Aunque la tarea de los Ajustadores es de naturaleza espiritual, deben, por fuerza, hacer todo su trabajo sobre una base intelectual. La mente es el terreno humano del cual el espíritu Monitor debe evolucionar el alma morontial con la cooperación de la personalidad anfitriona.
Existe una unidad cósmica en los distintos niveles mentales del universo de los universos. Los yos intelectuales tienen su origen en la mente cósmica tal como las nebulosas tienen su origen en las energías cósmicas del espacio universal. En el nivel humano (por lo tanto personal) de los yos intelectuales, el potencial de evolución espiritual se torna dominante con el consentimiento de la mente moral, debido a las dotes espirituales de la personalidad humana, juntamente con la presencia creadora de una entidad de valor absoluto en tales yos humanos. Pero tal dominio del espíritu sobre la mente material requiere dos experiencias: esta mente debe haber evolucionado a través del ministerio de los siete espíritus ayudantes de la mente, y el yo material (personal) debe elegir cooperar con el Ajustador residente para crear y fomentar el yo morontial, el alma evolucionaria y potencialmente inmortal.
La mente material es la arena en la cual viven las personalidades humanas, tienen autoconciencia, toman decisiones, eligen a Dios o lo abandonan, se eternizan o se destruyen a sí mismos.
La evolución material te ha proveído con una máquina vital, tu cuerpo; el Padre mismo te ha dotado de la realidad espiritual más pura conocida en el universo, tu Ajustador del Pensamiento. Pero en tus manos, sujeta a tu libre albedrío, se te ha dado la mente, y es por la mente por la que vives o mueres. Es dentro de la mente y con la mente que tomas esas decisiones morales que te permiten alcanzar semejanza con el Ajustador, que es semejanza con Dios.
La mente mortal es un sistema temporal de intelecto prestado a los seres humanos para uso durante una vida material, y según usen esta mente, estarán o aceptando o rechazando el potencial de la existencia eterna. La mente es prácticamente todo lo que tienes de realidad universal que está sujeta a tu voluntad, y el alma —el yo morontial —ilustrará fielmente la cosecha de las decisiones temporales que hace el yo mortal. La conciencia humana descansa suavemente sobre el mecanismo electroquímico que está más abajo, y toca delicadamente el sistema de energía espíritu-morontial que está más arriba. Durante su vida mortal, el ser humano nunca está plenamente consciente de ninguno de estos dos sistemas; por lo tanto debe trabajar en la mente, de la cual está consciente. Y no es tanto lo que la mente comprende, sino más bien lo que desea comprender, aquello que asegura la supervivencia; no es tanto cómo es la mente, sino cómo está tratando de ser la mente lo que constituye la identificación espiritual. No es tanto que el hombre esté consciente de Dios cuanto que el hombre anhele a Dios lo que resulta en la ascensión en el universo. Lo que eres hoy no es tan importante como lo que llegues a ser día a día y en la eternidad.
La mente es el instrumento cósmico sobre el cual la voluntad humana puede tocar la discordia de la destrucción, o sobre el cual esta misma voluntad puede extraer las melodías exquisitas de la identificación con Dios y la consiguiente supervivencia eterna. El Ajustador donado al hombre es, en último análisis, impermeable al mal e incapaz de pecar, pero la mente mortal puede efectivamente ser distorsionada, torcida y volverse malvada y fea por las maquinaciones pecaminosas de una voluntad humana perversa y autogratificante. Del mismo modo esta mente puede tornarse noble, bella, verdadera y buena —realmente grande— de acuerdo con la voluntad iluminada por el espíritu de un ser humano que conoce a Dios.
La mente evolucionaria es tan sólo estable y confiable cuando se manifiesta en los dos extremos de la intelectualidad cósmica: el extremo totalmente mecanizado y el extremo totalmente espiritualizado. Entre los extremos intelectuales del puro control mecánico y de la verdadera naturaleza espiritual se interpone ese enorme grupo de mentes en evolución y en ascensión cuya estabilidad y tranquilidad dependen de la elección de la personalidad y de la identificación con el espíritu.
Pero el hombre no rinde su voluntad pasiva y servilmente al Ajustador. Más bien elige activa, positiva y cooperativamente seguir la guía del Ajustador cuando y como dicha guía difiere conscientemente de los deseos e impulsos de la mente mortal natural. Los Ajustadores manipulan pero nunca dominan la mente del hombre contra su voluntad; para los Ajustadores la voluntad humana es suprema. Y mucho respetan y reverencian la voluntad humana mientras tratan de alcanzar los objetivos espirituales de ajuste del pensamiento y transformación del carácter en la arena casi sin límites del intelecto humano en evolución.
La mente es tu buque, el Ajustador es tu piloto, la voluntad humana es el capitán. El dueño del barco mortal debería tener la sabiduría de confiar en el piloto divino para guiar a su alma ascendente a los puertos morontiales de la supervivencia eterna. Sólo mediante el egoísmo, la pereza y el pecado puede la voluntad del hombre rechazar la guía de un piloto tan amante y finalmente naufragar su carrera mortal en los acantilados malignos de la misericordia rechazada y contra las rocas del pecado aceptado. Con tu consentimiento, este piloto fiel te conducirá con seguridad a través de las barreras del tiempo y de los obstaculos del espacio a la fuente misma de la mente divina y aun más allá, aun hasta el Padre Paradisiaco de los Ajustadores.
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