Se retiraron muy pronto los adeptos de Van a las tierras altas al oeste de la India, donde quedaron a salvo de los ataques de las razas confundidas de las tierras bajas; desde este lugar de retiro proyectaron la rehabilitación del mundo, tal como todos sus primitivos antecesores badonitas una vez habían trabajado inadvertidamente para el bienestar de la humanidad antes de nacer las tribus sangik.
Antes de la llegada de los síndicos Melquisedek, Van puso la administración de los asuntos humanos en manos de diez comisiones de cuatro miembros en cada una, grupos idénticos a aquellos del régimen del Príncipe. Los decanos Portadores de Vida residentes asumieron la dirección temporal de este consejo de los cuarenta que funcionó durante los siete años de espera. Grupos similares de amadonitas asumieron estas responsabilidades en cuanto regresaron a Jerusem los treinta y nueve miembros leales del séquito.
Estos amadonitas se derivaron del grupo de 144 andonitas leales a los cuales pertenecía Amadón, y los cuales han llegado a conocerse con el nombre de éste. Dicho grupo comprendió treinta y nueve hombres y ciento cinco mujeres. Cincuenta y seis de ellos tenían el estado de inmortalidad y todos (excepto Amadón) fueron trasladados juntamente con los miembros leales del séquito. El resto de este noble bando continuó en la tierra bajo la dirección de Van y Amadón hasta el final de sus días mortales. Constituyeron la levadura biológica que se multiplicó y continuó proveyendo de liderazgo al mundo a través de las dilatadas y oscuras edades de la era posterior a la rebelión.
Se dejó a Van en Urantia hasta la época de Adán, en donde quedó en calidad de titular de todas las personalidades superhumanas que funcionaban en el planeta. Él y Amadón se sustentaron con la técnica del árbol de la vida en unión con el ministerio vital especializado de los Melquisedek durante más de ciento cincuenta mil años.
Los asuntos de Urantia fueron administrados durante mucho tiempo por un consejo de síndicos planetarios, doce Melquisedek, confirmados por el mandato del soberano decano de la constelación, el Padre Altísimo de Norlatiadek. Asociado con los síndicos Melquisedek estaba un consejo asesor que constaba de: uno de los asistentes leales del Príncipe caído, los dos Portadores de Vida residentes, un Hijo Trinidizado aprendiz, un Hijo Instructor voluntario, una Brillante Estrella Vespertina de Avalón (periódicamente), los jefes de los serafines y querubines, asesores de dos planetas vecinos, el director general de la vida angélica subalterna y Van, el jefe supremo de los seres intermedios. De este modo se gobernó y administró Urantia hasta la llegada de Adán. No es extraño que al valiente y leal Van se le asignara un cargo en el consejo de los síndicos planetarios que durante tanto tiempo administró los asuntos de Urantia.
Los doce síndicos Melquisedek de Urantia realizaron una labor heroica. Preservaron los restos de la civilización, y Van ejecutó fielmente su política planetaria. Mil años después de la rebelión, Van tenía más de trescientos cincuenta grupos avanzados dispersos en el mundo. Estos puestos remotos de la civilización constaron en gran parte de los descendientes de los andonitas leales levemente cruzados con las razas sangik, sobre todo con el hombre azul, y con los noditas.
A pesar del tremendo revés sufrido por la rebelión, había muchas buenas cepas de porvenir biológico en la tierra. Bajo la supervisión de los síndicos Melquisedek, Van y Amadón continuaron la labor de fomento de la evolución natural de la raza humana, llevando adelante la evolución física del hombre hasta que ésta alcanzó su punto culminante, lo cual justificó el envío de un Hijo y una Hija Materiales a Urantia.
Van y Amadón permanecieron en la tierra hasta poco después de la llegada de Adán y Eva. Pocos años después, fueron trasladados a Jerusem, donde Van se volvió a reunir con su Ajustador que lo aguardaba. Actualmente Van está al servicio de Urantia mientras espera la orden de partir en la senda larguísima a la perfección paradisiaca y al destino no divulgado de la asamblea del Cuerpo de la Finalidad Mortal.
Que conste que, cuando Van apeló a los Altísimos de Edentia, después de que Lucifer había sostenido a Caligastia en Urantia, los Padres de la Constelación despacharon una decisión inmediata que apoyaba a Van en todos los puntos de su alegato. Este veredicto no logró llegarle puesto que los circuitos planetarios de la comunicación se cortaron cuando estaba en tránsito. Hace poco se descubrió este fallo albergado dentro de un transmisor repetidor de energía donde se había quedado atrapado desde el aislamiento de Urantia. Sin este descubrimiento que fue resultado de las investigaciones de los seres intermedios de Urantia, la emisión de esta decisión habría esperado a que se le restaurara a Urantia en los circuitos de la constelación. Resultó posible este accidente aparente de comunicación interplanetaria debido a que los transmisores de energía pueden recibir y transmitir la información, pero no pueden iniciar la comunicación.
