Declaramos una república
legítima y nos dejamos practicar un 155...
Nuestro gobernantes son los que hemos elegido el pueblo y, si alguien desde fuera los echa, la ciudadanía debe recuperar lo que es suyo.
Hemos creado la República de Cumbayá en la que no se debe hacer nada por si acaso alguien nos mete un porrazo...
El viernes no debía haberse abandonado la Plaça de Sant Jaume y hoy debería haber 100.000 personas en el Parc de la Ciutadella (creando un horario de turnos para ir reemplazando a la gente).
Una vez más -y van muchas- debo recordar cómo consiguieron la independencia las repúblicas bálticas. Y precisamente no fue con una fiesta con la Elèctrica Dharma...
Por Dios...
ESTONIA:
El 18 de marzo de 1990 se celebraron elecciones legislativas democráticas en las que los favorables a la independencia obtuvieron 73 de los 105 escaños en juego. Se eligió como presidente del Sóviet Supremo al excomunista Arnold Rüütel, mientras que Edgar Savisaar fue nombrado primer ministro. Pese a las advertencias de Moscú, Estonia hizo una primera declaración de independencia el 8 de mayo de 1990, aunque en unos términos más suaves que la lituana al mantener la Constitución de la URSS mientras se redactaba la estonia. La URSS no reconoció esa votación. Después de que los tanques soviéticos irrumpiesen en Lituania en enero de 1991, los estonios organizaron laberínticas barricadas alrededor del PARLAMENTO. Por su parte, Rüütel y Savisaar priorizaron las relaciones diplomáticas con el presidente del Soviet Supremo de Rusia, Borís Yeltsin, para que intercediera ante Gorbachov y evitara así un derramamiento de sangre.
El 3 de marzo de 1991 la declaración de independencia fue aprobada en referéndum con un alto porcentaje de apoyo (78%) y participación (82% del censo). La consulta se celebró dos semanas antes del referéndum sobre el futuro de la URSS. Aunque la URSS trató de mantener el control de la situación, el 19 de agosto hubo un intento de golpe de Estado que precipitó los acontecimientos. Al día siguiente, el 20 de agosto de 1991, el parlamento proclamó la restauración de la independencia de la República de Estonia. Rusia y la Comunidad Europea la reconocieron en una semana, mientras que la URSS lo hizo el 6 de septiembre.
La prudencia estratégica de los estonios propició que el país consiguiera la independencia sin lamentar víctimas mortales.
Nuestro gobernantes son los que hemos elegido el pueblo y, si alguien desde fuera los echa, la ciudadanía debe recuperar lo que es suyo.
Hemos creado la República de Cumbayá en la que no se debe hacer nada por si acaso alguien nos mete un porrazo...
El viernes no debía haberse abandonado la Plaça de Sant Jaume y hoy debería haber 100.000 personas en el Parc de la Ciutadella (creando un horario de turnos para ir reemplazando a la gente).
Una vez más -y van muchas- debo recordar cómo consiguieron la independencia las repúblicas bálticas. Y precisamente no fue con una fiesta con la Elèctrica Dharma...
Por Dios...
ESTONIA:
El 18 de marzo de 1990 se celebraron elecciones legislativas democráticas en las que los favorables a la independencia obtuvieron 73 de los 105 escaños en juego. Se eligió como presidente del Sóviet Supremo al excomunista Arnold Rüütel, mientras que Edgar Savisaar fue nombrado primer ministro. Pese a las advertencias de Moscú, Estonia hizo una primera declaración de independencia el 8 de mayo de 1990, aunque en unos términos más suaves que la lituana al mantener la Constitución de la URSS mientras se redactaba la estonia. La URSS no reconoció esa votación. Después de que los tanques soviéticos irrumpiesen en Lituania en enero de 1991, los estonios organizaron laberínticas barricadas alrededor del PARLAMENTO. Por su parte, Rüütel y Savisaar priorizaron las relaciones diplomáticas con el presidente del Soviet Supremo de Rusia, Borís Yeltsin, para que intercediera ante Gorbachov y evitara así un derramamiento de sangre.
El 3 de marzo de 1991 la declaración de independencia fue aprobada en referéndum con un alto porcentaje de apoyo (78%) y participación (82% del censo). La consulta se celebró dos semanas antes del referéndum sobre el futuro de la URSS. Aunque la URSS trató de mantener el control de la situación, el 19 de agosto hubo un intento de golpe de Estado que precipitó los acontecimientos. Al día siguiente, el 20 de agosto de 1991, el parlamento proclamó la restauración de la independencia de la República de Estonia. Rusia y la Comunidad Europea la reconocieron en una semana, mientras que la URSS lo hizo el 6 de septiembre.
