Minoria Sorollosa3:16 p. m.
Puigdemont ha sido muy hábil. Ha lanzado a España un guante que le va a costar mucho gestionar. Le ha preguntado delante de todo el mundo si reconocerá la victoria independentista en unas elecciones que ella misma a convocado con todo a su favor. En pocas palabras, ha convertido las elecciones que la propia España ha convocado, en plebiscitarias. Es una jugada genial, porque pone otra vez la pelota en el campo de España. Ahora pueden pasar básicamente dos cosas:
1. Si España se niega, quedará desprestigiada en todo el mundo, quedará como un estado puramente represor y violento. Todo su paripé del 155 quedará al descubierto, y Europa, aunque espero poco de ella, difícilmente podrá mirar a otro lado ante un envite lanzado desde su propio corazón.
2. Y si acepta, se enfrentará a su peor pesadilla... un referéndum de facto sobre la independencia de Catalunya que se verá forzada a permitir y a acatar el resultado. Y lo peor, provocado por ella misma.
La estrategia tiene riesgos, es evidente:
1. No hay referéndum posible con los comunes equidistantes entorpeciendo la interpretación del resultado de forma binaria. Pero ello puede neutralizarse: hay que trabajar esa posibilidad lanzando claramente el mensaje de que sus votos no sean contados ni en uno ni en otro bando, y ello es posible cuando se dice desde Bruselas, porque és lógico y perfectamente democrático cuando se plantea un plebiscito. A diferencia de lo que pasó en España en el 27S. Con ello, el referéndum lo tendríamos ganado los independentistas de calle.
1. Si España se niega, quedará desprestigiada en todo el mundo, quedará como un estado puramente represor y violento. Todo su paripé del 155 quedará al descubierto, y Europa, aunque espero poco de ella, difícilmente podrá mirar a otro lado ante un envite lanzado desde su propio corazón.
2. Y si acepta, se enfrentará a su peor pesadilla... un referéndum de facto sobre la independencia de Catalunya que se verá forzada a permitir y a acatar el resultado. Y lo peor, provocado por ella misma.
La estrategia tiene riesgos, es evidente:
1. No hay referéndum posible con los comunes equidistantes entorpeciendo la interpretación del resultado de forma binaria. Pero ello puede neutralizarse: hay que trabajar esa posibilidad lanzando claramente el mensaje de que sus votos no sean contados ni en uno ni en otro bando, y ello es posible cuando se dice desde Bruselas, porque és lógico y perfectamente democrático cuando se plantea un plebiscito. A diferencia de lo que pasó en España en el 27S. Con ello, el referéndum lo tendríamos ganado los independentistas de calle.
2. Es mucho esperar de Europa que esté a la altura incluso en estas condiciones, vista su podredumbre intrínseca, pero... el envite viene desde su corazón... no desde un país periférico. Ya no hay la excusa del asunto interno de España.
Y cualquier otra respuesta intermedia, será asignada al caso 1 anterior, el de "España escurre el bulto y se muestra como la dictadura que realmente es". Aquí ya no valen excusas. Esto lleva la contienda al final de la partida.
No está mal, la verdad. Con otras cosas no estoy de acuerdo, pero esta jugada me parece realmente buena, es un jaque en toda regla.