2. El Judaísmo
Los ceneos de Palestina salvaron muchas de las enseñanzas de Melquisedek, y de esos registros, tal como fueron preservados y modificados por los judíos, Jesús y Ganid hicieron la selección siguiente:
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay. Y, he aquí que todas las cosas que el creó fueron muy buenas. El Señor, él es Dios; no hay nadie junto a él arriba en el cielo o abajo en la tierra. Por tanto amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y con toda tu fuerza. La tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar. Los cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día; y una noche a otra noche declara conocimiento. No hay lenguaje ni palabras donde su voz no sea oída. La obra del Señor es grande y en sabiduría ha hecho todas las cosas; la grandeza del Señor es inescrutable. Conoce el número de las estrellas y las llama a todas por sus nombres.
«El poder del Señor es grande y su entendimiento es infinito. Dice el Señor: ‘Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos’. Dios revela las cosas profundas y las cosas escondidas porque con él mora la luz. Misericordioso y clemente es el Señor; es paciente y rico en bondad y verdad. Bueno y recto es el Señor; encaminará a los humildes por el juicio. ¡Gustad y ved que es bueno el Señor! Bendito el varón que confía en Dios. Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
«La misericordia del Señor es desde eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen y su justicia sobre los hijos de nuestros hijos. El Señor es clemente y lleno de compasión. El Señor es bueno con todos y sus tiernas misericordias sobre toda su creación; él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. ¿Adonde me iré del espíritu de Dios? ¿Adonde huiré de la presencia divina? Así dice el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: ‘¡Yo habito en la altura y en el lugar sagrado; y también con aquel que es de corazón contrito y de espíritu humilde!’ Ninguno puede esconderse de nuestro Dios, porque él llena el cielo y la tierra. Alégrense los cielos y gócese la tierra. ¡Y digan en las naciones: el Señor reina! Dad gracias a Dios, porque su misericordia permanece para siempre.
«Los cielos declaran la justicia de Dios, y toda la gente ha visto su gloria. Es Dios quien nos ha hecho, y no nosotros mismos; pueblo suyo somos, las ovejas de su prado. Su misericordia es para siempre, y su verdad permanece para todas las generaciones. Nuestro Dios es gobernador entre las naciones. ¡Que toda la tierra sea llena de su gloria! ¡Oh, que los hombres alaben al Señor por su bondad y por sus dones maravillosos para con los hijos de los hombres!
«Dios ha hecho al hombre un poco menos que divino y le ha coronado de amor y misericordia. El Señor conoce el camino de los justos, mas la senda de los impíos perecerá. El temor del Señor es el principio de la sabiduría; el conocimiento del Supremo es comprensión. Dice el Dios Todopoderoso: ‘Anda delante de mí y sé perfecto’ No olvidéis que antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la ativez de espíritu. El que rige su espíritu es más poderoso que el que toma una ciudad. Dice el Señor Dios, el Santo: ‘Al regresar a vuestro descanso espiritual seréis salvados; en la quietud y la confianza será vuestra fortaleza’. Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantáran alas como las águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán. El Señor te dará reposo de tu temor. Dice el Señor: ‘No temas, porque estoy contigo. No desmayes, porque soy tu Dios. Yo te esfuerzo; yo te ayudaré; sí, yo te sostendré con la diestra de mi justicia’.
«Dios es nuestro Padre; el Señor es nuestro redentor. Dios ha creado las huestes del universo, y las preserva a todas. Su justicia es como los montes y su juicio como la gran profundidad. Él nos hace beber del río de sus placeres, y en su luz veremos la luz. Bueno es dar gracias al Señor y cantar alabanzas al Altísimo; mostrar paciencia amante en la mañana y fidelidad divina cada noche. El reino de Dios es un reino sempiterno, y su señorío permanece a través de todas las generaciones. El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de pastos verdes me hará descansar; junto a aguas de repose me pastoreará. Confortará mi alma. Me guiará por sendas de justicia. Sí, aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Dios está conmigo. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré para siempre.
«Yahvé es el Dios de mi salvación; por tanto en el nombre divino pondré mi confianza. Confiaré en el Señor con todo mi corazón; y en mi propio entendimiento no me apoyaré. En todos mis caminos lo reconoceré, y él dirigirá mi senda. El Señor es fiel, él mantendrá su palabra con los que le sirven; el justo vivirá por la fe. Si no hacéis bien, es porque el pecado está a la puerta; los hombres recogerán el mal que han plantado y el pecado que siembren. No te inpacientes a causa de los que hacen el mal. Si guardas iniquidad en tu corazón, el Señor no te escuchará; si pecas contra Dios, atentarás también contra tu propia alma. Dios traerá a juicio toda obra del hombre, con toda cosa encubierta, ya sea buena o mala. Porque cual es el pensamiento del hombre en su corazón, tal es él.
«Cercano está el Señor a todos los que le invocan de sinceridad y de veras. El llanto durará por la noche, pero a la mañana vendrá la alegría. Un corazón alegre hace bien como una medicina. Ninguna cosa buena negará Dios a los que andan rectamente. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es todo el deber del hombre. Así dice el Señor que creó los cielos y formó la tierra: ‘No hay más Dios que yo, un Dios justo y un salvador. Mirad a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra. Si me buscáis, me hallaréis, si procuráis por mí de todo vuestro corazón’. Los mansos heredarán la tierra y se regocijarán en una abundancia de paz. Quien siembra iniquidad cosechará calamidad; quien siembra viento recogerá tempestades.
«‘Venid ahora, razonemos juntos’, dice el Señor. ‘Aunque vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana’. Pero no hay paz para los malvados; son vuestros pecados los que os han negado las cosas buenas. Dios es la salud de mi semblante y el gozo de mi alma. El Dios eterno es mi fortaleza; él es nuestra morada, y debajo están los brazos sempiternos. El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, él salva a los que tienen un espíritu como un niño. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas el Señor le salva. Encomienda al Señor tu camino —confía en él— y él lo llevará a cabo. El que habita en el lugar secreto del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.
«Ama a tu semejante como a ti mismo; no guardes rencor contra ningún hombre. Lo que tú aborreces, no se lo hagas a nadie. Ama a tu hermano porque el Señor ha dicho: ‘Amaré a mis hijos libremente’. La senda de los justos es como una luz resplandeciente que brilla más y más hasta que el día es perfecto. Los que son sabios brillarán como el resplandor del firmamento, y los que traen a muchos a la justicia, como las estrellas para siempre jamás. Que los malvados abandonen su mal camino y el hombre injusto sus pensamientos rebeldes. Dice el Señor: ‘Regresad a mí, y tendré misericordia de vosotros; os perdonaré abundantemente’.
«Dice Dios, el creador de los cielos y la tierra: ‘Gran paz tienen los que aman mi ley. Mis mandamientos son: Me amarás con todo tu corazón; no tendrás otros dioses ante mí; no tomarás mi nombre en vano; acuérdate el sábado para santificarlo; honra a tu padre y a tu madre; no matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no hablarás falso testimonio; no codiciarás’.
«Y a todos los que aman al Señor por sobre todas las cosas y a sus semejantes como a sí mismos el Dios de los cielos dice: ‘Os rescataré de la tumba; os redimiré de la muerte. Seré misericordioso para vuestros hijos y también justo. ¿No he dicho a mis criaturas de la tierra que sois los hijos del Dios viviente? ¿No os he amado con un amor sempiterno? ¿No os he llamado a convertiros a mi semejanza y morar para siempre conmigo en el Paraíso?’»
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