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5 de julio de 2016

El déficit tarifario de las eléctricas es una estafa


993935051[1]El déficit tarifario de las eléctricas es una estafa de 24.000 millones de euros. Este episodio corresponde a la investigación periodística publicada en el blog, cualquier referencia a ella se puede encontrar en los archivos El mentiroso recibo de la luz. Como el asunto se las trae y estamos hablando de la mafia del dinero disfrazada de un porte aristocrático pero así, estafadores de alcurnia no puede permitir que un don nadie les reviente la fiesta. Mueven ficha para posicionarse y esgrimir su fuerza, hace unos meses, cuando empecé con algunos de los post sobre las eléctricas me enviaron una factura adicional por 680 euros y según dicen es por discrepancias de lecturas del contador (que las hacen ellos) o también llegaron a decir que el contador iba mal sin aportar nada más. Tenía que pagar sin más. Como no hay nada que hacer excepto fastidiarse, estaba a la espera que me cargaran en la cuenta bancaria el importe tramado. En los siguientes días como no veo en la cuenta que llegue el cargo, les llamo y me ponen al corriente de la operativa que se me aplica, no te lo pierdas: como éstas supuestas discrepancias de lectura (que sólo están en su mente ya que nada te acreditan) se extienden hasta varios meses atrás lo que hacen, para fastidiar, es que te “refacturan” es decir, todas las facturas pagadas se vuelven a pagar de nuevo por su importe más el importe de las lecturas que se sacan de la manga. Además, cuando les dices que estás así pagando doble, lo reconocen y dicen que cuando se acabe la “refacturación” empezará la serie de abonos. Cuando les pides un “cuadro de vencimientos cargos/abonos dicen que lo desconocen. Esta es la primera parte del plan de jorobar por lo que ingreso en la cuenta bancaria dinero suficiente para que se den el atracón correspondiente y me armo de paciencia. La segunda empezó el 30 de noviembre, el piso en cuestión lo tengo alquilado y mi inquilino me llama para comunicarme que la compañía ha cortado la luz. Tomo cartas en el asunto y me lleva todo el día y al final estoy como al principio: no se reanuda el suministro eléctrico ya que he dejado de ser cliente de Endesa y que me atenga a la deuda, es decir han resuelto el contrato por falta de pago. Cuando vas a la oficina y les dices que tengo en mis manos y a su disposición la cartilla de ahorros de La Caixa y que se han pegado un festival de cobros y aún así he mantenido un saldo más que suficientes para que se carguen los puñeteros recibos de “refacturación” ni tan siquiera la miran. Es decir, el motivo de la resolución del contrato es por falta de pago y cuando puedes acreditar que no lo es manifiestan que es una decisión “del ordenador”. Solución: Tengo que empezar de nuevo, pagar todas las “refacturaciones” que les vienen en gana (será para incrementar artificialmente la facturación), solicitar un suministro nuevo, es decir una alta como si acabara de llegar, tramitar una nueva cédula de habitabilidad (ya que está caducada al tener más de 15 años por lo cual que me llevará un mínimo de un mes) más boletín del instalador y los gastos ascienden a 700 euros. Además, a mi inquilino y a su pareja les voy a pagar la estancia en un hotel, ya que no tienen culpa de nada, con un coste que ni lo sé. Todo, y digo todo, sin dejar nunca de pagar una factura y ni tan siquiera remitirme un aviso de corte de suministro. ¿Son o no son unos cabrones?
ÚLTIMA HORA: Mi inquilino me informa, a media tarde de ayer, que milagrosamente ya tiene luz.
Esta iniciativa mantiene el patrón que me han sometido algunos bancos. Si en algún momento he mantenido una cuenta bancaria, una tarjeta de crédito, un préstamo o lo que sea, aunque de esto pueden haber transcurrido algunos años. Estos angelitos me presentan una demanda judicial por una supuesta deuda que puede ser de unos cuantos miles de euros. Por lo que me veo obligado a recurrir a los servicios de un abogado, y pasarme horas y más horas rebuscando y desenterrando entre mis papeles aquellos que puedan acreditar que el asunto está pagado. No es tarea fácil cuando se habla de operaciones de hace diez o quince años y no esperas que por vía judicial te veas en este compromiso. En definitiva, eres culpable mientras no demuestres tu inocencia, la justicia al revés. Cuando felizmente puedes acreditar que el asunto quedó finiquitado y antes que el juez dicte sentencia, estos mal paridos se “allanan”, algo así como “señoría desistimos del procedimiento” y te quedas sin poder solicitarles las costas del procedimiento judicial y tienes que pagar a tu abogado y al procurador. Tan sólo es, creo, una demostración de fuerza para que se te meta en la cabeza que no compensa ir de Quijote.

otra forma de tirarnos.- Las petroleras no cumplen con el sistema fiscal previsto por ley.


