De monjes, mujeres y Putin:
el Monte Athos
Si un funcionario de la menguante Unión Europea quisiese acercarse al Monte Athos, sólo necesitaría unos euros para comprar el pasaje de Aegean Airlines de las 09:00 de Bruselas a Salónica con escala en Atenas. Después, tomaría un autobús para salvar unos 100 kilómetros a través de la Península Calcídica. La llegada a las puertas de este destino Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO acontecería a media tarde. A las puertas. Lo repetimos porque cruzarlas es harina de otro costal.
El eurócrata (o cualquier otro hijo de vecino) debería empezar llamando para reservar una visita “tan pronto como sea posible, pero con no más de seis meses de antelación” al teléfono 0030 2310252578, de la Oficina de Peregrinos del Monte Athos en Salónica.
La cuota diaria son 100 visitantes ortodoxos y 10 no ortodoxos.
El turismo no es una razón válida para visitar el lugar.
Si el potencial visitante pertenece a alguna orden religiosa, deberá solicitar el permiso del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla vía email a la dirección patriarchate@ec-patr.org. Si es griego ortodoxo, pero no ostenta esta nacionalidad, se le podrán requerir medidas acreditativas como una carta de su párroco.
Tras obtener la aprobación de la reserva para la fecha indicada, precisará de enviar por correo postal copia de su pasaporte. En plazo de dos semanas recibirá una carta de confirmación. Cuando se aproxime la fecha tendrá que telefonear nuevamente a la Oficina indicando que no ha cambiado de planes.
Finalmente, la mañana de la visita –limitada a cuatro días y tres noches–, deberá presentarse en la Oficina de Peregrinos de Uranópolis para recoger su visado o diamonitirio.
A las 09:45, el eurócrata levará anclas en el ferry rumbo a Dafni, principal puerto del Monte Athos. La península no está conectada por carretera con el resto de Grecia.
En el caso de que el hipotético eurócrata fuese una eurócrata, ni el mismísimo Martin Schultz podría garantizarle la entrada. No se acepta la presencia del género femenino en este territorio.
Ni en humanos, ni en animales. Aunque es parte de la Unión Europea, el Monte Athos prohíbe la libre circulación de bienes y personas.
Historia en presente
Mencionado en la Ilíada, el Monte Athos (Ágion Óros, “montaña sagrada” en griego) está situado en las más oriental de las tres picas de tridente que la Península Calcídica esgrime contra el Egeo. Tras aparecer brevemente en la historia, cuando durante las Guerras Médicas el persa Jerjes el Grande mandó construir un canal en el istmo para evitar rodearla, la península del Monte Athos desapareció del radar.
La tradición athonita cuenta que la Virgen María estaba navegando de Jafa a Chipre para visitar a Lázaro, cuando su embarcación fue arrastrada hasta el entonces pagano Monte Athos. La Virgen puso pie en tierra y, asombrada por la belleza del paraje, la bendijo y le pidió a su hijo que la convirtiera en su jardín. Se oyó:
“Que este lugar sea tu herencia y tu jardín, un paraíso y un remanso de paz para aquellos que buscan la salvación”.
Desde entonces la montaña fue consagrada como el jardín de Dios, y prohibida a cualquier otra mujer.
Lo más probable es que haya monjes en el “Jardín de la Virgen” desde el siglo III. Con la conquista islámica de Egipto en el siglo VII, muchos monjes ortodoxos del desierto se instalaron en el Monte. Los primeros monasterios se fundaron en el siglo IX.
Durante la IV Cruzada, la comunidad monacal –ya integrada por varios monasterios y una cabeza visible o Protos, así como protegida por el emperador bizantino–, fue perturbada por los católicos. En el siglo XIV fue saqueada por mercenarios catalanes.
Los monjes supieron alinearse con la historia y, cuando la cercana Salónica cayó en manos otomanas en 1430, salvaron los muebles rindiendo pleitesía al sultán. Se rubricó un firmans (Edictos Turcos) en el que se reconocía a Athos como “el país en el que día y noche el nombre de Dios es reverenciado… un refugio para los necesitados y los viajeros”.
El comienzo de la era otomana fue por tanto próspero, algunos sultanes incluso fueron benefactores de los monjes. De hecho, de esta época data la construcción del último de los 20 monasterios, con el que se completó la configuración actual del Monte.
Pero el tiempo endureció a Estambul. Los impuestos lastraron la pujanza económica de la Península, que sólo pudo sobrevivir gracias a las donaciones de los zares rusos y príncipes de Serbia, Moldavia y Valaquia.
A pesar del declive, el Monte Athos fue un centro de preservación y difusión de la cultura helena. En el siglo XVII se convirtió en el faro que alumbró la Ilustración de esa nación a través de la Academia Athonita.
