El mundo moderno conoce perfectamente el valor de los recursos, el poder que éstos otorgan y las luchas directas e indirectas que provocan. Desde hace más de 100 años el recurso natural que ha estado en el centro de estas batallas ha sido el petróleo, pero esta competencia no se ha plasmado solamente en conflictos armados sino que el escenario habitual de la guerra han sido los mercados.
Aproximadamente, hace un año que comenzó una nueva etapa en esta guerra constante en el mercado del crudo con una drástica bajada de los precios del barril. En el mes de junio de 2014 se registraban precios de 115$/barril mientras que este año se situaban en los 43’6$/barril. Así,
la bajada de los precios del crudo ha sido de las más grandes de la última década y ha representado un descenso de prácticamente el 50% respecto a las previsiones del verano de 2014.
¿Cuál es la causa de la caída de los precios?
Diversos analistas en política energética y en economía política del petróleo parecen coincidir en que
hay un abanico de causas clave que explican esta nueva situación:
- Incremento de la producción general que ha hecho que la oferta de crudo aumente respecto a la demanda. Concretamente, se han registrado mayores índices de producción en países como Yemen, Sudán del Sur, Nigeria o Libia.
- Gran aumento de la producción en Estados Unidos debido a la utilización de la técnica delfracking (fracturación hidráulica), que ha permitido al país extraer el petróleo suficiente para llegar a tener las mayores reservas de los últimos 80 años y casi cubrir su consumo interno.
- Mayor demanda del petróleo producido por países no alineados a la OPEP (cártel de países productores que, actuando de forma monopolística es capaz de fijar el precio del crudo global).
- Incremento de la eficiencia energética de los principales países consumidores.
- Aumento de la utilización de gas natural y energía nuclear para la producción de electricidad(aunque el petróleo sigue imperando como energía principal en el campo del transporte).
- ¿Quién gana y quién pierde con esta situación?
La bajada de los precios ha provocado consecuencias diversas. De forma general, se calcula que el precio del crudo a estos niveles puede incrementar el PIB mundial en un 0’7 o 0’8%, lo cual, a priori, sería beneficioso. Pero más allá de este hecho, a nivel particular, las empresas que han contribuido a crear este escenario –es decir las que utilizan el fracking– prevén que si los precios continúan a la baja, los costes de usar esta técnica serán demasiado grandes para que resulte rentable. Argumento reforzado por los análisis de la OPEP, que calcula que el umbral en que las empresas de extracción norteamericana dejarán de obtener beneficios se sitúa en los 40$/barril.
Mientras, las empresas de refinería, las industrias químicas, las aerolíneas y las grandes empresas de transporte buscan mantener este panorama, ya que son las que están sacando mayores beneficios del mismo. Al mismo tiempo, en la otra cara de la moneda se encuentran las empresas productoras de petróleo tradicionales que, evidentemente, han visto reducidos los beneficios al bajar el precio de su producto.
Dejando de lado el nivel empresarial, en cada una de las batallas que se dan en el mercado del petróleo hay
países ganadores y perdedores. En esta ocasión,
la bajada de los precios del crudo beneficia a los grandes importadores, es decir aquellos países con una mayor dependencia energética, entre los que encontramos la mayoría de estados del continente europeo que, con datos del año 2013, vemos que adquieren una media conjunta de 9’3 millones de barriles de crudo al día. Además, otros grandes beneficiados son China e India que, debido a su elevado consumo energético, compran alrededor de 5’6 y 3’8 millones de barriles de crudo al día, respectivamente.
Por otro lado, los perjudicados por esta tendencia son los grandes productores, aquellos países que exportan las mayores cantidades de petróleo en el mundo y cuya economía depende, en gran medida, de dichas exportaciones. Entre ellos están los miembros del cártel de la OPEP –destacando Arabia Saudí, Irán o Nigeria–, nuevos grandes productores como Brasil, o países como Rusia que, adicionalmente, se ve afectada por las sanciones económicas derivadas de sus actuaciones en Ucrania. En definitiva, estos actores han sufrido una disminución del beneficio que extraen al exportar el crudo.
Actores y estrategias en la guerra del petróleo
Analizando en profundidad esta nueva etapa en la guerra económica que se genera alrededor del petróleo, encontramos a dos actores principales: Estados Unidos y Arabia Saudí. Empezando por el primero de estos países, vemos que la política norteamericana respecto al petróleo ha variado mucho desde la llegada de la administración Obama.
