Semana aciaga para la democracia en Brasil y en toda la región. Se consumó el golpe contra el gobierno de Dilma Rousseff. Es un golpe contra la democracia. Es un golpe contra los gobiernos del “Partido dos Trabalhadores” (PT) que consiguieron reducir la pobreza extrema en más de un 63%. Es indudablemente un golpe motivado por fuertes razones económicas, pero también es un “golpe racista, misógino y homofóbico” como la propia mandataria reflejó en su discurso ante el Senado. Es un golpe de la élite contra las mayorías. Brasil, ese gigante que durante tantas décadas padeció el hambre, la miseria y las desigualdades heredaras del inefable pasado colonial, que comenzó a despertar de su pesadilla en 2003 con la llegada al poder del PT, y que ahora ve truncarse su sueños de poder cerrar sus venas abiertas por culpa de la voluntad egoísta de unas élites ligadas al capital transnacional.
El siglo XXI supuso para la región un nuevo aroma que hacía demasiado tiempo que no se respiraba. La larga y oscura noche neoliberal acababa. Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay… una ola de cambio recorría la región. Esto se tradujo en avances indudables en los indicadores sociales (sanidad, educación, pobreza, desigualdad…) y en muchos casos también institucionales. Los cambios eran urgentes, porque el paciente entraba en el nuevo siglo en estado de coma. Las recetas muy diferentes de aquellas aplicadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM). Aquellas siempre se han mostrado efectivas para el beneficio de las élites y el empobrecimiento de las mayorías.
Pero no es objeto de este texto hacer un mapa del estado de situación en la región y debatir sobr la tesis del supuesto cambio de ciclo. El objeto es centrarnos en Brasil, y concretamente en la propuesta económica que empuja hacia el golpe en Brasil y nos ayuda a entenderlo. Para esto tenemos que volver la mirada atrás un poco hacia atrás.
En primer lugar, como ya se ha dicho, los logros sociales y económicos de los gobiernos del PT son incuestionables. Estos logros sociales se fundamentaron en un aumento de la capacidad redistributiva del Estado, esto a través de una gran cantidad de programas sociales y el fuerte aumento de la inversión social. Sin embargo, la distribución primaria del ingreso no se modificó, pero como el pastel era cada vez más grande, aunque el Estado sacara una buena parte del mismo y lo destinara para mejorar las condiciones de vida de la mayoría, las élites económicas también veían aumentar sus ingresos sin ver en peligro sus privilegios. Así funcionaba el pacto interclasista con el beneplácito del Estado.
En segundo lugar, la ruptura de este pacto se produce con el segundo mandato de Dilma, donde el desencadenante fue la menor disponibilidad presupuestaria. Esta reducción de recursos se presenta en forma de dilema dicotómico. A menores recursos caben dos opciones: 1) quitar a las grandes mayorías y que sean ellas las que soporten el peso de la restricción presupuestaria al más puro estilo neoliberal, o 2) apostar a que sean las élites privilegiadas y adineradas las que soporten con mayor fuerza el ajuste.
¿Por qué salida apostó la presidenta Dilma Rousseff? Pues en un primer momento intentó alargar el pacto con las élites y fruto de ello, entre otras cuestiones, fue la designación como Ministro de Economía de Joaquim Levy, que entró en el gabinete el 1 de Enero de 2015. La prensa opositora lo tomó bien porque esa entelequia que son los mercados decían estar contentos con la apuesta. El resultado tras conocerse esta designación fue la fuerte subida de la bolsa brasilera (la mayor en los tres años anteriores) y el fortalecimiento del Real frente al Dólar estadounidense. Por su parte, en este momento, el lobo con piel de cordero del PMBD celebraba esta reorientación y su recompensa en el Gabinete que pasó de 5 a 6 miembros del partido. El pacto con el diablo parecía funcionar, al menos para mantener contentas a las élites.
