La Matrix no es una computadora. Es una creencia.
Una red invisible tejida por pensamientos que nadie se atrevió a cuestionar.
Nos dijeron quiénes éramos, qué valía la pena y cómo debía verse la realidad. Y lo creímos. No porque fuera cierto, sino porque teníamos miedo de estar solos en el vacío de no saber.
La Matrix no está allá afuera, sino justo donde empieza tu interpretación del mundo. Vive en los juicios que repites sin darte cuenta, en las emociones que asumes como tuyas, en las metas que alguien más diseñó para ti.
Cada vez que reaccionas sin observarte, la Matrix gana.
Cada vez que necesitas tener la razón, sigue actualizándose.
Cada vez que te identificas con lo que piensas, le das combustible.
Pero no viniste a obedecerla.
Viniste a observarla.
A disolverla.
A recordar que eres el que observa, no lo observado.
Salir de la Matrix no es una revolución tecnológica, es una revolución de conciencia.
No se trata de romper las reglas del mundo, sino de dejar de confundirlas con verdades.
La única salida no es hacia adelante. Es hacia adentro.
Cuando te sientas vacío, no huyas.
Ese vacío es el punto de fuga.
El glitch en la programación.
La grieta por donde entra la luz.
Y entonces, por un instante, recuerdas: nunca estuviste atrapado.
Solo estabas dormido dentro del sueño de alguien más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admiten comentarios con datos personales como teléfonos, direcciones o publicidad encubierta