos de atención mediática, pero sí ha faltado situar bien el foco. 

La mayoría de los medios de comunicación se han centrado, día tras día, en los aspectos más espectaculares y llamativos, tales como el uso ofensivo del lenguaje de Trump, más que en el aspecto sustantivo, como las propuestas económicas que ofrecían ambos candidatos. 

En la hipermodernidad, como la define con buen criterio Gilles Lipovetsky, lo que más llama la atención no es siempre lo más importante. Y en esas condiciones es ciertamente complicado hacerse una idea del por qué un multimillonario machista, xenófobo y engreído ha podido vencer en la contienda electoral.

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Durante toda la campaña electoral, Donald Trump ha centrado su discurso en atacar al establishment político como responsable de la corrupción, de poner el dinero del pueblo americano en los bolsillos de las grandes empresas y de aprobar tratados internacionales que destruyen fábricas y empleos y deslocalizan el aparato productivo y la fuente de riqueza del país. 


En suma, de empeorar la vida de la clase trabajadora de Estados Unidos. Esta terminología que acabo de usar está literalmente extraída de sus discursos; no es una adaptación al gusto. 

En efecto, D. Trump no es un neoliberal al uso. 

No es Ronald Reagan, por decirlo así, y por eso un dirigente republicano como George Bush anunció no haberle votado. 

Si tuviéramos que encontrar alguna similitud tendríamos que retrotraernos al fascismo corporativista de los años veinte y treinta del siglo XX. Pero aun así, la duda asalta: ¿por qué ha ganado?


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Sin duda las transformaciones económicas de las últimas décadas nos permiten entender mejor este fenómeno que, sin embargo, no es el único (el Brexit pero sobre todo el auge de la extrema derecha en Europa son fenómenos muy relacionados). 


En efecto, lo que hemos conocido como globalización neoliberal ha provocado transformaciones muy profundas en la estructura productiva y social de las sociedades occidentales. 

Esta globalización ha consistido, en general, en más competencia económica, cultural y política. Y ello ha producido una nueva división: entre ganadores y perdedores de la globalización.

Lo que ha ido quedando atrás ha sido el modelo keynesiano, con su Estado social o del Bienestar. 


En él los trabajadores y las empresas construían sus vidas en un entorno de certezas y de protección estatal, con una economía mundial altamente regulada en sus niveles financieros y productivos. 


Las reformas iniciadas desde los años setenta y ochenta catalizaron las transformaciones económicas, llevando a un incremento de la competencia en todos los niveles. La vida y el trabajo estable daba lugar a un contexto donde el concepto dominante es la flexibilidad. 

Vidas y trabajos cada vez más precarios, inestables, inciertos… ¡Hasta el carácter se corroe, como nos recuerda Richard Sennet!

Pero eso no ha afectado a todo el mundo por igual. 


Por ejemplo, las empresas y trabajadores cualificados más expuestos a la globalización han salido ganando porque han visto incrementar su mercado y posibilidades, mientras que las empresas y trabajadores cualificados otrora no expuestos a la globalización o los trabajadores no cualificados en general han sido duramente afectados como perdedores de la globalización. 


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En el caso de estos últimos, con mucha dureza debido a la fuerte presión competitiva y al fracaso del llamado ascensor social –la posibilidad que tienen los nacidos en un estrato social bajo de aspirar a mejores puestos de trabajo y remuneraciones. Estos fenómenos se han dado en todo el mundo, en mayor o menor grado, pero han variado según las singularidades de cada país.

Ya de una forma relativamente temprana, en 2008, Hanspeter Kriesi y otros autores (West european politics in the age of globalization) supieron ver que estos fenómenos acabarían llevándose por delante el sistema de partidos en todos los países occidentales. 


Según ellos la paradoja política de la globalización estribaba en que aunque la causa sea global, la solución tiende a articularse a nivel nacional y en forma de cambios radicales en el seno de los partidos o, más probablemente, en nuevos partidos que aprovechan una «ventana de oportunidad» (en efecto, el concepto era ya ese). 

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Según ellos los fenómenos económicos y sociales que se situaban al margen de los partidos –como la globalización- los obligarían a reconfigurarse en nuevas formas y relaciones y en torno a nuevos problemas vinculados a la división entre ganadores y perdedores de la globalización.

Por eso cabe descartar los análisis simplistas, vengan de donde vengan. No se trata de una simple pugna entre partidarios del libre mercado y partidarios del proteccionismo como tampoco lo es entre capitalistas y trabajadores, religiosos y ateos o nacionalistas y cosmopolitas. Hay un poco de todo, y requiere análisis serio. 


Por ejemplo, no es cierto que la clase trabajadora estadounidense haya votado en masa a Trump, porque entre otras cosas también los latinos y los negros son en gran medida clase trabajadora. 




Pero sí es cierto que el discurso de Trump ha tenido una conexión esencial con el mundo blanco del trabajo, el más afectado por la globalización neoliberal, y de donde ha extraído millones de votos.



Pero ojo, no sólo se trata del mundo del trabajo puesto que también las grandes empresas otrora protegidas y ahora expuestas al mercado internacional están en las mismas posiciones. 

El caso de la empresa textil New Balance, cuyas zapatillas se han convertido para los anti-Trump en objetivo político, es representativo. Hay pocos sectores más interesados que el textil (empresarios y trabajadores) en reducir la competencia económica internacional con nuevas formas de proteccionismo económico.

Ahora bien, lo que tienen en común los quema-zapatillas y los analistas liberales es su falta de comprensión, cuando no directamente de desprecio, hacia la realidad de la clase trabajadora. 