Las petroleras no cumplen con el sistema fiscal previsto por leyEl impuesto sobre la gasolina se camufla con los ingresos propios provocando opacidad. Resulta que estos señores encopetados de las petroleras ocultan y camuflan el impuesto sobre carburantes recaudado entre sus propios ingresos. Esta argucia, intencionada, de soslayar la ley pone de manifiesto que no todo el impuesto recaudado llega a las arcas de Hacienda. He dejado este relato, de las investigaciones periodísticas, en último lugar  pese a que ocupó el primero en mis preocupaciones después de meterme en innumerables charcos. El episodio lo viví como la confirmación de lo que me aconsejaban amigos y familiares que conocían mis andanzas por las cocinas del Estado: olvídate de todo esto, no acabarás bien. Será por inconsciencia o porque uno a nacido así, no tenía la percepción de enfrentarme a ningún peligro que afectara a mi integridad física.  Tuve ocasión de cambiar de opinión por la vía rápida. Algo ocurre con el petróleo, la gasolina, los impuestos y la confraternización de los políticos y la clase dominante del poder económico. En un post daré los detalles de esta investigación, aquí puedo adelantar que hay un fraude descomunal con los impuestos que se pagan por el consumo de carburantes. Las grandes empresas del sector como Repsol y Cepsa se benefician, en primera instancia, del saqueo a los bolsillos de la ciudadanía motorizada.
Me llamaba poderosamente la atención ver como los precios de la gasolina no paraban de crecer y además, la razón que se daba para aplicar esos aumentos radicaba siempre en el precio del crudo de petróleo cuando tan sólo era uno de los ingredientes contenidos en el precio final y no el más importante. Empecé por revisar con detalle los balances contables de Repsol, por ser la petrolera más grande del país, y no tardé en toparme con algo raro, a la vista de cualquiera. Para la petrolera Repsol, la sociedad matriz, el Impuesto sobre Sociedades que grava los beneficios empresariales con un 35% resultaba que era todo lo contrario: representaba un ingresos de miles de millones de pesetas ejercicio tras ejercicio. Los balances estaban inscritos en el Registro Mercantil y tenían el visto bueno del auditor. Sobre el asunto no pude sacar el agua clara a pesar que me moví por todos los estamentos con competencia sobre el asunto y removí cielo y tierra.
Conforme me iba encontrando con una muralla protectora, más me convencía de que algo raro ocurría con los dineros recaudados por el consumo de carburantes, incluido el impuesto aplicado por litro. Llegue hasta la Secretaria de Estado de Hacienda donde la sola mención del contribuyente cierra la puerta a cualquier cuestión que se pueda plantear sobre el particular. La Agencia Tributaria, ni el Ministerio de Hacienda no pueden facilitar información nominal sobre los contribuyentes, pero cuando se plantea como una generalidad tampoco hay respuesta. Todo lo más que pude sacar es que el fenómeno de que el impuesto fuera un ingreso se debía a “la deducción por doble imposición”, un rollo que no me trague ya que no había datos suficientes que lo corroboraran. En tan elevado santuario de la tributación me trataron como un bicho raro. Me quedé con la copla: “Aquí no ha venido nunca nadie preguntando estas cosas” –literal- pero la magia de una contabilidad en holding aplicando la ingeniería financiera transforma lo blanco en negro, equivalente a cobrar en vez de pagar.
Como no me quedé satisfecho con la respuesta de los altos funcionarios responsables de la recaudación de los miles de millones que Repsol debe ingresar al Erario público, continué inducido por la reflexión, totalmente lógica, que si con la tributación visible, la que figura en los registros públicos, pagar es cobrar que no habría en el mecanismo de la recaudación del impuesto que va ligado a los carburantes. Oh! Sorpresa, o no tanta visto lo visto. Junto con la privatización del monopolio de Campsa, también se privatizo el mecanismo que grava los carburantes. A la Compañía Logística de Hidrocarburos, propiedad de las petroleras que actúan en el mercado español, el sistema legislativo vigente le asigna el papel de depósito fiscal, siendo esta empresa la que tiene la obligación fiscal de ingresar el impuesto a Hacienda. La ley no se cumple y es la industria petrolera la que mezcla contablemente entre sus ingresos propios los que provienen como impuesto recaudado. No hace falta decir que la sospecha de que todo lo recaudado no llega a las arcas de Hacienda va más allá de una presunción. Con todo lo investigado completamos enLa Banca 12 páginas en un dossier con el titulo El dinero del petróleo y llegó la tormenta perfecta.
A los pocos días de la publicación, se presentó en la redacción un individuo que insistía en verme, residía en Madrid y estaba de paso por Barcelona y este era su argumento para presentarse sin más. Me felicitó, muy efusivamente, por el articulo sobre las petroleras dándome la razón en todo, pero su interés se concretaba en conocer como había llegado la información a mis manos. No debió creer ni una palabra de lo que dije sobre que no había ninguna “garganta profunda” de por medio, que todo eran datos obtenidos de mover una montaña de papeles, balances contables, memorias societarias y registros públicos. Unos días más tarde recibí una carta de este individuo. Bajo un tratamiento de “Querido amigo” y que todo era por mi bien me aconsejaba de evitar tribulaciones que conducirían, inevitablemente, a un mal final. El cabrón, implícitamente me estaba amenazando: “sería mejor que te dedicaras a los bancos … hasta que te dejen”. A continuación, todo seguido, una vuelta de tuerca más.
Me llama por teléfono un individuo y me pide una reunión urgente, tiene una información, muy trascendente, que facilitarme. Ya tenía la mosca detrás de la oreja y no quise que viniera a mi despacho, lo cité en la terraza de una cafetería del Paseo de Gracia, a pocos metros de la redacción, siempre concurridas de público. Se presentó con un tipo corpulento, ambos bien vestidos, con pinta de ejecutivos, el que me había llamado por teléfono era delgado como un alambre. El que llevaba la voz cantante, el corpulento, tenía cierto acento extranjero que no fui capaz de definir, la cara con algo de viruela y un gran bigote. De facilitarme información nada de nada todo lo contrario me la exigía. Este es el término adecuado: exigir. Estaba empecinado en saber de donde había conseguido la información “del petróleo”, más exactamente de quien. Los modales y la pose eran estudiados para que la intimidación fuera explícita. Para ser sincero, fui aguantando el tipo teniendo en cuenta que estábamos rodeados de gente, hasta que el muy cabrón me pregunto:
  •             -¿Tú sabes quien soy?
  •             -Ni idea, ni me importa -conteste.
  •             -Te tendría que importar porqué soy el liquidador.
No sabría decir la sensación que tuve en aquel momento pero está relacionada con el pánico, todas las recomendaciones y advertencias sobre como iba a acabar se agolparon en mi mente. Me imploré a mi mismo calma, no se por qué demonios estaba convencido de que ese tipo, con cara de turco, iba a dispararme. Me miraba fijamente a los ojos a través de unas gafas de sol con vidrios ahumados y yo le sostenía la mirada. No se me ocurrió otra cosa que decirle:
  • -¿Te crees que soy tan imbécil como para venir aquí con el culo al aire? Si hago un movimiento convenido, te puedo asegurar que no tenéis tiempo de reaccionar.
El esmirriado, que estaba sentado a su lado le dijo:
  • -No le iras a creer, se está tirando un farol.
El del bigote descomunal –después pensé que era postizo- me seguía mirando fijamente a los ojos y le aguante la mirada. Después de unos segundos que me parecieron una eternidad, sin decir nada se levantó y el esmirriado lo siguió. Lo descrito puede parecer una escena de una mala película de agentes secretos. Pero por ahí va la cosa.
Si pretendían asustarme, a fe que lo consiguieron. En cuanto pude, me puse en contacto con el jefe de una importante agencia de detectives. Me debían un favor y este era el momento de cobrarlo. Le puse en antecedentes, rastrearon la redacción, con un escáner, en busca de micrófonos ocultos, siguieron la pista de la carta: no había otras huellas que no fueran las mías, la dirección de Madrid no existía. Habían llamado desde un teléfono público, y por la descripción personal los individuos no eran conocidos. Nada de nada, pero los detectives de la agencia clasificaban el episodio como la “amenaza fraternal”. Primero se presenta alguien con recomendaciones, después el escrito, ya mucho más explicito para luego pasar a la intimidación para que sepas que están ahí y que eres su objetivo. Después o blanco o negro. No comente nada con nadie, ni tan siquiera con mis compañeros. Pasó un mes, y en uno de mis habituales desplazamientos a Madrid, un periodista amigo estaba dispuesto de hacerme una confidencia bajo secreto de confesión. Había oído a sus jefes, de un diario de difusión nacional, hablar de mí, se debatían entre la opinión de uno que manifestaba que era “un terrorista de la información y que le habían enviado un recado” y otro que de buena tinta aseguraba que “pertenece a las fuerzas de seguridad del Estado”.
No hacia mucho que otro periodista había publicado un libro en el que me dedicaba un par de páginas y, muy ufano, aseguraba que trabajaba para la seguridad del Estado desbrozando asuntos muy delicados para la fiscalía. No era cierto, pero tratar de decir lo contrario a este tipo de manifestaciones no hay nadie que te crea. Algo debió de pasar por la cabeza del bigotudo, mientras le aguantaba la mirada, o algo le barruntaba que a quien intimidaba fuera de verdad de las “fuerzas de seguridad del Estado”. Un sanbenito que cuando te lo ponen es difícil de sacar. Todo lo ocurrido incrementó mi convencimiento de que el asunto de las petroleras esconde algo que no quieren que se sepa. Hay indicios de que altas personalidades, entre ellas el Rey, por decirlo de la mejor manera “cobran gratificaciones” les parece que queda mejor que vulgares “comisiones”. Pero cobrar, cobran mientras nos expolian en la gasolinera. Reitero mi compromiso de un post sobre este asunto.
Fuente: la Banca

El Central Hispano falseó su contabilidad para ocultar pérdidas.

