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4 de mayo de 2018

La revolución catalana sigue.


La revolución catalana sigue. Catalunya es un hervidero de propuestas, contrapropuestas, planes, contraplanes, propósitos, transacciones y todo tipo de cábalas.  La movilización social es tremenda. Las rotativas y las redes no paran; las imprentas tampoco. Libros, folletos, panfletos. Aquí se debate todo: la forma del Estado, la República Catalana, los presos políticos, el Estado español; todo.  Por cierto, con un nivel muy respetable. Nada que ver con el de la villa y corte de los milagros. Pero nada.

Una explosión en las redes que obliga a replantear el saber convencional sobre los medios de comunicación.  En tuiter, una tormenta tras otra. Con esas dos novedades de tuiter tan desconcertantes: a) lo argumentativo suele ir acompañado de poderosas ilustraciones; b) lo público y lo personal aparecen mezclados. Internet es el foro público, universal por excelencia y tuiter su teléfono movil complementado con whatsap. Todo ello marca un ritmo frenético que, a veces, recuerda el teatro del absurdo. Pero no lo es; ni mucho menos. 

El parlament aprobó ayer considerar la desobediencia civil pacífica un método de acción política legítimo. Era de prever. La novedad es que a los votos indepes, setenta, se han sumado los ocho comunes. Mayoría absolutísima en contra de la criminalización de los CDR y a favor de la acción de desobediencia civil. Se alzan las espadas. 

Al tiempo, el mismo parlament aprueba la modificación de la Ley de la Presidencia, que abre la posibilidad de investir a Puigdemont a distancia, yugulada por el recurso previo del gobierno contra la intención y la correspondiente suspensión del Tribunal Constitucional.

He aquí la primera prueba a la voluntad de desobediencia. Las espadas se bajen, claman los prudentes, advertid que ERC pliega velas y renuncia a la vía unilateral, a Satanás y a sus pompas y obras. Obviamente, ERC formula sus deseos de multilateralidad, ampliación y eficacia y hace bien. Apañados estaríamos si no pudiera. Esos deseos los comparten todos los indepes del primero al último. De haber discrepancia será en cómo se implementen. Un futurible. En el presente, ERC cumple escrupulosamente sus acuerdos intra-bloque y nada autoriza a pensar que no vaya a seguir haciéndolo. Ha respaldado la candidatura de Elsa Artadi como sustituta de Puigdemont

Las espadas vuelven a lo alto porque Artadi, siendo una candidata perfecta desde el punto de vista de la legalidad española, es la que más claramente convertirá en realidad efectiva la estructura gaullista de la República Catalana que Elisenda Paluzie (ANC) ha ido a confirmar con el presidente Puigdemont a Berlín. Atentos a lo que decidan los miembros de la ANC, consultados estos días sobre la posición de la Assemblea. Aquí se cuece la lista única o de país. 

La idea es clara: presidente de la República en el exterior, designado por una Asamblea de electos o consejo de la República u órgano análogo, y una presidencia del govern en el interior en escrupuloso cumplimiento de la legalidad española... hasta donde se pueda. En donde no se pueda, entrará en funcionamiento esa desobediencia civil que el Parlamento catalán ha aprobado por setenta y ocho votos a favor y cincuenta y siete en contra y que el Parlamento español no podrá aceptar en modo alguno pero tampoco sabrá cómo impedir por haberse encerrado en un callejón judicial sin salida. 

La desobediencia civil es pacífica. La búsqueda judicial de violencia en el procés a partir del 1-O, infructuosa hasta la fecha, viene ahora ayudada por el uso partidista que el B155 está haciendo del fin de ETA. Se trata de criminalizar a toda costa el independentismo, aunque sea por magia simpatética: atención, ETA liquida ahora para abrir en el País Vasco un procés catalán. En lenguaje mediático con mucha imagen se pierden matices y solo queda ETA = procés catalán. Señores jueces, no hilen tan fino: todo el procés catalán es violencia, es ETA transterrada. Aplíquese la ley de partidos y lo que haga falta, ciérrense los periódicos digitales indepes, ilegalícense las asociaciones y partidos independentistas como se hizo en el País Vasco. Delenda est Catalaunia!

En este clima de delirio nacionalista español y con el horizonte de unas elecciones que todos rechazan, aunque no con la misma decisión, el presidente Puigdemont tiene convocados a los diputados de JxC el sábado en Berlín. Allá irán todos a una especie de juramento de los horacios, de defender la patria ante el enemigo, de forma democrática y pacífica, radicalmente no violenta. Falta el tercer horacio, la CUP, pero su posición es conocida. Y de allí saldrán con el nombre de Puigdemont o el de Artadi. Si es el primero, tropezará con la negativa del gobierno español parapetado en las togas del TC; si es la segunda, planteará el problema de las cuatro  abstenciones de la CUP no ya para la mayoría absoluta sino también para la simple si, en efecto, no se permite la delegación de voto de Puigdemont y Comín. 

Y en ambos casos, las elecciones, esas que todos dicen querer evitar, pasan de horizonte plausible a inevitable. Puede parecer absurdo, pero no lo es. Se recordará que en La cantante calva, de Ionesco, no hay cantante calva alguna. Aquí, tampoco

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