Como ya dije en una entrada anterior, buena parte de la situación económica y geopolítica que estamos viviendo ahora mismo viene motivada por la pérdida de poder de una de las monedas más populares de la historia, el dólar estadounidense.
El valor de una divisa viene dado por su popularidad, y cuando más usada sea esta, mayores bienes y servicios podremos permitirnos con ella. Materias primas, combustibles, maquinaria….todo progreso económico necesita de una divisa que sea valiosa para otros, y sea fácilmente vendible.
Cuando una divisa deja de ser interesante para los compradores, el poseedor de esa divisa puede verse en serios problemas: productos que le cuestan más caros, dificultad para financiarse en el exterior…y la historia nos enseña que cuando un gran poder siente que peligra, peleará hasta las últimas consecuencias.
Uno de los aspectos más interesantes de esta historia es cómo se desató, y fue a través de un instrumento utilizado muy frecuentemente por los círculos de poder: el narcotráfico.
La droga que hizo ganar la gran guerra de divisas
Las potencias europeas durante el siglo XVIII, grandes triunfadoras de la Revolución Industrial y deseosas de comerse el Nuevo Mundo que ahora estaba más cerca que nunca, se lanzaron a los océanos a ampliar sus mercados hacia el lejano Oriente.
Allí les esperaba China, donde Portugal, con su colonia Macao y España desde Filipinas, llevaban comerciando desde hace tiempo, pese a las grandes trabas administrativas que el imperio chino imponía, como limitar el comercio al puerto de Cantón y a través de un cuerpo de funcionarios chinos conocidos como Cohong. Los comerciantes europeos calificaban a los mismos como unos profesionales cohongudos.
Reino Unido era un cliente habitual de la antigua China, a la que compraba seda, porcelana y , como no podía ser de otra manera, té, mucho té con el que distribuir a los habitantes del extenso imperio británico, tan yonkis de la teína como el inglés más inglés de toda Inglaterra. Por el contrario, los chinos no compraban prácticamente nada a los británicos.
Los asiáticos tenían más que suficiente en sus propios mercados y lo único que les interesaba de los ingleses era el opio, utilizado en pequeñas cantidades con fines terapéuticos y algún que otro uso para disfrute personal.
Esta balanza comercial tan desequilibrada llevaba a Reino Unido a una situación delicada: sus reservas de plata salían a raudales hacia los mercados chinos mientras que su capacidad de recuperar esa misma plata era mucho menor, ya que el gigante asiático apenas les compraba y les exigía todos los pagos en plata.
Dado que el único producto de interés para los chinos era el opio, Gran Bretaña comenzó a exportarlo masivamente desde la India Británica esquivando el puerto de Cantón para contrarrestar este desequilibrio de plata.
Empezando con precios bajos o dosis gratuitas hasta tener un público adicto capaces de pagar cualquier precio con tal de saciarse, se pasó de 200 cajas de opio al año en 1729 a 40.000 hacia 1838.
Ese mismo año, las autoridades chinas, alarmadas por los 2 millones de adictos que asolaban su país y el desequilibrio en la balanza comercial que estaban teniendo por culpa de una droga que no hacía más que perjudicarles, tomó medidas drásticas.
Se sentenció con pena de muerte a todo aquel traficante de opio que fuera descubierto, y el emperador en persona envió una carta a la Reina de Inglaterra, que se dice que nunca le llegó.
Ante la falta de respuesta oficial, el bloqueo fue a más, y se prohibió directamente la entrada de barcos ingleses al puerto de Cantón, único punto de acceso al comercio chino.
La escalada de tensiones acabó en la primera guerra del opio, entre 1839 y 1842 y, no contentos con las más que ventajosas condiciones de redención que firmó China tras la derrota, una segunda guerra entre 1856 y 1860.
Consecuencias de la primera guerra
En la guerra comercial Reino Unido sabía que no tenía nada que hacer, asi que tanto el escenario de narcotráfico como el de una guerra, en la que podían superar ampliamente al ejército chino, eran dos situaciones igualmente favorables para ellos. Tras la victoria inglesa en la primera guerra del opio, se firma el tratado de Naknín con el que, China cedía la isla de Hong Kong al Reino Unido (que no fue devuelta hasta 1997, bien entrado el siglo XX) y aceptaba la apertura de sus puertos al comercio internacional. Aprovechando esta posición de debilidad de China, tanto Estados Unidos como Francia se apresuraron a firmar acuerdos de comercio en similiares condiciones que los británicos.
Los británicos, pese a lo favorecidos que habían salidos tras el acuerdo de 1842, pidieron renegociar el tratado durante la década de los 50 con condiciones todavía más abusivas.