El Central Hispano falseó su contabilidad para ocultar pérdidasEl banco se aprovechó de los accionistas de Dragados al transferirles las mismas. Casualidades de la vida. En diciembre de 1998 teníamos listo un asunto, del que nos llevó su tiempo, que como siempre teníamos que tener la seguridad de lo que íbamos a publicar ya que era un delito y facilitamos los nombres y apellidos. Robar todavía estaba vigente en el Código Penal. El bagaje que llevaba en mis espaldas como sindico, en representación de los acreedores, en las quiebras me ayudó y mucho. El asunto tenía su calado, los accionistas de Dragados se vieron forzados a asumir las pérdidas del Banco Central Hispano, BCH. El enjuague para endosar las pérdidas del banco era de estar por casa. El BCH tenía el 23% de las acciones de la constructora Dragados, y entre otras el 100% de una sociedad llamada Comylsa que acumulaba fuertes pérdidas con el banco. En 1994 y poco antes del cierre del ejercicio, en su condición de mayoritario dentro de los accionistas minoritarios de Dragados, el banco forzó a esta empresa a la compra de las acciones de Comylsa. Con la operación, el balance del banco que hubiera reflejado pérdidas de hasta 8.000 millones de pesetas, pasó a mostrar unos beneficios de 23.000 millones de pesetas. Posteriormente, en 1996, el banco instó la absorción de Comylsa por parte de Dragados, que pasó a incluir en su balance las deudas de aquella. La quiebra, inevitable, de Comylsa que hubiera llevado al BCH a mostrar pérdidas, por arte de birlibirloque se las endosaron a los accionistas de la constructora Dragados y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la responsable de la ortodoxia en Bolsa, tragó con todo.
Nunca pensé que aquel artículo pudiera traer tanta complicación. El cielo se nos vino encima. A fin de cuentas lo publicado sostenía que un banco falseaba su contabilidad, visto lo antes publicado no era para tanto. Aquí lo que sobrepasaba era que las pérdidas del banco se las endosaba al 77% de los accionistas de Dragados que nada tenían que ver con el desaguisado. El mal sueño empezó cuando se presento en mi despacho un notario que me soltó una letanía que traía escrita. Debía de rectificar, de la primera línea hasta la última, el artículo publicado que se extendía, con profusión de datos, por siete páginas. De no hacerlo, todos los males del infierno iban a recaer sobre mí y la sociedad editora. Me puse en contacto con la dirección del BCH en Barcelona, todo parecía super exagerado, yo estaba dispuesto a rectificar todo aquello que me demostraran que era incorrecto. Eran inflexibles, la orden venía de arriba y era todo. A continuación, tan sólo unos días después, oh¡ sorpresa, el intríngulis del asunto quedó desvelado.
Emilio Botín, el presidente del Banco Santander, y José María Amusátegui, presidente del Banco Central Hispano anunciaban a bombo y platillo la fusión, entre iguales, de los dos bancos. A tanta alegría, aplaudida por los medios de comunicación, había un tipo que aguaba la fiesta de la gran boda al afirmar que la dote de uno de los contrayentes estaba falseada. Entendieron que con esta lacra informativa el casamiento podía peligrar. La solución estaba a mano, era cuestión de aproximarse a las palabras del sacerdote en el oficio de enlace “…..o que calle para siempre”. Lo publicado era explicito, el balance contable del BCH estaba falseado por lo que la valoración de las nuevas acciones, producto de la fusión, era una entelequia. Estaba seguro que esta gente no iban a parar hasta desacreditar lo que en La Banca se decía. Puedo asegurar que fue una casualidad. No tenía ni la más remota idea de la fusión que se llevaban, secretamente, entre manos. Los banqueros y los letrados de la asesoría jurídica no lo creyeron así, y me otorgaron la etiqueta de asaltacocinas, ¿Cómo este tipo ha podido llegar hasta la cocina si el potaje se preparaba en absoluto secreto? Insisto, cosas de la vida: casualidad. No había complicidad, es más, en las investigaciones que se llevaban a cabo evitaba el contacto personal con los directivos de los bancos. De inmediato, a la velocidad del rayo, el BCH acudió a los juzgados.
Digo bien, en plural ya que el BCH presentó dos demandas, algo insólito, por un mismo hecho en distintos juzgados de lo civil. Una por daños y perjuicios, la otra por el derecho al honor del presidente del banco José María Amusátegui. Los abogados que presentaban las demandas pertenecían a un encopetado despacho de Madrid, digamos unos de los grandes. Tenían dispuesta y estudiada una estrategia para machacar. Debieron de ver que jurídicamente no les convenía interponer una demanda por lo penal: injurias y calumnias, que bajo su reclamación era lo que correspondía en estos casos. Se decidieron por la vía civil donde pensaban arrasar con su estrategia, de una parte arruinarnos, y por otra, dada la superpotencia de más de un centenar de abogados, ahogarnos en el procedimiento. Para empezar nos daban tres días para dar contestación a las dos demandas. Las presentaron al unísono para colapsar nuestra respuesta, si nos pasábamos del plazo se adjudicaban la victoria por la vía rápida. Era lo que pretendían pero no fue así.
Recuerdo este episodio por la estupefacción que me produjo estar en manos de la justicia y tan indefenso, lo cierto es que me quede pasmado de cómo te pueden machacar, así de entrada, con un plazo de contestación de risa. De nada sirvió, posteriormente, la solicitud, lógica a todas luces, de que el asunto de acumulara en uno sólo. Me quede de piedra cuando el abogado me dijo que me las tenía que apañar por mi cuenta al tener que facilitarle un borrador que contuviera una respuesta al contenido de la demanda. Me pasé 48 horas de reloj frente al teclado y la pantalla del ordenador, un fin de semana entero. Reconozco que cuando leí con atención el texto de estos encopetados letrados no sabía por donde empezar. Había que reconocer que estos presuntuosos abogados que iban a cobrar una minuta de lujo al banco eran soberbios en su trabajo de dar la vuelta a los asuntos que caen en sus manos. No se me ocurrió otra cosa que copiar su argumento y a continuación en letra cursiva dar respuesta. Así, párrafo a párrafo traté de revocar sus manifestaciones elevadas a tesis irrevocables. Una por una. Nuestro abogado no estaba del todo satisfecho por el método empleado, tan poco convencional y alejado del uso y la costumbre, de dar respuesta párrafo a párrafo. Ganamos el caso en primera instancia.
También ayudo a la resolución, algo que a estas alturas de la película ya tenía aprendido cuando se juega con fuego, o mejor dicho con explosivo nuclear, que consistía en remitir por fax el texto integro del artículo que se iba a publicar con el ruego de que estábamos dispuestos a una rectificación en el caso de error. A buen seguro que cuando lo recibieron lo enviaron a la papelera sin más, pero la juez que vio el caso les venía a decir, a los encopetados letrados, que demonios hacían en el juzgado si cuando tuvieron ocasión, antes de que se publicara, no dijeron nada. A todo esto añadía que la documentación aportada acreditaba lo publicado. Explico este episodio para poner de manifiesto que aunque ganamos judicialmente perdimos económicamente. No nos dieron el beneficio de las costas y nos empobreció toda vía más de lo que estábamos.
El Santander y el BCH no estaban satisfechos con esta resolución judicial y volvieron a la carga. Tenían que ganar a toda costa por lo recurrieron la sentencia. Vuelta a empezar, más gastos, más problemas y empezaron a sacar la artillería de los grandes males que se le habían infringido, centenares, miles de millones de pesetas en supuesta baja de la cotización de las acciones. Un perjuicio multimillonario que se salía del mapa. Era cierta la promesa que nos anticiparon de condenarnos a las penas del infierno. La intimidación vino de todas partes y aguantamos el chaparrón. Cuando llego la hora de la sentencia el tribunal me condeno al pago de una peseta, una puñetera peseta. Todos los multimillonarios daños, incluido el derecho al honor del presidente del BCH, José María Amusátegui, valía una triste peseta. Vuelta a lo mismo, ganamos pero perdimos en esta ocasión el Santander y el BCH podían decir, que era un bocazas y le condenaron por embustero. Evidentemente lo de la peseta, la puñetera peseta ni una palabra. No me dio la reputa gana de pagarla y recurrí al Tribunal Supremo.
Creo que soy el primero y el único que ha recurrido al Tribunal Supremo por la disputa de una puñetera peseta. Ahora ya no se puede llegar a tan alto tribunal por algo cuantitativamente tan ridículo. Mi intención se sostenía en que jueces del Supremo se tuvieran que pronunciar sobre el contenido del artículo que era irrefutable: El Central Hispano falseó su contabilidad para ocultar pérdidasEl banco se aprovechó de los accionistas de Dragados al transferirles las mismas. Nada de nada, me enviaron con viento fresco y que si no quería pagar la puñetera peseta que no la pagara. Así hemos ido. Quizás se me ha hecho demasiado larga esta explicación, pero creo que a quien le pueda interesar le ilustra las truculentas vicisitudes que se pasan si alguien se atreve a decir la verdad. Poderoso caballero es Don Dinero. Para tribulaciones las que vienen a continuación.

El expolio oculto del Banco de España.


