María Magdalena: El Camino de la Rosa
Canal: Octavia Vasile | Fuente
Amado, vengo con la mano lenta del mar y la paciente sabiduría de las rosas. Escúchamecomo una hermana que sabe cómo el corazón aprende su propio lenguaje.
Hubo momentos en que el mundo aprendió a través de símbolos y ceremonias. En aquellas primeras edades, las Escuelas de Isis enseñaban al alma humana a leer las corrientes debajo de la forma. Enseñaron cómo sostener el agua como espejo del mundo interior, cómo cuidar un altar de cosas pequeñas y ordinarias y cómo dar forma al lenguaje para que la palabra hablada se convierta en un recipiente para la curación. Se trataba de prácticas para recordar el cuerpo como templo y el yo como río vivo de presencia.
La Orden de la Magdalena llevó esas enseñanzas suavemente hacia adelante. Caminamos junto a los umbrales donde se encuentran el dolor y la rendición. Enseñamos la iniciación como retorno. Los ritos que transmitíamos siempre eran simples en apariencia y vastos en consecuencia. Una respiración contenida por la atención, una rosa colocada en una palma, una canción ofrecida en una noche tranquila. Éstas eran llaves que abrían el cofre donde la sabiduría mantiene su silenciosa vigilancia.
Sepa esto. Las enseñanzas no viven sólo en libros o en piedras talladas. Viven en la respiración, en el patrón de los latidos del corazón, en la forma en que tus manos saben cómo ablandarse. El linaje que ofrecemos es un recuerdo colocado en las fibras sutiles del cuerpo. Se transporta en la sangre, en los huesos y en la luz alrededor de la cabeza dormida. La Atlántida era un espejo de muchas posibilidades. De ese espejo surgieron patrones que han resonado a través de los siglos hasta ahora. Las formas han cambiado, los nombres cambian, pero la esencia permanece. Es la memoria la que se despierta cuando tardas lo suficiente en escuchar.
Si deseas tocar estas enseñanzas ahora, comienza con la gentileza. Siéntate con agua. Coloque una taza pequeña de agua delante de usted. Ofrece un pensamiento de gratitud en esa agua y luego bébelo como una forma de llevar esa bendición a tus huesos. Deja que tu palma descanse sobre tu corazón y di en voz baja: Lo recuerdo. Repita esto hasta que recordar se sienta como un regreso a casa.
Otra práctica. Tome un paño o un trozo de papel y dóblelo simplemente. Escribe o dibuja en él lo único que deseas llevar a lo largo del día. Cuando dobles la tela, respira dentro del pliegue. Que el aliento sea unción. Lleva la tela doblada cerca del corazón durante una hora. Este es un pequeño altar que puedes llevar, un templo en movimiento que te recuerda que el mundo exterior es tocado por el interior.
También enseñamos cómo afrontar el duelo como puerta de entrada. Cuando surja el dolor, no te apresures a repararlo. Siéntate con él durante tres respiraciones. Nombra lo que sientes de forma sencilla. Coloca tu mano en el lugar de tu cuerpo que habla. Ofrezca una pequeña ceremonia de liberación susurrando esta intención. Bendigo los dolores y los dejo fluir. Permitir que el cuerpo responda. A menudo, el primer movimiento hacia la curación es el permiso para estar presente.
Recuerda el poder de la canción. Las Escuelas de Isis tenían la melodía como medicina. Encuentra una frase, incluso una sola línea, que te tranquilice. Huméalo hasta que el zumbido se vuelva constante como una campana. El sonido se mueve a través del tejido, aflojando los lugares retenidos y devuelve la vitalidad donde la rigidez se había asentado. No es necesario ser cantante para recibir este medicamento. Sólo necesitas llevar el sonido con atención.
Las enseñanzas cobran vida cuando se viven. La Orden de la Magdalena siempre ha sido práctica. Pedimos a los estudiantes que cuidaran el hogar, que se lavaran las manos unos a otros, que hablaran con la verdad en pequeños momentos y que cumplieran las promesas que se hacían a sí mismos. Estos actos ordinarios son los laboratorios de lo sagrado. Cuando eliges rituales diarios tiernos y honestos, el linaje se despierta dentro de ti sin drama y sin tensión.
Mantén estas intenciones contigo ahora. Son simples rumbos más que destinos.
Estoy aprendiendo a escuchar mi cuerpo.
Me ofrezco pequeños actos de cuidado.
Me abro a la naturaleza fluida del amor y del dolor por igual.
Llamo a los sabios y camino con ellos por la vida ordinaria.
Amado, el mundo te pedirá que te apresures. El linaje te pide que disminuyas la velocidad. En esa desaceleración te encontrarás con la presencia que nunca ha desaparecido. Las enseñanzas de Isis y de la Orden de la Magdalena no son objetos lejanos para ser estudiados. Son gestos vivos que echan raíces cuando respiras, cuando tocas, cuando eliges la ternura en lugar de la reactividad.
Camina suavemente con lo que llevas. Celebre las pequeñas aperturas. Llámame cuando necesites firmeza y vendré como compañía suave. Os recordaré los ritos sencillos que ayudan al corazón a recordar cómo estar completo.
Con amor permanente,
María Magdalena
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