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“Un sabio estaba en su jardín cogiendo frutas. De repente, oyó un ruido y vio a un hombre corriendo: «¿Pero a dónde vas tan deprisa? le preguntó. – Mi vecino me persigue con un fusil: cree que he sido yo quien ha quemado su granero. – Vete deprisa, yo lo arreglaré.» Entonces llega el otro hombre: «¿Por qué corres así? le pregunta el sabio. Estás sin aliento. Siéntate un momento. – No, debo atrapar a un individuo que ha quemado mi granero. Voy a darle un escarmiento que recordará toda su vida. – Pero ahora ya debe estar lejos. Observa estas frutas, son deliciosas. Siéntate y saboréalas.» El hombre acaba sentándose y disfrutando con las frutas, y el sabio le hace también admirar las flores y los árboles del jardín, el cielo azul, etc.
Esta pequeña pausa le cambia su humor y renuncia a perseguir a su vecino proponiendo incluso al sabio ayudarlo a recoger sus frutas.
Diréis que ésta es una historia inverosímil. No tanto… El sabio sabía que si se ponía en medio del camino diciéndole al hombre enojado: «Párate, no vale la pena correr así », el otro le hubiera empujado sin escucharle y hubiera tenido que utilizar la fuerza. Entonces, ¿qué hizo? Desviar su atenciónofreciéndole unas frutas. Para impedir a los humanos hacer el mal, más que oponerse a ellos, es mejor intentar desviar sus energías.”
Esta pequeña pausa le cambia su humor y renuncia a perseguir a su vecino proponiendo incluso al sabio ayudarlo a recoger sus frutas.
Diréis que ésta es una historia inverosímil. No tanto… El sabio sabía que si se ponía en medio del camino diciéndole al hombre enojado: «Párate, no vale la pena correr así », el otro le hubiera empujado sin escucharle y hubiera tenido que utilizar la fuerza. Entonces, ¿qué hizo? Desviar su atenciónofreciéndole unas frutas. Para impedir a los humanos hacer el mal, más que oponerse a ellos, es mejor intentar desviar sus energías.”
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