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27 de julio de 2017

1 de octubre, el principio del final.

1 de octubre, se acerca el invierno

Jesús Gellida
Rebelión

“Lo que antes se mantenía en el aire como una amenaza, está a un paso de ser un hecho inevitable. Sólo hay una guerra que importa, la gran guerra. Y esta ya está aquí. Es el principio del final.” Así empieza el tráiler de la séptima temporada de Juego de Tronos. Una descripción aplicable a la situación del proceso soberanista catalán que, con la convocatoria del 1 de octubre, va hacia un choque de legalidades y legitimidades en la batalla por la autodeterminación de Cataluña.
En una situación cada vez más compleja, llena de dudas e incertidumbres, el remodelado ejecutivo catalán afronta la recta final hacia el 1-O. El procesismo llega a una fase decisiva de no retorno. Un punto de inflexión en el embate con el Estado, que supone una enmienda a la totalidad de la hoja de ruta de Junts pel Sí, de la que, hasta ahora, la ANC y Omnium han hecho un seguidismo acrítico. La presión de la CUP, la doble victoria de En Comú Podem y el callejón sin salida post 27S, hicieron recular a las entidades soberanistas y al ejecutivo a la pantalla del referéndum. En cuanto a la crisis de gobierno esta se ha cerrado con el cambio de tres consejeros, los tres del PDECat, no obstante, continúan los relevos y las renuncias en otras instancias de la Generalitat, como por ejemplo, en la dirección de los mossos de escuadra y del 112. Parece ser que, en la batalla por la autodeterminación, no puede haber ni dudas, ni miedos.
Inhabilitaciones, multas millonarias y extorsiones. Los tribunales continúan judicializando el Procés, el Gobierno estatal del PP ordena controlar las finanzas de la Generalitat y gesticula haciendo declaraciones altisonantes -incluidas amenazas de suspensión de la autonomía-, sin olvidar a una caverna mediática funcionando a pleno rendimiento. En este sentido, el nuevo consejero de Interior no prevé ninguna orden judicial que dificulte el papel de los mossos durante el 1-O, asegurando que “cumplirán la ley y posibilitarán que la gente pueda votar". Al mismo tiempo, la Guardia Civil entró el pasado 20 de julio en el Palau de la Generalitat, en el Parlament y en el departamento de justicia, en un nuevo espectáculo mediático -en las formas de hacer-, para requerir información sobre el ex-consejero Germà Gordó, investigado por el caso del 3% ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Tolerancia cero con la corrupción pero también con este tipo de intervenciones mediatizadas. Mientras tanto, la compra de urnas y la convocatoria formal del 1-O todavía están pendientes, y el Gobierno catalán ha decidido que se hará corresponsable de cualquier decisión que tenga que ver con el referéndum.
En el camino hacia el 1-O, el PDECat continúa en su fuga hacia adelante, con todas las contradicciones y disputas internas, -las últimas por los cambios en el ejecutivo-, y con la sombra de la corrupción heredada de la antigua Convergencia, pero con un Puigdemont decidido a no recular. Mientras tanto, ERC espera su momento y en “Els Comuns” continúan las dudas de sí serán parte activa del 1-O o no. En este sentido, el teniente de alcaldía de Barcelona en Comú, Jaume Asens, lo tiene claro: “Lo que está en juego no es la independencia, sino la soberanía y la democracia. La prioridad es ser soberanos”. Por su parte, Podem Cataluña ha hecho un llamamiento a participar, entendiendo el 1-O como una movilización legitima para avanzar en el derecho a decidir. PSOE y PSC trabajan por una tercera vía, en clave de reforma federal de la Constitución. En la situación actual, de crisis irreversible del modelo autonómico, la propuesta de los socialistas es un brindis al sol, ya que no hay voluntad en el Congreso de un pacto federal. Una propuesta de equilibrios para no aparecer ni al lado del PP -frente al derecho a decidir-, ni cuestionando la unidad de España. Reconocer la realidad plurinacional significa también reconocer el derecho a decidir, y que tanto la independencia como un Estado federal/confederal requieren una ruptura democrática previa del Régimen del 78.
Cuando se cierran todas las puertas a una relación bilateral y no se ofrece ninguna alternativa, el tiempo de la equidistancia y de los cálculos electoralistas se acaba. Es totalmente legítimo y necesario exigir más garantías, pero, no obstante, ante el bloqueo del PP estas no tienen que ser un impedimento para apoyar el referéndum y hacer un llamamiento a la participación. Con las mayorías posibles en el Congreso y con el contexto actual en Cataluña, hay que trabajar para que la convocatoria el 1-O pueda ser un referéndum. No obstante, es muy difícil que el 1-O acabe siendo el referéndum que Cataluña necesita, pero esto se debe, sobre todo, a la actitud autoritaria e intransigente del gobierno del PP. En esta situación, se puede decidir ser un simple espectador o comprometerse activamente para que el 1-O, un referéndum desobediente, salga lo mejor posible.
Si al final la represión del Estado, -que utiliza sus cloacas para combatir adversarios políticos-, consigue que el referéndum no sea tal, el 1-O, igualmente, habrá sido un acto de soberanía, que servirá para continuar presionando políticamente al Estado y avanzar en la construcción de la República Catalana. En este sentido, las fuerzas del cambio no deberían de obviar que, actualmente, el proceso soberanista es el principal desafío en el camino hacia una ruptura democrática del régimen del 78, una punta de lanza que puede facilitar la apertura de procesos constituyentes en todo el Estado. El 1-O, sea o no un referéndum, tendrá efectos políticos de gran relevancia, la cuestión es si será en clave constituyente o reaccionaría. La movilización sostenida y la participación serán decisivas, donde la unilateralidad y la fraternidad tienen que ir de la mano. Hay que conjugar la reivindicación por la autodeterminación desde Cataluña con tejer alianzas por el derecho a decidir dentro y fuera del Estado español. Al respeto, impugnar y revertir las políticas de austeridad, que tanto se están sufriendo también en Cataluña, ayudaría a ampliar estas alianzas.
El 1 de octubre se acerca, la escalada de tensión va en aumento y el choque de trenes es inevitable. Llega la gran batalla de esta última temporada, donde la determinación de las fuerzas soberanistas y el compromiso ciudadano serán esenciales para desencallar la situación.

@jesusgellida

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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