Sin embargo, las disputas no tardaron en saltar a la luz, ya que esta reorientación suponía romper con los postulados clásicos del PT. El pacto con la ortodoxia exigía cada vez más ajustes. El detonante se dio en la controversia entre la presidenta Dilma y Joaquim Levy con uno de los programas sociales estrellas del PT, el programa Bolsa Familiar[1]. Finalmente, a menos de un año desde su llegada, concretamente el 17 de diciembre de 2015 se hacía oficial un secreto a voces, la salida de Joaquim Levy del Ministerio de Economía. Ese día, los “mercados” mostraron su descontento. La bolsa brasilera cayó un 2,14% y el Real cayó fuertemente frente al Dólar. Aunque la salida se produjo el 17, las discrepancias venían de mucho antes por la apuesta de la presidenta por la otra salida, aquella que apostaba porque fueran los que más tienen, los que soportaran la restricción presupuestaria. Fruto de esto fue el inicio del proceso de impeachment el 2 de diciembre de 2015. Es decir, el detonante para la activación fue la elección del camino contrario a los intereses de las élites económicas. Las cartas se iban poniendo sobre la mesa. O Dilma Rousseff aceptaba el pacto (chantaje) o la sacarían por cualquier medio de la presidencia.
Para esa fecha, Joaquim Levy ya había cumplido su función. Iniciar una fase de shock económico que además de promover fuertes ajustes, elevó la inflación por encima del 10%, algo impensable un año antes. Las condiciones estaban dadas para que el FMI y el Banco Mundial se unieran al festín. Y por cierto, desde finales de 2015 Joaquim Levy también era Director General y Director Financiero del Grupo Banco Mundial.
Pero aún faltaba el toque de complot de los capitales internacionales. Para esto el FMI fue reduciendo progresivamente las proyecciones de crecimiento de Brasil hasta convertir la situación de la economía brasilera en una gran recesión que no levantaba cabeza. Cuando iniciaba el proceso de impeachment el FMI anunciaba una recesión del PIB de Brasil del 3,8%, mientras que la CEPAL decía en el mes de abril que la caída del PIB sería del 0,9%. El shock, si no es real, debe ser inducido. Sin embargo, tras la llegada provisional al poder de Temer en Abril y con la revisión que hizo en julio el FMI de la economía brasilera, corrigió la caída del PIB para este año al 3,3% debido “a que el desempeño de la economía brasileña en el primer semestre ha sido mejor de lo previsto, y con ello se prevé que la contracción anual será menos drástica de lo que se había pensado”. Además, el FMI también mejoró las previsiones de crecimiento para el 2017, pasando de un crecimiento nulo a un crecimiento estimado del 0,5%. Con esto, se quería evidenciar que el primer paquetazo de Temer tenía rápidamente efectos positivos sobre el crecimiento. Eso sí, por supuesto que obviando las condiciones de vida de las grandes mayorías, la calidad democrática, y cómo no, comparándo con las previsiones anteriores que el organismo había lanzado para desacreditar el desempeño económico del ejecutivo de la presidenta Rousseff. Si finalmente la economía brasilera cae “sólo” el 2%, incluso más de lo que auguraba la CEPAL a comienzos de año, será un supuesto éxito de las políticas temerarias del nuevo ejecutivo en comparación con las previsiones catastrofistas del FMI.
Pero ¿en qué consisten estas medidas económicas del Gobierno de Temer?. El primer paquetazo ha consistido en un fuerte impulso de las privatizaciones de todo aquello que era rentable para el Estado, y por tanto, para la sociedad brasilera. Comenzó por el sector eléctrico, donde se están privatizando más de 200 pequeñas empresas que además de rentabilidad cumplían la función social de llevar electricidad a la mayoría de lugares del país. Las privatizaciones también han llegado a las empresas de transporte y a las de gestión aeroportuaria y portuaria. Otras instituciones públicas se abren a una mayor participación privada como el Seguro de Caixa Económica Federal o el Instituto de Reaseguro de Brasil[2]. Y por supuesto, en la puja por el expolio, no podía faltar la nueva joya de la corona brasilera, los grandes yacimientos petrolíferos del presal.
