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16 de junio de 2017
La imaginación y las creencias. III
Seth La imaginación y las creencias. III
Mencioné (en la sesión 619) un juego en el que tomáis una idea que queréis materializar, y os imagináis que ocurre. Recordad que todos los sucesos son mentales y psíquicos primero y que luego suceden físicamente, pero no os observéis todo el rato. Proseguid con el juego.
Constantemente hacéis lo mismo con las creencias que tenéis, y éstas se traducen también constante y automáticamente. Es la separación entre el ser y las creencias lo que es tan importante al principio.
No tenéis que insistir y martirizaros conscientemente. La imaginación y la emoción son vuestras grandes aliadas. Vuestra dirección consciente las hará entrar en escena automáticamente. Por eso es tan importante que examinéis todas vuestras creencias sobre vosotros mismos y sobre la naturaleza de la realidad; y una creencia os conducirá a otra.
Son muchos los que sostienen que, si la imaginación y la voluntad están en conflicto, acaba por ganar la imaginación. Os aseguro que, si os examináis, descubriréis que la imaginación y la voluntad "nunca" están en conflicto. Puede haber conflicto entre las creencias, pero la imaginación siempre sigue al poder de la voluntad y a los pensamientos y creencias conscientes.
Si esto no os resulta evidente, es porque aún no habéis examinado completamente vuestras creencias. Pongamos un ejemplo sencillo. Supongamos que tenéis un problema de sobrepeso. Habéis probado varias dietas, pero en vano. Os decís que queréis perder peso, y hacéis lo que he dicho hasta ahora. Cambiáis la creencia y os decís: «Como que creo que estoy gordo, lo estoy; así que voy a pensar que estoy delgado, con mi peso ideal».
Pero descubrís que seguís comiendo en exceso. Mentalmente continuáis viéndoos como una persona con sobrepeso, imagináis los dulces y golosinas, y os «rendís» a vuestra imaginación. Y luego creéis que la voluntad es inútil y que el pensamiento consciente es impotente.
Pero supongamos que dais un paso más. De pura desesperación, decís: «De acuerdo, ¡examinaré mis creencias con más detenimiento!». Éste es un caso hipotético, así que hallaréis una de entre innumerables creencias posibles. Tal vez descubráis, por ejemplo, que creéis que no valéis la pena, y que por tanto no deberíais parecer atractivos. O que equiparais la salud al peso físico y creéis que es peligroso estar delgado.
O quizás os sintáis tan vulnerables que creáis que necesitáis el peso extra para que las personas lo piensen dos veces antes de meterse con vosotros. En todos estos casos las ideas son conscientes. Os habéis entretenido en ellas a menudo, y vuestra imaginación y emociones están de acuerdo con ellas, y no en conflicto.
Tal vez seáis pobres. Siguiendo mis sugerencias, quizá tratéis de alterar la creencia y digáis: «Mis necesidades se satisfacen y disfruto de una gran abundancia». Pero posiblemente aún sigáis teniendo problemas económicos.
En vuestra imaginación quizá veis llegar la próxima factura y que no podéis pagarla. «"Tendré" suficiente dinero -decís-. Ésta es mi nueva creencia.» Pero no cambia nada, de modo que pensáis: «Mis pensamientos conscientes no significan nada». Pero, tras examinar vuestros pensamientos, quizás halléis la profunda convicción de que no valéis nada.
Quizá creáis: «Para empezar, no soy nadie», o «Los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres más pobres», o «El mundo está contra mí», o «El dinero es algo malo. Las personas que lo tienen no son espirituales». Una vez más, descubriréis una creencia que os lleva a no desear tener dinero o a tener miedo de él. En cualquier caso, vuestra imaginación y vuestras creencias van a la par. suficiente dinero -decís-. Ésta es mi nueva creencia.» Pero no cambia nada, de modo que pensáis: «Mis pensamientos conscientes no significan nada». Pero, tras examinar vuestros pensamientos, quizás halléis la profunda convicción de que no valéis nada.
Digamos, por poner otro ejemplo, que intentáis recordar vuestros sueños. Os sugestionáis adecuadamente cada noche, pero despertáis cada día sin haber podido recordarlos. Quizá digáis: «Conscientemente quiero recordar mis sueños, pero mis sugestiones no funcionan. Por tanto lo que quiero a nivel consciente tiene poca trascendencia».
Pero, si examináis vuestras creencias con mayor detalle, hallaréis alguna que os impide recordar, como por ejemplo: «Tengo miedo de recordar mis sueños», o «Mis sueños son siempre desagradables», o «Temo conocer lo que sueño», o «Quiero recordar mis sueños, pero quizá me revelen más de lo que quiero saber».
En este caso vuestra realidad también afecta a vuestras creencias, y tu experiencia es un resultado directo de vuestras actitudes conscientes. Con actitudes como las que acabo de mencionar, liquidáis a vuestro ser interior, obstaculizáis adrede vuestra experiencia, y reforzáis así las creencias en los aspectos negativos de vuestro ser.
