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5 de febrero de 2018

LA BASE FUNDAMENTAL PARA UNA SOCIEDAD ENFERMA

Como venimos diciendo, la sociedad programa a sus miembros para que no puedan construirse una identidad individual fuerte e independiente.
No eres tú quien decide cómo eres, cómo piensas o en qué crees. Haces básicamente lo que la sociedad te ha dicho que debes hacer para no acabar aislado y acabas siendo lo que el Sistema ha decidido que seas, inculcándote sus normas y haciéndote desear, por encima de todo, que te clasifiquen en alguno de esos múltiples grupos prefabricados a los que creemos llegar a través de nuestra falsa “libertad de elección”.
Así pues, los parámetros que utilizamos para juzgarnos a nosotros mismos siempre proceden del exterior; nunca llegamos a ser nuestros propios jueces y árbitros, siguiendo criterios y convicciones personales, sino que nos juzgamos a nosotros mismos mediante leyes inoculadas en nuestra mente por un Sistema exterior, fundamentadas en creencias, valores y anhelos que nos han sido inculcados desde pequeñitos.

Estas normas inertes acallan nuestra propia voz interior y las consecuencias finales de ello es que, entre todos, acabamos construyendo una sociedad enferma.
¿Por qué?
Porque cuando dejamos de escucharnos a nosotros mismos por encima de todo y nos rebajamos ante normas externas impuestas, negamos el valor que tenemos como individuos, ninguneamos nuestra voz interior y nuestro propio criterio y por lo tanto, nos faltamos al respeto a nosotros mismos, algo que al final acabamos percibiendo de forma inconsciente.
Por esa razón, la mayoría de personas no pueden soportar ver antes sus ojos a un individuo libre y bien diferenciado, porque es un espejo que refleja nítidamente la falta de respeto que sienten por sí mismos.
Ahí es cuando todos los miembros de la sociedad lo atacan, utilizando como arma de agresión los parámetros sociales a los que ellos mismos han sometido toda expresión de su propia individualidad, actuando de esa manera, como anticuerpos del Sistema, que eliminan al “diferente” que lo pone en peligro.
Y las consecuencias de ello son terribles.
Porque una vez se instaura el mecanismo que permite dejar de respetar cualquier expresión de individualidad ajena, se instala en nuestra mente la base lógica mediante la cual se puede faltar al respeto a cualquier grupo o colectividad formada por individuos “diferentes” a nosotros.
De ahí surgen todas las expresiones de racismo, clasismo y odio que azotan nuestro mundo.
Resumiendo: la falta de respeto hacia nuestra propia individualidad deriva en una falta de respeto hacia cualquier expresión de individualidad ajena, y esa deriva, a su vez, en una falta de respeto hacia cualquier colectivo, siendo ésta la base de todas las divisiones y conflictos de nuestro mundo, basados en creencias, ideologías o prejuicios de todo tipo.
De lo que se deduce que es la falta de individualismo la que conduce a una sociedad desunida y egoísta.
Las cosas son pues, al revés de como nos las han vendido siempre.


Este artículo fue publicado el 10 de septiembre de 2014 en Gazzetta del Apocalipsis


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