¿Le gustaría que al perder un diente automáticamente saliera otro en el mismo lugar? Eso es justo lo que ocurre en unos pequeños cíclidos, peces, del lago Malawi cuando pierden un diente, y los expertos llevan tiempo investigando por qué no pueden los seres humanos regenerar de forma similar los dientes perdidos por una lesión o una enfermedad.
Afortunadamente la investigación sobre estos llamativos peces de colores está empezando a dar sus frutos. Los investigadores ya saben cómopueden mantener sus dientes intactos durante toda su vida y esperan algún día ser capaces de activar el mecanismo de regeneración de los dientes en los seres humanos, que al igual que la mayoría de los mamíferos, únicamente pueden tener dos dientes a lo largo de vida.
Ahora, un estudio que se publica en «The Proceedings of the National Academy of Sciences», que también ha analizado los procesos de diferenciación dental en ratones, muestra que las estructuras responsables de la formación de nuevos dientes en estos diminutos peces se mantienen durante más tiempo de lo que se pensaba, lo que abre la posibilidad de que estos mismos mecanismos sean activados en los humanos. O lo que es lo mismo, poder regenerar nuestros dientes evitando ir al dentista.
«Hemos desvelado la plasticidad del desarrollo entre los dientes y el paladar y estamos tratando de entender las vías que definen el destino de las células en su desarrollo, ya sea dental o sensorial», explica Todd Streelman, profesor del Instituto de Tecnología de Georgia (EE.UU.).
Se calcula que casi el 60% de las personas ha perdido la mayoría de sus dientes a los 60 años. Además de los problemas de salud dentales, tiene problemas médicos y nutricionales importantes que pueden acortar la vida y afectar la calidad de la misma.
A partir de embriones de estos diminutos peces, el grupo de Streelman analizó el desarrollo de los dientes y el paladar a partir de los mismos tejidos epiteliales. A diferencia de los humanos, los peces no tienen lenguas, por lo que sus papilas gustativas se mezclan con los dientes, a veces en las filas adyacentes.
Los cíclidos del lago Malawi han adaptado sus dientes y el paladar para prosperar en las condiciones en las que viven: una especie se alimenta de plancton y necesita pocos dientes, mientras que otra especie vive en las algas y precisa de dientes para extraer los alimentos y de papilas gustativas para distinguirlos.
A diferencia de los humanos, los peces no tienen lenguas, por lo que sus papilas gustativas se mezclan con los dientes
Los investigadores trabajaron con las dos especies y las cruzaron; en la segunda generación de estos híbridos apreciaron a una variación sustancial en el número de los dientes y las papilas gustativas. Y a analizar las diferencias genéticas en unos 300 de estos híbridos de segunda generación identificaron las claves genéticas de dicha variación. Gracias a su colaboración con el King’s College de Londres(Reino Unido), también han podido demostrar que unos pocos genes participaban en el desarrollo de los dientes y las papilas gustativas en los ratones.
Pero para saber realmente cómo ocurría este proceso sumergieron los embriones de los peces en productos químicos que influyen en las vías de desarrollo implicadas en la formación de dientes y las papilas gustativas; después manipularon el desarrollo de estas dos estructuras. En un caso, se promovió el crecimiento de las papilas gustativas a expensas de los dientes, cambios se que produjeron apenas 5 o 6 días después de que se fertilizan los huevos de peces, en una etapa cuando el pez ya tenía ojos y cerebro, pero aun así siguieron desarrollando mandíbulas. «Parece que hay interruptores del desarrollo programados para cambiar el destino de las células epiteliales comunes a estructuras, ya sea dentales o sensoriales”, detalla Streelman.
A pesar de que tienen diferentes propósitos y anatomía, los dientes y las papilas gustativas se originan en el mismo tipo de tejido epitelial en las mandíbulas de peces durante el desarrollo embrionario. Estos diminutos brotes se diferencian con el tiempo, formando dientes con esmalte duro o paladar blando.
Los estudios en peces y ratones, apunta los científicos, sugieren la posibilidad de que con las señales correctas, el tejido epitelial en los seres humanos también podría ser capaz de regenerar nuevos dientes.
También nervios y vasos
Si embargo fabricar nuevos dientes podría no ser suficiente, advierte. «También deberíamos comprender cómo crecen los nervios y los vasos sanguíneos en los dientes para hacerlos viables».
Los expertos están ahora trabajando para determinar hasta qué edad se mantiene la plasticidad entre los dientes y las papilas gustativas y de qué forma se podría provocar un cambio.
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