El expolio oculto del Banco de EspañaEl expresidente del Valladolid acusa a Rubio y Rojo de atracadores. Una cosa lleva a la otra. A mí me costó que entrara en mi cabeza que instituciones como el Banco de España, con sus gobernadores al frente, llegaran a estar implicados, en plan protagonista, en estafas y asaltos de una magnitud sorprendente. Si alguna duda podía albergar se hizo añicos cuando un amigo me preguntó si conocía el pleito de Domingo López Alonso con el Banco de España. La respuesta fue que no tenía ni idea y me ofreció un libro escrito por el mismo López Alonso. Sorprendía la portada con tres fotos: Luis Ángel Rojo, Mariano Rubio y Aristóbulo de Juan y el titulo, a todo dar, de ATRACO. De forma explicita se extendía El Robo realizado por Mariano Rubio y Luís Ángel Rojo sirviéndose de su posición de privilegio en el Banco de España. Dejaba constancia del nombre y apellidos de los atracadores. Para nada aparecía el término “supuestos atracadores” directo a la yugular: Atraco. Importe del botín sustraído 23.183.800.000 de pesetas del año 1978. Era como para quedarse sin respiración. Resultaba que de este asunto no tenía ni idea. Supongo, igual que me pasó a mí, que tú en tu vida has oído hablar de Domingo López Alonso. El buen hombre me ofreció esta dedicatoria: Le dedico este libro a José Manuel Novoa. Para que conozca las atrocidades de las que he sido objeto, perpetradas por los elementos que vienen en la portada, que estando obligados a dar ejemplo de honradez, honestidad y ética en sus procedimientos, son los que cometen, robos, atropellos y estafas. Con un cordial abrazo. Conservo el libro como oro en paño. Después lo fui visitando en mis viajes a Madrid. Guardo un recuerdo extraordinario de este hombre extraordinario.
Cuando lo conocí, Domingo López Alonso tenía unos cuantos años a sus espaldas pero la cabeza la tenía en su sitio. En las conversaciones que tuvimos me ilustró de los atropellos cometidos por los personajes del Banco de España. Actuaban como clan en nombre y representación del Gobernador. Las tropelías cometidas por el clan estuvieron a la orden del día, siempre al rebufo de las quiebras bancarias, algunas reales y otras inventadas, con el fin de movilizar los cuantiosos fondos públicos bajo su control y desarmar a los accionistas, sobretodo los pequeños, de los bancos que tenían la fatalidad de que los señalaran con el dedo pulgar hacia abajo. El campo estaba abonado y la semilla del mal comenzaba a brotar, el procedimiento de incautación no era muy diferente al aplicado, con notable éxito, por el mariscal Goering en el saqueo de las mejores colecciones de arte de Europa. El mariscal contó con un esbirro de lujo, Hans Wendland, que se dedicó con fervor a la tarea de quedarse con lo que no es suyo por la vía fácil de la legitimidad. Fritz Goodman, propietario del Dresdner Bank, sucumbió a una sobredosis de legitimidad al colocarle la etiqueta demonizadora de judío. La familia Goodman no lo era pero importaba poco en plena Alemania nazi, el mero pronunciamiento de un mariscal del Tercer Reich recibía de inmediato la categoría de indiscutible. Su extraordinaria colección de arte pasó a manos del mariscal y el matrimonio Goodman fue gaseado. El expolio era inapelable y el arma letal infalible. El clan disponía del reactor nuclear del expolio: la jefatura del Servicio de Inspección del Banco de España, la cumbre de depredación del sistema que nada tenía que envidiar al etiquetado del mariscal Goering.
Hasta entonces, el banco emisor había estado a cargo de abogados del Estado empapados de la filosofía del gris funcionario público. El clan lo cambió todo, introduciendo sus miembros que desplazaron a la tradicional vieja guardia. En la Corporación Bancaria, que era la institución que congregaba a los bancos en activo y tenía la facultad de discrepar sobre la insolvencia de uno de sus miembros, El clan colocó a uno de sus más leales colaboradores, Aristóbulo de Juan en un puesto clave para los fines del clan. Incluso, ya por aquella época llegaron al Banco de España miembros del clan que habían hecho carrera política y tenían los mejores contactos en el Congreso de los Diputados. El clan que convirtió en un monstruo de dos cabezas, la política y la económica, teledirigido por Mariano Rubio y a la vez que ganaban prestigio eran la bestia negra de las familias tradicionales que controlaban la banca en el inmediato franquismo.
Los escarceos con pequeños bancos les dio tiempo a los miembros del clan a manejar con habilidad la maquinaria, probar la inhabilidad de la justicia, y el silencio de los políticos al practicar el infalible garrotazo de la inspección que dejaba tieso a quien se le pusiera por delante. Con aura de santidad sus decisiones iban a misa por lo que elevaron el nivel de actuación dada la eficacia demostrada. Estaban preparados para jugar en primera división. El asalto, en toda regla, de uno de los diez primeros bancos del país: el Banco de Valladolid. Una perita en dulce por lo accesible del golpe de mano al disponer de un socio mayoritario con el 70 % de las acciones y que al margen de la presidencia del banco también lo era de varias importantes empresas. López Alonso era una perita en dulce para esta tropa de desalmados y enseguida lo apuntaron como victima propiciatoria. La historia López Alonso era extraordinaria al más puro estilo del hombre hecho a sí mismo. Acabada la Guerra Civil, España estaba en ruinas, todo estaba por hacer, y López Alonso con una mano delante y otra detrás trabajo con ahínco y acierto. En 1978 era el hombre más rico de España. Tenía empresas mineras, de transporte, de construcción, una impresionante flota pesquera, bodegas de vinos, financieras, compañías de seguros. Pero su mal paso fue cuando adquirió el Banco de Valladolid, un pequeño banco de provincias que en sus manos llegó a codearse entre los más grandes del país.
La camarilla del clan, por sus hazañas anteriores ladrones de cuello blanco, no podían desperdiciar la ocasión de incrementar su pecunia hasta la estratosfera por lo que le echaron el ojo a la formidable fortuna de López Alonso. La artimaña siempre era la misma, la habían repetido en más de una ocasión, pero nunca a tal magnitud. Un selecto número de funcionarios reportaban a sus jefes imaginadas irregularidades. Estos rápidamente las convertían en flagrante insolvencia. Era la palabra divina de estos truculentos informes con sus actas correspondientes firmadas y selladas por el Banco de España las que se santificaban con la verdad absoluta. El Banco de Valladolid no tenía problemas de solvencia. Alguien avalaría con su fortuna personal si los hubiera. Una noche, a altas horas de la madrugada, en la mismísima sala de reuniones puerta con puerta con el despacho del Gobernador, la camarilla de ladrones de cuello blanco intimidaba de tal manera a López Alonso amenazándole con la cárcel. Hasta que el buen hombre estalló. Enfadado les dijo “Estoy seguro de la solvencia del banco, tanto es así que estoy dispuesto de avalar cualquier desequilibrio con mi fortuna personal”. Fue la mayor equivocación de una vida llena de aciertos.
Nunca pudo imaginar que en las mismas entrañas del Banco de España se pudiera perpetrar un atraco tan sutil del que después se dio cuenta. La camarilla de mangantes tardó tan solo unos minutos en ponerle encima de la mesa el documento de aval. Más tarde se percató que esos canallas ya lo tenían redactado. López Alonso no tuvo manera de poder demostrar la solvencia de su banco del que tenía la mayoría de acciones. No solo se apropiaron del Banco de Valladolid bendecido por una intervención en toda regla que a precio de risa lo había adquirido el Barclays Bank. Todas las empresas de López Alonso fueron cayendo una a una. El artífice del expolio fue la mano izquierda de Mariano Rubio, el escudero Aristóbulo de Juan que había trepado hasta la misma cúspide. El montante del atraco ascendió a más de 23.000 millones de las antiguas pesetas del año 1978. Una verdadera fortuna.
Veinte años después de la intervención del Banco de Valladolid y las vicisitudes de la familia López Alonso el asunto había quedado olvidado como una más de las insolvencias bancarias que por aquella época infectaban a los pequeños bancos. El pleito judicial que el ex presidente del Banco de Valladolid entabló contra los jerifaltes del todo poderoso Banco de España por el atropello cometido caminaba por los juzgados con lentitud pasmosa de ello se cuidaba toda una tropa de abogados. Por la cuenta que les traía y el botín alcanzado aplicaban todos los recursos que los abogados habían cultivado durante años. Más que razonamientos jurídicos el truco consistía en dilataciones y más dilataciones en pasar cuentas. Tenían a la Justicia en sus manos aprovechando a su favor todas las artimañas posibles e inventadas y todavía más. Corrompido, este poder, contribuye a consolidar pocas virtudes y muchos pecados. La mayor ventaja con la que cuenta el establishmentbancario es su propia fachada. ¿Quién, en su sano juicio, puede pensar que detrás de tanta alcurnia y prosapia puede esconderse la peor de las podredumbres? Precisamente esa es la principal ventaja de actuar como manada de lobos disfrazados de corderos. Cuesta pensar que estos mansos corderitos estén estructurados en familias políticas, en supremos jueces, en autoridades monetarias o de supervisión, en poderosos lobbies, o en influyentes banqueros, que todos a una remen en la misma dirección para llevar a su bolsillo el dinero del prójimo.
Toda la sofisticación, de la manada de lobos, al acorralar a la victima sin solución alguna aplicando la correspondiente sobredosis de legalidad, tiene su reminiscencia en el clásico y vulgar carterista. La actuación, lo más rápido posible, después de haber afanado la cartera a la victima de turno es desplazar el botín a un compinche de apariencia respetable que desaparece sigilosamente. El papel de sigiloso cómplice le correspondió al banco inglés Barclays Bank que resulto adjudicado con la subasta apañada del Banco de Valladolid después de saneado en profusión con el curalotodo de los fondos públicos. El asalto, en toda regla, a la fortuna de López Alonso elevó al clan a lo más alto de la depredación con el único inconveniente que habían arrasado con la fauna comestible. Los demás bancos estaban ojo avizor a los movimientos de Mariano Rubio y su exitosa cuadrilla. El próximo golpe era factible pero tenían, como mínimo, un quinquenio en preparativos. Iba a ser un golpe maestro, el golpe de todos los golpes: Banesto.
Para rematar el asunto de Domingo López Alonso queda el lío monumental que viene en consonancia con “la justicia es un cachondeo” la frase que se hizo celebre y aplicada aquí no le falta razón a quien la popularizó. Cuando se supo el contenido del auto sobre el caso dictado el 19 de diciembre de 2005 por el juzgado de Primera Instancia número 4 de Madrid era para caerse de culo. En él se establecía una indemnización de «1.121.877.955,54 millones de euros», unas 1.400 veces el PIB español. Evidentemente, como se aclaró en un nuevo auto, se trataba de un error: sobraban los «millones de». Aun así, es la indemnización más grande jamás concedida a un particular. El Consejo General del Poder Judicial abrió un proceso de información previa, para determinar si procedía la incoación de expediente al juez Joaquín Ebile Nsefum. Resultado: El Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) no tendrá que pagar los 1.313 millones de euros que le reclamaba el ex propietario del Banco de Valladolid, El juez Joaquín Ebile asegura en su resolución que los daños y los correspondientes intereses “ya han sido reparados” con el pago de 27,5 millones de euros que recibió del FGD, que actúa en nombre de Barclays, que es contra quien se dirige López Alonso por haber adquirido el Banco Valladolid en 1981. Curiosamente, la Audiencia Provincial de Madrid declaró nulo el pago de esa cuantía y la calificó de “incongruente”, por lo que el Fondo ha exigido que le sea devuelta. En su última resolución, el juez Ebile no se refiere en ningún momento a la orden de la Audiencia Provincial y dictamina prácticamente lo contrario a lo que él mismo determinó en 2005, cuando ordenó que el Fondo abonara a López Alonso 1.200 millones de euros en concepto de intereses. ¿Es o no un cachondeo?.