Antes de la llegada de los síndicos Melquisedek, Van puso la administración de los asuntos humanos en manos de diez comisiones de cuatro miembros en cada una, grupos idénticos a aquellos del régimen del Príncipe. Los decanos Portadores de Vida residentes asumieron la dirección temporal de este consejo de los cuarenta que funcionó durante los siete años de espera. Grupos similares de amadonitas asumieron estas responsabilidades en cuanto regresaron a Jerusem los treinta y nueve miembros leales del séquito.
Estos amadonitas se derivaron del grupo de 144 andonitas leales a los cuales pertenecía Amadón, y los cuales han llegado a conocerse con el nombre de éste. Dicho grupo comprendió treinta y nueve hombres y ciento cinco mujeres. Cincuenta y seis de ellos tenían el estado de inmortalidad y todos (excepto Amadón) fueron trasladados juntamente con los miembros leales del séquito. El resto de este noble bando continuó en la tierra bajo la dirección de Van y Amadón hasta el final de sus días mortales. Constituyeron la levadura biológica que se multiplicó y continuó proveyendo de liderazgo al mundo a través de las dilatadas y oscuras edades de la era posterior a la rebelión.
Se dejó a Van en Urantia hasta la época de Adán, en donde quedó en calidad de titular de todas las personalidades superhumanas que funcionaban en el planeta. Él y Amadón se sustentaron con la técnica del árbol de la vida en unión con el ministerio vital especializado de los Melquisedek durante más de ciento cincuenta mil años.
Los asuntos de Urantia fueron administrados durante mucho tiempo por un consejo de síndicos planetarios, doce Melquisedek, confirmados por el mandato del soberano decano de la constelación, el Padre Altísimo de Norlatiadek. Asociado con los síndicos Melquisedek estaba un consejo asesor que constaba de: uno de los asistentes leales del Príncipe caído, los dos Portadores de Vida residentes, un Hijo Trinidizado aprendiz, un Hijo Instructor voluntario, una Brillante Estrella Vespertina de Avalón (periódicamente), los jefes de los serafines y querubines, asesores de dos planetas vecinos, el director general de la vida angélica subalterna y Van, el jefe supremo de los seres intermedios. De este modo se gobernó y administró Urantia hasta la llegada de Adán. No es extraño que al valiente y leal Van se le asignara un cargo en el consejo de los síndicos planetarios que durante tanto tiempo administró los asuntos de Urantia.
Los doce síndicos Melquisedek de Urantia realizaron una labor heroica. Preservaron los restos de la civilización, y Van ejecutó fielmente su política planetaria. Mil años después de la rebelión, Van tenía más de trescientos cincuenta grupos avanzados dispersos en el mundo. Estos puestos remotos de la civilización constaron en gran parte de los descendientes de los andonitas leales levemente cruzados con las razas sangik, sobre todo con el hombre azul, y con los noditas.
A pesar del tremendo revés sufrido por la rebelión, había muchas buenas cepas de porvenir biológico en la tierra. Bajo la supervisión de los síndicos Melquisedek, Van y Amadón continuaron la labor de fomento de la evolución natural de la raza humana, llevando adelante la evolución física del hombre hasta que ésta alcanzó su punto culminante, lo cual justificó el envío de un Hijo y una Hija Materiales a Urantia.
Van y Amadón permanecieron en la tierra hasta poco después de la llegada de Adán y Eva. Pocos años después, fueron trasladados a Jerusem, donde Van se volvió a reunir con su Ajustador que lo aguardaba. Actualmente Van está al servicio de Urantia mientras espera la orden de partir en la senda larguísima a la perfección paradisiaca y al destino no divulgado de la asamblea del Cuerpo de la Finalidad Mortal.
Que conste que, cuando Van apeló a los Altísimos de Edentia, después de que Lucifer había sostenido a Caligastia en Urantia, los Padres de la Constelación despacharon una decisión inmediata que apoyaba a Van en todos los puntos de su alegato. Este veredicto no logró llegarle puesto que los circuitos planetarios de la comunicación se cortaron cuando estaba en tránsito. Hace poco se descubrió este fallo albergado dentro de un transmisor repetidor de energía donde se había quedado atrapado desde el aislamiento de Urantia. Sin este descubrimiento que fue resultado de las investigaciones de los seres intermedios de Urantia, la emisión de esta decisión habría esperado a que se le restaurara a Urantia en los circuitos de la constelación. Resultó posible este accidente aparente de comunicación interplanetaria debido a que los transmisores de energía pueden recibir y transmitir la información, pero no pueden iniciar la comunicación.
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