Sólo mediante un examen de estas ideas vuestras podéis saber qué relación tenéis con vosotros mismos. No es mi intención reforzar lo negativo, en absoluto, de modo que sugiero que observéis esas áreas de vuestra vida con las que os sintáis a gusto y os haya ido bien. Fijaos cómo habéis reforzado emocional e imaginativamente esas creencias y cómo las llevasteis físicamente a buen término; advertid cuán natural y automáticamente aparecieron los resultados.
Retened esos sentimientos de logro y comprended que podéis emplear los mismos métodos en otras áreas.
Buenas noches, empezaremos con el dictado.
También transmitís vuestras creencias a los demás, naturalmente. Cuando entran invitados en vuestra casa, ellos no la ven exactamente
como vosotros porque también la ven a través de la pantalla de sus creencias. No obstante, en vuestro propio entorno normalmente predominan vuestras creencias personales.
Las personas con ideas similares se refuerzan mutuamente sus creencias. Quizás os enfrentéis a cierta incomprensión cuando súbitamente decidáis cambiar vuestra realidad cambiando vuestras creencias; según las circunstancias, tal vez os encaminéis en una dirección completamente distinta de la del grupo al que pertenecéis. Los otros tal vez sientan la necesidad de defender unas ideas que antes todos dabais por sentadas. En semejantes casos vuestras creencias confluían. Cada persona tiene sus propias ideas sobre la realidad por razones que parecen válidas. Las necesidades confluyen. Cuando cambiáis súbitamente vuestras creencias, cambia también vuestra posición en el grupo, ya no jugáis más ese juego.
En el grupo, quizá ceséis de repente de satisfacer a los demás una necesidad que antes satisfacíais. Esto afecta tanto a la conducta íntima como a las interacciones sociales.
Así pues, durante cierto tiempo quizás experimentéis un sentimiento de pérdida mientras os trasladéis de un grupo de creencias a otro. No obstante, pronto otras personas que compartan vuestras nuevas creencias se sentirán atraídas por vosotros, y vosotros por ellas. Comentaré esto con mayor detalle más adelante en el libro, pero esto explica, por ejemplo, por qué una persona que sigue una dieta y que de pronto ha decidido perder peso puede encontrarse con la resistencia velada o abierta de su familia o amigos; o por qué la persona que adopta nuevas resoluciones se topa con las burlas de sus compañeros; o por qué el alcohólico que trata de no beber se ve tentado abiertamente por otros a beber, o incitado a ello con sutiles tácticas.
Cuando alguien que ha estado enfermo empieza a recuperarse mediante el cambio de sus creencias, tal vez se sorprenda de que incluso sus más queridos allegados se preocupan repentinamente y, por las mismas razones, le recuerdan la «realidad» de su precario estado de salud.
Dado que las creencias forman la realidad -la estructura de la experiencia-, cualquier cambio en las creencias que altere esa experiencia por supuesto, desencadena a un cambio en alguna medida. La condición que servía para cierto propósito ya no existe, se introducen nuevos elementos, y empieza otro proceso creativo. Como compartís vuestras creencias privadas con los demás, ya que "hay" interacción, cualquier cambio de dirección por vuestra parte es sentido por los demás, que reaccionan a su modo.
Os proponéis experimentar la realidad más satisfactoria posible. Para ello habéis empezado, espero, a examinar vuestras creencias. Quizá queráis que los demás cambien, pero para ello debéis empezar por vosotros mismos. Os dije (en la sesión 619) que practicarais un juego en el cual os imagináis actuando según la nueva creencia deseada. Mientras lo hacéis, imaginaos también cómo afectáis a los demás con esta nueva manera.
Imaginad que reaccionan de un modo diferente. Esto es muy importante porque telepáticamente les enviáis mensajes internos. Les decís que estáis cambiando las condiciones y el comportamiento de vuestra relación. Difundís vuestra nueva posición.
Algunos podrán comprender bien vuestra nueva posición. Quizás haya otros que necesiten el marco de referencia antiguo y que alguien desempeñe el papel que anteriormente desempeñabais vosotros. Esas personas se alejarán de vuestra experiencia, o bien vosotros os alejaréis de la suya.
Si concebís la vida diaria como un cuadro tridimensional en constante movimiento que vosotros creáis, veréis que, a medida que cambien vuestras creencias, también lo hará vuestra experiencia. "Debéis" aceptar plenamente la idea de que vuestras creencias forman vuestra experiencia. Desechad las creencias que no producen los efectos que deseáis. Mientras tanto, a menudo os diréis que algo es cierto aunque los datos físicos parezcan completamente contradictorios. Quizá digáis: «Vivo en la abundancia y no me falta nada», mientras los ojos os informan que vuestro escritorio está repleto de facturas pendientes. Debéis comprender que vosotros mismos produjisteis esas «pruebas físicas» a las que os enfrentáis, y que lo hicisteis por mediación de vuestras creencias.