El Banco de España fabricó el “agujero” de Banesto

El Banco de España fabricó el “agujero” de Banesto. Los 285.000 millones expoliados de fondos públicos al bolsillo de Botín. Se tiene que estar muy seguro que hay agua en la piscina para lanzarse desde el trampolín, de lo más alto, como para sostener este titular en la portada. Nada menos que acusar a la máxima autoridad financiera en este país y guardián de la ortodoxia económica de fabricar por encargo, de poderosos caballeros, un latrocinio con cargo a las escuálidas arcas del Estado. ¿Alguien puede creer que de ser incierto lo publicado, en abril de 1999, el editor y firmante del artículo andaría suelto por la calle? Es más, se señalaba con el dedo a Emilio Botín como artífice del multimillonario expolio del dinero de los contribuyentes. ¿Qué pasó? Pues, sencillamente no se dieron por enterados. He empezado por el final de este asunto ya que me quiero referir, de nuevo, al párrafo inicial donde aseguraba que no es mérito mío si no demerito de la contraparte el que uno se pueda escabullir hasta la cocina de estos engreídos del poder que ni tan siquiera se molestan en esconder, adecuadamente, sus latrocinios convencidos de su impunidad.
Quisiera, aunque fuera esquemáticamente, explicar como viví este asunto, podía decir que tropecé con él. Nada más iniciar la publicación de La Banca contactó con nosotros una persona que se manifestaba cliente de Banesto. Aseguraba que a causa de la  mala fe del banco había perdido su empresa. Sus interlocutores habían hecho todo lo posible para que acabara en completa ruina. Le habían retenido fondos con el fin de asegurar el vencimiento de un crédito del que faltaban varios meses en cumplirse. El calvario tan solo había comenzado: unos días antes del vencimiento el Banco Español de Crédito vendió su crédito, sobradamente asegurado con propiedades inmobiliarias, a una sociedad, constituida con un exiguo capital, por una miseria. No hubo forma de desbloquear la retención practicada por el banco mientras que la sociedad fantasma ejecutaba sus bienes. Un asunto extraño, sobre el papel, el banco había sufrido una considerable perdida al recuperar tan solo una parte ínfima del crédito otorgado. La  pregunta del millón estaba en el aire: ¿Qué necesitad tenía el Banco Español de Crédito de acarrear una perdida si tenía crédito totalmente garantizado?
Tan extraño era el asunto que me desplace a la central de Banesto en la Plaza de Catalunya, a escasos cien metros de la redacción, pensaba que se trataba de una infidelidad de algún ejecutivo del banco que desviaba en su provecho la operación. Con quien me entrevisté pretendía que comulgara con ruedas de molino, el tipo, muy ufano daba a la operación tintes de corrección y normalidad. Con pocas palabras tuve bastante, a toda costa querían tapar el marrón. La operación no tenía ningún sentido, ni lógico ni  comercial, Banesto se apuntaba una pérdida al vender el crédito por un importe miserable y quien se ponía las botas era la empresa compradora del crédito que obtenía un beneficio extraordinario sin hacer nada. Este fue el primer indicio que me hizo pensar que algo raro ocurría con los préstamos que Banesto había otorgado. Puesto el ojo en el asunto empecé a indagar. No tardé en hacerme con una circular emitida por el banco. No dejaba de ser una acreditación de que algo raro estaba pasando en el banco intervenido por el Banco de España. El documento, aunque fuera una fotocopia, revelaba ocultar a los clientes quien se adjudicaba sus bienes embargados. No obstante era un documento revelador, la carta, estaba firmada por Nemesio Antúnez, letrado jefe de la asesoría jurídica y dirigida a todas las direcciones territoriales del banco y que por su carácter interno no podía ser más explicita:
“Como ya conoces, muchos de los dudosos se encuentran situados en SCI Gestión S.A. (no consolidable) por lo cual se produce una disfunción en el tema de las adjudicaciones de bienes a través de subasta, pues en realidad el dueño del crédito es SCI Gestión S.A. y quien se viene adjudicando los bienes es Banesto, lo que origina, además de una problemática contable, una incidencia patrimonial que hay que corregir”. El letrado firmante de la carta circular se extendía en recomendaciones precisas sobre como tenía que instrumentalizarse la ocultación del verdadero propietario del crédito, acababa con la lacónica recomendación: “Quiero resaltar la importancia de este tema por la incidencia que, como podrás observar, tiene”.
La carta no ofrecía lugar a duda, la exposición era explicita: el engaño al deudor mediante una ejecución que trasladaba la recuperación del crédito a una sociedad fiduciaria, mientras que el balance del banco registraba una perdida inexistente en realidad. Esto no era una elucubración si no una manifestación interna del propio banco y por persona cualificada. La sospecha de que los créditos morosos fueran una ficción, llevaba a pensar que la intervención del Banco Español de Crédito podía haber sido un fraude. El robo del siglo, una cantidad estratosférica, a cargo de los contribuyentes españoles. El Gobierno había aceptado, sin rechistar, abocar la millonada que se avocaba en el presupuesto nacional sostenida por el argumento básico: “Es lo que tenemos que hacer” todo ello con el máximo apoyo de la oposición y una caterva de palmeros. Indagando, me pude enterar que un abogado de Madrid disponía de un listado donde estaban referenciados los créditos declarados como morosos y que habían llevado a Banesto a la insolvencia. Me pude hacer con el.
El listado ocupaba varias cajas en formato A3 no tenía cabecera ni nada que indicara de que se trataban los datos contenidos, tan solo la estampación de un sello de goma, que en un principio se interpretaba como una mancha de la fotocopiadora daba una pista. Se podía leer por el perímetro del sello: “Fondo de Garantía de Depósitos Bancarios”. El listado tenía varias columnas: la primera “Nombre”, el campo era alfabético, se suponía que eran los deudores, ya por si sola, esta columna, llamaba poderosamente la atención. Figuraban por el nombre de pila y no existía ninguna ordenación por el apellido. Si se precisaba localizar en la lista a alguien en concreto era una labor de varias horas. El resto de campos eran numéricos. La segunda columna “Coste en libros” figuraba una cantidad que se suponía era el importe del crédito o el préstamo hipotecario que el banco había concedido. La siguiente columna “Valor residual” daba a entender que era la cantidad pendiente hasta la cancelación del crédito. Las columnas restantes eran, inicialmente, todo un enigma: SCIG y FDGB y las dos finales no tenían cabecera. Lo que saltaba a la vista era que SCIG y FDGB se repartían desigualmente la cantidad asignada como “Valor residual”.
FDGB se desveló pronto como la cobertura del Fondo de Garantía de Depósitos Bancarios a pesar de figurar en el listado con letras alteradas. La revelación de SCIG que figuraba en el listado, aunque parezca increíble no nos dimos cuenta a primera vista que correspondía a la contracción de la sociedad SGI Gestión S.A. que coincidía con la citada en la carta que disponíamos de quien se adjudicaba los bienes de Banesto. Tratamos de averiguar quien era esta sociedad, había varias referencias pero todas eran coincidentes sobre la única cuestión tratada muy brevemente: “La intervención del Banco Español de Crédito ha autorizado a la sociedad SGI Gestión S.A. al cobro de los créditos morosos que han llevado al banco a la situación de insolvencia …”. La noticia, más bien un comunicado de prensa camuflado, había aparecido en la sección de economía de varios medios de comunicación en la columna de breves.
