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9 de octubre de 2016

La lucha por la soberanía es cuestión de clase y de país.


La lucha por la soberanía es cuestión de clase y de país.
La lucha contra la UE, el euro y la deuda, es un eje fundamental a la hora de articular cualquier alternativa. La incorporación de España a la UE se vio como la consolidación de la democracia (burguesa) en amplias capas sociales, millones de euros en inversiones a costa de la desindustrialización del país lo favorecieron, “los García”, esa famosa familia de plastilina nos convencía de las bondades del euro y Cruyff o Loquillo hicieron lo suyo con la Constitución europea. El europeísmo del que se hizo gala, incluso desde nuestras filas, encubría el liberalismo económico más puro. Pero la crisis y la gestión por la Troika (UE, FMI y BCE) hicieron que este UE-peismo ciego se resquebrajara.
Las luchas contra la OTAN son luchas por la paz y por la soberanía en el campo militar, las luchas contra la deuda o por parar los desahucios lo hacen contra la banca o el BCE y sus estrategias de dominación, las de los ganaderos/as por la soberanía alimentaria, la de los mineros por la soberanía energética y la de miles de trabajadores contra el cierre de empresas lo son por reindustrialización y el impulso productivo.
La lucha por la soberanía se debe entender como una lucha por un proyecto de país alternativo en beneficio de la mayoría social y esto debe prender en el imaginario colectivo en oposición a lo existente. La experiencia cubana nos lo demuestra, hoy no entendemos Cuba sin la soberanía, y la soberanía sin el socialismo. Entonces no estamos ante una lucha por la soberanía nacional a secas, sino una soberanía popular, una soberanía que sirva a los pueblos.
La soberanía popular se debe basar, como manifiesta Samir Amin, en una economía auto centrada que debe “caminar sobre dos piernas”, un sistema industrial (y energético añadiríamos) ligado al desarrollo interno y el impulso agropecuario mediante una renovación tendente a la soberanía alimentaria. Esto implicaría una planificación de la economía (especialmente en sectores estratégicos y con planes de desarrollo), control estatal de la moneda, crédito, impuestos y comercio exterior por un lado. Por otro entender la tierra agrícola (y otros recursos naturales) como un bien del país y la obligación del Estado de garantizar el acceso a la tierra. La articulación de estas políticas a su vez es la garantía de amplias alianzas sociales entre la clase obrera y otros sectores populares.

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