Consideren el momento en que se desata la trapacería:
** La campaña de la agencia de espionaje británica, el MI6, para tumbar al Presidente de Estados Unidos a través del “Rusiagate”, no solo se ha derrumbado, sino que sus perpetradores dentro del FBI, la CIA y los neoconservadores tanto en el Partido Republicano como en el Demócrata, ahora enfrentan posibles cargos penales por sus mentiras, sus filtraciones, por el uso ilegal de sus facultades federales, y más.
** El gobierno de Theresa May se sostenía de un hilo, mientras que el dirigente del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, se mostraba como el probable seguro ganador si se convocasen a elecciones.
** El esfuerzo de Obama y de los británicos para derrocar al gobierno de Siria, para arrojar el país al caos entre grupos terroristas combatientes, como hicieron en Iraq y en Libia, se ha visto seriamente golpeado gracias al apoyo de Rusia y a la decisión del Presidente Trump de cooperar abiertamente con Rusia para batir a los terroristas.
** Varias naciones europeas han rechazado la satanización de Rusia, y en el caso de Italia, se encuentra en el proceso de integrar un nuevo gobierno que muy probablemente rechace las sanciones contra Rusia, de plano.
Así que los británicos tratan de hacer lo que lo que están acostumbrados a hacer por su naturaleza imperial, inventar una crisis para justificar una guerra, y hacer que Estados Unidos tome la delantera, e intimidar a sus “aliados” para que se sometan.
Pero el plan no está funcionando tan bien. A pesar de que ciertamente el gobierno de Trump se unió a la medida de expulsión de diplomáticos rusos, para los británicos es claro que Trump no abandonará su intención de trabajar con el Presidente Putin. Su llamada telefónica a Putin el 20 de marzo, para hablar sobre la solución a los problemas del mundo sin mencionar para nada el caso de Skripal, aterró a la reina y a sus lores, así como a la patética Theresa “M” May, ya que ven con claridad las señales por doquier del fin inminente de su imperio.
Más de una docena de países europeos se han rehusado a expulsar a ningún diplomático ruso, y exigen primero ver las evidencias. Pero como toda “evidencia”, el gobierno británico presentó un juego de 6 diapositivas que no contienen más que una lista de sus acusaciones fraudulentas sobre la “agresión” rusa. Del mismo modo que el expediente marrullero de Christopher Steele, las acusaciones vacuas pueden engañar a algunos por un tiempo corto, pero cada vez la credibilidad de los británicos se reduce más y más.
Lo más importante es que millones de personas han escuchado a Lyndon LaRouche durante los últimos 50 años, advirtiendo que Estados Unidos ha jugado el papel de tonto de los británicos, librando sus guerras coloniales desde Vietnam, e instrumentado su programa financiero de “libre mercado” a costas del Sistema Americano de crédito directo par el desarrollo industrial. Aunque a muchos les costaba creerlo, ahora de pronto observan las mentiras despreciables y belicistas que salen de Londres, y reflexionan sobre quién era el que decía la verdad todos esos años.
Por primera vez, los británicos se vieron forzados a iniciar y encabezar la farsa en su propio nombre, y esa es su vulnerabilidad. La intención de Trump de colaborar con Putin y con Xi Jinping, para acabar con la era imperial de los guerras para imponer cambios de régimen y acabar con la amenaza de la aniquilación nuclear, se tiene que respaldar e implementar cabalmente de inmediato.
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