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19 de julio de 2016

Sobre la fiabilidad del PIB réplica a Juan Ramón Ralo

Sobre la fiabilidad del PIB: réplica a Juan Ramón Rallo Hasta ahora me he mantenido bastante al margen de la polémica montada en torno a los artículos (ver aquí y aquí) que contribuí a escribir sobre la pérdida de correlación entre determinados indicadores económicos y el PIB, pero visto el cariz que está tomando el asunto creo verme en la necesidad de intervenir. Puesto que el tema se está convirtiendo, a fuer de las réplicas (ver aquí y aquí) del economista Juan Ramón Rallo, en algo que empieza a rondar peligrosamente lo personal, abandonando el tono técnico que debería ser el dominante en estas discusiones. Como me parece de muy mal gusto el distraer a los lectores de mi columna en El Confidencial con estos asuntos, prefiero escribir mis opiniones en este portal. La intención en todo caso al escribir los artículos ha sido el destacar lo inexplicable que resulta el encontrar divergencias notabilísimas entre, sobre todo, los indicadores de producción y los de valor añadido de la economía española. Como quiera que el PIB se define, grosso modo, como el valor añadido generado por una economía, hemos querido destacar por subsectores de la economía cuánta es la divergencia encontrada entre 2007 y 2013 (último año en que se han publicado estadísticas por subsectores) entre estos indicadores y el valor añadido informado por el Instituto Nacional de Estadística en la Contabilidad Nacional. Según nuestros cálculos, y excluyendo el sector financiero del cual no hemos podido encontrar indicadores independientes, la divergencia que encontramos es de 201.000 millones de euros, es decir, el 19.5% del PIB en caso de que la correlación se hubiera mantenido. Obviamente esto no es una reelaboración de la Contabilidad Nacional sino un mero ejercicio para destacar la magnitud enorme de la divergencia y que tanta es que no se puede dar cuenta de ella por causas deletereas, máxime cuando se repite, en la misma dirección en todos los subsectores de la economía para los que hemos conseguido encontrar indicadores correlacionados. No encontramos explicación a tal discrepancia y por ello pedimos al INE aclaraciones para ver qué es lo que ha pasado, y en caso de que haya errores en la Contabilidad Nacional, que sean corregidos. En la primera réplica Rallo hay que reconocer que trabajó bien y nos hizo ver que algunos supuestos que habíamos hecho en nuestra primera estimación no eran correctos, básicamente el porcentaje de la economía que abarca el indicador de actividad de los servicios y la ponderación de los subsectores. Esto como es lógico se lo agradecimos y lo corregimos en nuestro segundo informe. Aunque Rallo se esforzó sobremanera en encontrar fallos en nuestra argumentación, nos llama la atención que no se preocupara lo más mínimo por calcular cifras alternativas ni por investigar el resto de subsectores de la economía en los que nosotros en nuestro primer informe dimos por supuesto que el PIB debía estar bien calculado. Parecía en todo momento muy preocupado, casi desesperado, por hallar explicaciones alternativas a las discrepancias encontradas o en poner en tela de juicio que fueran tan grandes como decíamos y muy poco en poner en tela de juicio la honorabilidad de INE y de los gobiernos que hemos tenido desde 2007 (ya que parece obvio que unas discrepancias de esta magnitud no pueden deberse a errores). No deja de ser llamativo el sesgo del interés que muestra, máxime de alguien que dice desconfiar siempre de cualquier gobierno. En nuestro segundo informe nos preocupamos de buscar indicadores alternativos en los subsectores que no abarca ni el índice de servicios ni el de industria, ya que al quedar excluida una parte tan grande de la economía no parecía serio hacer una estimación del total del PIB en estas condiciones. Obviamente, y como no existen indicadores tan exahustivos en el resto de subsectores, hemos tenido que buscar otros, algo que parece no ser del gusto de Rallo, al que se le transparenta a todas luces que desearía que no existiera ningún indicador con el que comparar y que en caso de existir ansía demostrar que no sirve. Le invitamos a que encuentre otros mejores para que compruebe que sigue ocurriendo lo mismo. Aunque a esto no dedica su tiempo, no vaya a ser que encuentre dificultades en dar la razón a los sucesivos gobiernos que hemos tenido. También dice que hemos cambiado la metodología, algo falso pues seguimos haciendo lo mismo, es decir, comparar la evolución del PIB por subsectores con la de otros indicadores económicos del mismo subsector. Dónde está el cambio en la metodología es algo que se nos escapa. Otro de los argumentos que esgrime, totalmente impermeable a los datos, es que el valor añadido puede haber caído mucho menos que la producción, pero los datos de las diferentes encuestas