Quizás revele una suerte de elitismo, o quizá de ignorancia, pero ese es, en efecto, el principal problema de la izquierda ante fenómenos como los que estamos viviendo.

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Analistas liberales como Dani Rodrick han reconocido este hecho también desde muy temprano, sugiriendo que una globalización no regulada tendría como consecuencia directa el crecimiento de la rabia y la frustración social. No hace falta que me detenga en la obra completa de un pensador que es, subrayo de nuevo, liberal. 


En resumen, Rodrick ha insistido en que estas fuerzas desatadas serían incontrolables política y socialmente, y ha culpado directamente a la izquierda de no estar a la altura. 

Creo que, en este punto, tiene razón. 


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También en los últimos días la socióloga Eva Illouz ha abundado en esta hipótesis. Según ella la llamada nueva izquierda se dedicó a temas importantes –imprescindibles, diría yo- como las nuevas demandas civiles de las minorías y del feminismo y ecologismo pero a costa de abandonar a los segmentos más desprotegidos de la clase trabajadora. 

Al cabo de un tiempo ésta parecía tener comportamientos inentendibles para una izquierda que, en suma, se había hecho élite.

Esta denuncia es, a mi juicio, también correcta. 

Y es coherente tanto con la tesis de Ronald Inglehart sobre la desmaterialización de la izquierda (despreocupada cada vez más de las cuestiones materiales) como con la tesis de Owen Jones acerca del abandono que la izquierda ha sometido a los estratos sociales más bajos, los llamados chavs.


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Nuestro país tiene una singularidad adicional, muy vinculada a la transición. A pesar de tener a uno de los movimientos obreros más fuertes de Europa, en España la izquierda abandonó en los setenta la prioridad de construir alternativa en el tejido social. 


En efecto, Santiago Carrillo desmontó la estructura organizativa del Partido Comunista y que hasta entonces se articulaba sectorialmente y con una fuerte presencia en los barrios populares. 

En su lugar dejó una organización estructurada en paralelo a las circunscripciones electorales, de tal modo que el mensaje era claro: lo importante eran las instituciones, esto es, presentarse con éxito a las elecciones. 


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En aquellos años se sentaron las bases de una izquierda institucionalizada, dedicada casi en exclusiva a la gestión, y cada vez más desconectada de la realidad concreta de la clase trabajadora. 

Una clase que, además, se fragmentaba cada vez más como consecuencia de las reformas neoliberales de los gobiernos de los 70s y 80s. La izquierda, como estrategia, tendía a refugiarse en universidades e instituciones políticas. 

Mientras la realidad, por decirlo así, caminaba por otra parte. 

Naturalmente miles y miles de militantes mantuvieron su conexión con la realidad del pueblo y de la clase, y gracias a eso es por lo que aún existe izquierda digna de tal nombre en nuestro país.


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En estos días nos han dicho que desde Unidos Podemos somos igual que Trump. Es radicalmente falso, y más aún en este punto.


Desgraciadamente estamos lejos de llegar a la clase trabajadora realmente existente (y con este realmente existente pretendo desvincular la realidad material de la clase con la liturgia que acompaña todo llamamiento a la clase; ¡como si decir clase cien veces nos hiciera clase o acaso marxistas!). 

Alguno podría pensar que todo comenzó con la transición, pero no es cierto: el problema venía de muy atrás. 


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En realidad, la izquierda nunca ha representado del todo bien a la clase que dice representar. Todos los datos empíricos señalan la profunda brecha que separa a la izquierda europea de la clase trabajadora (en cualquiera de sus acepciones, estrecha o amplia). 

Hay una fuerte relación entre los trabajadores que tienen conciencia de clase, esto es, los que ideológicamente se sitúan en la izquierda; pero la gran masa de trabajadores o bien pasa de la política o bien vota a la derecha. Y esto era tan aplicable al PCE de los ochenta como a Podemos o IU del 2014.

En nuestra España actual la cosa sigue igual. 


Aún hoy el 21,2% de las personas desempleadas vota al PP o Ciudadanos, el 11,7% al PSOE y el 18,7% no vota. 

Nuestro espacio político, Unidos Podemos, recoge el 13,4% de voto del conjunto de desempleados. 

Otro dato para la retina: el 20% de los votantes de Ciudadanos carece de ingresos. Podríamos abundar en otros datos, pero la sangre brota de la herida ya de forma suficiente.


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La solución, en breve, no es representar al pueblo. Es ser pueblo. 


La solución no es que desde púlpitos acreditados, y tras debates escolásticos dignos de la autocomplacencia más pija, se propongan recetas mágicas para el juego de la representación institucional. 

La única forma posible de evitar la barbarie, sea en la forma de Trump, LePen o cualquier otra, es descender del reino de los cielos al reino más mundano de la vida cotidiana. 

Nuestro objetivo es convertirnos en conflicto, que es la cristalización de las contradicciones del sistema y de la globalización, y autoprotegernos y autoorganizarnos como clase, como víctimas de la crisis. 


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La clase se expresa también en nuevas fórmulas discursivas y de tono, de la misma forma que tiene otras manifestaciones culturales que van más allá del indie y de la tribu hipster. 

Nuestra clase no son sólo los trabajadores de cuello azul, sino también las mujeres que realizan trabajos de cuidados sin remunerar o los jóvenes habituados a las nuevas tecnologías pero no al empleo. Por citar algunos ejemplos concretos. 

Todos ellos, todos nosotros, exigimos una izquierda a la altura del momento histórico. Unidad, organización y, sobre todo, praxis. Sin filosofía de la praxis seremos todos unos pijos sin utilidad.

*agarzon.net

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