El libro de
Urantia
Documento 132
5. Los Consejos para un
Rico
Cierto hombre rico, ciudadano
romano y estoico, se interesó vivamente en las enseñanzas de Jesús, que le
había sido presentado por Angamón. Después de muchas conversaciones íntimas
este rico ciudadano le preguntó a Jesús qué haría él con la riqueza, si la
poseyera, y Jesús le respondió: «Dedicaría la riqueza
material al mejoramiento de la vida material, así como dedicaría el
conocimiento, la sabiduría y el servicio espiritual al enriquecimiento de la
vida intelectual, al ennoblecimiento de la vida social y al adelanto de la vida
espiritual. Administraría la riqueza material como guardián prudente y eficaz
de los recursos de una generación para el beneficio y el ennoblecimiento de la
generación próxima y de las generaciones sucesivas».
Pero el rico no estaba del todo
satisfecho con la respuesta de Jesús. Se atrevió a preguntar nuevamente: «¿Pero
qué crees tú que deba hacer un hombre en mi posición con su riqueza? ¿Debo
quedarme con ella, o debo repartirla?» Cuando Jesús se dio cuenta de que este
hombre deseaba sinceramente conocer más profundamente la verdad sobre su
lealtad a Dios y su deber para con sus semejantes, le dijo además: «Mi buen amigo, entiendo que buscas sinceramente la sabiduría y
que honestamente amas la verdad; por eso pienso exponer mi punto de vista sobre
la solución de tus problemas relacionados con las responsabilidades de la
riqueza. Lo hago porque tú has solicitado mi consejo, y al ofrecértelo, no estoy pensando en la
riqueza de ningún otro hombre rico; mi consejo es sólo para ti, para tu
orientación personal. Si honestamente deseas considerar tu riqueza como un
fideicomiso, si realmente deseas convertirte en un guardián prudente y eficaz
de tu riqueza acumulada, entonces te aconsejaría que hicieras el siguiente
análisis de los orígenes de tus riquezas: pregúntate, y trata de hallar la
respuesta honesta, ¿de dónde vino esta riqueza? Y como ayuda en el análisis de
los orígenes de tu gran fortuna, te sugeriría que recordaras los siguientes
diez métodos distintos de acumular riquezas materiales:
«1. Riqueza heredada —que proviene de los padres y otros
antepasados.
«2. Riqueza descubierta —que proviene de los recursos no
cultivados de la madre tierra.
«3. Riqueza comercial —obtenida como ganancia justa en el
intercambio y true-que de bienes materiales.
«4. Riqueza injusta —que proviene de la explotación injusta o de
la esclavitud de nuestros semejantes.
«5. Riqueza de interés —que proviene de la posibilidad de ganancia
justa y equitativa de un capital invertido.
«6. Riqueza de genio —que proviene de las recompensas por las
dotes creadoras e inventivas de la mente humana.
«7. Riqueza accidental —que se deriva de la generosidad de un
semejante, o de las circunstancias de la vida.
«8. Riqueza robada —que se obtuvo mediante iniquidades,
deshonestidad, robo o fraude.
«9. Fondos fiduciarios —riqueza puesta en tus manos por un
semejante para un uso específico, ahora o en el futuro.
«10. Riqueza ganada —riqueza que proviene directamente de tu
trabajo personal, la justa y equitativa recompensa de tu diario esfuerzo de
mente y cuerpo.
«Así
pues, amigo mío, si quieres ser un fiel y justo guardián de tu gran fortuna,
ante Dios y al servicio de los hombres, debes dividir aproximadamente tu
riqueza en estos diez grandes grupos, y luego proceder con la administración de
cada porción según la interpretación sabia y honesta de las leyes de la
justicia, de la equidad, de la imparcialidad y de la verdadera eficacia; aunque
el Dios del cielo no te condenará si a veces yerras, en situaciones dudosas, a
favor de la consideración misericordiosa y altruista de la aflicción de las
víctimas que sufren las infortunadas circunstancias de la vida mortal. Cuando
tengas una duda honesta acerca de la equidad y justicia en una situación
material, deja que tus decisiones favorezcan a los necesitados. Favorece a los
que sufren el infortunio de penurias inmerecidas».
Después de discutir estos
asuntos durante varias horas, y respondiendo a la solicitud del rico que
deseaba una instrucción más amplia y detallada, Jesús expandió su consejo,
diciendo en sustancia: «Al ofrecerte estas sugerencias
ulteriores relativas a tu actitud hacia la riqueza, te advierto que debes
considerar mis consejos como observaciones exclusivamente para ti y para tu
orientación personal. Tan sólo hablo por mí y para ti en calidad de amigo que
quiere saber. Te suplico que no te conviertas en un dictador en cuanto a cómo
otros ricos deben tratar su riqueza. Te aconsejaría pues:
«1. Como guardián de riquezas heredadas debes considerar sus
orígenes. Tienes la obligación moral de representar a la generación anterior en
la transmisión honesta de riquezas legítimas a las generaciones venideras
después de sustraer un monto justo para el beneficio de la generación presente.
Pero no estás obligado a perpetuar deshonestidades ni injusticias que puedan
haberse producido en la acumulación indebida de riquezas de tus antepasados.
Podrás desembolsar cualquier porción de tu riqueza heredada que resulte
provenir del fraude o de la iniquidad según tus convicciones de justicia,
generosidad y restitución. Podrás utilizar el resto de tu herencia legítima
equitativamente y trasmitirlo en seguro fideicomiso de una generación a otra.
Un prudente sentido de discernimiento y un sano juicio deben guiar tus
decisiones en cuanto al legado de las riquezas a tus sucesores.
