PARA LOS INTUITIVOS.
“Si sacas a la luz lo que llevas dentro,
lo que saques a la luz te salvará.
Si no sacas a la luz lo que llevas dentro,
lo que no saques a la luz te destruirá.”
Eres intuitivo.
Ves bajo la superficie.
Sientes emociones con una profundidad excepcional y exquisita.
Ves lo que otros son demasiado insensibles o están demasiado ocupados para ver.
Y no puedes desactivar esta capacidad.
Pero en algún momento del camino, aprendiste a silenciarte.
Aprendiste a acallar tu conocimiento, a tragarte tus sentimientos, a suavizar tu verdad, solo para evitar herir a otros o ser visto como crítico, duro, cruel, raro o “demasiado”.
Llevas un miedo —un miedo muy humano, incluso un miedo ancestral— a ser recibido con ira, juicio, vergüenza, rechazo… a ser abandonado por decir en voz alta lo que puedes ver. Temes el aislamiento, el castigo o algo peor si compartieras la plenitud de tu verdad intuitiva con el mundo.
Así que el silencio se convirtió en tu estrategia de supervivencia.
Te volviste hiperconsciente de no querer ser el "malo".
No querer ser quien invita a otros a confrontar sus propias sombras.
No querer ser culpado por la falta de voluntad de otros para hacer el duro trabajo de sanar.
La idea de decir algo incorrecto, de ser ridiculizado, incomprendido, de perder el amor por lo que ves... puede ser insoportable, lo sé.
Así que asumes el papel de la persona dulce, la persona agradable, la pacificadora y la guardiana de la paz.
Reprimes lo que sientes.
Ocultas lo que ves.
Asumes el papel de la "empatía", pero eres mucho más que eso.
Porque la represión no borra tu verdad, solo la entierra viva dentro de ti. Las palabras no dichas, las batallas invisibles, las emociones reprimidas se convierten en tensión, dolores de cabeza, estrés, agotamiento y, finalmente, en enfermedad.
Por fuera, te mantienes sereno, agradable, tranquilo, "amable"... pero por dentro, arde un fuego: el fuego de todo lo que nunca compartiste con el mundo.
Evitas el conflicto.
Evitas decir la verdad a los demás.
Evitas causar problemas.
Y, sin embargo... el conflicto ruge en tu interior.
Y la verdad más profunda es que, por muy callado que permanezcas, por muy dulce que te vuelvas, en realidad no estás complaciendo a nadie.
Y menos a ti mismo.
¿Y el mundo? Sigue girando.
Sigue mintiendo, escondiendo, manipulando, fingiendo...
Todo lo que ves con tanta claridad, incluso cuando intentas no hacerlo.
Amigo mío, estás aquí para hablar.
Estás aquí para confiar en la voz interior. Estás aquí para ser lo suficientemente valiente como para dejar que los demás sientan lo que necesitan sentir: ira, tristeza, conmoción, decepción, incluso si no están listos para la sanación que llevas en tus huesos.
No tienes que arrojar tu cruda verdad a nadie sin cuidado.
Puedes seguir siendo sensible, estar en sintonía y ser amable con quienes tienes delante.
No tienes que perder la empatía.
Pero tampoco tienes que tragarte tu verdad.
No tienes que enfermarte solo para mantener la paz.
¡Sí, ya no tienes que enfermarte para complacer a los demás!
Porque, ¿qué clase de paz duradera se construye sobre la guerra interior?
El mundo necesita tu intuición, ahora más que nunca.
Necesita tu profundidad, tu claridad, tu visión, tu perspicacia.
Y tú, tú estás listo ahora.
Estás listo para ser valiente.
Para salir de lo conocido y entrar en una nueva vida, y ser valiente.
Estás listo para dejarte ver. Estás listo para compartir lo que llevas dentro, antes de que te destruya.
Y todos tus ancestros te están deseando que continúes.
- Jeff Foster-
https://t.me/VisionariaVisionesInfinitas