El libro de
Urantia
Documento 132
1. Los Valores
Verdaderos
Fue
con Angamón, el líder de los estoicos, con que Jesús pasó una noche entera
conversando durante los primeros días de su estadía en Roma. Este hombre
posteriormente se convirtió en un gran amigo de Pablo y resultó ser uno de los
principales sostenedores de la iglesia cristiana en Roma. En esencia, y dicho
en lenguaje moderno, Jesús enseñó a Angamón:
La
norma de los valores verdaderos debe buscarse en el mundo espiritual y en los
niveles divinos de la realidad eterna. Un mortal ascendente debe reconocer que
todas las normas inferiores y materiales son efímeras, parciales e inferiores.
El científico, como tal, está limitado al descubrimiento de las conexiones
entre los hechos materiales. Formalmente, no tiene el derecho de afirmar que es
un materialista o idealista, porque al hacerlo está renunciando a la actitud de
un verdadero científico, ya que todas y cada una de tales afirmaciones son la
esencia misma de la filosofía.
Si
el discernimiento moral y el alcance espiritual de la humanidad no aumentan
proporcionalmente, el avance ilimitado de una cultura puramente materialista
puede llegar a ser finalmente una amenaza para la civilización. Una ciencia
puramente materialista alberga dentro de sí la simiente potencial de la destrucción
de toda aspiración científica, porque esta actitud misma presagia el colapso
final de una civilización que ha abandonado su sentido de los valores morales y
ha repudiado su meta espiritual del logro.
El
científico materialista y el idealista extremo están destinados a una disputa
constante. Esto no se aplica a aquellos entre los científicos e idealistas que
posean una norma común compartida de valores morales elevados y de altos
niveles de prueba espiritual. En toda época, los científicos y los
religionistas deben reconocer que están a prueba ante el tribunal de la
necesidad humana. Deben rechazar toda guerra entre ellos a la vez que han de
luchar valientemente para justificar su supervivencia mediante una mayor
devoción al servicio del progreso humano. Si la así llamada ciencia o religión
de una época determinada es falsa, deberá purificar sus actividades o
desaparecer antes de la emergencia de una ciencia material o una religión
espiritual de orden más verdadero y más digno.
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