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3 de agosto de 2016

Conceden una pensión de invalidez a un afectado de electrosensibilidad, una enfermedad que no existe



Conceden una pensión de invalidez a un afectado de electrosensibilidad, una enfermedad que no existe

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha concedido a un ingeniero de telecomunicaciones de 47 años que dice sufrir electrosensibilidad la incapacidad permanente total para su profesión y el derecho a percibir una pensión equivalente al 55% de su base reguladora, que ascendía a 2.812 euros. «Es la primera vez que dan la invalidez a una persona porque sufre hipersensibilidad y no puede estar expuesta a las ondas electromagnéticas», ha indicado a este periódico Jaume Cortés, abogado del afectado.

Ricardo de Francisco, de 47 años, trabajaba para Ericson cuando en 2010 empezó a sufrir depresión, ansiedad, falta de concentración y otros síntomas. Le dieron la baja y estuvo en tratamiento psicológico y psiquiátrico un año, tras el que volvió al trabajo. Pero la cosa fue a peor y, aunque «al principio pensaba que tenía una enfermedad psiquiátrica», una médica le diagnosticó electrosensibilidad. Ella también la sufría. Al final, la compañía le despidió e indemnizó. Entonces, solicitó una pensión de invalidez que le denegó primero en Instituto Nacional de la Seguridad Social y luego el Juzgado de lo Social número 11 de Madrid, y que ahora le concede el TSJM porque «se halla en situación de incapacidad permanente total para su profesión habitual de ingeniero de telecomunicaciones» derivada de la enfermedad que padece.

Los afectados de electrosensibilidad o hipersensibilidad electromagnética presentan dolores de cabeza, mareos, fallos de memoria, insomnio y otros síntomas que achacan a las ondas de telefonía y de wifi, las líneas de alta tensión… La patología, sin embargo, no está reconocida como enfermedad. Según la Organización Mundial de la Salud, «no existe una base científica para vincular los síntomas de la hipersensibilidad electromagnética con la exposición a los campos electromagnéticos». «Es una patologia de origen psicosomático. Esta gente sufre de verdad, pero no por las ondas», advierte Alberto Nájera, especialista en radiología y medicina física de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es la opinión, basada en las pruebas, de la comunidad científica.

Creer es sentir


Los estudios han demostrado que, cuando un presunto hipersensible ve una antena de telefonía, sufre síntomas aunque la instalación no esté en funcionamiento y, a la inversa, que, cuando la presencia de una antena no es evidente, el paciente se siente perfectamente. La sentencia del TSJM dice que el afectado podría trabajar en lugares libres de ondas electromagnéticas. «Eso es imposible en este Universo. Eso sí, si cree que está libre en un sitio, va a sentirse bien ahí», aventura el abogado Fernado Frías, miembro del Círculo Escéptico.

Vivimos rodeados de radiación electromagnética, desde la luz de una bombilla y del Sol hasta los muy nocivos rayos X y gamma, que pueden provocar en el ADN mutaciones que desemboquen en tumores. Las ondas de telefonía y wifi son lo que se conoce como no ionizantes porque no pueden alterar el ADN. Tampoco pueden tener los efectos que dicen los electrosensibles. «La radiación media de una antena de telefonía es inferior a la que recibiríamos de una bombilla de 100 W a un kilómetro. La electrosensibilidad es imposible desde el punto de vista físico», afirma Nájera. Él y Frías lamentan que, en vez de recibir el tratamiento psiquiátrico que les pudiera ayudar a sobrellevar la situación, esas personas caigan en manos de desaprensivos que agravan su mal al convencerles de que padecen enfermedades que en realidad no sufren.

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