Tal y como apunta el analista estadounidense Michael Klare, durante la era Bush Jr. se elaboró el programa conocido como Política Nacional de Energía –bajo la dirección del neoconservador Dick Cheney– que establecía que la seguridad energética de Estados Unidos era un elemento clave de la seguridad nacional y que, por este motivo, el uso de la fuerza militar para garantizar el suministro de recursos energéticos estaba justificado. Así fue como EUA inició una política “neocolonialista” en que, además de dar apoyo a ciertas oligarquías del golfo, utilizó las llamadas “fuerzas de proyección de poder” (es decir, fuerzas militares) para garantizar el flujo de crudo implicándose en los conflictos internos de los países productores.
The U.S National Archives vía Flickr
Con el cambio de administración, Barack Obama inició una política cuyas consecuencias se plasman en la caída de los precios del crudo de hoy. Así, la política de dependencia externa de Bush se ha sustituido por una agenda basada en dos pilares fundamentales:
- Seguridad energética: Incremento de la producción interna de gas y petróleo a través de técnicas de fracking y perforación en aguas profundas –especialmente en el Golfo de México–; disminución de las importaciones de petróleo hasta niveles de 1993; e impulso de mejoras tecnológicas en el campo del transporte.
- Cambio climático y medioambiente: Mayor inversión en tecnologías de energía limpia y energías renovables; y endurecimiento de los estándares de eficiencia en el combustible de los vehículos.
De esta manera, vemos que el plan de Obama está enfocado a reducir drásticamente la dependencia externa llegando incluso a fijarse el objetivo de convertir Estados Unidos en un país independiente a nivel energético, lo que explicaría, en gran parte, la caída de la demanda de petróleo a nivel global.
Algunos analistas apuntan que la estrategia norteamericana busca debilitar una Rusia dependiente de sus exportaciones de crudo. Así, la bajada del precio del petróleo disminuye los ingresos que obtiene un país ya tocado por las
sanciones económicas aplicadas a raíz de la intervención en Crimea y el Donbass. Al mismo tiempo,
esta estrategia también erosiona los beneficios de las monarquías del Golfo y Arabia Saudí y, sobretodo,
ataca las economías de otros productores “enemigos” de EUA como Irán y Venezuela. En el caso iraní, teniendo en cuenta las sanciones económicas que este país ha recibido por parte de Occidente y las negociaciones respecto a su programa nuclear, parece claro que una drástica disminución de los beneficios derivados de la exportación de petróleo actúa como una presión añadida que otorga una posición negociadora dominante a los estados occidentales.
En segundo lugar, encontramos a Arabia Saudí como el otro actor clave.
La monarquía wahhabitaes el único país del mundo que sería capaz de realzar los precios del crudo restringiendo su producción en 2.000.000 de barriles al día y, además, es uno de los líderes de la OPEP que, como tal, podría impulsar una restricción conjunta de la oferta de petróleo global. Sin embargo, el estado saudí, junto con sus aliados de Kuwait y Emiratos Árabes Unidos,
ha optado por una estrategia paciente, dejando caer los precios sin iniciar acciones de réplica.
Si bien esta actitud es perjudicial para Venezuela e Irán, que se han mostrado a favor de una política de restricción de la producción en el seno de la OPEP, no parece que vaya a haber un cambio de rumbo en la organización. Esto se debe a que la caída de los precios favorece a Arabia Saudí de diversas maneras:
- Por una parte, los costes inherentes a la utilización del fracking hacen que estas empresas no puedan producir a niveles por debajo de los 40$/barril. Con lo cual, una caída continuada de los precios hará este negocio inviable y Estados Unidos volverá a ver aumentar su dependencia externa.
- En segundo lugar, el debilitamiento de la economía iraní –que solo puede producir petróleo de forma viable en los 130$/barril– representa un beneficio directo para el estado wahhabita, rival directo del país chiita en la competición para convertirse en el poder hegemónico regional de Oriente Medio; y más en este momento en que ambos países están librando una batalla indirecta dando apoyo a bandos enfrentados en las guerras de Yemen, Irak y Siria.
- Por otra parte, un ataque a la economía rusa –que igual que la iraní se ve afectada por sanciones económicas occidentales– también es útil para los saudíes a modo de castigo dado el apoyo que Rusia está ofreciendo al gobierno pro-chií de Assad en Siria y los previos desencuentros respecto al conflicto de Chechnya.
Finalmente, aunque Venezuela se está viendo perjudicada por la “incapacidad” de la OPEP, el gobierno de Nicolás Maduro enfoca sus críticas hacia a la administración Obama, a quién acusa de inundar el mundo con petróleo extraído mediante la fracturación hidráulica, distorsionando el mercado y causando graves crisis a Estados dependientes de sus exportaciones de crudo, como es el caso de Venezuela.