No sólo están en venta los activos del país. Sino que toda la inversión social, aquella que ha conseguido los tan importantes avances sociales en términos de reducción de la pobreza y la desigualdad o acceso a la educación y la sanidad, también está sufriendo el ajuste. Desde que Temer ocupó de forma provisional la presidencia, expuso su voluntad de eliminar el fondo creado para invertir los ingresos petroleros en educación, en julio eliminó las prestaciones de la Bolsa Familia excluyendo a 10 millones de familias de dicha ayuda. Y esto sólo fueron algunas de las cosas realizadas durante el interinato antes del 31 de agosto. Ahora, ya consolidado el golpe, ha lanzado nuevos recortes en derechos laborales y pensiones, recortes para la salud, donde el ajuste para el próximo año se espera que llegue casi al 40%. Sin embargo, a pesar de todos estos recortes, el déficit público en 2016 según el propio ejecutivo de Temer será de $48.000 millones, mucho más alto que los $27.286 millones de déficit en 2015, que supuestamente era intolerable y motivado por el supuesto despilfarro del dinero público en las medidas de protección social.
Quienes son los ganadores y quienes son los perdedores con el golpe están claros. Cuales son los intereses de los ganadores también. Como dijo Dilma, “la historia será implacable con los que se creen vencedores”. Dilma Roussef sobrevivió a las torturas y vejaciones de un régimen militar, seguro no se arrodillará ante los atropellos de unas élites corruptas que para nada gozan del apoyo popular. El golpe contra la democracia en Brasil es un golpe del capital, intolerante con aquellos gobiernos que piensan en las mayorías por sobre las élites. El neoliberalismo ha vuelto en forma de golpe.
Notas:
[1] El Programa Bolsa Familiar beneficiaba a casi 60 millones de pobres proporcionando una ayuda financiera para cubrir las necesidades básicas de las familias.
[2] Para un mayor detalle de la primera oleada privatizadora ver Serrano, A. (2016). “Brasil en rebajas” publicado enhttp://www.celag.org/brasil-en-rebajas/ publicado el 19 de Julio de 2016.
Fuente: http://www.celag.org/el-neoliberalismo-detras-del-golpe-en-brasil/
El siglo XXI supuso para la región un nuevo aroma que hacía demasiado tiempo que no se respiraba. La larga y oscura noche neoliberal acababa. Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay… una ola de cambio recorría la región. Esto se tradujo en avances indudables en los indicadores sociales (sanidad, educación, pobreza, desigualdad…) y en muchos casos también institucionales. Los cambios eran urgentes, porque el paciente entraba en el nuevo siglo en estado de coma. Las recetas muy diferentes de aquellas aplicadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM). Aquellas siempre se han mostrado efectivas para el beneficio de las élites y el empobrecimiento de las mayorías.
Pero no es objeto de este texto hacer un mapa del estado de situación en la región y debatir sobr la tesis del supuesto cambio de ciclo. El objeto es centrarnos en Brasil, y concretamente en la propuesta económica que empuja hacia el golpe en Brasil y nos ayuda a entenderlo. Para esto tenemos que volver la mirada atrás un poco hacia atrás.
En primer lugar, como ya se ha dicho, los logros sociales y económicos de los gobiernos del PT son incuestionables. Estos logros sociales se fundamentaron en un aumento de la capacidad redistributiva del Estado, esto a través de una gran cantidad de programas sociales y el fuerte aumento de la inversión social. Sin embargo, la distribución primaria del ingreso no se modificó, pero como el pastel era cada vez más grande, aunque el Estado sacara una buena parte del mismo y lo destinara para mejorar las condiciones de vida de la mayoría, las élites económicas también veían aumentar sus ingresos sin ver en peligro sus privilegios. Así funcionaba el pacto interclasista con el beneplácito del Estado.
