¿Y si hablamos un poco menos del déficit?
A Europa le hace falta alma con la que convencer a los europeos porque, pese a que el dinero nunca ha gritado tanto como ahora, nos gusta creer que hace falta algo más que el déficit para alimentar nuestra alma
La CE cancela la multa para España por incumplir el déficit EFE
"El dinero nunca ha gritado tan alto como ahora", dijo en una entrevista reciente George Steiner, crítico literario y filósofo. Los últimos gritos tienen el nombre del dinero y el apellido del déficit. Bruselas acaba de perdonar una multa a España para penalizarnos en diferido por no cumplir el déficit. Una multa que no es multa, pero que supone un recorte brutal para el país y un agujero más en el cinturón que los españoles de a pie, los de siempre, se tienen que apretar. Porque en Europa, de lo que se habla es del déficit.
El terrorismo golpea el continente y los países miembros se muestran celosos de sus servicios de inteligencia múltiples y faltos de imaginación para combatir este enemigo difuso. Y en Bruselas, preocupados por el déficit.
La ultraderecha y la xenofobia han triunfado hasta la Gran Bretaña con algunos de los peligrosos argumentos de la victoria del Brexit, en Austria a punto han estado de ganar las elecciones y en Francia hablan de tú a tú a los votantes. Y en Bruselas, lo que urge es el déficit.
Europa se pone de perfil con Turquía para no tener que denunciar los atropellos a los derechos humanos que Erdogan está cometiendo "porque el pueblo lo quiere", o para no tener que reconocer que ha abandonado y expuesto a los cientos de miles de refugiados sirios a un genocidio seguro. Y Bruselas sigue midiendo el déficit.
La obsesión de Europa en general y de Alemania en particular por el déficit empieza a ser patológica. El equilibrio de la economía es necesario para la supervivencia de Europa. Pero mientras Bruselas y los que allí dirigen el continente amanecen y se acuestan soñando con el déficit, puede que Europa esté perdiendo a los europeos.
Porque la unión económica de la que presume Europa, aquello que comenzó como una unión del carbón y el acero, y que auguraba una unión política y democrática de primer orden en el futuro, no avanza. La Europa continente que muchos esperábamos no es la Europa empresa en la que nos encontramos inmersos. "Es posible que (…) la ulterior extensión del euro o de las burocracias parlamentarias según el modelo Luxemburgo no constituyan la dinámica primordial de la visión europea. O, si lo son, lo cierto es que esa visión no es precisamente como para entusiasmar al alma humana" como dice George Steiner en su libro "La idea de Europa".
A Europa le hace falta alma con la que convencer a los europeos, porque pese a que el dinero nunca ha gritado tanto como ahora, nos gusta creer que hace falta algo más que el déficit para alimentar nuestra alma, una Europa de nombres, pensadores e Historia. Una Europa del bien común que presuma del Estado del Bienestar con argumentos políticos y éticos. Una idea de Europa múltiple, plurilingüística, diversa, con toda la potencia y la riqueza de las diferencias. Así que ¿por qué no dejamos de hablar del déficit?
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