Entre los habitantes de una aldea hay un, y solo un,
barbero. Es un hombre pulcro, respetado, que afeita a todos los hombres de la
aldea que no se afeitan a sí mismos, y solo a ellos. Estos son los hechos. La
pregunta es: “quien afeita al barbero?”.
En principio parece razonable quye el barbero se afeite a sí
mismo: Pero en ese caso viola el requerimiento de afeitar a todos los aldeanos
que no se afeitan a sí mismos. Y si no se afeita a sí mismo, viola el
requerimiento de afeitar a todos los aldeanos que no se afeitan a si mismo.
Pues bién: ¿Quién afeita al barbero de la aldea?
Esta paradoja fue publicada en 1918 por el filósofo ingles
Bertrand Russell. Si se la reduce a sus términos más sencillos, se descubre que
hay dos conjuntos de aldeanos: Los que se afeitan a sí mismos y los que no lo hacen
y, por consiguiente, son afeitados por el barbero. La verdadera pregunta es, ¿a
cual de los dos grupos pertenece el barbero? La realidad es que no pertenece a
ninguno de los dos porque, como se demuestra más arriba, su existencia llevaría
a la conclusión contradictoria de que él se afeita a sí mismo y solo si no lo
hace. Como señala el filósofo norteamericano Willard V. Quine, esa paradoja es
en si misma una demostración valida de que el barbero no puede existir:
aparentemente es un ejemplo clásico de reducción al absurdo.s de la paradoja es
paralela a la de la otra, también de Russell, referida al conjunto de todos los
conjuntos que no son elementos de sí mismos. Esta última paradoja publicada en
1901, tuvo gran influencia sobre el pensamiento matemático del siglo XX. El
matemático alemán Gottlob Frege, creador e la lógica matemática moderna definió
su importancia con tres palabras: “la aritmética tiembla”.
El meollo de la paradoja de Russell es la tesis de que a
cada descripción o cualidad especifica corresponde a un conjunto; vale decir,
para construir un conjunto se debe especificar la condición necesaria y suficiente para ser elemento de él. Así la
condición especifica fuera la de ser satélite de la Tierra en el año 100 a.C.”
Si se especificara el conjunto de satélites artificiales de
la tierra en el año 100”, se obtendría un conjunto carente de elementos pero
que no por ello dejaría de ser un conjunto. Eso es lo que se denomina un
conjunto vacio.
La antinomia de Russell se refiere a los conjuntos que son o
no elementos de sí mismos. Es evidente que algunos conjuntos de objetos no son
elementos de sí mismos; por ejemplo, el conjunto de satélites de la tierra en
1980 no es elemento de si mismo porque no se encuentra alrededor de la tierra.
Y el conjunto de todos los libros de entretenimientos lógicos tampoco es
elemento de sí mismo puesto que como han señalado los lógicos norteamericanos James
Carney y Richard Scheer, no tiene paginas, texto, encuadernación ni precio.
El hecho de que algunos conjuntos de objetos no sean elementos
de sí mismos no significa que ninguno lo sea. Véase, por ejemplo, el conjunto
de todos los conjuntos que contienen más de diez elementos. Este incluye
numerosos conjuntos entre otros el conjunto de todos los satélites artificiales
de la tierra en 1980, el conjunto de todos los libros de entrenamientos, el
conjunto de todos los gatos, el de todos los perros, el de todas las aves, el
de todas las víboras, el de toso los camellos, el de todos los gorriones y el
de tosas las palomas, por no hablar del conjunto de los vegetales, el de todos
los arboles, el conjunto de todas las algas, y así sucesivamente. Por
consiguiente, no cabe duda de que el conjunto de todos los conjuntos que
contienen más de diez elementos y por ello es elemento de sí mismo. Caso contrario,
no sería el conjunto de todos los conjuntos que poseen sea característica.
Volvamos a los conjuntos que no son elementos de sí mismos:
el de los satélites artificiales, elk de los libros de entrenamientos lógicos, etcétera.
