Focus: Política
Fecha: 26/03/2018
Fecha: 26/03/2018
La detención del President Puigdemont en territorio alemán es el más potente elemento catalizador de la crisis larvada que los burócratas europeos han tratado de ocultar en los últimos años.
Europa ya no es el lugar de acogida que fue antaño, sino un territorio gobernado por un conjunto de individuos movidos por intereses personales, ajenos a las necesidades y sentimientos de la mayoría de sus ciudadanos.
Políticamente, la realidad europea no es homogénea. Hay democracias consolidadas, con todos sus defectos, como el Reino Unido o los países nórdicos. Hay democracias, como Alemania, que tienen que demostrar su voluntad de regeneración, ya que hasta ahora no han tenido un contencioso grave. Y hay democracias autoritarias, como la española, al borde de las dictaduras-dictablandas, que no han hecho nada para limpiar su pasado fascista, lo que se demuestra a diario a través del comportamiento de las estructuras del Estado.
La historia de los exilados y presos políticos catalanes es la historia de una obsesión irracional por parte de las clases extractivas españolistas, que no han aceptado nunca un acuerdo para resolver un conflicto político a través de las urnas.
Y las vivencias actuales no hacen más que ratificar la historia de los últimos quinientos años, en la que los validos de la monarquía española han hecho lo indecible para imponer un Estado absolutista a unas naciones dispares. Primero liquidaron los proyectos iniciales para la creación de una nación castellana, y luego arrasaron todo lo que pudieron con naciones más antiguas, como la catalana y la vasca. Y, a pesar de todo, no han podido con ellas.
Ahora algunos políticos catalanes, elegidos por el pueblo, se han visto obligados a exilarse para no ser encarcelados “preventivamente” (como ya ha ocurrido con otros), acusados de rebelión, sedición, malversación y lo que a “su señoría” se le ocurra. Pero, en una inteligente maniobra, esos políticos (hombres y mujeres) han ampliado su campo de acción a varias naciones europeas, lo que lleva aparejada la inclusión en el conflicto de los poderes judiciales de distintos países.
Hasta ahora, la Europa de las burocracias (Unión Europea, Banco Central Europeo, etc.) hacía de convidado de piedra y repetía machaconamente que “ese es un problema de orden interno”. Hay que ser un cretino integral (como lo definía el gran Charcot en la Salpetrière) para no darse cuenta de que “ese problema” se llama democracia y afecta a todos los ciudadanos de una sociedad libre y responsable.
El río ha desbordado y se extiende por la Europa continental y también por el Reino Unido. Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Suiza y ahora Alemania.
Alemania lo tiene complicado por sus antecedentes. Y es que el 13 de agosto de 1940, el President de la Generalitat de Catalunya, Lluís Companys, fue arrestado en la localidad francesa de Baule-les-Pins por la gendarmería francesa del gobierno fascista de Vichy y entregado a la Gestapo. Ésta no tardó en trasladarlo a Madrid, donde fue humillado y torturado, siendo conducido luego a Barcelona. El 15 de octubre de 1940 fue fusilado en el patio del castillo de Montjuïc. Es decir, el President de la Generalitat fue asesinado.
Y ese cruel asesinato (cualquiera lo es) nunca ha sido reparado, aunque fuera simbólicamente, por los gobiernos de la llamada “transición”, ni por la UCD, ni por el PSOE, ni por el PP. Nunca, nunca, los gobiernos de esa España sádica han pedido perdón. En términos comparativos, los presidentes Kohl y Mitterrand sí pidieron perdón, en nombre de sus respectivos países.
Y ahora hay un ritornello en el caso del President Puigdemont. Dicen que su detención fue fruto de la denuncia del “servicio de inteligencia”(menudo eufemismo) del Estado Español, que alertó a la policía alemana. Y la policía alemana lo ha puesto a disposición de un juez. Claro que este juez, cualquiera que sea su nombre, no tiene nada que ver con sus homólogos españoles. Empezará un procedimiento y veremos cómo termina.
En cualquier caso, el sistema judicial alemán no lo tiene fácil. Ha de demostrar que es independiente y no se siente condicionado por las relaciones bastardas entre la coalición gobernante en Alemania (cristianodemócratas y socialistas) y el conglomerado que gobierna en España (PPSOE y Ciudadanos). Ha de ser capaz de interpretar la ley según la “common law”. Ha de procurar no diferenciarse del tratamiento de sus colegas belgas, suizos, británicos, etc. Ha de sortear los embates de la opinión pública alemana, que poco a poco va comprendiendo que el “caso catalán” es digno de ser tratado con respeto.
Que el rector de la universidad de Glasgow (una de las más antiguas de Europa) se haya puesto a disposición de la Consellera Clara Ponsatí (que ejerce de catedrática de economía en Sant Andrews) para defender sus derechos, y que haya declarado públicamente que “los derechos humanos no se garantizan en España” es un torpedo en la línea de flotación de un Estado corrupto y decadente, que sólo sabe defender sus privilegios a manotazos.
Mantengo una esperanza atenta. Estamos llegando al punto de ebullición, cuando el agua se convierte en vapor. Y es que como dice la física cuántica, la opción está ahí afuera. Sólo hay que tomarla a tiempo.
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