La prudencia estratégica de los estonios propició que el país consiguiera la independencia sin lamentar víctimas mortales.
LITUANIA:
De las tres naciones bálticas, la RSS de Lituania fue la primera en completar la Revolución Cantada. A pesar de las tímidas reformas de Gorbachov, el Partido Comunista de Lituania (LKP) estuvo dirigido por líderes que se negaban a desarrollarlas: Petras Griškevičius (1974-1987) y Ringaudas Songaila (1987-1988). La actividad disidente se limitaba entonces a organizaciones clandestinas como la Liga Libertaria de Lituania (LLL), que protagonizó las primeras protestas nacionalistas, o el Comité de Defensa de los Derechos Religiosos.
El 3 de junio de 1988 se creó un grupo de apoyo al glasnost, el Movimiento Reformista de Lituania (más conocido por Sąjūdis), liderado por el profesor Vytautas Landsbergis, que acabaría canalizando las movilizaciones populares. Entre otros aspectos reclamaban el cumplimiento de los derechos humanos, el lituano como idioma oficial, la libertad de culto y el cierre de la Central Nuclear de Ignalina. El Sąjūdis era más moderado que el LLL y obtuvo un mayor apoyo social desde el principio, incluso entre miembros del LKP como Algirdas Brazauskas.
Lituania venía celebrando festivales de cantos y danzas tradicionales desde 1924, por lo que la tradición musical tuvo su reflejo en las protestas. Los manifestantes acudían al parque Vingio para cantar no solo himnos patrióticos tradicionales, sino también himnos católicos. Algunos intérpretes de la época adaptaron textos de poetas nacionales como Bernardas Brazdžionis y Justinas Marcinkevičius.8 Y en el Festival de Coros de Lituania de 1988, los intérpretes enarbolaron banderas tricolores por primera vez.
Después de que las autoridades soviéticas reprimieran con violencia una marcha del LLL, Songalia fue cesado y el PCUS nombró al moderado Algirdas Brazauskas al frente del LKP. A partir de esa fecha se produjeron concesiones: el 21 de octubre de 1988 se devolvió la catedral de Vilna a la comunidad católica, y el 20 de marzo de 1989 se recuperaron la bandera e himno de la Lituania independiente.
En las elecciones al Congreso de los Diputados de la URSS, todos los miembros electos estaban vinculados directa o indirectamente al Sąjūdis. La cámara lituana hizo una declaración de soberanía en mayo de 1989, y seis después, tras el éxito de la Cadena Báltica, el LKP se desligó del PCUS y renunció al monopolio de poder que ostentaba, permitiendo elecciones legislativas pluripartidistas. Los miembros adscritos al Sąjūdis —que rechazó constituirse en partido político— prometieron una declaración inmediata y se oponían a cualquier negociación con Moscú. Al final, en los comicios al Sóviet Supremo del 24 de febrero de 1990, el Sąjūdis obtuvo 91 de los 135 escaños en juego. Vytautas Landsbergis fue elegido presidente del nuevo gobierno.
El 11 de marzo de 1990, el nuevo Consejo Supremo aprobó la «Declaración de Restablecimiento de Independencia del Estado de Lituania», con 124 diputados a favor, seis abstenciones y ningún voto en contra. Lituania se convirtió así en la primera república que anunciaba su independencia de la Unión Soviética. El documento suscitó un entrentamiento directo con Moscú al rechazar por completo su autoridad, asegurando que la declaración de 1918 «nunca perdió su valor legal y constituye la fundación constitucional». Además de no obtener reconocimiento internacional, la URSS impuso en abril un bloqueo económico que duró tres meses. El parlamento lituano accedió a suspender la declaración de independencia unos cien días para negociar con la URSS, pero no hubo avances significativos y la crisis económica y social se agravó. Ante esa situación, Landsbergis pidió a los independentistas que organizaran escudos humanos para defender las instituciones. Por otro lado, se creó un Comité de Defensa paramilitar liderado por Audrius Butkevičius que pudiera prevenir cualquier ataque externo.
