Así ha sido como, por ejemplo, se ha extendido la idea absolutamente errónea de que vivimos en una “sociedad individualista”.
Alguna gente repite este argumento como un loro amaestrado, afirmando que “el individualismo es la causa de las injusticias, desequilibrios y abusos que sufrimos en nuestra sociedad”
Curiosamente, este argumento se fundamenta en una perversión inconsciente del lenguaje, que consiste en la identificación de la palabra y el concepto “individualismo” con algo tan negativo como el “egoísmo”, la “insolidaridad” o la “falta de empatía” hacia los demás.
Pero, ¿cual es realmente el significado de la palabra “individualismo”?
Busquemos la definición de la RAE al respecto.
INDIVIDUALISMO: tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás o sin sujetarse a normas generales
//tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a la sociedad y el Estado
Así pues, ¿Dónde está el egoísmo en esta definición?
¿Dónde está la falta de empatía hacia los demás?
¿Donde está la insolidaridad, la injusticia o el abuso?
¿Defender tu independencia y tu soberanía personal implica necesariamente ser egoísta y hacer daño a las demás personas?
Entonces, si es así y siguiendo el mismo hilo de razonamiento, no defender tu poder personal y tu propio criterio y renunciar sumisamente a ellos convirtiéndote en un borrego adoctrinado, te convierte en alguien “bondadoso”, ¿no?
Como podemos ver, el Sistema ha generado hábiles mecanismos lingüísticos inconscientes que nos han llevado a identificar el concepto de individualismo con algo puramente negativo y egoísta.
Un reflejo claro de la programación mental sutil a la que todos estamos sometidos.
Y no solo eso. Mediante esta programación sutil, el concepto de “individuo” se ve sometido a constantes ataques, hasta el punto de convertirlo casi en un sinónimo de “criminal”.
Solo hace falta ver el bombardeo incesante que sufrimos por TV o en el cine, a través de miles de películas y seriales televisivos centrados en psicópatas solitarios, individuos “mal programados por la sociedad”, que inmisericordes, se dedican a violar y despedazar a sus semejantes.
¿Cuántas veces habéis visto en la ficción a un personaje aislado de la sociedad, con una forma de pensar propia y radicalmente diferente y que sea “el bueno de la película” y no sea presentado como un chiflado?
Muy pocas, seguro.
Y este argumentario de ficción se ve reforzado por la mitología creada en el mundo real, plagada de “lobos solitarios”, “individuos obsesionados y fanatizados” que tirotean a inocentes o acaban con la vida de grandes personajes.
Martín Luther King, J.F. Kennedy, el propio Lee Harvey Oswald, Robert Kennedy, Olof Palme, John Lennon…todos ellos supuestamente asesinados por individuos enloquecidos que “actuaban por su cuenta”.
El argumento del asesino individual que actúa por cuenta propia se ha convertido en un auténtico comodín a la hora de encubrir las más oscuras conspiraciones.
Un clásico que parece que nunca pasará de moda.
Indudablemente, los criminales solitarios y antisociales existen.
No decimos que no sea así.
¿Pero cuantos crímenes se cometen alrededor del mundo en nombre de grandes ideales, de la democracia o de las ganancias económicas, siguiendo leyes, reglas o preceptos religiosos socialmente aceptados?
¿Las guerras y las injusticias que ha sufrido y sufre nuestro mundo tienen su raíz en individuos independientes?
¿Realmente el individualismo es el causante de tanto dolor?
Si sumáramos el número de muertos causados por individuos que actúan por su cuenta a lo largo de toda la historia y los comparáramos con los causados en nombre de cualquier religión, patria o ideología, ¿que sucedería?
Entonces, ¿porqué el mundo de la ficción dedica tantos esfuerzos al individuo malvado, encarnado en el típico psicokiller inadaptado?