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6 de diciembre de 2017

Noruega: Europa fuera de la UE


Desierto de nieve noruego. Fuente: Markus Trienke/Flickr
Noruega es el único país del norte de Europa, junto con Islandia, que no pertenece a la Unión Europea. Con poco más de cinco millones de habitantes en un territorio tan extenso, Noruega ha sabido sacar partido a todos sus recursos y, en la actualidad, ocupa anualmente los primeros puestos de países donde se vive más feliz y hay mayor calidad de vida. Sin embargo, ¿es todo tan idílico como parece a simple vista?
Noruega no es un país al que podríamos referirnos como antiguo si lo comparamos con, por ejemplo, España. Primero estuvo unida a Suecia y Dinamarca en la Unión de Kalmar; tras la salida de Suecia, Noruega formó parte de Dinamarca hasta 1814, momento en el que el territorio se cedió de nuevo a Suecia. Aunque de manera puntual las uniones pudieran beneficiar a los actores involucrados, a principios de 1900 el descontento de la población noruega con la situación de inferioridad a la que estaban sometidos había escapado de las manos de una estructura de poder que se encontraba muy lejos de allí. Finalmente, en 1905 la unión se disolvió tras ofrecer el trono de Noruega al príncipe Carlos de Dinamarca y después de la celebración de un plebiscito que restauraría la monarquía en el país. Carlos de Dinamarca tomó el nombre de Haakon VII y creó desde ese momento una línea de linaje independiente y propia.
¿Fue tan fácil como darle a un rey danés la corona y convocar un plebiscito? Evidentemente, no. El 17 de mayo de 1814, como protesta por la cesión danesa del territorio a Suecia, se firmó una Constitución que declaraba el reino de Noruega como Estado independiente. La unión con el país sueco se dio de todas formas y, con ella, la prohibición posterior de celebrar cualquier acto relacionado con una Constitución no reconocida por el entramado estatal legítimo. El rey —Carlos XIV Juan de Suecia y III de Noruega— consideraba que estos actos podían ser el inicio de rebeliones y protestas más grandes y trató por todos los medios de reprimir este tipo de acontecimientos. En 1829, tras unas revueltas especialmente fuertes, el monarca terminaría por levantar la prohibición, y en 1905, cuando Noruega se declarara —de nuevo— independiente, el 17 de mayo pasaría a ser el Día Nacional, con celebraciones por todo el país.
El camino después de la declaración de independencia no fue fácil para el territorio. La industrialización llegó a Noruega más tarde que a muchos países debido a la dependencia derivada de sus uniones con Suecia y Dinamarca, a lo que se sumaría la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial tras declararse país neutral en la Primera Guerra Mundial. Derrotada Alemania y retiradas sus tropas de Noruega, el país experimentó un proceso de purga legal durante el cual todos aquellos que habían colaborado con el nazismo fueron acusados de traición y, en algunos casos, ejecutados.
La imagen moderna de Noruega no se parece en nada a la Historia anterior; de hecho, parece se esté hablando de dos países distintos. Sin embargo, la Noruega de entonces y sus circunstancias son causa directa del punto en el que se encuentra en la actualidad y de su modelo de Estado. El contexto, en todas sus vertientes, siempre es imprescindible para comprender mejor el ahora y cómo hemos llegado hasta él.