Finalmente, el 11 de enero la URSS inició una intervención militar para recuperar el control. El Ejército Rojo tomó por asalto la radiotelevisión lituana y la torre de TV de Vilna, aunque no pudieron hacerse con el parlamento por una masiva contramanifestación ciudadana. En total fallecieron 14 personas —trece manifestantes y un soldado del KGB por fuego amigo— y otras 700 resultaron heridas. Una década después, Butkevičius reconoció en una entrevista que sus francotiradores habían disparado contra la muchedumbre en la torre de TV para hacer creer que el KGB les había atacado. Por otro lado, tropas del OMON habían matado a ocho guardias del Cuerpo Fronterizo Lituano en Medininkai.
El 9 de febrero de 1991 se celebró el referéndum de independencia con un alto porcentaje de apoyo (93%) y participación (84,7%).
Los llamados «Sucesos de Enero» (Sausio įvykiai) fueron un punto de inflexión para que las repúblicas bálticas tuvieran reconocimiento. Islandia apoyó la independencia de Lituania el 11 de febrero de 1991 y fue seguida por Dinamarca dos semanas más tarde. Sin embargo, la mayoría de la comunidad internacional solo lo hizo después del intento de golpe de Estado en la URSS; el 20 de agosto, Letonia y Estonia siguieron los pasos de Lituania. Rusia y la Comunidad Europea reconocieron a los tres nuevos estados, mientras que la URSS lo hizo el 6 de septiembre.
De las tres naciones bálticas, la RSS de Lituania fue la primera en completar la Revolución Cantada. A pesar de las tímidas reformas de Gorbachov, el Partido Comunista de Lituania (LKP) estuvo dirigido por líderes que se negaban a desarrollarlas: Petras Griškevičius (1974-1987) y Ringaudas Songaila (1987-1988). La actividad disidente se limitaba entonces a organizaciones clandestinas como la Liga Libertaria de Lituania (LLL), que protagonizó las primeras protestas nacionalistas, o el Comité de Defensa de los Derechos Religiosos.
El 3 de junio de 1988 se creó un grupo de apoyo al glasnost, el Movimiento Reformista de Lituania (más conocido por Sąjūdis), liderado por el profesor Vytautas Landsbergis, que acabaría canalizando las movilizaciones populares. Entre otros aspectos reclamaban el cumplimiento de los derechos humanos, el lituano como idioma oficial, la libertad de culto y el cierre de la Central Nuclear de Ignalina. El Sąjūdis era más moderado que el LLL y obtuvo un mayor apoyo social desde el principio, incluso entre miembros del LKP como Algirdas Brazauskas.
Lituania venía celebrando festivales de cantos y danzas tradicionales desde 1924, por lo que la tradición musical tuvo su reflejo en las protestas. Los manifestantes acudían al parque Vingio para cantar no solo himnos patrióticos tradicionales, sino también himnos católicos. Algunos intérpretes de la época adaptaron textos de poetas nacionales como Bernardas Brazdžionis y Justinas Marcinkevičius.8 Y en el Festival de Coros de Lituania de 1988, los intérpretes enarbolaron banderas tricolores por primera vez.
Después de que las autoridades soviéticas reprimieran con violencia una marcha del LLL, Songalia fue cesado y el PCUS nombró al moderado Algirdas Brazauskas al frente del LKP. A partir de esa fecha se produjeron concesiones: el 21 de octubre de 1988 se devolvió la catedral de Vilna a la comunidad católica, y el 20 de marzo de 1989 se recuperaron la bandera e himno de la Lituania independiente.
En las elecciones al Congreso de los Diputados de la URSS, todos los miembros electos estaban vinculados directa o indirectamente al Sąjūdis. La cámara lituana hizo una declaración de soberanía en mayo de 1989, y seis después, tras el éxito de la Cadena Báltica, el LKP se desligó del PCUS y renunció al monopolio de poder que ostentaba, permitiendo elecciones legislativas pluripartidistas. Los miembros adscritos al Sąjūdis —que rechazó constituirse en partido político— prometieron una declaración inmediata y se oponían a cualquier negociación con Moscú. Al final, en los comicios al Sóviet Supremo del 24 de febrero de 1990, el Sąjūdis obtuvo 91 de los 135 escaños en juego. Vytautas Landsbergis fue elegido presidente del nuevo gobierno.
