La firma del Tratado CETA
Los grupos europeos Populares y Socialistas en el Parlamento Europeo votaron a favor del CETA demostrando que son fieles servidores de los consejos de administración de las multinacionales europeas, donde muchos de ellos sientan: las famosas “puertas giratorias” no son exclusivas del Estado Español, aunque aquí sea insultante.
Por Roberto Laxe
Europa exporta a Canada principalmente maquinaria e industria química y farmacéutica (la reciente compra de la estadounidense Monsanto por la alemana Bayer, traslada el peso de esta industria al “viejo” continente), mientras Canadá vende en Europa minerales y también maquinaria; además, los bancos europeos, con Deustche Bank, el BSCH, a BNP, o el BBVA, y todo los negocios que controlan (desde sanidad personal alemana -el grupo Helios- hasta industria de la energía, Manuel Jove es uno de los principales propietarios de la industria de la energía canadiense) conforman el principal “activo” de una economía, la de la UE, que constituyen el principal bloque económico del mundo por encima de la EE UU, aunque con los pies políticos de barro.
El acuerdo entre la UE y Canadá es un tratado entre dos potencias imperialistas, que buscan desregularizar sus economías al servicio de sus grandes multinacionales financieras e industriales. Por eso, suenan la extrañas las críticas que un sector de la izquierda hacen al CETA como si fuera una colonización de una Europa “social” por un enemigo imperialista, en este caso el Canadiense. No es así, la UE es un arma del imperialismo europeo contra la clase trabajadora europea y contra los pueblos del mundo y esta claro que el CETA le beneficia, cara fuera, destruyendo competidores, y cara dentro, con “justificaciones” que le permitan seguir atacando los derechos sociales y laborales dentro de la UE.
Según Socialist Action, organización trotskistas canadiense, que rechaza obviamente el CETA, afirma que si se aprobara, miles de puestos de trabajo en Canadá habían desaparecido (parece, es la provincia de Ontario donde más sufrirían), porque la competencia de los productos europeos los destruirán. De la misma manera que los compañeros y compañeras de SA denuncian esto, nosotros en la Unión Europea debemos denunciar que las multinacionales europeas lo que buscan con este tipo de Tratado de Libre comercio es tener las manos libres para deslocalizar y desregularizar todos los sectores.
El CETA es la confirmación de que la globalización capitalista, eufemismo de imperialismo capitalista, es nefasta para los derechos laborales y sociales de los pueblos. El capital, en su búsqueda de una alternativa a la crisis detonada en el 2007, y de la que aún no salimos, busca con estos tratados, TTP en Asia, el TTIP entre la UE y la EE UU, el CETA entre la UE y Canadá, recuperar la tasa de ganancia sobre la base del aumento de la explotación de la clase trabajadora y el desmantelamiento de sus conquistas sociales (el llamado Estado del Bienestar), agudizando las contradicciones entre ellos. Pretenden que los trabajadores y trabajadoras canadienses, golpeados por el CETA, se enfrenten a sus compañeros y compañeras europeos, también golpeados por el mismo acuerdo. Puesto que es un acuerdo entre capitalistas de ambos lados del charco, de no ser derrotado sólo va a tener un vencedor, el capital trasnacional.
Frente a esta desregulación fomentada desde los poderes financieros e industriales, europeos y canadienses, (como el TTIP con los EEUU) surgieron algunos sectores de los capitalistas nacionales, en crisis por las medidas desreguladoras, e incapaces de sumarse a la globalización impuesta por las transnacionales, que gritan por la recuperación de la “soberanía nacional”, por la repatriación de la industria, por el “proteccionismo”… Son los Trump, Le Pen, la extrema derecha holandesa, británica, etc… De la misma manera que la oposición de la industria tecnológica de los EEUU (Sillicon Valley) a la politica inmigratoria de Trump no es altruista, el 30% de su fuerza de trabajo son inmigrantes, puesto que viven de comprar el “talento” científico de medio mundo, el proteccionismo de los Trump y demás no es ideológico, es bien concreto: incapaces de competir en un mundo tremendamente competitivo, apuestan por cerrar sus fronteras para, una vez destruidas las conquistas internas (tanto Trump como Le Pen son tan neoliberales como los Obama o los Hollandes), dar el salto a la conquista del mundo en una suerte de “nacionalismo imperialista”. ¿O alguien es tan ingenuo como para creer que los Trump/Le Pen son menos imperialistas que sus opositores? Son dos maneras de ser imperialista, nada más.
La clase trabajadora y los pueblos de Canadá y de la UE, de los EEUU y de Francia, no tienen nada que ganar con ninguno de ellos; no tienen porque escoger “entre guatemala y guatapeor”, por eso el rechazo al CETA no se puede hacer en el nombre de una soberanía, la de la UE, que es falsa. La UE es un instrumento del grupo de sanidad personal alemana Helios (que compró el grupo Quiron), de la Bayer / Monsanto, del Deustche Bank y los bancos, de Inditex y de la VW o la Renault, para imponer recortes a todos y todas; y del CETA sacarán beneficios, porque son parte de los que mandan en el mundo.
El rechazo al CETA no es por la “soberanía” de una Unión Europea construida por las multinacionales del “acero y el carbón” (el origen de la actual UE es la Confederación del Acero y Carbón), que con CETA o sin CETA, ataca los derechos laborales y sociales; sino a partir un principio básico de unidad de los pueblos de Canadá y de la UE, puesto que cómo se ve, tanto unos cómo otros serán golpeados por los mismos intereses. A nosotros, como europeos, nos tocan rechazar el CETA porque con él las políticas de recortes y austeridad de la UE adquieren rango de “tratado internacional”. No se puede rechazar el CETA y no rechazar la UE, el primero es parte de la lógica neoliberal y capitalista de la segunda.
Los cantos de sirena contra el CETA y la misma UE de la extrema derecha son eso, cantos de sirena, que aprovechan la lógica oposición a un tratado lesivo para todos y todos, al servicio de ocultar su neoliberalismo salvaje; y los cantos de sirena de la izquierda proeuropea, confunden a las poblaciones pues justifican como “social” una UE tan neoliberal como los anteriores, presentándola como garantía de unos derechos que atacan todos días, como podemos comprobar con la destrucción y semicolonización de Grecia. De esta manera, abren las puertas de par en par para que la demagogia de la extrema derecha en el rechazo del CETA, haga pie en sectores de la clase obrera.
Para no caer en uno de los dos polos, incluso “justificando” como “progresivo” a los Trump / Le Pen, como hace un sector de los restos del stalinismo, el rechazo del CETA y la ruptura con la UE solo puede hacerse desde la independencia de la clase trabajadora frente a ellos, demostrando que son dos vertientes del mismo problema, la crisis del capitalismo.
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