De modo que, cuando cambiéis la creencia, la evidencia física empezará gradualmente a «demostraros» la certeza de vuestra nueva creencia tan fielmente como lo hizo con la vieja. Así pues, debéis trabajar con vuestras propias ideas. A pesar de que existen categorías generales de creencias, y razones generales que las explican, debéis haceros personalmente conscientes de las vuestras propias, porque ninguna persona es completamente igual a otra. Las viejas creencias sirvieron un a propósito y satisficieron una necesidad.
Tal como decíamos anteriormente, quizá creyerais que "en sí" la pobreza era más espiritual que la abundancia, o que erais básicamente indignos y que por tanto debíais castigaros con la pobreza.
Según sean vuestra energía, poder e intensidad, "podés" contribuir a cambiar las creencias de muchas personas.
Normalmente, en la vida física sólo os ocupáis de cambiar vuestras creencias sobre vosotros mismos, y luego de cambiar las creencias que los demás tienen sobre vosotros. Veréis que hay creencias en conflicto dentro de vosotros y tenéis que ser conscientes de ellas. Por ejemplo, quizá creáis que queréis comprender la naturaleza de vuestro ser interior y os digáis que deseáis recordar los sueños, pero al mismo tiempo alberguéis una creencia sobre la naturaleza indigna del ser, y temáis recordar los sueños por lo que pudierais hallar en ellos.
En tal caso, de nada sirve lamentarse de la situación y decir: «Quiero comprenderme a mí mismo pero tengo miedo de que no me guste lo que encuentre». Debéis cambiar vuestras creencias. Debéis dejar de creer que el ser interior sólo guarda infames emociones reprimidas. De hecho, contiene "algunas" emociones reprimidas, pero también contiene una gran intuición y conocimiento, y las respuestas a todas vuestras preguntas.
Prestad atención cuando conversáis con amigos. Veréis cómo os reforzáis mutuamente las creencias, y cómo vuestra imaginación sigue a menudo la misma dirección. Es muy fácil verlo cuando se es consciente de ello.
La mayoría de la gente de esta sociedad conoce la antigua sugestión: «Cada día mejoro un poco en todos los aspectos».* Se trata de una sugerencia excelente, dada por el ser consciente a otras partes del * Seth se refiere a la famosa autosugestión del francés Émile Coué, un pionero en el estudio de la sugestión que escribió un libro sobre el tema en los años veinte. Sus ideas tuvieron una buena acogida en Europa en aquella época, pero no así en Estados Unidos. De hecho, su gira de conferencias en este país resultó ser un fracaso debido a la reacción hostil de la prensa.
ser. Pero los resultados de semejante sugerencia también dependen de las creencias conscientes.
Anteriormente recurrí al ejemplo de «Soy un padre responsable», como ejemplo de una creencia. Si para vosotros esto significa: «Vigilo con gran atención que mis hijos se cepillen los dientes, coman suficiente y se comporten adecuadamente», entonces entenderéis la sugestión de «mejorar» a la luz de esa interpretación.
Si la creencia significa para vosotros que el amor hacia vuestros hijos se expresa "mejor" de ese modo, si creéis que os resulta embarazoso expresar el afecto directamente, entonces la sugestión de «mejorar» sólo reforzará esa creencia.
De ese modo podéis volveros más competentes. Por ello es de vital importancia que examinéis vuestras creencias y comprendáis lo que significan para vosotros personalmente. Si, en el ejemplo que dábamos, advertís pronto vuestra posición y empezáis a expresar directamente el amor a vuestros hijos, sin duda se sorprenderán y, aunque encantados, se sentirán confusos. Tardarán un tiempo en comprender vuestras reacciones; pero, así como la antigua realidad tenía una cohesión, también la tendrá la nueva.
Así pues, debéis examinar y comprender vuestras creencias, daros cuenta de que conforman vuestra experiencia, y cambiar conscientemente las que no tienen los efectos que queréis. En dicha revisión os haréis conscientes de muchas creencias excelentes que os dan buen resultado. Examinadlas con atención. Observad cómo vuestra imaginación y emociones la obedecieron. Si es posible, buscad en el pasado en qué momento os llegaron esas nuevas ideas y cómo cambiaron de forma beneficiosa vuestra experiencia.
Las ideas no sólo alteran el mundo constantemente: lo "crean" constantemente.
Nos estamos acercando al final del capítulo cuatro, pero ahora haremos un descanso y seguiremos en nuestra próxima sesión. Mis más cordiales saludos.
SESIÓN 62O, II DE OCTUBRE DE 1972 22.OO MIÉRCOLES
SESIÓN 622, l8 DE OCTUBRE DE 1972 21.40 MIÉRCOLES
Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts
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