El 11 de marzo de 1990, el nuevo Consejo Supremo aprobó la «Declaración de Restablecimiento de Independencia del Estado de Lituania», con 124 diputados a favor, seis abstenciones y ningún voto en contra. Lituania se convirtió así en la primera república que anunciaba su independencia de la Unión Soviética. El documento suscitó un entrentamiento directo con Moscú al rechazar por completo su autoridad, asegurando que la declaración de 1918 «nunca perdió su valor legal y constituye la fundación constitucional». Además de no obtener reconocimiento internacional, la URSS impuso en abril un bloqueo económico que duró tres meses. El parlamento lituano accedió a suspender la declaración de independencia unos cien días para negociar con la URSS, pero no hubo avances significativos y la crisis económica y social se agravó. Ante esa situación, Landsbergis pidió a los independentistas que organizaran escudos humanos para defender las instituciones. Por otro lado, se creó un Comité de Defensa paramilitar liderado por Audrius Butkevičius que pudiera prevenir cualquier ataque externo.
Finalmente, el 11 de enero la URSS inició una intervención militar para recuperar el control. El Ejército Rojo tomó por asalto la radiotelevisión lituana y la torre de TV de Vilna, aunque no pudieron hacerse con el parlamento por una masiva contramanifestación ciudadana. En total fallecieron 14 personas —trece manifestantes y un soldado del KGB por fuego amigo— y otras 700 resultaron heridas. Una década después, Butkevičius reconoció en una entrevista que sus francotiradores habían disparado contra la muchedumbre en la torre de TV para hacer creer que el KGB les había atacado. Por otro lado, tropas del OMON habían matado a ocho guardias del Cuerpo Fronterizo Lituano en Medininkai.
El 9 de febrero de 1991 se celebró el referéndum de independencia con un alto porcentaje de apoyo (93%) y participación (84,7%).
Los llamados «Sucesos de Enero» (Sausio įvykiai) fueron un punto de inflexión para que las repúblicas bálticas tuvieran reconocimiento. Islandia apoyó la independencia de Lituania el 11 de febrero de 1991 y fue seguida por Dinamarca dos semanas más tarde. Sin embargo, la mayoría de la comunidad internacional solo lo hizo después del intento de golpe de Estado en la URSS; el 20 de agosto, Letonia y Estonia siguieron los pasos de Lituania. Rusia y la Comunidad Europea reconocieron a los tres nuevos estados, mientras que la URSS lo hizo el 6 de septiembre.
LETONIA:
El 8 de octubre de 1988 fue fundado el Frente Popular de Letonia (LTF, Latvijas Tautas fronte) que aglutinaría a los distintos grupos nacionalistas. Y aunque el LTF contemplaba al principio distintas sensibilidades, a partir de 1989 defendería la independencia como única solución. Esto provocó que muchas personas de etnia rusa, llegadas durante la rusificación, fuesen más favorables al Inferfront, un movimiento popular prosoviético.
En el plano político, los nacionalistas letones habían conseguido que la mayoría de miembros del LKP apoyasen sus postulados y rompieran con el PCUS a partir de 1990. E igual que sucedió en Estonia, se estableció un Comité de Ciudadanos al que podían registrarse letonios por ius sanguinis. En las elecciones al Sóviet Supremo de marzo, el Frente Popular obtuvo mayoría absoluta con 134 de los 200 escaños en juego, más de dos tercios. El reformista Anatolijs Gorbunovs fue nombrado presidente, mientras que Ivars Godmanis, líder del LTF, asumió como primer ministro. La cámara principal pasó a llamarse «Consejo Supremo de la República de Letonia» hasta la reinstauración de la Saeima.
Siguiendo los pasos de Lituania, el 4 de mayo de 1990 el Consejo Supremo aprobó el «inicio de la reinstauración de la independencia de Letonia», la recuperación de la Constitución de Letonia de 1922 y una relación exterior con la URSS basada en el Tratado de Riga. Además, el letón pasó a ser la única lengua oficial. A pesar de que los letones desarrollaron una nueva legislación para garantizar el éxito de la independencia, la URSS se negó a reconocerles y prestó apoyo a fuerzas prosoviéticas letonas para derrocar al nuevo gobierno. Durante los meses siguientes se produjo la llegada de miembros del KGB y del OMON (boinas negras) a distintas ciudades del país, en las que incluso se produjeron altercados.
El ataque de las tropas soviéticas en Lituania del 11 de enero precipitó los acontecimientos. Ante el temor de que lo mismo pudiera suceder en Letonia, el Frente Popular pidió a los ciudadanos que montaran barricadas para defender las instituciones. Aunque la premisa era la resistencia no violenta, hubo seis víctimas mortales en los enfrentamientos, cinco de ellas tras la toma del Ministerio del Interior por parte del OMON.