El descalabro del Banco Español de Crédito había acontecido hacia tres años, ostentaba un puesto prominente en la banca española y los recursos dinerarios que tuvo que aportar el Estado español para estabilizar la entidad financiera ayudó a incrementar la deuda soberana. Revisando la hemeroteca sorprendía la cantidad de páginas dedicadas a maldecir a Mario Conde y sublimar el “agujero” y tan pocas a profundizar en los números del balance contable. Eran tan descomunales las cifras de que se hablaba que llegabas a perder la orientación. No solo esto, la información la proporcionaban los propios actores, el Banco de España, el Fondo de Garantía de Depósitos Bancarios, el propio banco y todo el mundo seguía la senda marcada. No había otra información, y la que había no se podía contrastar. Ninguna demostración ni nada por el estilo.
Si uno lo pensaba racionalmente, al margen de la información que masivamente se transmitía, era absolutamente imposible el “agujero” que se le adjudicaba al banco, y mucho menos que fueran tantísimos los morosos como para ocasionar el descalabro. Teníamos la oportunidad de averiguar si todo lo que explicaban era cierto o una descomunal mentira para asaltar las arcas de Estado: el comprometedor listado de morosos. Anticipo, que nadie de los anteriores “propietarios” del listado le sacó el jugo que en La Banca le pudimos sacar. Por aquel entonces me movía a las mil maravillas con un programa pionero entre los informatizados: DBase.3, algo rudimentario pero tremendamente eficaz. Así, que introducimos los datos del listado en un programilla que hice a medida. En definitiva, el listado reflejaba el estado del crédito, en el momento de la intervención, el importe de la venta a una sociedad fiduciaria y la parte que cubrió el Estado. Contenía más de dieciséis mil deudores.
Cabe mencionar que nos robaron las cajas que contenía el listado, como sería largo de explicar paso por alto este incidente tan solo referir que la policía lo recuperó. El suceso nos puso en alerta de que aquella información era valiosa. En cuanto aparecieron los datos informatizados del listado se confirmó la sospecha de que el desorden era intencionado. Ordenado alfabéticamente saltaba a la vista en la letra A la cantidad de Ayuntamientos, de toda España, que se les calificaba como morosos. Los Ayuntamientos, en el listado había más de la cuenta, por ley son inembargables y por lo tanto están fuera de los procedimientos ejecutivos. En última instancia el Estado responde por ellos. En la misma situación empresas públicas ostentaban cantidades de créditos no cobrados en su vencimiento. No se libraban de esta lista negra empresas de reconocida solvencia líderes en su mercado. Particulares conocidos, desde artistas a empresarios, con cantidades descomunales, ordenes religiosas y un sinfin de despropósitos de nunca acabar. Era evidente que todo aquello era una simulación.
El ordenador proporcionó un dato revelador: la suma de los miles de créditos, supuestamente impagados que el Fondo de Garantía tan generosamente cubría, resultaba una cantidad mágica redonda de ceros. Pero aún más sorprendente era que la cifra mágica se correspondía con la cantidad justa y necesaria para absorber de una tacada las reservas del banco y el capital con lo que se controlaba el banco supuestamente arruinado. Tanta casualidad no era posible, los malandrines habían construido el “agujero” a la medida de sus necesidades. La cantidad era prefijada y el traje a la medida. El listado era un engaño. Era evidente que en la relación convivían tres comunidades de pardillos: los que no pudieron pagar las cuotas del préstamo o crédito en aquel momento; los que les provocaron el impago; y los que deben de ser la mayor parte, los que nunca lo habían sido ni se enteraron que estaban el la lista negra. Fue entonces cuando publicamos, con cierta preocupación, el titular La dimensión del “agujero” de Banesto está simulada. El Banco de España implicado en el fraude. Para ir a más necesitábamos de la prueba del nueve.
La información publicada había llamado la atención a miles de personas y empresas que resultaron perjudicadas por la intervención del banco, y muchas de ellas contactaron con nosotros solicitando información adicional o prestando su colaboración. Pensamos en una columna del listado que carecía de cabecera pero deducimos que correspondía con el número de la oficina donde se tramitó el crédito. Entonces, seleccionamos seiscientos deudores al azar en las zonas donde residían estos lectores. Así, de tal manera, preguntando se va a Roma, podíamos obtener  información directa y asegurar la certeza de que eran o no deudores con el banco. Era la prueba del nueve sobre la veracidad del listado. Anticipo que nadie se había ido del banco sin pagar.
Los resultados eran concluyentes, algunos reconocían que habían sido deudores de la entidad financiera, pero el banco había percibido hasta el último euro bien en pago puntual de los créditos, bien por haberse cobrado con las garantías que los respaldaban. Otros ni si quiera sabían de lo que les estaban hablando, y se mostraban estupefactos al conocer la supuesta condición de insolventes o morosos que se les había atribuido falsamente. Una buena parte de la gente contactada creía que todo era un error ya que nunca habían tenido ninguna incidencia con su banco. Todo esto era de palabra pero se necesitaban papeles que lo acreditaran. En las entrevistas personales, con cada uno de los seleccionados al azar en la relación, se les solicitaba el consentimiento para instar a la Central de Información de Riesgos del Banco de España, CIRBE, información sobre su estado crediticio. Este registro tan solo informaba, por la privacidad de los datos, al propio interesado. Muchos de ellos accedieron por simpatía hacia nosotros, otros por curiosidad y otros convencidos que habían sido utilizados en el repago de su crédito. Lo pagaban al banco con todos los intereses habidos y por haber y por la vía de los impuestos lo volvían a pagar. Un repago escandaloso.
Para cuando la información llegó a nuestras manos se habían recogido más de doscientos cincuenta certificados de la CIRBE que acreditaban el buen estado de salud de los créditos otorgados por el Banco Español de Crédito. Proporcionalmente no era una cantidad sustancial, pero lo que elevaba a la certeza era su origen aleatorio y que fuera la totalidad de las peticiones solicitadas que mantenían el crédito vivito y coleando. El contenido de la información versaba sobre el nombre del deudor, la clase de riesgo, la existencia de garantías, la cantidad dispuesta y el saldo disponible, y, especialmente, la situación del propio riesgo.