de que disponemos (Central de Balances del Banco de España y las encuestas anuales de comercio y de servicios del INE) nos dicen que las diferencias son mínimas en el período del que estamos hablando. Pero para qué va a hacer caso de los datos si le pueden estropear una teoría. Aunque en eso si es coherente con su ideología, como veremos más adelante. Otra de las falacias de este peculiar economista es decir que el valor añadido generado por una actividad productiva depende de si compra sus productos al vecino de al lado o a una empresa de Indonesia, es decir, si importa los productos necesarios para su actividad o no lo hace. El error de concepto es tan garrafal que cuesta creer que lo haya cometido sin darse cuenta. La corrección por las operaciones exteriores solo se hace, como es lógico, cuando se mide la demanda nacional para estimar el PIB. Si las importaciones son mayores que las exportaciones, como ocurría hasta hace bien poco, y no se corrige por este factor, se sobrestimaría el PIB. En un país con superávit exterior hay que hacer la corrección contraria, es decir, que si no se hiciera se subestimaría el PIB. Pero si vamos directamente al valor añadido generado durante la actividad económica, que es como se mide el PIB cuando se hace desde la perspectiva de la oferta, no hay que hacer ninguna corrección por el sector exterior exceptuando los impuestos sobre las importaciones. Ignoramos si pretende tomar el pelo a sus lectores o bien es que sus conocimientos de lo que significa valor añadido y de cómo se mide el PIB desde las diferentes aproximaciones no dan para más. Más bien me inclino por la primera explicación. Finalmente dice que las discrepancias entre producción en los servicios y PIB se dan por muchos sitios, no solo en España. Y nos pone unos gráficos sin cuantificar nada. Menudo nivel. Por suerte yo sí que me he preocupado de mirarlo, y es lo que vemos en las tablas de abajo. La discrepancia media entre producción y valor añadido de los servicios incluidos en el índice de producción de servicios (medidos por la contabilidad nacional) en España es la mayor de todos los países del euro en los que he encontrado datos, siendo este número 3,76 puntos porcentuales por año. Solo se nos acerca Portugal, con 3,68 puntos. Grecia (sí, esos que engañaban en todo lo que podían, confesos y convictos) se quedan en 1,63 puntos por año y solo superan 1 punto Austria y Finlandia. El resto están entre los 0,34 puntos de Holanda y los -0,86 puntos de Francia que, dicho sea de paso, es el único país cuyo PIB de estos servicios aumenta menos que el índice de producción. El que exista otro país, Portugal, que tiene una discrepancia casi tan grande como la nuestra no invalida en modo alguno nuestra hipótesis de trabajo. Si Grecia ha mentido de forma monstruosa en sus estadísticas y lo hubiera hecho también España, ¿por qué razón no habría de haberlo hecho también Portugal, sometido a las mismas presiones por parte de Bruselas y los mercados? Ante tanto interés que se ha tomado este curioso personaje, no he podido por menos que darme cuenta de quién es el que contesta: un economista que está comenzando su carrera académica, que publica libros de divulgación en grandes editoriales y que aparece en grandes medios de comunicación privados. Es decir, una persona que tiene que cuidar una carrera profesional sin consolidar que depende mucho de la red de relaciones que vaya tejiendo y en cuyas otras actividades depende de grandes empresarios que de un día para otro te dan puerta si no les agrada lo que dices. Y ya sabemos cómo se las gasta la oligarquía patria con quien no les baila el agua y hace la vista gorda con sus desmanes. Vaya, a ver si vamos a tener por ahí un pequeño conflicto de intereses, amigo Rallo. También pertenece a una curiosa escuela económica, la escuela austriaca, que para hacernos una idea, son básicamente fundamentalistas de mercado que piensan que la mano invisible lo resuelve todo y que el Estado es poco más que un estorbo. Que aplican un curioso método, la praxeología, para aproximarse a la realidad que consiste esencialmente en elaborar una teoría que se estima que tiene consistencia lógica y si los datos no se adaptan a ella es porque los datos están mal. Y a fe que lo ha hecho con su argumentación para “refutar” que haya incosistencias en nuestra argumentación. En eso hay que reconocer que es coherente. Aunque si utilizaran este método los que gestionan las centrales nucleares más nos valdría a todos ponernos a rezar nuestras oraciones para prepararnos para el otro mundo. En resumidad cuentas, y para cualquiera que haya trabajado con la ciencia, en que los postulados y las conclusiones siempre se pueden poner en tela de juicio por los datos, esto no deja de ser una pseudociencia, en el mismo montón de los desechos intelectuales de la Humanidad que la astrología, la homeopatía o la lectura de los posos del