Cada vez más personas sienten inflamación intestinal, acidez, alergias, falta de apetito o sed excesiva. No es casualidad. Con tormentas solares intensas y la frecuencia Schumann estable en 15 Hz —un poco por encima de lo normal— el cuerpo está entrando en un metabolismo lumínico.
En simple: estamos comiendo luz. El Sol no solo alimenta la piel y el alma, también nutre las células. Por eso, cuando cargamos al cuerpo con demasiada comida densa, aparece el malestar. Es como si el Sol ya hubiera servido entrada y postre, pero vos insistieras en comer dos platos más: te empachás.
El hígado juega un papel clave. No solo procesa los alimentos, también regula el flujo de energía. Cuando está sobrecargado, se genera un bloqueo en el plexo solar:
La energía del Sol baja hasta ahí y rebota hacia arriba.
La energía de la Tierra sube hasta ahí y rebota hacia abajo.
En lugar de encontrarse, ambas fuerzas se separan. Y esa desconexión la sentimos como cansancio, irritabilidad, inflamación o agotamiento.
Este proceso no es un castigo: es una invitación a ajustar nuestra forma de nutrirnos. El cuerpo se hace más ligero porque la luz empieza a suplir lo que antes pedíamos solo a los alimentos.
Mucho amor.
🫂💫

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