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26 de noviembre de 2015

Y si cae de nuevo la banca, que consecuencias habrá?


Los bancos europeos pueden volver a sufrir problemas por tres razones (al menos). La principal es el vínculo o bucle entre deuda soberana y balances bancarios. Sucede que muchos bancos tienen mucho dinero invertido en deuda pública de su país. Esta, a medida que vencen las emisiones, no recupera su rentabilidad (del 4%, del 5%...). Al revés, las nuevas emisiones ofrecen intereses negativos, gracias a la abundante liquidez dispuesta por el BCE para evitar la depresión, activar la economía, animar los precios. Ergo a los bancos se les ciega una manera ultra cómoda de obtener margen financiero y registrar beneficios.
El segundo problema sigue al primero: si no en deuda, ¿dónde invertir el dinero de los clientes? La escasez de materia bancable o demanda solvente de crédito con cuya concesión obtener beneficios (función de la banca) complica el oficio de banquero, y sus riesgos.
Queda un tercero, pero de este nadie habla. Peor, se rehúye ante las sonrisas soberanistas de David Cameron: la permanencia de la City londinense como coto cerrado de las peores prácticas, emporio de la corrupción y éxtasis de toda locura financiera. Ello puede contagiar en un minuto al resto, así lo vimos desde 2008. Como ahí no entra el Banco Central Europeo con su exigente Mecanismo Único de Supervisión, sino solo la vigilancia genérica de la mediocre Autoridad Bancaria Europea —que hace pruebas de estrés surrealistas e increíbles—, el peligro es real.
Pero seamos posibilistas y centrémonos en el primer problema, más abordable.
Quizá el elemento más hábil de la propuesta lanzada el martes por la Comisión para construir un Fondo de Garantía de Depósitos FGD a nivel europeo —que constituye el tercer brazo pendiente de la Unión Bancaria (UB)— es que acoge las preocupaciones de todos: las de Alemania, opuesta como siempre a mutualizar obligaciones por miedo a tener que hacer frente a las incumplidas por los incumplidores; y las de todos quienes desean fortalecer la Unión Bancaria, también con una mutualización de deberes y derechos, aunque sea a largo plazo.
Largo: la fecha de llegada es 2024. Y el trayecto se recorrerá progresivamente, por fases. El propósito es ir avanzando en la mutualización: primero, un FGD europeo complementario a los nacionales, que va aspirando año a año las reservas de estos y al final los absorbe enteramente y garantiza todo depósito hasta 100.000 euros. Al mismo ritmo se irían contrarrestando riesgos como el mentado al principio: se pondrían límites al exceso de deuda soberana yacente en los balances bancarios, que tanto quita el sueño a Berlín.
La UB se pensó para afrontar las nuevas crisis que seguro llegarán; impedir que su factura la paguen los contribuyentes; aumentar la solvencia, la calidad de los activos bancarios y la cantidad del capital; uniformizar las condiciones del crédito; homologar el trato a los clientes en toda la Unión; evitar así la fragmentación y la discriminación... Hasta que se complete, no estaremos tranquilos. Y aún.

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