Mientras tanto seguíamos con atención las peripecias que tenían que hacer los nuevos administradores de Banesto para tapar el asunto de la intervención. Afirmaban en un tribunal de los Estados Unidos que nunca existió ningún “agujero” en Banesto, lo contrario de lo que enfatizaban aquí. Nos hicimos eco de un artículo publicado en el Wall Street Journal que hacia mención a la demanda presentada por el potentísimo grupo inversor Carlisle Ventures Inc. visto en juicio en la Corte de Manthatan. Los norteamericanos habían concurrido a la ampliación de capital del Banco Español de Crédito atraídos por las bondades relatadas en su Memoria sobre la buena marcha y solvencia de la entidad tan solo nueve meses antes de su descalabro. Implícitamente el Banco de España daba el visto bueno a todos los inversores, especialmente a los internacionales, de lo que aquella Memoria relataba. Su sorpresa fue morrocotuda cuando supieron la intervención del banco por un “agujero” descomunal que le habían producido miles de clientes morosos. Los americanos no se creyeron ni una sola palabra, es más, no estaban dispuestos a dejarse engañar. Tiburones de esa magnitud siempre llegan a las últimas consecuencias, no iban a permitir que su inversión en acciones de un banco español se fuera por el desagüe del water de la noche a la mañana. Iban a recuperar su inversión en su territorio: New York, lejos de los juzgados españoles.
El artículo hacía énfasis en la declaración ante los tribunales norteamericanos del Banco de España y los administradores de Banesto que aseguraban que las irregularidades detectadas –las mismas que propiciaron la intervención- eran irrelevantes. El contenido del artículo era demoledor los norteamericanos no se habían dejado chulear con el argumento infantil del “agujero”. En España, ni la más mínima referencia al juicio de New York ni a nada que se le parezca. Silencio total. En Estados Unidos se desmentía lo que en España se afirmaba: la existencia del monumental “agujero”. Otro recorte del Wall Street Journal, de fecha posterior, tan solo era un breve que noticiaba el acuerdo, antes de que se pronunciara la sentencia, entre Carlisle Ventures Inc. y el banco español. El resto de accionistas no tuvieron tanta suerte y perdieron buena parte de sus ahorros. Fue entonces cuando pudimos publicar con cierta precisión el titular: Pánico en Banesto al descubrirse que expolió a los accionistasAl año siguiente de la intervención por el Banco de España se recuperaron 596.696 millones de los 605.000 estimados como “agujero”.     
A pesar de tan rotunda demostración de que todo fue una engañifa, de la que Mario Conde no supo o no pudo defenderse –en la barra de este blog en Quien soy dejo una pequeña referencia sobre este tema- los malandrines que diseñaron el fabuloso engaño, de asaltar el banco por la puerta de atrás, se embuchacáron la pasta en una orgia de asalto a los fondos públicos. Puedo asegurar, sin falsa modestia, y lo hago por segunda vez que tan solo había tirado del hilo y recopilado los datos, hoy sigo sin adjudicarme un merito especial. Insisto, como afirmaba al principio en este post, “que no fue mérito mío si no demerito de la contraparte, sea banco, institución o ese señor gordo con gafas oscuras y sombrero de copa” ¿Dónde está el Fiscal General del Estado? ¿Y el abogado del Estado? Y toda esta plaga de instituciones del Estado que ponen la ley por delante de todo ¿O no era un bombazo acusar  al mismísimo Banco de España fabricar el “agujero” del Banco Español de Crédito? ¿Puede el Gobierno soltar una millonada sin ninguna comprobación? Tampoco era tan difícil, nosotros lo hicimos con una mano delante y otra detrás. ¿Si recuperaron el dinero del “agujero” como es que no lo devolvieron a las arcas públicas? Entiendo que esto era tanto como un sacrilegio en el ámbito financiero, un golpe bajo al Gobierno y las instituciones del Estado, y un bochorno para la Justicia que entre todos habían dado por bueno el mayor atraco al dinero de los contribuyentes.
Para rematar el tema de Banesto añadiré dos píldoras que ponen de manifiesto el montaje que esta tropa tuvo que bregar para consumar el expolio. Los asaltantes, Emilio Botín incluido, se vieron en la necesidad de echar mano de la sociedad mercantil SCI Gestión S.A. que figuraba entre las participadas por el banco. La legislación española obliga a que una empresa de reciente creación consolide con su grupo, esto, precisamente, no interesaba a los artífices del engaño que querían ir por libre. Para encontrar una solución tuvieron que rebuscar entre las empresas participadas por el banco que si se les permitía no consolidar. El milagro de que la travestida SCI Gestión S.A. pudiera tener sus cuentas fuera de la contabilidad del banco era pan comido. SCI Gestión tenía tres empleados: un piloto, un mecánico de vuelo y un asistente de cabina, y un solo avión que era utilizado por el presidente y algunos directivos del banco. Entre un despeje y aterrizaje el Banco de España le había dado autorización para que, a espaldas de la contabilidad del banco, recobrase a miles de recalcitrantes morosos que se habían ido sin pagar. Así con esta autorización se extraían del balance del banco las supuestas recuperaciones de créditos morosos. Champán para todos.
La otra perla es un sutil detalle. Cuando se hablaba del “agujero” se decía que había sido provocado por miles de créditos “dañados”. Me llamó la atención esta calificación, era la primera vez que la oía, sintonizaba con “estropeados, rotos, perjudicados” cosas por el estilo. La hemeroteca estaba llena de esta expresión. Oficialmente no existía esta calificación; los créditos de un banco o están vivos o están morosos. No hay más. La inspección del Banco de España atribuía a la mala calidad de los créditos otorgados por el Banco Español de Crédito la razón objetiva de su insolvencia, por lo que a esos créditos se les calificó con la original nomenclatura de “dañados”. Hasta entonces, este término, el de créditos “dañados”, no se había aplicado formalmente en la terminología bancaria. Los créditos, o están vivos cuando cumplen con los requisitos y el ciclo contractualmente previsto y su evolución es normal, o son dudosos o morosos cuando ha transcurrido determinado tiempo tasado en cada caso desde su vencimiento y no han sido cobrados. Daba la impresión que los inspectores del Banco de España se habían sacado de la manga un nuevo concepto para sostener la deliberada ambigüedad de su apreciación sobre la solvencia efectiva del banco intervenido. Los funcionarios, en este caso los inspectores, pueden llegar nadando hasta muy lejos pero no pierden ojo a la ropa que han dejado en la orilla. Por jugosa que sea la dádiva, la recompensa o la promesa está prioritariamente en salir bien parado, ellos nunca se pronunciaron que los créditos del Banco Español de Crédito estuvieran calificados como morosos.
Se daba una circunstancia relevante respecto al término “dañado”. Se podría pensar que los asaltantes del banco y a las arcas del Estado nunca podrían haber conseguido sus objetivos dada la complejidad de sortear los obstáculos presentes en el camino. No obstante, fue un paseo triunfal, no era más que la constatación de que el poder había basculado, ostensiblemente, lejos del interés ciudadano. Por muy “dañados” que hubieran calificado a los créditos los inspectores del Banco de España tenían en su propia casa la Central de Información de Riesgos (CIR) que dispone de información histórica de cada unos de los riesgos que asumen las entidades financieras. Todos los créditos están registrados así como sus garantías y su evolución. Este registro informático es prácticamente un baluarte inexpugnable cuando se trata de alterar la situación de miles de créditos. Pero así y todo, nunca se realizó comprobación alguna por el Fondo de Garantía de los Depósitos Bancarios que en nombre del Gobierno, del Estado y de un carrusel de instituciones pagaron sin rechistar, hasta el último euro, la suma de un interminable listado de recalcitrantes morosos. Será por champagne, brindemos por ello.

