El Estado Capitalista impondrá una mayor disciplina y obediencia a los (sus) trabajadores asalariados e incrementará por lo tanto el criterio según las aptitudes del asalariado para seleccionar a los candidatos.
La competitividad, base por la cual se rige el sistema, fomenta y fomentará la apatía y el desanimo, lo que conllevará distinta enfermedades que irán mermando y empeorando en el tiempo de forma más aguda las capacidades de los individuos menos útiles y adaptados al sistema.
La falta de esperanza - que no seguridad- en un futuro donde la oportunidad para sobrevivir y trabajar es cada vez más intensa, conlleva la abulia y la impotencia, lo que desencadena un sentimiento de culpa que deja anulado y dependiente al individuo que queda fuera del sistema.
Es por lo tanto un individuo que no produce pero consume una cierta cantidad de recursos y que no podrá competir en el mercado laboral porque sus facultades se irán reduciendo a medida que pase el tiempo.
En efecto, la meritocracia supone una nueva organización social que aumenta la división entre los poseedores y desposeídos y fractura por completo a la sociedad de los gobernantes y gobernados en nuevas castas y clases sociales.
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