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15 de julio de 2018

Política rácana o explicación de una cancelación



En mis más de seis años de andar haciéndome las Catalunyas, con decenas y decenas de actos de todo tipo en los más diversos y recónditos lugares, hoy, por primera vez me he visto obligado a cancelar uno con gran fastidio por mi parte y por las razones que a continuación expongo, no con ánimo vindicativo, sino por puro afán de que todos mejoremos en nuestras formas hacer las cosas.

La cancelación me ha dolido especialmente porque el acto esta "organizado" por el CDR de Tarragona y, al poner "organizado" entre comillas ya se ve por dónde va el asunto. Y es tanto más enojoso cuanto que ayer mismo Palinuro se hacía lenguas del carácter auténtico y espontáneo de este tipo de organizaciones. Pero es que hasta para ser espontáneo hace falta valer. Las formas asamblearias de organización son fabulosas porque legitiman de verdad las decisiones; pero, una vez tomadas estas, conviene que quienes se encarguen de ejecutarlas sepan cómo funciona el mundo.

Es el caso que ayer, viernes, 13 de julio, después de un acto por la mañana en Girona por los presos políticos, otro en Tárrega, por la tarde, con más de dos horas y media de desplazamientos y que terminó a las 23:00 horas y de nuevo otra hora de carretera, nos encontramos con que, al llegar a Tarragona, el CDR nos había reservado una habitación en un hostal cuyo nombre no revelaré porque, siendo una empresa privada, no tiene culpa de nada. El caso es que el hostal no reunía condiciones mínimas exigibles: el wifi no funcionaba y en la habitación no había ni una mesa ni una silla. Tuve que trabajar por la noche sentado en el suelo y la reserva estaba hecha, sí, pero no pagada. Tuvimos que prometer que la pagaríamos nosotros, cosa que hemos mantenido tras cancelar el acto para que queden las cosas claras. Claras en el sentido de que jamás hemos pedido nada para nosotros ni hemos cobrado nada salvo, como es lógico, el estricto coste de los desplazamientos (que procuramos repartir y por eso solemos ir a dos o tres actos de golpe) y un hotel o similar en el que, cuando menos, quepa trabajar. Porque invierto mi tiempo con mucho gusto en luchar por una causa con la que me identifico, me llevo a mi familia los fines de semana (pues, si no, no la vería) y todos aportamos a una lucha justa. Pero tengo que hacer mi trabajo personal y cumplir mis compromisos y obligaciones, porque de eso vivimos.

No es de recibo invitar a alguien a un acto y no proveerlo de las mínimas condiciones exigibles para que puede desarrollar su cometido. Y mucho menos decirle luego que el desastre puede arreglarse invitándole a comer. Eso ya roza lo esperpéntico. Porque los CDR aseguran tener pocos medios pero, como siempre, los medios aparecen cuando se trata de comidas y cenas. Una actitud muy típica de España y que plantea la cuestión de por qué querrán independizarse de ella unas gentes que actúan de forma típicamente hispánica.

La aclaración viene por último a cuento porque, según mis noticias, al público que había asistido al acto se le dijo que Palinuro estaba indispuesto, y eso no es cierto. La cancelación no fue por causa de enfermedad alguna, sino en protesta por tratamiento inmerecido e injustificable. Y la finalidad, insisto, no es vindicativa sino puramente pragmática: para corregir errores de actuación.

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