La pregunta es: “ ¿Es el conjunto de todos los con juntos que no son elementos
de sí mismos un elemento de sí mismo?” para facilitar la exposición sea X el
conjunto de todos los conjuntos que no son
elementos de sí mismos. Si se dice que X es un elementos de sí mismos,
entonces por definición no lo es porque X sólo comprende los conjuntos que no
son elementos de sí mismos, entonces si lo es, porque X considera todos los
elementos que no son elementos de sí mismo: sin embargo el principio del
tercero excluido requiere que sea una cosa o la otra. Dicho en lenguaje
cotidiano, esto significa que el conjunto de todos los conjuntos que no son
elementos de sí mismos no es elemento de sí mismo y solo es un elemento de si mismo.
Evidentemente aquí hay una contradicción.
Para resolver la paradoja del conjunto de todos los
conjuntos que no son elementos de sí mismos Russell descartó el principio de la
abstracción. Llegó a la conclusión de que dicho conjunto no es un conjunto.
Como dice Quine en su ensayo “The Ways of Paradox”.
No es fácil abandonar el principio [conjunto] se recurre
casi invariablemente al método de establecer una condición, se tiene la sensación
de haber “establecido” el [conjunto] y no se puede concebir que tal [conjunto]
no exista. Puede tratarse de un [conjunto]
vacio, sí, ¿pero como puede ser que tal [conjunto] no exista? ¿Qué
contenido se le puede exigir, que no este previsot en la condición necesaria para
ser elemento de él? Sin embargo, de nada sirven estos argumentosante al
realidad de la antinomia, lo cual demuestra simplemente el principio es
insostenible. Bien vistas las cosa, la lógica, elemental indica que no existe un
[conjunto], vacio o no, cuyos elementos sean precisamente los [conjuntos] que
no son elementos de sí mismos. Sería un elemento de sí mismo si solo si no lo
fuera.
Russell rechazó el concepto de que cada predicado
corresponde un conjunto, es dicir, qu para cada propiedad o característica existe
necesariamente un conjunto cuyos elementos poseen esa propiedad o característica. El consideraba que los
predicados que suscitaban consecuencias contradictorias carecían de significado
porque no generaban un conjunto. Como señala Quine en el pasaje reproducido más
arriba el solo intento de definir un conjunto no demuestra su existencia,
porque al definir un conjunto solo se presupone la posibilidad de su existencia. Sin embargo es evidente que
la definición de un conjunto para ser válida, debe satisfacer, entre otras condiciones de existencia, el principio
de que ellas no deben ser autocontradictorias. Así como no pue3de definir una
figura afirmando que es un” círculo cuadrado”, porque “circulo” y “cuadrado”
son conceptos contradictorios, tampoco se puede definir un conjunto en términos
de características contradictorias.
Russell pudo eliminar la paradoja al sugerir que no se
aplique el principio de abstracción en aquellas situaciones donde la condición para
ser elemento incluye la calidad de elemento. Ese recurso, efectivamente, elimina
la paradoja y permite el empleo del principio de abstracción en ls ramas de la
matemática donde el concepto de conjunto es de importancia secundaria o
tangencial. Con todo, esta restricción tuvo consecuencias tremendas para la teoría
general de conjuntos. Obligó al empleo de subíndices para distinguir entre
distintos niveles de lenguaje; caso contrario, los lógicos no hubieran podido
aceptar esa restricción. La solución de Russell a su paradoja de los conjuntos
se asemeja en este aspecto a la solución de Alfred Tarski a la paradoja del
mentiroso. Las dos soluciones obligan al estudioso a descartar conceptos profundamente
arraigados en la intuición, referidos a los conjuntos y a la verdad.
Existen otros métodos para eliminar la contradicción
inherente a la paradoja del conjunto de Russell. Uno de ellos requiere la
elaboración de una teoría de conjuntos basada en la lógica polivalente, no en
la clásica lógica bivalente del verdadero o falso. En ese sistema la negación
pierde significado tradicional y por consiguiente se puede concebir un conjunto
que sea un elemento de sí mismo y a la vez no lo sea.
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