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13 de julio de 2017

EL LIBRO DE URANTIA - documento 2, La Verdad y la Belleza Divinas


 Todo conocimiento finito y toda comprensión de la criatura son relativos. La información y la inteligencia, aunque procedan de altas fuentes, son tan sólo relativamente completos, localmente precisos, y personalmente verdaderos.
 Los hechos físicos son relativamente uniformes, pero la verdad es un factor viviente y flexible en la filosofía del universo. Las personalidades en evolución son sólo parcialmente sabias y relativamente veraces en sus comunicaciones. Pueden estar seguras solamente hasta donde se extiende su experiencia personal. Aquello que al parecer puede ser completamente cierto en un lugar, puede ser tan sólo relativamente cierto en otro segmento de la creación.
 La verdad divina, la verdad final, es uniforme y universal, pero la historia de las cosas espirituales, tal como la relatan numerosos individuos procedentes de distintas esferas, puede variar a veces en sus detalles debido a esta relatividad en la totalidad del conocimiento y en la plenitud de la experiencia personal así como en la longevidad y grado de esa experiencia. Mientras que las leyes y decretos, los pensamientos y actitudes de la Primera Gran Fuente y Centro son eterna, infinita y universalmente ciertos; al mismo tiempo, su aplicación y ajuste en cada universo, sistema, mundo e inteligencia creada, están de acuerdo con los planes y técnicas de los Hijos Creadores según funcionan en sus respectivos universos, así como también están en armonía con los planes y procedimientos locales del Espíritu Infinito y de todas las demás personalidades celestiales asociadas.
La falsa ciencia del materialismo sentenciaría al hombre mortal a convertirse en un paria del universo. Ese conocimiento parcial es potencialmente malo; es conocimiento compuesto del bien y del mal. La verdad es bella porque es pletórica y simétrica. Cuando el hombre busca la verdad, aspira a la realidad divina.
 Los filósofos cometen su más grave error cuando son llevados en la falacia de la abstracción, a la práctica de enfocar la atención sobre un aspecto de la realidad y luego declarar que tal aspecto aislado es la verdad total. El filósofo sabio buscará siempre el diseño creador que está detrás de todos los fenómenos universales y que les es preexistente. El pensamiento creador precede invariablemente a la acción creadora.
La autoconciencia intelectual puede descubrir la belleza de la verdad, su calidad espiritual, no sólo en la consistencia filosófica de sus conceptos, sino más certera y seguramente por la respuesta infalible del Espíritu de la Verdad siempre presente. La felicidad resulta del reconocimiento de la verdad porque puede ser actuada; puede ser vivida. El desencanto y la pena se producen por el error porque, no siendo éste una realidad, no se puede lograr en la experiencia. La verdad divina se conoce mejor por su sabor espiritual.
La eterna búsqueda es de unificación, de coherencia divina. El vasto universo físico se hace coherente en la Isla del Paraíso; el universo intelectual se hace coherente en el Dios de la mente, el Actor Conjunto; el universo espiritual es coherente en la personalidad del Hijo Eterno. Pero el mortal aislado en el tiempo y el espacio se hace coherente con Dios el Padre mediante la relación directa entre el Ajustador del Pensamiento residente y el Padre Universal. El Ajustador del hombre es un fragmento de Dios y procura sempiternamente la unificación divina; es coherente con la Deidad Paradisiaca de la Primera Fuente y Centro y en ella.
 El discernimiento de la belleza suprema es el descubrimiento e integración de la realidad: el discernimiento de la bondad divina en la verdad eterna, que es la belleza última. Incluso el encanto del arte humano consiste en la armonía de su unidad.
 El gran error de la religión hebrea fue que no supo asociar la bondad de Dios con las verdades reales de la ciencia y la atractiva belleza del arte. Según avanzaba la civilización, y puesto que la religión insistía en seguir el imprudente camino de destacar con exceso la bondad de Dios excluyendo a la vez, relativamente, la verdad y desatendiendo la belleza, se desarrolló una creciente tendencia en ciertos tipos de hombres de apartarse del concepto abstracto y disociado de la bondad aislada. La moralidad aislada y exagerada de la religión moderna, que no consigue retener la devoción y la lealtad de muchos hombres del siglo veinte, se rehabilitaría si, además de sus mandatos morales, prestara igual consideración a las verdades de la ciencia, la filosofía y la experiencia espiritual, y a las bellezas de la creación física, al encanto del arte intelectual y a la magnificencia de una auténtica realización del carácter.
 El desafío religioso de esta era pertenece a aquellos hombres y mujeres visionarios, progresistas y con discernimiento espiritual que se atrevan a construir una nueva y atrayente filosofía de la vida a partir de los ampliados y exquisitamente integrados conceptos modernos de verdad cósmica, belleza universal y bondad divina. Tal visión nueva y recta de la moralidad atraerá todo lo que es bueno en la mente del hombre y estimulará todo lo mejor del alma humana. La verdad, la belleza y la bondad son realidades divinas, y a medida que el hombre asciende la escala de vivir espiritualmente, estas cualidades supremas del Eterno se hacen cada vez más coordinadas y unificadas en Dios, que es amor.
 Toda verdad —material, filosófica, o espiritual— es a la vez bella y buena. Toda auténtica belleza —arte material o simetría espiritual— es a la vez verdadera y buena. Toda bondad genuina —ya sea moralidad personal, equidad social o ministerio divino— es igualmente verdadera y bella. La salud, la cordura, y la felicidad son integraciones de la verdad, la belleza y la bondad según se mezclan en la experiencia humana. Tales niveles de vida eficaz se producen mediante la unificación de los sistemas de energía, los sistemas de ideas, y los sistemas de espíritu.
 La verdad es coherente, la belleza, atractiva, la bondad, estabilizadora. Y cuando estos valores de lo que es real se coordinan en la experiencia de personalidad, el resultado es un orden elevado de amor condicionado por la sabiduría y capacitado por la lealtad. El propósito real de toda educación en el universo consiste en realizar una mejor coordinación del hijo aislado de los mundos con las realidades más grandes de su experiencia en expansión. La realidad es finita en el nivel humano, infinita y eterna en los niveles superiores y divinos.
 [Presentado por un Consejero Divino que actúa por mandato de los Ancianos de los Días en Uversa]

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