El petróleo más oportuno

Noruega es un Estado soberano de Europa con una monarquía democrática parlamentaria y que, geográficamente hablando, forma parte de la península escandinava. Con una población que no llega a los cinco millones y medio de habitantes y concentrada, en su gran mayoría, en zonas urbanas  —un 81%, según los últimos datos—, ha logrado hacerse un hueco en el panorama internacional con tres cuestiones que merece la pena analizar.
Fuente: Cartografía EOM
En primer lugar, el petróleo, que tanto choca con la imagen comprometida con el medio ambiente del país. En Noruega, muchos están más que dispuestos a hablar de la maravilla que supuso ese descubrimiento. Lo consideran un regalo de Navidad adelantado que llegó en 1969, cuando se confirmó el descubrimiento de Ekofisk, el que resultaría ser uno de los mayores yacimientos de petróleo de la plataforma continental noruega, en el mar del Norte. Tras el descubrimiento, dos países acudieron corriendo a la llamada del crudo: Estados Unidos y Japón. Estos dos países ofrecieron la construcción de plataformas petrolíferas en un período de tiempo muy corto, con lo que se podría comenzar a extraer casi enseguida; a cambio del favor, querían un porcentaje considerable de los beneficios.
El Gobierno de entonces se negó, relatan los noruegos con cierto orgullo nacional, y prefirió optar por una vía más lenta, pero segura: formar a su propia gente y construir sus propias plataformas, aunque ello le llevara más tiempo; así el petróleo sería noruego y de nadie más. Cuánto hay de verdad en esta historia que corre de boca en boca por la sociedad nórdica es difícil de saber, pero sí se puede afirmar que el descubrimiento de ese yacimiento petrolífero es un hecho que se recuerda con felicidad, dado que impulsó una economía que en aquel momento no sabía muy bien cómo crecer.
Histórico de la extracción y producción —en millones de barriles por día— de crudo desde 1970. Cada color representa un yacimiento distinto dentro de la plataforma continental noruega. La imagen también muestra un posible pronóstico hasta 2030 de la producción y extracción de petróleo de los nuevos yacimientos. Fuente: Fractional Flow
El petróleo del mar del Norte fue para los noruegos un regalo caído del cielo y la economía del país ha estado desde entonces estrechamente relacionada con este campo. Sin embargo, convendría aclarar que la electricidad proviene casi en un 96% de plantas hidroeléctricas repartidas por el país, que aprovechan los saltos de agua y su fuerza para crear energía. ¿Y el petróleo? En 2016 la extracción y producción de crudo supuso un 14% del PIB y un 39% del total de las exportaciones del país, lo que cubre aproximadamente el 2% de la demanda mundial. Los noruegos extraen petróleo, pero la cantidad que queda para el consumo propio es baja.
Conscientes, además, de que este combustible fósil no durará eternamente, en 1990 el Gobierno noruego decidió crear un proyecto a largo plazo; originariamente se llamó el Fondo Gubernamental del Petróleo, pero en la actualidad recibe el nombre de Fondo Gubernamental Global de Pensiones. A este fondo se destinan gran parte de los beneficios obtenidos por la exportación del crudo; posteriormente, este dinero se mueve entre distintos tipos de inversión en empresas de todo el mundo. Con este fondo soberano, el Gobierno noruego intenta, sobre todo, que los beneficios que aporta el petróleo estén disponibles también para las generaciones futuras.

La vida más allá del petróleo

En segundo lugar, habría que hablar del turismo. En 2008 Noruega todavía no había dado el salto definitivo a la llegada masiva de turistas. Las calles de las ciudades estaban prácticamente vacías —incluso en verano— y en Bergen, la segunda ciudad más grande de Noruega, los emigrados españoles que trabajaban en el mercado contaban las maravillas que suponía el empleo estival en un país donde un euro equivalía a casi ocho coronas. Nacionales de un país que cuenta ahora mismo con una tasa del 4,7% de desempleo, los noruegos eran incapaces de comprender lo que estaba ocurriendo en el sur de Europa.
En 2015 casi 4 millones de personas visitaron Noruega durante sus vacaciones; el sector turístico supone un 4,2% del PIB nacional. El país se vende a sí mismo como un lugar que combina naturaleza y circuitos urbanos, aunque trata de explotar especialmente lo primero. Con sus parques nacionales y lugares que aportan un valor añadido, como las islas Lofoten, Noruega puede presumir de ofrecer experiencias únicas a sus visitantes. Si bien es cierto que las cifras del sector turístico no han sufrido cambios bruscos en períodos cortos de tiempo —como sí ha ocurrido en Islandia, por ejemplo—, Noruega vive en los últimos años un repunte en el sector recibido con optimismo.
Este incremento del número de visitantes se debe a varios motivos. Por un lado, la debilidad de la corona noruega frente al euro o la libra esterlina, las principales regiones de origen de los visitantes —9,47 y 10,63 coronas, respectivamente, por euro y por libra—, lo cual hace más atractivo el destino al ser más competitivo y económico. Por otro lado, los distintos atentados terroristas de los últimos años en todo el mundo y concretamente en distintos puntos de Europa ha desviado el turismo hacia otros países donde la percepción de seguridad es más alta.
En tercer lugar, el modelo estatal y de bienestar. Debido a la socialdemocracia imperante en el país, el Estado noruego se define a sí mismo por intervenir profundamente en sectores claves del país. Es el propietario o socio mayoritario de empresas como Statoil —sector petrolero—, Statkraft —energía hidroeléctrica— o Telenor —telecomunicaciones—, entre otras. También controla el mayor banco noruego, DNB. Este control estatal se combina con otros factores que hacen posible el modelo de bienestar noruego: la participación política y la concienciación social son claves para el entramado, así como el gran peso del empleo en el sector público —un 30%—.
Empleo en el sector público por país. Fuente: Forbes
Este modelo de bienestar, tan envidiado en el sur de Europa, tiene como pilares básicos la alta protección social, la educación como base del desarrollo y un sistema laboral a caballo entre el proteccionismo y la flexibilidad que produce los índices tan bajos de desempleo que hemos mencionado.

