El amor en su estado puro

Hoy me gustaría hacerte el amor...
Comenzaría sacándome el disfraz de humano para que conozcas al dios que llevo dentro...
Luego, te susurraría al oído: - No tengas miedo de ser mujer...
Luego comenzaría con el cortejo...
En primer lugar, encendería un fuego, el fuego sagrado, el perfume de Dios...
Con mis ojos chispeantes acariciaría todo tu cuerpo, todas tus curvas, todas tus células...
Mis oídos, agudos, sienten el origen de cada latido de tu corazón y cada intervalo de tus suspiros...
Mis manos, al tocar tu piel se despiertan, y comienzan a hacer una gran obra... la obra del masaje, ese masaje que eriza cada bello de tu piel, ese masaje que te transmite certezas y seguridades de sentirte amada por un hombre...
De repente, y no sin tacto, mi boca siente el deseo de ir al encuentro con la tuya para consumar el diálogo por excelencia...para comunicar todo lo que he callado.
Y atino a mirarte, y tu mirada es como un lago que apenas comienza a agitarse, y si, apenas, porque esto recién comienza...
Mi respiración, que sigue al pie de la letra al corazón, aumenta su frecuencia, tú lo sientes, y sonríes, porque mi sangre comienza a descender como un río que busca el mar, hacia el tallo de jade...
Observo tus piernas, que se retuercen sintiendo un cosquilleo en el monte de venus, y yo también sonrío...
Y esto está comenzando, los participantes de la sinfonía comienzan a tomar sus lugares para dar pie a la música de las esferas, música de dos corazones a punto de ser UNO.
Con mucha dulzura y reverencia acerco mi lengua para degustar todas tus curvas.
Sin interrumpir al silencio, te miro y te pregunto: ¿eres feliz?
- Soy una diosa jugando con su dios...
Mi lengua sigue viajando hasta llegar a un monte sin altura, pero con una profundidad que enamora, y allí se queda un tiempo, disfrutando de su profundidad...
Tomas mi mano suavemente y te acercas a mi oído para decirme:
- Estoy lista para recibir a Dios dentro de mí...todo está puro, todo está presto para su llegada...
Y yo atino a escucharte y a escucharme... Estoy listo, para respetuosamente, ingresar a tus lugares más íntimos, más cuidados...
La danza comienza y la penetración continúa, los minutos se hacen horas, las horas orgasmos, los orgasmos vida...
En ese momento cruza por mi mente un bello pensamiento, que no quiero callarlo: “Sacralizar este momento es reconocer mi divinidad y vivir por siempre en el corazón de Dios”
Cuando el acto culmina, y ambos nos sentimos vivos, no cansados, rejuvenecidos, y no muertos, nos miramos y llevando nuestras manos al corazón del otro, hacemos una pequeña reverencia y nos entregamos a la ambrosía del silencio...