té. Aunque según los austriacos actúan así porque el método científico no se puede usar en las ciencias sociales, lo que es nada más que la justificación para decir lo que les da la gana de los temas que les parece sin estar sometidos a la dictadura de los hechos como nos pasa a los pringadillos que sí que creemos en la ciencia. La escuela austriaca tiene un prestigio académico es casi nulo y sus seguidores apenas publican más que en sus propias revistas económicas. Por ende, tampoco tienen la menor confianza en la democracia y oscilan entre los que piensan que la democracia debe estar sumamente limitada, sin poner en tela de juicio los fundamentos de la economía de libre mercado y la propiedad privada bajo ninguna circunstancia, y los que directamente creen que la democracia solo sirve para tomar malas decisiones, como parece ser el caso de Rallo. Esta curiosa secta tiene un chiringuito al que llaman “Instituto Juan de Mariana” (del que Rallo es director) que se dedica a difundir su religión económica y que ha creado a su vez otro que llaman centro de estudios superiores ONMA, donde se dedican a impartir cursillos a los que pomposamente llaman másteres y por los que cobran una pasta gansa pero en los que por ningún lado aparece que estén reconocidos por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). Vamos, como si me pongo a dar yo cursillos desde mi casa de magia y adivinación. Además este “Instituto” Juan de Mariana hay referencias de que ha sido protegido por Esperanza Aguirre, por la Atlas Economic Research Foundation, un satélite de Exxon (de ahí debe venir el negacionismo climático, otra de las señas de identidad de esta gente, que se ve que entiende de todo) o de Koch Industries, perteneciente a la familia Koch, unos millonarios que se dedican a financiar la difusión del ultraliberalismo. Es decir, no estamos hablando de un economista reconocido o de ninguna autoridad, sino de una persona perteneciente a una rama marginada, acientífica y totalmente desprestigiada de la economía pero que el lobby ultraliberal ha convertido en un bluff mediático. Una persona llena de conexiones e intereses con lo más rancio de la política española y con lobbies extranjeros que se dedican a difundir determinada ideología ultraliberal que esconde de forma apenas velada el deseo de implantar un neofeudalismo en nuestra sociedad. En la imagen de más abajo vemos cuáles son los intereses del “Instituto” Juan de Mariana que dirige este supuesto independiente, en un análisis que publicó el diario Público a cuento del escándalo que protagonizó otro de miembros importantes del “Instituto”, Gabriel Calzada, al difundir en EEUU de forma masiva un “estudio” en el que atacaban a las energías renovables. El papel de este individuo para el sistema, y de ahí la relevancia que se le da en medios y editoriales es muy clara. Sirve para difundir un fundamentalismo de mercado que hace aparecer las políticas que se han dado en llamar neoliberalismo como centristas y moderadas. Como los propagandistas del sistema saben que la gente en general busca un consenso y un témino medio entre las opciones ofrecidas, personas como él sirven para desplazar el centro de gravedad hacia las políticas que la ideología imperante quiere implantar. A lo mejor ni él mismo sea consciente de que es solo un peón en este juego. Pero lo más probable es que sí y que solo sea un inmenso hipócrita. De lo que sí que parece claramente consciente es de que sabe de quién dependen sus habichuelas, y les defiende a saco. Es sin ningún género de dudas un mercenario del régimen, una persona cuyo discurso intelectual siempre estará mediatizado por sus intereses. Por lo tanto sus argumentos valen lo que valen: casi nada. Y así lo ha demostrado con la endeblez y ataques sin fundamento de su último artículo. Por mi parte me considero una persona seria y rigurosa que no tiene ningún problema en reconocerlo cuando se equivoca. Alguien decente intelectualmente se hubiera preocupado por investigar estos hechos que hemos encontrado. Pero él no se ha preocupado por investigar nada en ese sentido, sino por tratar de desmontar por todos los medios posibles, destacado fallos reales o supuestos pero que en ningún caso daban cuenta de las discrepancia y haciendo caso omiso del hecho clave, que es que por mucho que le demos vueltas a los datos estos siguen sin cuadrar de ninguna manera. Yo no tengo ningún interés económico en nada de lo que escribo. Eso me permite libertad de pensamiento, al contrario de lo que le pase a este lamentable personaje. Por mi parte doy por finalizada la discusión con él, pues no supone más que una penosa pérdida de un tiempo que hay que dedicar a cosas serias. La gente que lea esto ya sabe a qué atenerse con cada uno. http://www.colectivoburbuja.org/juan-carlos-barba/sobre-la-fiabilidad-del-pib-replica-a-juan-ramon-rallo/

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