En segundo lugar, la ruptura de este pacto se produce con el segundo mandato de Dilma, donde el desencadenante fue la menor disponibilidad presupuestaria. Esta reducción de recursos se presenta en forma de dilema dicotómico. A menores recursos caben dos opciones: 1) quitar a las grandes mayorías y que sean ellas las que soporten el peso de la restricción presupuestaria al más puro estilo neoliberal, o 2) apostar a que sean las élites privilegiadas y adineradas las que soporten con mayor fuerza el ajuste.
¿Por qué salida apostó la presidenta Dilma Rousseff? Pues en un primer momento intentó alargar el pacto con las élites y fruto de ello, entre otras cuestiones, fue la designación como Ministro de Economía de Joaquim Levy, que entró en el gabinete el 1 de Enero de 2015. La prensa opositora lo tomó bien porque esa entelequia que son los mercados decían estar contentos con la apuesta. El resultado tras conocerse esta designación fue la fuerte subida de la bolsa brasilera (la mayor en los tres años anteriores) y el fortalecimiento del Real frente al Dólar estadounidense. Por su parte, en este momento, el lobo con piel de cordero del PMBD celebraba esta reorientación y su recompensa en el Gabinete que pasó de 5 a 6 miembros del partido. El pacto con el diablo parecía funcionar, al menos para mantener contentas a las élites.
Sin embargo, las disputas no tardaron en saltar a la luz, ya que esta reorientación suponía romper con los postulados clásicos del PT. El pacto con la ortodoxia exigía cada vez más ajustes. El detonante se dio en la controversia entre la presidenta Dilma y Joaquim Levy con uno de los programas sociales estrellas del PT, el programa Bolsa Familiar[1]. Finalmente, a menos de un año desde su llegada, concretamente el 17 de diciembre de 2015 se hacía oficial un secreto a voces, la salida de Joaquim Levy del Ministerio de Economía. Ese día, los “mercados” mostraron su descontento. La bolsa brasilera cayó un 2,14% y el Real cayó fuertemente frente al Dólar. Aunque la salida se produjo el 17, las discrepancias venían de mucho antes por la apuesta de la presidenta por la otra salida, aquella que apostaba porque fueran los que más tienen, los que soportaran la restricción presupuestaria. Fruto de esto fue el inicio del proceso de impeachment el 2 de diciembre de 2015. Es decir, el detonante para la activación fue la elección del camino contrario a los intereses de las élites económicas. Las cartas se iban poniendo sobre la mesa. O Dilma Rousseff aceptaba el pacto (chantaje) o la sacarían por cualquier medio de la presidencia.
Para esa fecha, Joaquim Levy ya había cumplido su función. Iniciar una fase de shock económico que además de promover fuertes ajustes, elevó la inflación por encima del 10%, algo impensable un año antes. Las condiciones estaban dadas para que el FMI y el Banco Mundial se unieran al festín. Y por cierto, desde finales de 2015 Joaquim Levy también era Director General y Director Financiero del Grupo Banco Mundial.