El 3 de marzo de 1991 la declaración de independencia fue aprobada en referéndum con un alto porcentaje de apoyo (74%) y participación (87,6%).40 La consulta se celebró dos semanas antes del referéndum sobre el futuro de la URSS. Finalmente, el intento de golpe de Estado del 20 de agosto llevó a que el Gobierno de Letonia proclamara, al día siguiente, la «culminación del proceso de independencia». Rusia y la Comunidad Europea la reconocieron en una semana, mientras que la URSS lo hizo el 6 de septiembre.
El 8 de octubre de 1988 fue fundado el Frente Popular de Letonia (LTF, Latvijas Tautas fronte) que aglutinaría a los distintos grupos nacionalistas. Y aunque el LTF contemplaba al principio distintas sensibilidades, a partir de 1989 defendería la independencia como única solución. Esto provocó que muchas personas de etnia rusa, llegadas durante la rusificación, fuesen más favorables al Inferfront, un movimiento popular prosoviético.
En el plano político, los nacionalistas letones habían conseguido que la mayoría de miembros del LKP apoyasen sus postulados y rompieran con el PCUS a partir de 1990. E igual que sucedió en Estonia, se estableció un Comité de Ciudadanos al que podían registrarse letonios por ius sanguinis. En las elecciones al Sóviet Supremo de marzo, el Frente Popular obtuvo mayoría absoluta con 134 de los 200 escaños en juego, más de dos tercios. El reformista Anatolijs Gorbunovs fue nombrado presidente, mientras que Ivars Godmanis, líder del LTF, asumió como primer ministro. La cámara principal pasó a llamarse «Consejo Supremo de la República de Letonia» hasta la reinstauración de la Saeima.
Siguiendo los pasos de Lituania, el 4 de mayo de 1990 el Consejo Supremo aprobó el «inicio de la reinstauración de la independencia de Letonia», la recuperación de la Constitución de Letonia de 1922 y una relación exterior con la URSS basada en el Tratado de Riga. Además, el letón pasó a ser la única lengua oficial. A pesar de que los letones desarrollaron una nueva legislación para garantizar el éxito de la independencia, la URSS se negó a reconocerles y prestó apoyo a fuerzas prosoviéticas letonas para derrocar al nuevo gobierno. Durante los meses siguientes se produjo la llegada de miembros del KGB y del OMON (boinas negras) a distintas ciudades del país, en las que incluso se produjeron altercados.
El ataque de las tropas soviéticas en Lituania del 11 de enero precipitó los acontecimientos. Ante el temor de que lo mismo pudiera suceder en Letonia, el Frente Popular pidió a los ciudadanos que montaran barricadas para defender las instituciones. Aunque la premisa era la resistencia no violenta, hubo seis víctimas mortales en los enfrentamientos, cinco de ellas tras la toma del Ministerio del Interior por parte del OMON.
El 3 de marzo de 1991 la declaración de independencia fue aprobada en referéndum con un alto porcentaje de apoyo (74%) y participación (87,6%).40 La consulta se celebró dos semanas antes del referéndum sobre el futuro de la URSS. Finalmente, el intento de golpe de Estado del 20 de agosto llevó a que el Gobierno de Letonia proclamara, al día siguiente, la «culminación del proceso de independencia». Rusia y la Comunidad Europea la reconocieron en una semana, mientras que la URSS lo hizo el 6 de septiembre.
Si lo han leído, habrán comprobado que las
tres historias son muy parecidas (incluso a la nuestra): Asociaciones de
ciudadanos, cadenas humanas, grandes manifestaciones (unionistas también),
votaciones, referéndums, intento de ocupar instituciones...
Y tienen en común también que el pueblo tuvo que hacer una defensa pacífica de sus instituciones y Parlamentos.
En los tes casos se encontraron con la oposición de la URSS y el NO reconocimiento inicial de las repúblicas...
Y actualmente están en la UE y en la ONU.
El mundo está viendo que el pueblo soberano de la República de Catalunya se ha dejado intervenir. Es evidente que nadie nos reconocerá así.
Todavía estamos a tiempo.
Aunque mucho me temo que el catalán no perderá dos horas de trabajo para defender su república.
Y tienen en común también que el pueblo tuvo que hacer una defensa pacífica de sus instituciones y Parlamentos.
En los tes casos se encontraron con la oposición de la URSS y el NO reconocimiento inicial de las repúblicas...
Y actualmente están en la UE y en la ONU.
El mundo está viendo que el pueblo soberano de la República de Catalunya se ha dejado intervenir. Es evidente que nadie nos reconocerá así.
Todavía estamos a tiempo.
Aunque mucho me temo que el catalán no perderá dos horas de trabajo para defender su república.
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