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¿Por qué no recordamos los primeros años de vida?5 abril, 2017 por
HeryHaz un pequeño esfuerzo y piensa: ¿cuál es tu primer recuerdo y cuántos años tenías en esa época? Resulta muy probable que esos recuerdos provengan de la etapa en que tenías tres o cuatro años de edad, como máximo. ¿Por qué somos incapaces de recordar lo que sucedió en el comienzo de nuestras vidas?

Es un fenómeno con un nombre bien definido:
amnesia infantil. «Nadie recuerda las cosas que sucedieron antes de los dos o tres años de edad. Y la gran mayoría no recuerda absolutamente nada de lo que aconteció antes de los cuatro o cinco años», dice Catherine Loveday, de la Universidad de Westminster, en el Reino Unido. «La edad del primer recuerdo es variable pero, normalmente, las personas recuerdan cosas como caídas de la bicicleta… momentos que fueron importantes.
La edad promedio de nuestros primeros recuerdos oscila entre los 3 y 4 años, pero como puntualiza Loveday, existen personas que pueden recordar eventos anteriores. Después de todo, un niño de 2 años de edad es capaz de reconocer personas y lugares – un proceso que requiere de la memoria.
Sin embargo, en este caso en particular hacemos referencia a la
memoria episódica, relacionada con sucesos autobiográficos – momentos, lugares, emociones y otra información del contexto – que pueden evocarse de forma explícita.
La curva del olvido.Para conocer el proceso que nos permite recordar, es buena idea empezar por la forma en que olvidamos. A finales del siglo XIX, el alemán
Hermann Ebbinghaus, pionero en el estudio de la memoria, inventó una forma para ponerla a prueba. En un inicio aprendió cientos de listas de palabras sin sentido. Después, midió el tiempo que le llevaba volver a aprender las listas tras periodos de tiempo que iban de 20 minutos hasta un mes.

De esta forma, concluyó que los seres humanos olvidamos de forma totalmente predecible. La «curva del olvido» – como la bautizó – es exponencial:
olvidamos de forma más intensa al inicio y, después, el proceso se atenúa. Por ejemplo, si estudiaste alemán en la escuela y te detuviste, habrás notado que el número de palabras que recuerdas cayó rápidamente en el primer año, pero después el ritmo de esa pérdida de la memoria fue disminuyendo.
Otra cosa que Ebbinghaus descubrió fue que
esta curva cambia con la edad y que los niños suelen olvidar más rápido.
«El cerebro se desarrolla más rápido. El cerebro de un bebé de un año tiene más conexiones que en cualquier otro momento de su vida», explica Loveday. «Una de las actividades necesarias para el buen funcionamiento cerebral es la «poda», es decir, desechar algunas de estas conexiones, como si estuviéramos cortando un árbol para que crezca más saludable».
La especialista explica que en este proceso posiblemente se pierdan los recuerdos. «Además, hay científicos que han estudiado la importancia del lenguaje, las palabras que nos ayudan a establecer los recuerdos», agrega. «Se dice que no recordamos cosas que involucran un concepto específico hasta que lo comprendemos. En otras palabras, un recuerdo que involucra una bicicleta puede quedarse cuando somos muy jóvenes. Pero los niños no incorporan conceptos como el desagrado o la insatisfacción hasta los 5 años, por lo que no recordamos las cosas relacionadas a estos conceptos que hayan sucedido antes de esa edad».
La idea es que
somos incapaces de codificar un recuerdo antes de tener un concepto lingüístico para cada información específica. Además, hoy sabemos que el área del cerebro conocida como hipocampo resulta clave para codificar y almacenar la memoria episódica, y el hipocampo no madura hasta una fase posterior de la infancia. Todo esto afecta la capacidad del cerebro de retener aquellos primeros recuerdos.
¿Y los que recuerdan?¿Pero,
cómo explicamos los recuerdos previos a esa edad?
«Mi recuerdo más antiguo es despertar en la cuna. Puedo ver las cortinas amarillas y escuchar a alguien en el cuarto adjunto haciendo ruido con el agua. La casa en la que me encuentro es una de la que nos mudamos cuando tenía 2 años, entonces, debo tener esa edad», relató Vickey Swindales, en
un proyecto realizado por la BBC hace algunos años con 6500 personas.

