Hollande y Renzi serán los primeros mandatarios europeos recibidos en Buenos Aires por Macri
Francia no se plantea “ni suplantar ni
sustituir” la influencia de España en Cuba, aseguró ayer el embajador francés
en España, Yves Saint-Geours, en una suerte de excusatio non petita.
El activismo de Francia en la isla
caribeña, al calor del deshielo entre el régimen castrista y Washington, haría
pensar lo contrario. París se convirtió, el pasado 1 de febrero, en la primera capital europea a
la que viajaba Raúl Castro desde que, hace ya ocho años,
sustituyó a su hermano Fidel al frente del país. No hizo más que devolver la
visita sin precedentes de Hollande a La Habana en mayo del año pasado. Publicidad
Pero el italiano Matteo Renzi tampoco le
ha ido a la zaga. En mayo de 2015 recibió en Roma a Castro, aprovechando la
visita del mandatario cubano al papa Francisco, y en octubre
viajó a La Habana al frente de una delegación empresarial.
El
vicepresidente del Consejo de Ministros de Cuba, Ricardo Cabrisas, y el
ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, acordaron ayer “sentar las
bases” para una “condonación adicional” de la deuda cubana con España mediante
la firma “de un Programa de Conversión de Deuda en un futuro cercano”, según
una nota de este último departamento. El objetivo es “crear un fondo de
contravalor para financiar proyectos en Cuba acordados por ambas partes”.
La nota, cauta
como corresponde a un Gobierno en funciones que no puede adquirir compromisos
de futuro, recuerda que en diciembre pasado Cuba llegó a un acuerdo con 14
países acreedores en el marco del Club de París por un total de 11.083 millones
de dólares, de los que el 22,3% (2.471,5) corresponden a España. El acuerdo
incluía una condonación de los intereses de demora y el reembolso del principal
y los intereses en 18 años.
La idea de
convertir parte de la deuda en inversión no es original. Castro y Hollande
acordaron, durante la visita del primero a París, crear un fondo de inversión
con 200 millones procedentes de la deuda con Francia.
Se trata de una
cantidad relativamente modesta, pero notable si se compara con las
exportaciones francesas a Cuba, que en 2014 ascendieron a solo 180 millones.
Más importante es la relación con España, tercer socio comercial de Cuba (tras
Venezuela y China, con unos 800 millones en exportaciones) y primer inversor
europeo en la isla, con más de 200 empresas.
Para impulsar
este comercio, España, que ya acordó en noviembre reestructurar la deuda cubana
a corto plazo (negociada al margen del Club de París), por valor de 201,5
millones, reanudará ahora la cobertura del seguro de crédito a la exportación.
Cabrisas, que ayer se reunió también con Margallo, ya visitó Madrid en julio
pasado.
La presencia de ambos líderes europeos
en Buenos Aires, con apenas 10 días de diferencia, no parece casual. Aunque el crecimiento económico que experimentó América
Latina en los últimos años se ha frenado en seco —lastrado por
la caída del precio de las materias primas, la desaceleración de China y las
crisis de Brasil y Venezuela—, Cuba y Argentina son dos de los países que
mayores oportunidades ofrecen. No tanto por su boyante situación económica,
advierten los expertos, sino porque ambos, necesitados de inversión extranjera,
están apostando, salvadas las diferencias, por la apertura económica.
En el caso de Cuba, el Gobierno del PP
ha sido preso del enfoque fuertemente ideologizado con que abordó las
relaciones con la isla cuando estaba en la oposición. El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo,
tuvo que vencer fuertes resistencias en el seno de su propio partido para
viajar a La Habana en noviembre de 2014. El viaje —cuyo balance
empañó el hecho de que no le recibiera Raúl Castro— tuvo continuidad en el
intercambio de visitas de responsables del área económica: la última, ayer
mismo, del vicepresidente cubano, Ricardo Cabrisas, a Madrid.
Pero nunca se llegó a planear un viaje de Mariano Rajoy a La Habana ni de
Raúl Castro a Madrid; y el Gobierno rehusó el ofrecimiento del rey Juan Carlos
I para acudir en visita privada a la isla. Temeroso a las críticas, Rajoy
prefirió no correr riesgos que aprovechar oportunidades.
En el caso de Argentina, el calendario ha jugado en contra. Tras no haber
visitado Argentina en cuatro años por su mala relación con Cristina Kirchner
—Rajoy solo pisó Buenos Aires en 2013 con motivo de la frustrada candidatura
olímpica de Madrid—, su amistad personal con Macri le situaba en una posición
privilegiada ante la nueva etapa.
Margallo se reunió con Macri en Buenos Aires a finales de
noviembre, cuando ya era presidente electo pero no había tomado
posesión, y la canciller argentina, Susana Malcorra, ha sido una de las pocas
ministras que ha visitado Madrid en enero.
Pero, atado de pies y manos por las limitaciones de un Gobierno en
funciones, Rajoy no puede invitar a Macri a Madrid ni tampoco viajar él mismo a
Argentina y debe contentarse con contemplar cómo Hollande y Renzi le toman la
delantera. “Es evidente que algo falla”, aseguran fuentes diplomáticas próximas
al PSOE. “No sé si será coincidencia. Ni si [Francia e Italia] piensan tanto en
nosotros. Pero España ha dejado huecos en su relación con América Latina que
otros aprovechan para ganar terreno. Y eso no viene solo de hace dos meses”.
Mientras España sigue ensimismada, la próxima cita con Iberoamérica, el
Congreso de la Lengua, el 15 de marzo en Puerto Rico, llama ya a la puerta.
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