Históricamente, el quinto informe de gobierno del presidente marca el tramo final de las labores del sexenio, y este fin de semana, después del discurso a la nación que dirigió Enrique Peña Nieto en el Palacio Nacional, ha comenzado ―políticamente hablando― el 2018, que tendrá como capítulo final la elección presidencial de julio del siguiente año.
Los 302 días que transcurrirán entre ambos eventos estarán marcados por la sucesión presidencial y un muy posible cambio de régimen.
Presupuesto, designaciones en la Suprema Corte de Justicia (SCJN), el nombramiento de un fiscal general, la renegociación del TLCAN, y la designación del gobernador del Banco de México, todo tendrá como sombra o como faro la lucha por la presidencia.
El mensaje de Peña Nieto fue como todos los que dan los mandatarios en ocasiones así: idílico y carente de autocríticas.
Ante la descripción de ese México lleno de bienaventuranzas, la respuesta irónica del ciudadano común es querer saber dónde se encuentra tan maravilloso lugar para mudarnos a él o poder visitarlo, porque la realidad es muy diferente. Se suele decir que los números no mienten, pero la elección de cuáles cifras se presentan suele ocultar otras igualmente importantes.
Por ejemplo, al hablar de seguridad, uno de los temas clave de la Administración actual, se informó que se "han neutralizado 107 de los 127 delincuentes más peligrosos", pero no se dice que el pasado mayo representó el mes con más muertes en más de 20 años, con casi 4.000 personas asesinadas.
Extrañamente, se destacó como logro que los asesinatos ya no estuvieran relacionados con el crimen organizado, sino que recayeran en la órbita del fuero común, algo que solo puede significar que la violencia es un asunto generalizado y no se encuentra confinado a una cuestión específica.
Otra cifra engañosa fue la relativa a la pobreza. Se informó que la pobreza extrema descendió de 42,3 millones de personas en 2012 a 34,6 en 2016 e incluso Peña Nieto pronosticó que en una década podría quedar erradicada.
No se explica que aunque la pobreza extrema disminuyó, la pobreza sin adjetivos aumentó, o que los mexicanos con alguna condición de vulnerabilidad (por ingresos, de vivienda o carencia sociales) llegamos a casi 90 millones de personas, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).
Peña Nieto afirmó que la pobreza extrema se podría erradicar en 10 años, pero la realidad nos dice que en México estos niveles no han cambiado en los últimos 20 años, y que de acuerdo a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos(OCDE), México ha registrado una tendencia regresiva en materia de reducción de la pobreza y es la segunda nación más desigual de este organismo internacional, solo después de Chile.
Un tema que molesta profundamente a la sociedad mexicana es el de la corrupción de la clase política y su impunidad.
Nada se habló de los escándalos como el de Odebrecht ni se aseguró el castigo a los gobernadores que se encuentran bajo proceso, limitándose a decir que están siendo investigados.
Nada se mencionó del nombramiento del fiscal general, un asunto que está causando una amplia polémica y controversia en las últimas semanas en la sociedad mexicana.
La molestia y consternación generalizada de los partidos de oposición, activistas, académicos y empresarios al posible nombramiento de Raúl Cervantes, político priista que garantizaría perpetuar la impunidad de la clase política en el poder no encontró ningún tipo de eco ni de alusión en la alocución presidencial.
En la poco más de una hora que duró el discurso, hubo pocos momentos genuinos de entusiasmo, incluso para un público escogido a modo. La única aclamación sincera y que levantó a los presentes fue cuando hizo alusión a la política exterior y la tan polémica relación que el Gobierno ha establecido con Donald Trump.
Después de un año de mostrar una postura débil y hasta sumisa, por fin el presidente Peña Nieto se atrevió a declarar que "la relación con el nuevo Gobierno de Estados Unidos, como con cualquier otra nación, se tiene que basar en principios irrenunciables: soberanía, defensa del interés nacional y protección de nuestros connacionales.
Lo he dicho y lo reitero, no aceptaremos nada que vaya en contra de nuestra dignidad como nación".
La gente escuchó la palabra dignidad y ovacionó. Incluidos empresarios y diplomáticos.
Un año le costó tener una posición de dignidad ante el maltrato del presidente estadounidense, pero aun así encontró un eco favorable de la audiencia, quedando de manifiesto lo que espera la sociedad en este punto, sobre todo ahora que está en proceso la renegociación del TLCAN.
La parte final de su informe tuvo una dedicatoria clara a Andrés Manuel López Obrador, la principal figura de oposición, al afirmar que "la disyuntiva es muy clara, seguir construyendo para hacer de México una de las potencias mundiales del siglo XXI o ceder a un modelo del pasado que ya ha fracasado".
De igual manera, en una entrevista concedida hace unos días, el presidente mexicano habló por primera vez de manera directa sobre López Obrador y equiparó su discurso al de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, al tiempo que expresó que le preocupaba que México siguiera el camino de Venezuela.
El epílogo del informe y esta entrevista muestran que el banderazo de salida de la contienda electoral es una realidad y que el papel que desempeñará Peña Nieto en los meses por venir será más como un jefe de partido y de campaña que como un jefe de Gobierno o un estadista.
Cambio de régimen o continuidad es la disyuntiva que se nos presenta a los mexicanos. La deliberación debería ser sencilla.