En la Guerra de Independencia Griega de 1821, los monjes llegaron a combatir en el campo de batalla para liberarse del control turco. Aun así, la causa de Lord Byron no triunfó totalmente, y la recién nacida nación helena contemporánea no pudo incluir a toda la Hélade. Tampoco al Monte Athos.
El resto del siglo XIX vio como la población y riqueza de la Península volvía a aumentar y en 1902, gracias al patrocinio de Rusia, ya había 7.000 monjes. El mordisco griego hacia el norte llegó con las Guerras de los Balcanes, cuando en 1912 la Marina Griega expulsó a los otomanos.
Paralelamente, una flota enviada por Moscú que transportaba tropas y a un prominente arzobispo, arrasó un monasterio y prendió a 1.000 monjes herejes según el zarismo que fueron excomulgados y dispersados por Rusia. Aún hoy siguen siendo considerados sediciosos.
Tras un conflicto diplomático por la soberanía de Athos entre Rusia y Grecia, el fin de la I Guerra Mundial vio confirmada la de esta última, aunque los Tratados de Londres y Bucarest en 1913, Neuilly en 1919, Sèvres en 1920 y Lausana en 1923 le reconocieron la autonomía de gobierno.
“Los Stukas alemanes barrieron los cielos a lo largo del Egeo como espantosos pájaros sombríos, pero no dejaron caer ninguna bomba sobre los monjes del Monte Athos. Las motorizadas hordas nazis retumbaron en la península de Salónica, pero no invadieron las 40 millas de longitud de su cabo oriental, donde el santo e histórico Monte se yergue en la bella bruma sobre los monasterios que se encaraman como castillos fabulosos en despeñaderos sobre el mar”
Revista Time
Despejada la polvareda de la II Guerra Mundial, la comunidad monástica amaneció intacta. Y es que aunque Grecia fue ocupada desde 1941 hasta 1944, la Epistassia –o comité de cuatro monjes que gobierna el Monte Athos–, solicitó a Adolf Hitler que pusiera al Estado Monástico Autónomo bajo su protección personal, a lo que el Führer accedió encantado.
Para Hitler los hermanos eran un faro moral. Pese a ello, la prensa griega denunciaba el secuestro de niños varones, y las idas y venidas de lanchas motoras que llevaban prostitutos a las dársenas de los puertos athonitas para los monjes. Estos se referían en aquella época al líder de los nazis como el “Alto Protector de la Sagrada Montaña”.
Tras la guerra, la Comunidad Sagrada –gobierno de 20 monjes que representan a cada uno de los monasterios–, aprobó la Carta Constitucional de la Montaña Sagrada. Ratificada por el Parlamento Griego, aún hoy sigue en vigor.
Los religiosos se definen como “Estado Monástico Autogobernado”, justificándose en una bula de oro del siglo X. La entrada de la República Helénica en la Unión Europea supuso la ratificación expresa del centenario estatus especial del Monte Athos por ambas partes. Algo similar sucedió con la adhesión griega al Espacio Schengen.
El ruido organizado por los monjes –que declararon que Schengen era una obra del demonio y el último intento de Satán de controlar la Tierra–, obligó a Grecia a adjuntar un documento a su declaración de adhesión. Se debería respetar el estatus athonita en relación a la aplicación del Tratado.
Un milenio en la picota
El Athos del 2016 se parece mucho al Athos del 1016, pues ha quedado casi congelado en el tiempo. Algunos monasterios utilizan aún el antiguo calendario ortodoxo. Como medida más sencilla para garantizar el celibato no se admite la presencia a las mujeres en toda la península, ni a menos de 500 metros desde la línea de costa. Esto se extiende a animales, “para que su cortejo no suponga un espectáculo estrafalario para almas que detestan todas las formas de indecencia”.
La poca leche y huevos consumidos deben ser importados de la vecina región griega de Macedonia, incluyendo los famosos huevos rojos de la Pascua Ortodoxa. Se hace la vista gorda con los gatos, valorándose positivamente sus habilidades de cazadores de ratas.
En cuanto a la prohibición a la mujer –anteriormente extendida a los chicos barbilampiños–, también ha habido varias excepciones, –con o sin el plácet de los mojes–.
La Guerra Civil Griega (1946-1949) vio el asilo de un grupo de campesinos, entre los que había mujeres y niñas. Además “Miss Europa 1930”, griega, consiguió pisar Athos disfrazada de marinero. Atracó el yate en el que navegaba con una amiga en el monasterio de Vatopedi, donde un joven monje flirteó con ellas sin saber que, en realidad, eran mujeres.
La gota que colmó el vaso fue la entrada de la también griega Maria Poimenidou que, también disfrazada de hombre, provocó la aprobación de una ley que condena a las mujeres a hasta 12 meses de prisión si violan la regla milenaria.