Los ordenadores de los bancos están trucados. Explicación con ejemplos reales


Los ordenadores de los bancos están trucados.Mi paso como síndico por el mundillo de las quiebras y suspensiones de pagos me había permitido ver gran cantidad y variedad de balances contables y documentación de soporte. En alguna de estas sociedades, que habían ido de mal en peor, se podía apreciar unos gastos financieros desproporcionados. Los bancos les zurraban de lo lindo cuando sus cuentas se situaban en números rojos, lo que ocurría un día sí y el otro también. Revisando los cargos que enviaba el banco, a simple vista, todo parecía correcto, El tipo de interés que se aplicaba estaba dentro del máximo autorizado por el Banco de España. No obstante, empecé a sospechar que algo raro ocurría en estas liquidaciones y las fui guardando para en su momento tratar de llegar al fondo de esta sospecha. Antes de empezar a publicar La Banca ya teníamos en mente trabajar este asunto que nos llevó unas cuantas semanas. Valió la pena, detectamos que existían importantes discrepancias aritméticas entre las liquidaciones que cursaban las entidades financieras a sus clientes, donde se reflejaban cálculos incorrectos. Detectamos una multitud de irregularidades en la mayor parte de las entidades. El volumen de error, y el hecho de que los cálculos aritméticos fueran realizados a base de potentes equipos informáticos de los centros de cálculo de las entidades, permitía descartar una equivocación humana o un simple redondeo para explicar esta situación: todo apuntaba a una manipulación de los programas informáticos. La estimación, a groso modo, que hicimos podía suponer el fraude de miles de millones (de las antiguas pesetas) a los clientes.
Vamos a ver, aunque someramente, en qué consistía el fraude. Anticipo que estos encopetados señores de los bancos se saben todas las mangancias, no hay quien los detenga. El mangoneo empezó en 1990 cuando el Banco de España dejo constancia del imperativo legal de reflejar en las operaciones bancarias el interés real. Se partía del concepto de defender a los clientes de unas prácticas distorsionadas al publicitar unas condiciones que en apariencia eran ventajosas, como un interés nominal bajo, pero en la realidad era sustancialmente más elevado. Toda una picaresca impropia de entidades que su mayor patrimonio debería de ser la confianza. Para soslayar esta situación y dar garantía a los clientes de las entidades financieras de que conocieran el interés real de las operaciones, el Banco de España instauró la TAE (Tasa Anual de Equivalencia). Este dato porcentual venía a simplificar la información transmitida al cliente.
Si en una operación determinada la entidad financiera aplicaba conceptos adicionales de repercusión de gastos, anticipación de cobro de intereses, comisiones y cosas por el estilo, la TAE recogía todos estos conceptos y garantizaba en un solo dato el coste porcentual de la operación. En definitiva, el cliente tenía, de una forma clara y concisa, un referente del coste que asume. Pero esta claridad y trasparencia no convenía a los bancos que entendieron que la TAE era un corsé que les impedía campar a sus anchas aplicando el tipo de interés que les venía en gana. Solución: En lugar de recoger la obligatoriedad de expresar el coste o rendimiento efectivo en los documentos de liquidación de operaciones activas o pasivas alteraron los sistemas informáticos al sustituir los datos reales por otros prefijados con el fin de engañar al cliente. Un robo en toda regla. El tipo de interés aplicado se iba por las nubes pero en el documento de liquidación aparecía otro mucho más bajo. En definitiva, los mangantes tenían los ordenadores trucados con el fin de que el cliente no se asustara que le habían aplicado unos intereses del 40, del 80 o del 400% informando en los documentos de otros muy distintos, ya prefijados, que se adecuaban a la franja autorizada por el Banco de España.
Tan escandaloso era el fraude denunciado como evidente se publicaba en las páginas de La Banca. Se mostraba, con todo lujo de detalles, la manipulación informática aplicada en aquellas liquidaciones que durante tiempo fui recopilando. Parecía mentira un titular de esta índole: Los ordenadores de los bancos están trucados, tanto es así que la Fiscalía Anticorrupción le puso el ojo encima. Me citaron a declarar, y aporte la documentación, original, y todos los cálculos realizados con una calculadora científica; y ante sus ojos, aleatoriamente, se repitieron las comprobaciones. Abrieron, dada la evidencia, un expediente. Resultaba un fraude, un delito ya que existía ánimo de lucro. Se estimaba que podía ascender a una cifra descomunal. Esto ocurría en mayo de 1998. Nos encaminamos sobre otros asuntos pero nunca dejamos de lado el engaño del fraude de los ordenadores.
Unos meses después, en febrero de 1999 volvimos sobre el mismo tema, pero en esta ocasión con algo más concreto. Nos pudimos hacer con la respuesta que el BBV daba por escrito a uno de sus clientes que le había solicitado la concreción, en forma de fórmula matemática, sobre el tipo de interés que aparecía en los documentos de liquidación. Por aquellos misterios de las grandes corporaciones bancarias respondieron a la petición colocándose la soga en el cuello. Así y todo, el BBV tenía sibilinamente estructurado el engaño; si alguno de sus clientes le solicitaba información sobre el cálculo que realiza, tenía una respuesta de apariencia convincente. Para un cliente –como son la inmensa mayoría- no avezado en el tecnicismo de las operaciones financieras, la respuesta dada por el BBV iría a misa. El banco advertía en su escrito que los importes liquidados “se corresponden exactamente con los pactados con Vds. en el contrato de apertura de dicha cuenta corriente” y efectivamente así es. Es más, el BBV también hacía hincapié “que son los mismos que figuran publicados por este banco en la Tabla de Condiciones y Gastos repercutibles a Clientes ante el Banco de España”, lo que era rigurosamente cierto.
Veamos donde está el truco, pues haberlo hay. Me anticipo: la fórmula matemática empleada por el BBV dan siempre el mismo resultado. Manda huevos. Analizado el método de cálculo, a través de la fórmula del BBV, se llega a la convicción de que son un fraude, ya que dan siempre el mismo resultado con independencia de los parámetros introducidos en la operación. Con esta simulación de que todo es correcto, se disuade al cliente que reclama, pero se confirma la intención de engaño por parte del BBV. El banco pretende justificar la apropiación de un dinero que no es suyo a través de la mentira y la confusión por lo que incurría en un delito, ya que existía intención. ¿Delito cometido por un banco?, ¿Eso puede existir? Evidencias no faltaban, el BBV cobraba a sus clientes casi un 100% más de lo permitido utilizando el engaño. Se necesita una cara muy dura como para inventarse una fórmula que plagia a la oficial de Banco de España para robar descaradamente un porrón de millones a los clientes.
Veamos ahora que pasó con el expediente abierto por la Fiscalía Anticorrupción sobre esta mangancia acreditada por un montón de bancos. Todo acabó en Julio de 2000 al recibir un escrito notificando el archivo de las actuaciones. Lacónicamente decía así: “Una vez analizada y valorada la documentación aportada y practicadas las diligencias pertinentes, no ha quedado acreditada la relevancia penal de los hechos, habiéndose acordado el archivo de la misma”. Dicho de otra manera: que los bancos roben, sibilinamente, no es cosa nostra. Según la Fiscalía Anticorrupción la mangancia de alta alcurnia no es delito, pues champagne para todos. No te llames a engaño: Apropiarse de los ajeno, si es un banco, no es delito.
Fuente:  Investiga que algo queda

Un ciudadano griego regala a Rusia 10 hectáreas de tierra

El dentista griego Vaios Cacarias ha decidido regalar 10 hectáreas de tierra de su propiedad al Estado ruso, informa la agencia de noticias NSN. El ciudadano heleno explica que la documentación oficial para hacer efectivo el presente no está aún lista, pero se encuentra en proceso de tramitación en la Embajada de Grecia en Moscú.
El terreno está ubicado en el centro del país, en una zona fronteriza entre las regiones de Tríkala y Karditsa. Las razones de la decisión de Cacarias se desconocen por el momento.
Según la legislación agraria de Rusia, es posible entregar un terreno a entidades jurídicas registradas en cualquier país. Sin embargo, la ley rusa no permite regalar tierras a otros Estados.   
Las razones tras la insólita decisión de Vaios Cacarios, un estomatólogo heleno, de regalar al Estado ruso tierras de su propiedad situadas en el centro de Grecia son un misterio.
Imagen Ilustrativa

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