Continúa la escalada de tensión entre Washington y Pekín, avivada por la pandemia.
BEATRIZ NAVARRO | WASHINGTON, ESTADOS UNIDOS.
Con o sin pandemia, Washington no le quita ojo a Huawei, el gigante tecnológico chino al que acusa de espiar al servicio del Gobierno.
Con la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China reavivada por la pandemia, el Departamento de Comercio norteamericano anunció ayer nuevas restricciones para impedir que la empresa tenga acceso a chips o semiconductores en el mercado global. Las medidas afectan a los fabricantes de terceros países que utilizan software o tecnología estadounidenses para desarrollar productos que luego venden a Huwaei, una vía que según ha reconocido ahora el Gobierno estadounidense le ha permitido sortear las medidas adoptadas el año pasado para impedirle trabajar con componentes americanos.
Washington se arroga, de facto, capacidad de veto sobre los proveedores mundiales a los que el fabricante chino tendrá acceso para desarrollar sus propios semiconductores. En adelante, las empresas que utilicen componentes o software estadounidense que quieran vender chips a Huawei deberán obtener antes una licencia de venta del Gobierno de EE.UU.
“Debemos cambiar nuestras reglas, explotadas por Huawei y HiSilicon [su filial fabricante de semiconductores] para impedir que la tecnología americana sirva a actividades malignas contrarias a los intereses de seguridad nacional de EE.UU. y su política exterior”, argumentó William Ross, secretario de Comercio, que ha aprobado una moratoria de 120 días hasta la entrada en vigor de la medida para que los pedidos en marcha puedan ser completados y dar tiempo a las empresas a adaptarse a la nueva situación. Una de las empresas afectadas será TSMC, el fabricante taiwanés de semiconductores.
Pekín reclamó ayer a Washington que ponga fin de inmediato al “irracional” castigo contra la empresa. “Las prácticas estadounidenses no sólo perjudican a los legítimos intereses de las empresas chinas sino que no responden a los intereses de las empresas de EE.UU. y provocarán daños a la cadena industrial y de suministros global”, sentenció en un comunicado el Ministerio de Exteriores chino, desde donde evitaron hablar de posibles represalias. El diario Global Times , propiedad del Partido Comunista chino, publicó ayer que el Gobierno podría adoptar su propia lista negra e incluir a empresas tecnológicas norteamericanas como Apple, Qualcomm o Cisco, o dejar de comprar aviones Boeing.
Huawei, el mayor proveedor mundial de equipos de comunicaciones para operadores de telecomunicaciones y el mayor fabricante de teléfonos inteligentes a nivel mundial después de Samsung, se ha encontrado en el centro de la batalla geopolítica entre las dos potencias, más abierta desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
El Gobierno estadounidense ha lanzado una campaña global, con escaso éxito por el momento, para evitar que sus socios internacionales recurran a la compañía china para desarrollar sus redes de 5G. Además, Washington colocó en mayo del año pasado a Huawei y más de un centenar de empresas chinas afiliadas en su lista negra de empresas, una medida que le cerró el acceso a todo tipo de componentes físicos y software de fabricación americana y obligó a la compañía a cambiar en poco tiempo sus cadenas de proveedores. Aunque gracias a un agujero en la ley (“muy técnico”, dijo ayer Ross) pudo seguir comprando chips a empresas americanas que fabrican en el extranjero, como Intel y Qualcomm, la empresa reaccionó aumentando su propia producción a través de su filial HiSilicon, apoyándose sobre todo en productos de TSMC.
Huawei no sólo ha sobrevivido a anteriores castigos de EE.UU. sino que ha avanzado posiciones
Huawei acusó el golpe en sus resultados del 2019, con un mordisco de casi 20 puntos en sus beneficios pero no sólo sobrevivió al castigo estadounidense sino que siguió ganando posiciones en el mercado de teléfonos móviles, dejando un poco más atrás a Apple y estrechando su distancia con Samsung al tiempo que ha reducido su dependencia de la cadena de suministro estadounidense.
La medida aprobada ayer para cerrar la puerta al mercado global de chips a Huawei da tres meses de plazo a las empresas afectadas para presentar alegaciones, por lo que podría haber cambios en su redacción. A la vista de que la Casa Blanca preparaba nuevas represalias contra China, a la que acusa de la propagación mundial del coronavirus, varios senadores han escrito al presidente Trump para pedirle prudencia y reclamarle que se asegure de que las posibles medidas no tienen efectos perjudiciales para las empresas estadounidenses.
En respuesta a la supuesta negligencia china en la gestión de l brote del nuevo coronavirus, el presidente ha amenazado con aprobar nuevos gravámenes a las importaciones de productos fabricados en China pero de momento no ha activado esta vía. Cualquier cambio en este terreno tendría potencial para desbaratar la tregua comercial pactada en enero que frenó la carrera arancelaria y obligó a Pekín a comprometerse a comprar más productos agrícolas, un sector que nada tiene que ver con el pulso estratégico que libran las dos potencias pero puede dar réditos electorales a Trump. Estados Unidos celebrará comicios presidenciales y legislativos el próximo tres de noviembre y la relación con China es uno de los temas que los republicanos se proponen explotar a fondos ante los votantes. La campaña de Donald Trump acusa a su presunto rival demócrata, el exvicepresidente Joe Biden, de ser demasiado blando con Pekín y aprovechará cada medida que adopte contra el país asiático para remachar que el republicano es la persona más cualificada para negociar con sus gobernantes.
La necesidad de reequilibrar las relaciones comerciales y poner freno a las violaciones de propiedad intelectual por parte de China es uno de los pocos temas que suscita consenso en Washington. Pekín, por su parte, tiene más frentes abiertos, aunque considera que todos tienen su origen en EE.UU. Las autoridades chinas ha suspendido las importaciones de carne de Australia y amenazan con imponer aranceles a otros productos en respuesta a la insistencia de su Gobierno de abrir una investigación global sobre el origen del nuevo coronavirus.
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