Las demandas británicas incluían que pudieran ejercer el libre comercio en toda China, legalizar la comercialización del opio, abolir los impuestos a extranjeros para el tránsito interno, suprimir la piratería, regular el tráfico de culíes (trabajadores semiesclavos)y permitir al embajador británico residir en Pekín.
Los ingleses, que querían repetir la historia anterior, buscaron el más leve incidente como desencadenante de la segunda guerra del opio.
En 1856, un barco de dueños chinos que había partido de Hong Kong (recordamos, en posesión de los británicos, cuyos registros aduaneros no serían precisamente rigurosos) y era sospechoso de piratería y contrabando, fue registrado en el puerto de Cantón, donde se arrestó a doce tripulantes chinos.
Los británicos aprovecharon este incidente para calificarlo como ”un insulto a la bandera” (ya ni se molestaron en buscar una excusa más elaborada) y se desató la Segunda guerra del Opio, que concluiría en 1860.
En esta segunda guerra, se sumaron a la firma del tratado, además de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Rusia (estos dos últimos por cierto, ni siquiera participaron en la guerra).
La nueva derrota china propició unas condiciones más favorables aún para las potencias ganadoras
Para que os hagáis una idea de lo lucrativo y ventajoso que fue el narcotráfico y estas guerras para Gran Bretaña y las potencias ganadoras, imaginaros la inmensa cantidad de dinero que ganaron los comerciantes ingleses de opio para que, hoy en día, en pleno 2014, dos siglos después de aquellos conflictos, algunas de las empresas fundadas a raíz de aquel comercio todavía existen.
La primera de ellas, Jardine Matheson, fundada en 1832 por William Jardine,‘comerciante’ ingles de Opio instalado en Hong Kong. Todavía activa, la empresa es ahora un holding financiero con sede social en las Bermudas ( EJEM EJEM).
El logotipo de la empresa representa una flor de Papaver Somniferum, la planta de la que se extrae el opio con el que levantaron su imperio.
La segunda quizás os suene más. Presente en todo el mundo, The Hong Kong and Shangai Banking Corporation HSBC, banco fundado en 1865 y que nunca ha ocultado que se fundó gracias a las enormes ganacias que obtuvieron del tráfico de opio y las tremendamente favorables condiciones que se dieron tras las guerras del opio para el comercio occidental.
El banco con sede en Londres es la segunda empresa más grande del mundo en acciones.
Entre sus muchos nobles logros se encuentra haber sido reconocida como blanqueadora de dinero de los cárteles mexicanos y de otras organizaciones criminales de Rusia, Irán, Arabia Saudita y Bangladesh, así como estar implicada en la manipulación del LIBOR, un escándalo financiero con el que se apropiaron de miles de millones de dólares manipulando el tipo de interés con el que concedían préstamos por todo el mundo.
Gracias a una multa de 1.920 millones de dólares, lograron evitar cargos en la investigación criminal y con ello se libraron los responsables de los delitos de responsabilidad penal.
La historia no se repite, pero rima
Como os podéis imaginar China quedó muy tocada tras estas dos guerras, cuyas condiciones de rendición les supuso una ruina económica tremenda y una desmoralización importante, al ver cómo sus leyes, sus normas y sus tradiciones fueron aplastadas de una forma tan rastrera y miserable.
Estos ‘tratados injustos’ firmados tras las guerras del opio fueron una de las revindicaciones en la que haría hincapié el Partido Comunista Chino que, tras la Primera Guerra Mundial, ganaría una tremenda popularidad que le llevó al poder más adelante, donde cometería más atrocidades contra su población con tal de restaurar los agravios del pasado.
Por mucho que uno no sea amante de la China actual, ni de sus métodos ni de sus actitudes (como es mi caso), con esta historia es fácil entender su desprecio hacia los occidentales y su celo en recuperar esa política económica proteccionista de antaño, tal y como están haciendo ahora.
China lleva varios años seguidos encadenado un superávit comercial. Como antaño, el gigante asiático vuelve a ser un mercado que exporta a toneladas, y su mercado interno le permite abastecerse a si mismo sin importaciones, a las cuales pone muchas trabas burocráticas y administrativas.
Y esta vez, tienen un poderio energético, financiero y comercial que ninguna potencia militar se atreverá a plantarle cara.
O tal vez sí, porque como hemos visto hoy, cuando una nación poderosa es incapaz de ganar la batalla mercantil, puede optar por las vías más violentas e inmorales con tal de no perder su poder…
A diferencia de lo que se repite en los textos, en los que se expone la guerra del opio como la primera gran guerra de las drogas, yo la señalaría como el enésimo caso de guerra de divisas
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