Pero aún faltaba el toque de complot de los capitales internacionales. Para esto el FMI fue reduciendo progresivamente las proyecciones de crecimiento de Brasil hasta convertir la situación de la economía brasilera en una gran recesión que no levantaba cabeza. Cuando iniciaba el proceso de impeachment el FMI anunciaba una recesión del PIB de Brasil del 3,8%, mientras que la CEPAL decía en el mes de abril que la caída del PIB sería del 0,9%. El shock, si no es real, debe ser inducido. Sin embargo, tras la llegada provisional al poder de Temer en Abril y con la revisión que hizo en julio el FMI de la economía brasilera, corrigió la caída del PIB para este año al 3,3% debido “a que el desempeño de la economía brasileña en el primer semestre ha sido mejor de lo previsto, y con ello se prevé que la contracción anual será menos drástica de lo que se había pensado”. Además, el FMI también mejoró las previsiones de crecimiento para el 2017, pasando de un crecimiento nulo a un crecimiento estimado del 0,5%. Con esto, se quería evidenciar que el primer paquetazo de Temer tenía rápidamente efectos positivos sobre el crecimiento. Eso sí, por supuesto que obviando las condiciones de vida de las grandes mayorías, la calidad democrática, y cómo no, comparándo con las previsiones anteriores que el organismo había lanzado para desacreditar el desempeño económico del ejecutivo de la presidenta Rousseff. Si finalmente la economía brasilera cae “sólo” el 2%, incluso más de lo que auguraba la CEPAL a comienzos de año, será un supuesto éxito de las políticas temerarias del nuevo ejecutivo en comparación con las previsiones catastrofistas del FMI.
Pero ¿en qué consisten estas medidas económicas del Gobierno de Temer?. El primer paquetazo ha consistido en un fuerte impulso de las privatizaciones de todo aquello que era rentable para el Estado, y por tanto, para la sociedad brasilera. Comenzó por el sector eléctrico, donde se están privatizando más de 200 pequeñas empresas que además de rentabilidad cumplían la función social de llevar electricidad a la mayoría de lugares del país. Las privatizaciones también han llegado a las empresas de transporte y a las de gestión aeroportuaria y portuaria. Otras instituciones públicas se abren a una mayor participación privada como el Seguro de Caixa Económica Federal o el Instituto de Reaseguro de Brasil[2]. Y por supuesto, en la puja por el expolio, no podía faltar la nueva joya de la corona brasilera, los grandes yacimientos petrolíferos del presal.
No sólo están en venta los activos del país. Sino que toda la inversión social, aquella que ha conseguido los tan importantes avances sociales en términos de reducción de la pobreza y la desigualdad o acceso a la educación y la sanidad, también está sufriendo el ajuste. Desde que Temer ocupó de forma provisional la presidencia, expuso su voluntad de eliminar el fondo creado para invertir los ingresos petroleros en educación, en julio eliminó las prestaciones de la Bolsa Familia excluyendo a 10 millones de familias de dicha ayuda. Y esto sólo fueron algunas de las cosas realizadas durante el interinato antes del 31 de agosto. Ahora, ya consolidado el golpe, ha lanzado nuevos recortes en derechos laborales y pensiones, recortes para la salud, donde el ajuste para el próximo año se espera que llegue casi al 40%. Sin embargo, a pesar de todos estos recortes, el déficit público en 2016 según el propio ejecutivo de Temer será de $48.000 millones, mucho más alto que los $27.286 millones de déficit en 2015, que supuestamente era intolerable y motivado por el supuesto despilfarro del dinero público en las medidas de protección social.
Quienes son los ganadores y quienes son los perdedores con el golpe están claros. Cuales son los intereses de los ganadores también. Como dijo Dilma, “la historia será implacable con los que se creen vencedores”. Dilma Roussef sobrevivió a las torturas y vejaciones de un régimen militar, seguro no se arrodillará ante los atropellos de unas élites corruptas que para nada gozan del apoyo popular. El golpe contra la democracia en Brasil es un golpe del capital, intolerante con aquellos gobiernos que piensan en las mayorías por sobre las élites. El neoliberalismo ha vuelto en forma de golpe.
Notas:
[1] El Programa Bolsa Familiar beneficiaba a casi 60 millones de pobres proporcionando una ayuda financiera para cubrir las necesidades básicas de las familias.
[2] Para un mayor detalle de la primera oleada privatizadora ver Serrano, A. (2016). “Brasil en rebajas” publicado enhttp://www.celag.org/brasil-en-rebajas/ publicado el 19 de Julio de 2016.
Fuente: http://www.celag.org/el-neoliberalismo-detras-del-golpe-en-brasil/
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