En «El experimento de la memoria», los participantes resolvieron un cuestionario del psicólogo Martin Conway, del City University of London, Reino Unido, donde solicitaba que los participantes describieran su primer recuerdo y respondieran a otras preguntas, como la edad a la que tuvo lugar el hecho.
«En mi primer recuerdo, estoy dentro de lo que creo es una carriola con el techo plegado. Casi tengo la certeza de que el cielo estaba azul, aunque no conociera esa palabra… era muy pequeña», recordó la escritora A. S. Byatt.
Alrededor del 40% de los participantes en el experimento contaron recuerdos de acontecimientos sucedidos cuando tenían 24 meses de edad, y 861 personas mencionaron recuerdos adquiridos antes de completar el primer año de vida. «Quedamos impactados», menciona Conway.
El psicólogo dice que hubo
casos de personas que incluso afirmaron recordar su nacimiento. Pero aclara que eso es imposible. «Una persona puede recordar fragmentos de su infancia porque su madre le dijo algo como: ‘¿no recuerdas que te llevaba a pasear en una carriola grande y verde?’. Y la persona ‘recuerda’ el acontecimiento», dice Conway.
«Pero lo que en realidad sucede es que la persona crea una imagen mental de la carriola, y al poco tiempo eso se transforma en algo que experimenta como un recuerdo auténtico, basado en lo que su madre le dijo y en algún otro fragmento de la memoria».
Se les conoce como «
memorias ficticias«. Sin embargo, Conway aclara que «no podemos tener certeza de que esos recuerdos sean falsos: no se pueden descartar casos excepcionales. Pero, en general, existe una probabilidad muy alta de que no sean verdaderos».
Recuerdos falsos.Esto no quiere decir que las personas que afirman recordar hechos en los albores de sus vidas estén mintiendo: Algunos elementos de esos recuerdos son auténticos, pero resulta muy probable que hayamos agregado información a lo largo de nuestras vidas.

Y esto sigue ocurriendo después: muchos de nosotros
recordamos vívidamente experiencias con personas que no podían estar presentes en determinados momentos. O tenemos la seguridad de que algo sucedió para después darnos cuenta de todo lo contrario. «Le sucede a todo mundo», dice Loveday.
«Todos hacemos esto porque estamos construyendo recuerdos con lo que tenemos a la mano y, a veces, esos fragmentos se desorganizan. Recuerdas unas vacaciones en familia, y la memoria genérica incluye a todos los hermanos. Es así que cuando recordamos un momento específico, ponemos a todos en una misma escena, aunque alguno no estuviera presente”.
Entonces, ¿no podemos tener confianza en nuestra memoria? «En términos generales, podemos, como en aspectos relacionados a dónde vivimos y lo que sucedió. Pero, cuando se trata de acontecimientos muy específicos, es inevitable que aparezcan detalles que no son 100% precisos», asegura la especialista.
«Pero eso no importa: la memoria no es importante por su precisión. La memoria nos hace ser quien somos y nos conecta a los otros, así que en cierto sentido los recuerdos que tenemos son los que necesitamos para existir».
ESTAR CONECTADO AL TODO.
Cada alma que elige la vida física ingresa al plano terrestre con un conocimiento incuestionable de que todo ser humano posee un sentido íntimo y único de existencia que es sucintamente el mismo.
Todos nacemos buscando la actualización del ideal del amor, en sus grandes y maravillosas complejidades.
Las lecciones recibidas dominando con maestría 'la Dualidad de la Universidad de la Tierra' nos servirá para la existencia en una variedad de otros reinos, de una miríada de sistemas interrelacionados de la realidad. Y la realidad es la frase clave, porque es un sueño, pero uno muy real.
Sabemos que no es fácil, pero nada de valor se logra fácilmente en el camino del aprendizaje.
Debemos darnos cuenta de que si los dolores, dificultades y agonías dentro de nuestra "Universidad de la Tierra” no fueran experimentados verdaderamente como reales, la lección no se aprendería, el crecimiento no podría ocurrir. Las alegrías y pasiones sublimes experimentadas aquí también son muy reales.
Todo el Yo es el observador y la encarnación física es el actor totalmente enfocado en las interpretaciones. Cada papel tiene un significado y ofrece una lección. La lección es la de ser creador, de crear alegría y armonía y lograr obtener verdadera sabiduría en el proceso.
Isabel García García.
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