El petróleo, un arma de doble filo para Arabia Saudí
Aunque la monarquía saudí ha sido uno de los estados que más ha utilizado el petróleo como un arma de guerra en el plano económico, en el texto The IPE (International Political Economy) of OPEC (Organitzation of the Petroleum Exporting Countries) and Oil, de Michael Veseth vemos que este país quizá no tenga un dominio completo sobre su propia arma.
Salman bin Abdulaziz Al Saud, miembro de la Casa de Saud y actual rey de Arabia Saudí. Foto: Georgethewriter vía Wikimedia Commons.
Primeramente, sí es necesario señalar que Arabia Saudí posee la capacidad para realizar ataques en el mercado global del crudo de dos maneras distintas: a través del método clásico, utilizado por la OPEP, de disminuir la producción de petróleo restringiendo el suministro y disparando el precio del recurso; y mediante un elevado incremento de la producción que inunde el mercado de petróleo,disparando la oferta y destruyendo a la competencia, que se vería incapaz de producir a precios demasiado bajos mientras que Arabia Saudí puede vender crudo (obteniendo beneficios) a menos de 20$/barril.
Sin embargo, es posible que, por la composición interna del Estado saudí, éste muchas veces no tenga elección. Arabia Saudí ha utilizado constantemente los beneficios del petróleo para financiar programas de bienestar social a la vez que preservaba las estructuras de un Estado Islámico. Así, si por la coyuntura del mercado, esos beneficios disminuyen, la familia Saud no podrá costear dichas políticas y es probable que eso desemboque en tensiones sociales que pongan en peligro su reinado.
Por tanto, ante una disminución de las ventas, o recortan el modelo de bienestar o bajan el precio del crudo para incrementar dichas ventas; lo cual, obviamente, deja una única opción viable para la monarquía: la disminución del precio, colapsando las industrias petrolíferas de otros países.
El estado actual del mercado
En los últimos meses la tendencia parece haberse estabilizado, aunque las razones aun no están claras.
Arabia Saudí ha estado incrementando su ritmo de producción, hecho que ha llevado a diversos analistas a pensar que el país quiere compensar la bajada de precios global (como se apunta en el apartado anterior) o que pretende absorber cuota de mercado aprovechando la inestabilidad del mismo. Sin embargo,
el Ministro de Petróleo y Recursos Minerales del régimen concluye que la reciente y ligera subida de precios es producto de un aumento de la demanda global de crudo.
Por otra parte, durante el pasado mes de agosto se hizo patente que el aumento del precio pudo derivar de ciertas
declaraciones realizadas por la OPEP en que señalaban su preocupación por el bajo precio del crudo y su compromiso para defender los intereses de la organización. En otras palabras, unas simples
amenazas de actuación para restringir el suministro por parte de la OPEPbastaron para incrementar ligeramente el precio del petróleo.
En definitiva, parece ser que hará falta esperar unos meses para ver cuál es el resultado final de esta última batalla en una guerra constante en el mercado del petróleo. Sin embargo, para finalizar es necesario hacer patente un concepto clave y muy importante en el mundo occidental: la dependencia energética. ¿Cómo de dependientes somos en Occidente?
Dependencia energética. Caricatura de Gristo.
España: un modelo de dependencia energética
Para ejemplificar la dependencia energética del petróleo que sufren muchos países occidentales, vamos a ver el caso de España. Cogiendo como fuente de información el
Boletín Estadístico de Hidrocarburos del mes de diciembre de los años 1997 hasta 2012, vemos que del total del consumo de energía primaria del estado español, el 53’5% era petróleo en el año 1997, mientras que en el año 2012 este consumo se había reducido hasta un 42’2%, llegando al momento de máxima dependencia en el año 1998 con un 54’4%.
Pese a la reducción, se puede apreciar que casi el 50% de la energía primaria consumida en España proviene del petróleo, lo cual demuestra la dependencia que tiene este país respecto del recurso. Más aún si tenemos en cuenta que el grado de autoabastecimiento es sólo del 0’3% en el año 2012, lo cual significa que el 41’9% de la energía primaria consumida en el Estado español sale del crudo importado.
Así pues, queda demostrada la dependencia energética exterior que tiene este país. Pero, ¿de dónde proviene el petróleo? Siguiendo con el ejemplo del año 2012, el recurso se importó –de mayor a menor como porcentaje del total de petróleo importado– de Rusia (16’3%), México (14’8%), Libia (12’6%), Arabia Saudí (12’2%), Nigeria (7’9%) e Irak (7’7%), mientras que el 28’5% restante provino de una diversidad de países especificada como “otros”. En otros términos, el 56’8% del petróleo importado en España en el año 2012 provino de países miembros de la OPEP.