SI NO TE ACLARAS, ESCRIBE
En mi opinión, la escritura es una herramienta muy eficaz que se puede utilizar cuando uno no es capaz de pensar con claridad, de ordenar sus ideas dentro de la cabeza, o de ver lo positivo y lo negativo de cualquier asunto. También es muy útil cuando uno quiere conocerse mejor.
Sabemos que todas las ideas viven juntas en el inconsciente; incluso se mantienen las que son opuestas entre sí o contradictorias y hasta aquellas en las que ya no creemos, las ajenas que nos inculcaron, las que hemos oído pero no comprendemos y muchas de ellas ya están caducadas o las hemos descartado, pero siguen estando. Siguen ahí conviviendo incluso armónicamente.
Cuando nos hacen una pregunta, vamos rápidamente al inconsciente y rebuscamos toda la información que tenemos archivada sobre ese asunto, la llevamos al preconsciente y ahí se hace una limpieza, se desecha lo que ya no vale, se actualiza lo sobrante y se pone en orden para que sea comprensible; entonces se da la respuesta.
Cuando escribimos sucede algo similar. Plasmamos lo que sentimos, lo que creemos, lo que es nuestra opinión, después de haber hecho casi el mismo proceso interior que a la hora de responder verbalmente.
Algunas personas le llaman –equivocadamente- pensar a lo que solamente es dar vueltas al mismo asunto y sin avanzar. Otros le llaman pensar a buscar una justificación a una idea ya preconcebida y entonces “pensar” se convierte en buscar la alianza con cualquier excusa por falsa que sea. Otros “piensan” desde su desconcierto, su falta de lucidez y ecuanimidad, su pesimismo o su ansiedad… o sea, desde estados alterados en los que los elementos primordiales a la hora de descubrir y aportar ideas, como son la objetividad o la honestidad o la claridad, no están presentes.
La escritura nos obliga a poner orden para poder expresarlo de forma lineal. O sea, una palabra detrás de otra y con sentido. Por eso al hablar, y al escribir, nos podemos enterar de lo que REALMENTE sentimos o sabemos.
Recomiendo, constantemente, que se tenga siempre a mano algo donde ir anotando los descubrimientos que se van haciendo, y que se escriban los que parezca interesantes, los buenos propósitos, o lo que se decide que se va a cambiar, porque si está escrito es más fácil recordarlo y poder recurrir a ello de un vistazo sin tener que repetir todo el proceso que llevó a esas conclusiones.
Cuando se escribe, los pensamientos se cosifican, se convierte en algo concreto lo que antes sólo era abstracto y mental, y de ese modo adquieren más claridad y fuerza.
Al verlo uno fuera de su propio caos mental puede obtener la imparcialidad que necesita para valorarlo en su justa medida. Al verlo escrito es más accesible.
Hay dos recomendaciones interesantes para escribir. La recomendación primera es escribir todo lo que se presente en la mente, sin discernir o tratar de entenderlo al momento, aunque parezca un disparate, un sinsentido; aunque uno se sorprenda de haber tenido ese pensamiento, lo mejor es escribirlo porque es una manifestación que necesita ser expresada. Ya habrá tiempo después, al terminar de escribir, de comprender, de mejorar la expresión o la gramática o de borrar. Ese momento de escribir es mejor que sea en bruto, sin filtros, sin preocuparse de otra cosa que no sea escribir y escribir.
Hay que tener cuidado y no permitir que se entrometa el ego –por ejemplo- y se interese más por la bondad de lo escrito porque puede que no le interese que queden plasmados hechos o situaciones o pensamientos donde uno salga mal parado. Poner un filtro a la hora de escribir, en este caso, no es adecuado. Se seguirían callando muchas cosas que permanecen escondidas porque no se quieren reconocer. Es el momento de la verdad, de dejarse de autoengaños.
Cuando uno termina de escribir –y no hay que meter prisa para acabar con ese momento tan íntimo, necesario y productivo- se puede llegar a sorprender –para bien o para mal- de algunas de las cosas que ha escrito; posiblemente hasta le parezca que no ha sido él.
Entonces es el momento de ver lo que se ha escrito. De analizarlo. Siempre manteniendo la objetividad, siendo justo. Y es el momento de evaluar y comprender y tomar decisiones.
La otra recomendación es no tener prisa en escribir hasta tenerlo todo muy bien reflexionado, con objetividad, entreteniéndose en los pormenores, primando la integridad, la honestidad y la objetividad. Al mismo tiempo se pueden ir tomando apuntes sobre un papel, como notas sueltas o nuevos senderos por los que transitar con la mente, o para reunir los caminos dispersos por los que el pensamiento ha transitado y ver todo plasmado fuera del barullo de la cabeza.
Esta opción requiere una mente despejada, ordenada, saber reflexionar bien controlando el proceso y sin permitirse desbocarse o distraerse. Requiere un modo de pensamiento equilibrado al servicio de una mente conscientemente dirigida.
En cualquiera de los casos, escribirlo en un papel aporta una nueva forma más consciente de verlo. Sobre eso se puede trabajar de un modo concreto porque mientras está en la mente es más difícil de controlar.
Cada uno que lo haga según le vaya mejor. Unos prefieren escribir largas parrafadas y otros se limitan a coger dos folios y en uno escriben, arriba y con mayúsculas, POSITIVO y en el otro NEGATIVO. Y cuando han terminado pueden valorar hacia qué lado se dirige la balanza.
Cada persona puede y debe hacerlo del modo que se sienta más cómodo. Se puede garantizar que escribir los pensamientos es una terapia efectiva. Y un buen modo de autoconocimiento.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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