«2. Todo el que disfrute de riquezas descubiertas debe recordar
que una persona tan sólo vive en la tierra una corta temporada y debe, por
consiguiente, disponer adecuadamente para que estos descubrimientos puedan ser
compartidos de la manera más útil con el mayor número posible de sus
semejantes. Si bien no debe negársele al descubridor toda recompensa por su
trabajo de búsqueda y descubrimiento, tampoco deberá éste reclamar con egoísmo
todas las ventajas y beneficios que puedan obtenerse del descubrimiento de
recursos atesorados por la naturaleza.
«3. Hasta tanto elijan los hombres conducir los negocios del mundo
mediante el comercio y el trueque, tienen derecho a una ganancia justa y
legítima. Todo comerciante merece un pago por sus servicios; el mercader tiene
derecho a su salario. La equidad en el comercio y el trato honesto acordado a
los semejantes en el negocio organizado del mundo crea muchos y diversos tipos
de riqueza por ganancia, y cada una de estas fuentes de riqueza debe ser
juzgada por el metro de los principios más elevados de la justicia, la
honestidad y la equidad. El mercader honesto no debe dudar en recibir la misma
ganancia que con equidad le otorgaría a su colega en una transacción similar.
Aunque este tipo de riqueza no es idéntico a los ingresos ganados
individualmente, cuando los negocios se llevan a cabo en gran escala, al mismo
tiempo, esta riqueza acumulada honestamente le otorga a su poseedor una
considerable equidad que le asegura el derecho de tener voz en las decisiones
relativas a su distribución subsiguiente.
«4. Ningún mortal que conozca a Dios y trate de hacer la voluntad
divina podrá caer tan bajo como para participar en la opresión mediante el
poder de la riqueza. Ningún hombre de noble corazón podrá dedicarse a acumular
el poder de la riqueza mediante la esclavización o la explotación injusta de
sus hermanos en la carne. Las riquezas son una maldición moral y un estigma
espiritual cuando provienen del sudor del hombre mortal oprimido. Toda riqueza
así obtenida debe ser restituída a quien le fuera de esta manera robada o a sus
hijos o a los hijos de sus hijos. No puede edificarse una civilización
perdurable sobre la práctica de robarle al trabajador su salario.
«5. La riqueza honesta tiene derecho a cobrar interés. Hasta tanto
los hombres pidan prestado y reciban préstamos, puede recaudarse un justo
interés siempre y cuando el capital prestado provenga de una riqueza legítima.
Purifica primero tu capital y podrás entonces reclamar el interés. No permitas
que tu avidez te haga caer en la práctica de la usura. No permitas que tu
egoísmo te lleve a emplear el poder del dinero para ganar ventajas injustas
sobre tus semejantes en dificultades. No caigas en la tentación de recibir
usura de tu hermano que está en apuros financieros.
«6. Si llegas a la riqueza por tu genio, si tus riquezas se
derivan de las recompensas por tus dotes de inventiva, no pretendas una porción
injusta de tales recompensas. El genio le debe algo tanto a sus antepasados
como a su progenie; también le debe a su raza, a su nación y las circunstancias
de sus descubrimientos e invenciones; también debe recordar que elaboró y llevó
a cabo sus invenciones en su calidad de hombre entre los hombres. Al mismo
tiempo, sería igualmente injusto privar al genio de toda posibilidad de
aumentar su riqueza. Será por siempre imposible que los hombres establezcan
leyes y reglas que se puedan aplicar igualmente a todos los problemas
relacionados con una distribución equitativa de la riqueza. Primero debes
reconocer al hombre como tu hermano, y si deseas honestamente hacer por él lo
que quisieras que él hiciese por ti, los dictados elementales de la justicia,
la honestidad y la equidad te guiarán en la disposición justa e imparcial de
todos los problemas recurrentes de la recompensa económica y la justicia
social.
«7. A excepción de los honorarios justos y legítimos
correspondientes a la tarea de la administración, ningún hombre debe reclamar
para sí una riqueza que el tiempo y la ocasión puedan haber depositado en sus
manos. Las riquezas accidentales deben ser consideradas en cierto modo como un
fideicomiso que ha de administrarse para beneficio del propio grupo económico o
social. A los poseedores de tales riquezas se les debe conceder la voz
principal en la determinación de una distribución prudente y efectiva de estos
recursos no ganados. El hombre civilizado no siempre considerará todo lo que
controla como su posesión personal y privada.
«8. Si una porción determinada de tu fortuna se ha obtenido a
sabiendas mediante el fraude; si alguna parte de tu riqueza ha sido acumulada
mediante prácticas deshonestas o métodos no equitativos; si tus riquezas
provienen de tratos injustos con tus semejantes, apresúrate a restituir estos
bienes mal habidos a sus legítimos dueños. Haz plena retribución y de este modo
limpia tu fortuna de toda riqueza mal habida.
«9. La administración de la riqueza de una persona para el
beneficio de otras es una responsabilidad solemne y sagrada. No comprometas ni
pongas en peligro ese fideicomiso. Toma para ti de un fideicomiso tan sólo lo
que permitiría cada hombre honesto.
«10. Esa parte de tu fortuna que corresponda a lo que ganaste con
tus propios esfuerzos mentales y físicos —si has hecho tu trabajo en justicia y
equidad— es verdaderamente tuya. Ningún hombre podrá negarte el derecho de
conservar y usar esa porción de tu riqueza siempre y cuando el ejercicio de
este derecho no perjudique en modo alguno a tus semejantes».
Cuando Jesús hubo terminado su
discurso, este romano rico se levantó de su silla y, al darle las buenas
noches, le hizo esta promesa: «Mi buen amigo, percibo que eres hombre de gran
sabiduría y bondad, y mañana mismo comenzaré a administrar mis bienes de
acuerdo con tu consejo».
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