Precisamente en virtud de esta ley, la policía detuvo a cuatro mujeres moldavas en 2008, absueltas por los religiosos tras descubrirse que llegaron al Monte Athos víctimas de una red de trata de personas.
Ese año otro grupo de mujeres se arrojó al otro lado de la valla que separa Athos de Grecia, quizá replicando la tradición helena de arrojar yogur como protesta. Esta reacción de la comunidad pretendía denunciar lo que se consideran reclamos ilegales de tierras de los monjes, más centrados en su bienestar financiero que en el general.
Regirse según normas milenarias y estar vedado al 50% de la población mundial no es óbice para que el Monte Athos esté bajo los focos a menudo. Eso sí, aquí casi todo funciona de manera diferente.
Por ejemplo, mientras la mayor parte de Grecia vive la llegada a sus costas de miles de refugiados –que normalmente son rechazados y devueltos a Turquía–, La Montaña Sagrada es ajena a esta realidad. En este dedo que apunta al Egeo, conseguir la nacionalidad griega es tan fácil como ordenarse. El hábito hace al griego.
Algo similar ocurrió en 1964. El mundo celebraba que los cabezas de las Iglesias Ortodoxa y Católica –Pablo VI y Atenágoras I– se reunieran por primera vez en Tierra Santa después de varios siglos; y al año siguiente que pusieran fin a una excomunión mutua que databa de 1054. Sin embargo, en aquellos momentos el Monte Athos no celebraba.
Muchos monasterios athonitas están profundamente en contra del ecumenismo y enviaron protestas formales al Patriarca. Esfigmenu llegó más lejos y exhibía en sus fachadas banderas negras que rezaban “ortodoxia o muerte”.
El nuevo Patriarca Bartolomé I les declaró cismáticos en 2002 por no “celebrar la figura del Patriarca”, y ordenó desahuciar el monasterio. Se estipuló que un grupo de monjes fieles a los dictados estambulitas tomaran su lugar. Los herejes, cual okupas, resistieron.
La nueva hermandad intentó entrar por la fuerza en las dependencias monásticas de la capital, Karyés. Los dos grupos de monjes chocaron en un lance que dejó a siete gravemente heridos.
Tras 11 años de trámites, la policía griega se disponía a desalojar el monasterio de Esfigmenu, pero un puñado de hermanos comenzó a arrojar piedras y cócteles molotov a los agentes impidiéndolo. Hoy siguen enrocados en sus puestos, sometidos a un bloqueo. Cuentan su historia a cualquiera que la quiera saber (omitiendo las partes violentas).
Constancia de ello dejan el viaje del presentador británico Simon Reeve cuando lo filmó para una serie de la BBC, y la propia página web de los monjes.
Esta intervención solo pudo ocurrir cuando el Patriarcado Ecuménico tomó cartas de tipo judicial en el asunto, implicando a tribunales de Salónica. Grecia le dio la razón a Constantinopla pese a las protestas del primer ministro ruso Vladimir Putin.
La implicación de esta figura no es de extrañar, la relación entre Rusia y la Iglesia Ortodoxa Griega –de la que la Montaña Sagrada es el sanctasanctórum–, es tan estrecha que hasta tiene representación en la Feria de Turismo de Moscú.
La Federación Rusa ya había protestado anteriormente en 2011 a través del Ministerio de Exterior y la Iglesia Ortodoxa Rusa por el encarcelamiento del abad del monasterio de Vatopedi Efraín. Envuelto en un escándalo de corrupción, contribuyó a la caída del partido conservador griego Nueva Democracia.
El monje pertenecía a una trama que convencía a los mandatarios griegos para intercambiar solares rurales sin valor por codiciados bienes inmuebles en Atenas. Así el gobierno perdió decenas de millones de euros. La autoridad de Efraín era tal que a las puertas de prisión se congregaron en protesta un gran grupo de monjas y una banda religiosa de rock. Para Rusia la detención fue contraria a los derechos humanos.
Pertenecer al KGB –órgano de la comunista URSS que ensalzaba el ateísmo–, no ha evitado este mayo de 2016 la visita de Putin al Monte Athos, con el Patriarca de Moscú y de todas las Rusias Cirilo I. El motivo fue celebrar 1000 años de presencia rusa en la Península, con el monasterio de San Pantaleimón, en el que hoy viven 70 monjes rusos y ucranianos.
Muchas son las incertidumbres y pocas las certezas en una era que el sociólogo Bauman califica de “líquida”. Pero, si hubiera que lanzar al aire una predicción sobre el futuro, no sería descabellado afirmar que el más oriental de los espolones que Grecia hunde en el Egeo, continuará desafiando la lógica de los tiempos y encontrando su papel en ellos. Quién sabe, quizás incluso sobreviva a las eurócratas que no pueden entrar en su recinto.