DURANTE la estadía de Jesús, Gonod y Ganid en Alejandría, el joven
pasó buena parte de su tiempo y gastó no poco dinero de la fortuna de su padre
recopilando las enseñanzas de las religiones del mundo sobre Dios y sus
relaciones con el hombre mortal. Ganid empleó más de tres veintenas de
traductores eruditos en la redacción de este resumen de las doctrinas
religiosas del mundo relativas a las deidades. Debe aclararse que en este
escrito todas estas enseñanzas que describen el monoteísmo provenían en gran
medida, directa o indirectamente, de la predicación de los misioneros de
Maquiventa Melquisedek, quienes partieron de su sede en Salem para divulgar la
doctrina de un Dios único —el Altísimo— hasta los confines de la tierra.
Presentamos aquí un resumen del
manuscrito de Ganid, que preparó en Alejandría y en Roma, y que fue preservado
en la India por centenares de años después de su muerte.
9. El Confucianismo
Aun la religión que menos reconocía a Dios entre las grandes religiones mundiales pagó tributo al monoteísmo de los misioneros de Melquisedek y de sus persistentes sucesores. He aquí el resumen sobre el confucianismo preparado por Ganid:
«Lo que dispone el Cielo es sin error. La verdad es real y divina. Todas las cosas se originan en el Cielo, y el Gran Cielo no comete errores. El Cielo ha nombrado a muchos subordinados para que instruyan y eleven a las criaturas inferiores. Grande, muy grande es el Dios Único que rige al hombre desde lo alto. Dios es majestuoso en su poder y temible en su juicio. Pero este Gran Dios ha conferido un sentido moral incluso a muchas criaturas inferiores. La abundancia del Cielo no se agota jamás. La benevolencia es el don más precioso del Cielo a los hombres. El Cielo ha otorgado su nobleza al alma del hombre; las virtudes del hombre son el fruto de esta dádiva de nobleza celestial. El Gran Cielo todo lo discierne y acompaña al hombre en todas sus acciones. Es bueno que llamemos al Gran Cielo nuestro Padre y nuestra Madre. Si somos pues siervos de nuestros divinos antepasados, podemos orar al Cielo con confianza. En todos los tiempos y en todas las cosas, temamos a la majestad del Cielo. Reconocemos, oh Dios, Altísimo y soberano Potentado, que el juicio es tuyo, y que toda misericordia procede del corazón divino.
«Dios está con nosotros; por tanto no tenemos pavor en nuestro corazón. Si hubiese alguna virtud en mí, es la manifestación del Cielo que permanece conmigo. Pero este Cielo dentro de mí, exige duramente a menudo de mi fe. Si Dios es conmigo, he determinado que no albergo dudas en mi corazón. La fe ha de hallarse muy cerca de la verdad de las cosas, y no veo cómo un hombre puede vivir sin esta buena fe. El bien y el mal no acontecen a los hombres sin causa. El Cielo se ocupa del alma del hombre de acuerdo a su propósito. Cuando te encuentres en el error, no titubees en confesar tu error y sé presto a enmendarlo.
«El sabio se ocupa de la búsqueda de la verdad, no tan sólo el mero vivir. Alcanzar la perfección del Cielo es la meta del hombre. El hombre superior sabe adaptarse y está libre de la ansiedad y del temor. Dios está contigo; no albergues dudas en tu corazón. Toda buena acción tiene su recompensa. El hombre superior no murmura contra el Cielo ni alimenta rencores contra los hombres. Lo que no te gusta que a ti te hagan, no se lo hagas a otro. Que la compasión sea parte de todo castigo; de todas formas trata de transformar el castigo en una bendición. Tal es el camino del Gran Cielo. Si bien todas las criaturas deben morir y regresar a la tierra, el espíritu del hombre noble se eleva para que se le vea en las alturas y asciende a la gloriosa luz del resplandor final».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admiten comentarios con datos personales como teléfonos, direcciones o publicidad encubierta