¿Y la Unión Europea?

Noruega no forma parte de la Unión Europea, aunque sí es miembro del espacio Schengen, del Espacio Económico Europeo y de la Asociación Europea de Libre Cambio, que conforma con la UE un mercado común con libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales —de hecho, los países europeos son los principales destinos de sus exportaciones—. Además, es miembro activo de varios proyectos europeos de cooperación, como el programa Erasmus o Frontex. Su adhesión a la UE se ha votado en dos referéndums —1972 y 1994—, ambos con resultados negativos. Entender los motivos de esta decisión puede resultar más sencillo de lo que parece.
A la cabeza de las razones encontramos la más importante: la cuestión de la soberanía. Se trata de un país que no logró la independencia real hasta 1905, cuando se separó finalmente de Suecia. Esta Historia reciente y la construcción propia del país hace que los noruegos, de manera general, sientan rechazo a ceder de nuevo parte de la soberanía nacional a un supra-Estado como la Unión Europea. Una sociedad en general contenta con su sistema político ve el proceso de toma de decisiones en Bruselas como algo muy complejo y lejano. A esto se suman el proteccionismo y el deseo de los noruegos de mantener ciertos sectores históricamente importantes en el país, como el de la agricultura o la pesca, como áreas cruciales de desarrollo.
Sin embargo, la relación de Noruega con la Unión Europea sigue siendo tema de debate nacional y su particular situación ha vuelto a estar sobre la mesa en los últimos meses,  en concreto desde que Reino Unido sugirió un tipo de acuerdo parecido al noruego tras su salida de la UE, algo que Noruega ha desaconsejado completamente. Para poder tener acceso al mercado interno común y a la zona económica, el Gobierno noruego debe aceptar dos condiciones: la primera, contribuir a los presupuestos europeos; la segunda, adoptar una serie de reformas y medidas y aplicar las leyes europeas, en cuyos proceso y creación no tiene voz ni voto. Desde luego, no es una situación favorecedora para Noruega, que no está ni dentro ni fuera de la UE. Sin embargo, el rechazo general que muestra la ciudadanía hacia la adhesión, sumado a la delicada coyuntura en la que se encuentra ahora mismo Europa, hace que solo un 18% de la población actual afirme que votaría a favor en caso de que se convocara un tercer referéndum.

El sótano de la perfección

La vida parece idílica en un país que lidera el Informe de Felicidad Mundial de 2017. Ocupa, además, el tercer puesto en la lista de los mejores países para ser mujer, lo que resalta la relativa igualdad entre sexos que existe en Noruega, con una baja laboral por maternidad de 35 semanas con el 100% del salario o hasta 45 semanas con el 80% y un mercado laboral flexible y con facilidades para el trabajo telemático.
Sin embargo, el doble ataque terrorista que sufrió el país en 2011 y cuyo autor fue Anders Breivik evidenció un problema que comenzaba a ser grave: el aumento de la popularidad de la extrema derecha xenófoba. Breivik veía en el aumento de la inmigración una amenaza a la pureza de la cultura europea y de la homogeneidad de la sociedad noruega —según sus palabras, se vio forzado a actuar—. Aunque este ataque tuvo un efecto rebote en la sociedad noruega y el discurso populista de la extrema derecha se vio acallado durante un tiempo, el problema persiste y el aumento de semejantes planteamientos se extiende por Noruega.
El país nórdico, conocido anteriormente por recibir un alto porcentaje de peticiones de asilo internacional, registra ahora el número de solicitudes más bajo en muchos años debido a nuevas políticas de inmigración y el refuerzo de las fronteras europeas. Parte de la sociedad comienza a hacerse eco del discurso en contra de la inmigración y el choque de culturas, paralelo al aumento de la percepción de la desigualdad social, espacio que aprovechan partidos de extrema derecha como el Partido del Progreso.
Sin embargo, no hay por qué alarmarse de momento. La fuerza del modelo de bienestar noruego reside en que se ha naturalizado en la sociedad y, debido a la alta participación en la vida política de los ciudadanos, son exigentes en sus demandas y capaces de pedir a los gobernantes rendir cuentas de sus actos. Pero hay que mantenerse atentos, porque el aumento de la extrema derecha en países como Noruega muestra una realidad: con la coyuntura adecuada, nadie está a salvo de esta clase de populismos.

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